Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2 | Primeros incidentes

En cuanto entro por la puerta del piso que tengo alquilado en el distrito de Gangnam, vuelo a la cocina y meto el pañuelo y el abrigo en la lavadora. Le echo seis pastillas, cuatro tapones de suavizante, un vaso de jabón líquido hasta los topes y acciono el programa de lavado a sesenta grados antes de patinar por el pasillo hasta el baño, con el habitual sonido de los videojuegos de fondo.

Su Ji, mi compañera de vivienda y también mi única amiga, debe de haberse dormido otra vez y, como no se lleva bien con prisas y aún menos con la responsabilidad, en vez de esforzarse por llegar al menos a su última clase, ha optado por quedarse en casa enchufada a la Play. Seguro que, con tal de no moverse, en lugar de hacerse el desayuno, se ha atiborrado a patatas fritas. Así es ella.

Me meto en la ducha, nerviosísimo. Echo mano del bote de gel y me lo vuelco encima, sin desnudarme, a fin de poder quitarme la ropa con seguridad. ¡Pero cómo he podido tener tan mala suerte! Esa mujer me tosió encima nada más y nada menos que en un hospital. ¡En esos sitios es precisamente donde hay más bacterias! ¿Y si las he traído conmigo? ¿Y si contamino la casa? ¿Y si me muero? ¿Y si mato a mis compañeros?

Froto las prendas como si me fuera la vida en ello y las amontono en el lavabo para a continuación vaciarme el champú en la cabeza. ¿Me apoyé contra la pared? ¡Sí, lo hice! Me rasco la nuca, los hombros, la espalda. ¡Yo me apoyé contra la pared! Fue cuando el profesor empezó a decirme todas aquellas cosas sin sentido y me asusté. ¡Ay; no puede ser! No puedo creer que realmente fuera él. ¿Quién dijo que iba a venir? ¿Pertenece a alguna secta religiosa? ¿Habla de extraterrestres? ¿De qué hay que correr? Y, a todo esto, ¿por qué estoy dándole vueltas a semejantes incoherencias?

¡Maldito TOC que me hace tomarme todo en serio!

"La cordura es el mal de muchos. Es la perdición del mundo".

No. No lo creo. Lo ha dicho porque es lo que le falta a él. Nada más.

Me sumerjo bajo el chorro de agua. Respiro profundo. Rebusco en mi cabeza las estrategias de autocontrol. STOP. No pasa nada. STOP. No hay gérmenes. STOP. El señor Wang está enfermo. STOP. Es la obsesión. La obsesión.

Un leve sonido, similar al de una risa infantil, se me cuela por los tímpanos e interrumpe mi burdo intento de parada de pensamiento. Parece una niña. Afino el oído. Vuelvo a escucharla. ¿Es la hija del vecino, que no ha ido a la escuela? El timbre se me aproxima. La siento pegada al oído.

"¿Lo ves?"

Pero qué...

Cierro la llave. Reviso a mi alrededor. Solo hay vapor caliente.

—¿Lo ves?

El eco de Jung Kook, el chico que contrató hace cuatro meses una de las dos habitaciones que teníamos libres, resuena, enérgico, desde el salón. El pecho se me libera. Seré idiota...

—Estoy cansado de esto. Muy cansado.

—¿Y qué quieres que le haga? —La réplica de Su Ji suena tan pasiva como su propio carácter—. Ya te explicamos en su momento lo que le pasa y lo aceptaste. —A juzgar por el tono, me imagino que ha pausado su partida y le está dedicando su sonrisa desenfadada habitual—. No dramatices. No es para tanto. Trata de entenderle.

—Lo intento —replica él—. Pero hay algo llamado límites. Prometió mantenerlos y no lo ha cumplido.

Hablan de mí. Está enfadado porque he vuelto a ordenar el escritorio sin permiso. Sabía que no debía hacerlo y, de hecho, estuve varios días luchando por no mirar su rincón del salón pero su caos es espantoso y la compulsión fue demasiado fuerte. Ahora me siento fatal.

—Jimin se esfuerza mucho.

Mi amiga, como siempre, me defiende. Es la persona más dejada del mundo pero me comprende y eso es lo que cuenta.

—Además, no le veo problema a que haya limpiado un par de cosas.

—Sería un milagro que tu le vieras un problema a algo. —Jung Kook sube el tono, cada vez más molesto—. Todo te importa un comino salvo esos monitos ridículos con los que te pasas las horas muertas corriendo de un lado al otro.

—No son monitos —le corrige, ofendida. —Es un videojuego y se llama Black Desert —explica, antes de añadir—: Y, si tanto te molestan mis ocupaciones y las limpiezas de Jimin, deberías plantearte buscar otra casa más acorde a tu súper madurez de veintitrés años mal llevados.

—¿Qué has dicho?

—Lo que has oído.

No, Su Ji. ¿Por qué siempre tiene que soltar lo primero que se le viene a la cabeza?

—Total, tampoco es que pagues muy diligentemente tu parte del mes que digamos.

¡No, no, no! Echo mano de la toalla y vuelo a mi habitación a por ropa limpia. Tengo que atajar la debacle doméstica antes de que se descontrole.

—Te aprovechas de Jimin para lo que te conviene y encima no te importa lo más mínimo ni cómo se siente ni lo mal que lo pasa.

—¡Pero cómo te atreves a juzgarme así! —Un golpe en la pared anexa me indica que Jung Kook acaba de entrar en su habitación—. ¡Eres una grosera! ¡No tengo por qué aguantar esto! ¿Quieres que me vaya? ¡Pues me voy!

—"Nice".

¿"Nice"? ¿Cómo que "nice"? ¡No!

Irrumpo en el salón, descalzo y con el pelo chorreando. Lo primero que me encuentro es a mi amiga recostada en el marco de la puerta. Lleva puesto el pijama, su melena castaña luce como si se acabara de levantar y su expresión delicada se dirige, indiferente, hacia la televisión, mientras trastea los canales de noticias que siempre pone y a los que nunca atiende.

—¡Jiminnie! —Me saluda con su apelativo cariñoso nada más verme, con los ojos marrones tornados en amabilidad—. ¿Qué tal el médico? ¿Qué te ha dicho?

—Solo me ha dado el Anafranil.

Me asomo a la habitación contigua, la de Jung Kook. Tiene la maleta abierta en la cama, la ropa amontonada encima, de cualquier manera, y la colcha semi caída arrastrando por el suelo. Ay; qué horror.

—O... Oye... —titubeo mientras lucho por no lanzarme como un loco a ordenar todo aquello—. Kook...

Mi atención se centra en su silueta, de complexión fuerte y atlética, en su cabello castaño que lleva peinado hacia atrás y en sus ojos marrones cargados de unas lágrimas que se esfuerza por contener.

—Per... —Hablar cuando la cabeza me ametralla a ideas obsesivas es realmente difícil—. Perdóname —consigo decir—. Lo siento.

—Sé que lo sientes. —La voz se le agarrota—. Trato de entenderte y me encantaría ayudarte a que fueras feliz —continúa—. Sin embargo, la situación me supera.

—Lo sé. —Por supuesto, yo soy el pirado y él es el que tiene la razón—. Por eso te dije que compartir casa conmigo iba a ser complicado.

—Pero igual quería intentarlo. —Suspira—. Pensaba que si te mentalizabas podrías tolerarme.

Ahora sí que me siento fatal. Si hubiera ido a las terapias quizás hubiera podido hacerlo.

—Aún así... —Se me acerca, despacio. —Jimin... —Estira el brazo—. ¿Crees que podrías dejarme tocarte aunque fuera un... ?

Mis pies se mueven solos hacia atrás.

—No.

—¿No? —Sus pupilas reflejan decepción—. ¿Ni siquiera lo quieres intentar?

Claro que quiero. No hay nada que quisiera más pero me conozco demasiado bien como para prometer algo que no voy a poder cumplir y, además... Además...

Los ojos se me van de nuevo a la cama. Cuento tres camisetas, cuatro pantalones hechos bola, seis camisas mezcladas por colores y varios botes de cuidado personal desperdigados por la almohada. Hasta me doy cuenta de que un tónico se ha abierto. El líquido acuoso ha manchado el blanco del edredón. Por Dios.

—El equipaje —cambio de tema—. ¿Puedes recogerlo, por favor? —Me va a dar algo; estoy entrando en crisis—. Está muy... Muy...

—¿Muy qué, idiota? —De repente su expresión amable muda en una increíble rabia mientras un par de lágrimas se le escurren por la cara—. ¿Muy desordenado como para dejarlo estar y atender por una vez a lo que intento expresar que siento por ti?

No respondo. No sé qué decir. Solo quiero que doble todo eso y que lo coloque como debe ser.

—¿El orden es lo único que te importa? —Se lanza al armario, agarra las perchas que aún tiene colgadas y las arroja todas a la vez contra el suelo—. ¿Te incomoda mi caos? ¿Te incomodo yo?

—No —musito, a duras penas—. No.

—¡Pero si no puedes soportar que te roce ni un segundo! —Cierra la maleta de cualquier forma—. ¿Te doy asco? ¿Me tienes asco?

El corazón se me dispara. Me estoy empezando a asfixiar.

—No eres... Tu... —Rayos; siento que no me puedo explicar—. Es que... Yo...

Me quedo como un imbécil, sin reaccionar y luchando por recuperar el control sobre mi respiración, cuando me sobrepasa.

—Déjalo estar —susurra, sin mirarme—. Da igual.

—No... Espera...

Por supuesto, no me hace caso. Se aleja por el pasillo con la maleta a cuestas, dejándose la mitad de las cosas atrás.

—Jung Kook...

El fuerte portazo retumba en las paredes. Se ha ido. De verdad lo ha hecho. Ha huido de mí. Como todos. Como siempre.

Rompo a llorar.

—No pierdas el tiempo sufriendo por alguien que no va a ser capaz de entenderte. —Las palabras de Su Ji resuenan detrás de mí—. Nadie merece tus lágrimas.

Lo sé pero es tan difícil no hacerlo...

Cuando luchas diariamente por adaptarte a un sistema social donde el TOC es visto como una acto disparatado que se ridiculiza como simples manías por pisar rayas o limpiar cubiertos, es importante aprender a mantener la distancia para evitar ser lastimado.

Sin embargo, la agradable compañía de Jung Kook durante las sesiones de cine de terror que me gustaba hacer las noches que Su Ji salía a visitar a sus padres, las risas que intercambiamos durante las clases de cocina que me pidió que le diera y nuestras reuniones de los Viernes en la heladería de la Señora Woo me hicieron confiarme y creer que con él las cosas podían ser diferentes.

Me equivoqué. Otra vez me equivoqué. No puedo aspirar a nada con nadie. Y ahora me duele el corazón.

—Aparta esa culpabilidad de la cabeza.

Levanto la vista, aún emborronada, y la fijo en la espalda de mi amiga, que acaba de recoger las perchas y los objetos del suelo y los está colocando diligentemente en su lugar.

—A mí me encanta lo bien que has dejado la mesa.

Ya... Bueno...

—Debería ir a buscarle —reflexiono—. Tengo que explicarle mejor mi problema y disculparme las veces que sean necesarias.

—Pues yo creo que lo que deberíamos hacer es irnos por ahí, aprovechando que hoy estamos los dos sin hacer nada, y que regrese él solito cuando haya meditado lo tonto que ha sido por dejar escapar un partidazo como tu.

—¿Partidazo? —El comentario consigue arrancarme una sonrisa cansada—. ¿Pero de qué partidazo hablas?

—¡De ti, Jiminnie! —Me lanza un beso—. Hazte valer y ten confianza en ti mismo.

"Las autoridades sanitarias han puesto un teléfono a disposición de la ciudadanía para favorecer el apoyo psicológico de víctimas y testigos ante la extraña y desmedida ola de criminalidad de las últimas horas".

La seriedad con la que presentadora de las noticias lee el comunicado nos llama tanto la atención que interrumpimos la conversación y nos giramos a la televisión. ¿De qué está hablando? ¿Hay una ola de criminalidad en Corea?

"El último incidente reportado se ha registrado en una cafetería del centro de Busan hace apenas dos horas. Según hemos sabido, un joven de veinte años sin antecedentes psiquiátricos conocidos ha entrado en el establecimiento y ha atacado a varios clientes con un arma blanca, en medio de extrañas alabanzas a fuerzas sobrenaturales y gritos de júbilo".

—Y dicen que tu estás loco. —Su Ji chasquea la lengua, con desaprobación—. Ese tipo debe tener al menos mil problemas mentales atascados en las neuronas.

Eso parece pero, ¿ha dicho que estaba jubiloso? Es decir, ¿estaba disfrutando de la masacre?

"De momento se contabilizan tres fallecidos y cinco heridos de diversa índole que ya están siendo atendidos en el centro hospitalario de la zona. Las autoridades informan que el agresor se ha dado a la fuga".

¿En serio?

—No puedo creer que no le hayan podido detener —observo.

—Le doy un diez a las fuerzas de seguridad. —La respuesta irónica de mi amiga no se hace esperar—. Gracias a ellos ahora mismo me siento de lo más protegida.

"Los analistas estudian la posible relación entre este crimen y el acontecido ayer en la iglesia católica del mismo barrio, en donde una señora octogenaria prendió fuego a los feligreses y al mismo sacerdote durante la misa".

Madre mía.

—No tenía ni idea de que algo así hubiera ocurrido. —No despego los ojos de la pantalla—. Esto es muy fuerte.

—Nos estamos volviendo todos locos. —Su Ji apaga la televisión, cosa que agradezco, y se despereza mientras se pierde por el pasillo, en dirección al baño—. A ese paso, el mundo se va a ir a la mierda.

"La cordura es el mal de muchos. Es la perdición del mundo".

¿Por qué me tiene que venir ahora a la cabeza la paranoia de ese profesor?

—¿Y si... ? —titubeo; lo que voy a decir va a sonar a incoherencia pero necesito sacarlo—. ¿Y si no fuera cosa de locos? ¿Y si el problema fuera estar cuerdo?

—Lo que ocurre es que hay gente que se las da de estable pero en realidad está trastornada y no lo acepta —replica mi compañera, desde el fondo—. No todo el mundo es capaz de reconocer su problema como lo haces tu.

Eso es cierto.

"Tu puedes correr".

No. STOP.

"Vienen. ¿No los ves?"

STOP.

El trastorno de Jimin no solo le hace sufrir sino perder a personas que aprecia y que no entienden lo que le ocurre.
El estigma social es una carga pesada.
Pero, ¿y si la cordura fuera realmente la perdición?

No te pierdas la próxima actualización.

N/A: ¡Aquí vengo con otro capitulito! Aaaaah, ¡y qué emoción llevo encima de que veamos a Yoon Gi! (Pera Mary, que me arrastra mi lado fangirl 😆🙈...)

Mi intención es traer capítulo todos los días (o casi todos) hasta llegar al momento de la trama donde me había quedado. ¡Muchas gracias por apoyarme en el inicio! ¡Me han motivado muchísimo! ❤️😊

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro