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17 | Habilidad de anticipación

El corazón se me detiene por unos instantes. No puedo creerlo. Y, sin embargo, la conversación que se sucede ante mí no da margen a dudas sobre su relación.

—Ya te imaginarás cómo he estado. —Jung Kook le dirige una expresión antipática—. He tenido que aliviar la pena de tu padre y hacerme cargo del desastre que dejaste en la congregación.

—Sí, supongo que lo habrás pasado fatal. —Yoon Gi se cruza de brazos, despectivo—. Formar parte de una secta en la que sus miembros se inclinan ante ti por haberte convertido en el hijo perfecto del todopoderoso pastor debe ser, sin duda, un trabajo muy duro.

—Sigues estando tan mal de la cabeza como recordaba.

—No te diré que no. —Le da la espalda—. Mantén la distancia y ve a lo tuyo. Yo haré lo mismo.

—No. —Parece que Jung Kook se niega a dar finalizada la conversación porque se le vuelve a poner en frente, esta vez con aire amenazador—. Quiero que primero dejes tranquilo a Jimin.

—¿Por qué piensas que no lo hago?

—Porque eres una rata manipuladora y ponzoñosa que contagia su veneno allá por donde pasa.

La conclusión me resulta amarga e incómoda. Yoon Gi no es así.

—Jimin es una persona demasiado buena, con un alma de oro —prosigue—. No quiero que le corrompas con tus ideas de psicópata resentido.

—¿Mis qué? —El aludido se echa a reír—. Perdona que te diga esto, hermanastro, pero, ya que sacas a relucir a Jimin, no fui yo el que se largó y le hizo sentir como una mierda.

—Sobre eso, ya le he pedido perdón. —Jung Kook se defiende—. Ha aceptado.

—Enhorabuena.

—No me estás entendiendo. —Un mohín emerge de los labios de mi ex compañero de piso—. Él y yo vamos a estar juntos, como siempre debimos estar. Tu no pintas nada en medio.

¿Eh? Los ojos se me quedan abiertos como platos. ¿Pero qué está diciendo?

—Me parece genial. —Lejos de molestarse, como parece ser la intención, Yoon Gi sonríe y le guiña el ojo—. A ver si eres capaz de hacerlo bien.

Jung Kook abre la boca pero no llega a objetar nada porque detrás de mí el trasiego de órdenes y personas le distrae. Retiro la atención del lavadero. Lee está repartiendo entre los presentes los objetos de protección que tienen acumulados en un mueble del recibidor. Veo martillos, cuchillos, hachas y hasta cuerdas. Ya se están preparando.

—¡Eh, Yoon Gi! —El tono profundo de Tae Hyung resuena con autoridad por encima del movimiento—. ¿Dónde estás? ¡Ya es la hora!

El mencionado sale del despacho. ¡Me va a ver! ¡No quiero que me tome por chismoso! Retrocedo lo más rápido que me permiten las piernas, con la idea de refugiarme en la habitación contigua y después salir como si tal cosa pero no me da tiempo. Sus pupilas marrones se chocan con las mías antes de poner el pie en mi improvisado refugio.

—Ah, peque, buenos días. —Su gesto suaviza como por arte de magia—. ¿Has descansado? Ayer pudiste coger el vaso de fideos. Ha sido un gran avance. ¿Quieres que desinfecte el suelo donde te acostaste para que puedas volver a tumbarte después?

Un velo acuoso me empaña las pupilas. Ha estado pendiente de mí sin que me diera cuenta.

—¿Te vas a ir con Tae? —Me encantaría decirle que le he extrañado a rabiar pero, para variar, no me atrevo de modo que me centro en el otro punto que me angustia—. ¿Por qué? Su Ji dice que te has ofrecido para que nos podamos quedar. ¿Es verdad?

—No te preocupes —evade mi pregunta—. Todo está bien. No me pasará nada.

El sueño se me viene a la cabeza.

—Verás... Es que...

El sonido del walkie-talkie de Tae Hyung me impide seguir. La voz de un tipo que no conozco resuena al otro lado del aparato y confirma que el panel eléctrico se ha averiado.

—Vamos —El líder se dirige a Yoon Gi—. Se hace tarde.

Éste asiente y a mí se me forma un nudo en el espantoso en el estómago cuando me despide con la mano.

"Si no cumples con tu función y portas el estandarte para el que estás destinado, no me quedará más remedio que convertirme en salvador y matarte".

Va a ocurrir algo. Y es malo. Lo sé. Lo presiento.

—¡Jiminnie! —Jung Kook se me acerca pero no le miro; soy incapaz de apartar los ojos del pequeño grupo que se aleja—. ¿Vamos al office por si tenemos suerte y nos dan algo de desayunar?

—No, gracias.

En un abrir y cerrar de ojos, he echado a correr y he alcanzado a Tae Hyung, sin aire y bajo la mirada estupefacta de Jung Kook y de los que le acompañan, Yoon Gi incluido.

—No te vayas sin preguntarme por mi habilidad —me lanzo—. Lo he pensado mucho. Creo que sé lo que puedo aportar al refugio.

—Ese requerimiento ya no es necesario —responde.

Me muerdo el labio, impotente. Lo sé, claro. Ha hecho un trato con Yoon Gi para ahorrarme el asunto y lo agradezco pero no debo permitirlo.

—Pero te va a resultar muy útil. —Saco pecho, a fin de adoptar una postura de seguridad que me sale a medias—. ¿Estás seguro de que no te interesa?

—Va. —Los labios del líder dibujan una medio sonrisa ladeada—. Te escucho. Sorpréndeme.

—Se trata de la anticipación —expongo—. Intuyo el peligro así que soy bueno eligiendo caminos seguros. —Dios mío; no puedo creer que esté diciendo esto. Suena muy loco—. Además, corro mucho. Inclúyeme en la expedición.

—Jimin... —Yoon Gi interviene, con los ojos impregnados en una preocupación que se nota a la legua—. No es...

—¡Un valiente más! —La exclamación de Tae Hyung zanja el asunto—. ¡Bienvenido al reto por sobrevivir! ¡En marcha!

Le seguimos hasta el acceso cerrado de la escalera. La barrera con la que han taponado la puerta resulta ser una ingente cantidad de tablas procedentes de mesas y de patas atravesadas, afianzadas a base de clavos que no dejan entrever ni el más mínimo resquicio de la salida. Es una amasijo tan compacto que a Tae Hyung no le queda más remedio que ordenar que uno de sus allegados lo rompa con la sierra eléctrica que tuvimos que entregar al llegar, que ya está casi sin batería.

—No deberías venir. —Yoon Gi se sitúa a mi lado—. En el centro comercial te dije que no quería tener que llorar por ti.

Sí, lo recuerdo. Fue por Tae Moo. En ese momento me lancé a la vía porque creí que se iba a sacrificar para que yo pudiera huir y casi nos atropellan.

—Y yo te contesté que no te quería abandonar —evoco las mismas palabras de entonces—. Tampoco deseo llorarte a ti.

—Va a ser peligroso.

—Ya —acepto—. Pero yo los veo, ¿recuerdas? Soy tu guía.

Sus pupilas se clavan en las mías mientras, de fondo, Lee protesta sobre las escasez de armas pero sus palabras me llegan huecas. Me he perdido por completo en esos ojos oscuros tan seguros y profundos. Me siento como si un imán, cada vez más potente, me arrastrara.

—Nadie se ha preocupado nunca tanto por mí. —Se aproxima, eso sí, con cuidado de no rozarme, y se inclina hasta que noto el sonido de su respiración—. Gracias.

Un fuerte calor se me sube a la cara. Me he puesto rojo, para variar.

—Yo...

Desvío la vista. Me avergüenza que perciba mis nervios porque, más allá de que parezco un tomate, no quiero que sepa que me doy golpes mentales por no poder tocarle. Que desearía que las bacterias no existieran. Que necesito abrazarle.

—Lo mismo digo —musito, y añado—: Por algo somos amigos.

—Sí. —La expresión que me dirige es serena pero también resignada—. Por algo lo somos.

Se aparta. Mi corazón protesta pero lo dejo estar. Es mejor así.

—¡A un lado!

El grito de alarma me devuelve a la realidad justo cuando la madera de la barrera se desprende y cae como un plomo en el suelo, levantando una polvareda de virutas y serrín que me obliga a cerrar los ojos y a taparme la boca para no toser.

¡Ay, madre mía! Gérmenes. Virus en el aire. Millones de bacterias de los palos amenazan con entrar en mi torrente sanguíneo. ¿Voy a morir?

—Os recuerdo que ahí fuera necesitamos ante todo y sobre todo serenidad. —Tae Hyung observa el boquete, ajeno a mi estado—. Los ruidos llaman la atención de los muertos y también de los afectados por el mal de la locura así que el sigilo será nuestro mejor amigo —Se vuelve hacia nosotros—. Solo saldremos cuatro. La protección del refugio es prioritaria. Necesito a todo el mundo que tenga un arma pendiente de este agujero.

Lee asiente, le alarga una mochila llena de explosivos y comienza a repartir las herramientas de defensa que le quedan. A Tae Hyung le entrega dos hachas, a Yoon Gi un bate y un cuchillo largo que se ata al cinturón del pantalón y a mí una especie de hazada que, por descontado, me limito a mirar. Ya tengo suficientes virus en mi organismo procedentes del polvo. No estoy dispuesto a asumir también los de ese trasto.

—¡Oh, pero qué artilugio más interesante! —Yoon Gi la toma por mí—. Yo la llevo, gracias.

Lee parpadea, confuso, pero no objeta nada porque Tae Hyung, que ya ha cogido la delantera y no ha dudado en salir, asoma la cabeza por el boquete y nos apremia. De verdad, que es un tipo admirable. No parece estar asustado, al contrario que yo, que, aparte de la obsesión que me martillea la cabeza, camino como si en vez de piernas lo que tuviera fueran gelatinas.

—Tened cuidado. —Su Ji se pega al agujero, con las manos juntas y lágrimas en los ojos—. Por favod, regresad bien.

Le devuelvo el signo de la victoria y una sonrisa que me cuesta un montón antes de posar mi atención en Jung Kook. Está junto a ella y sus ojos castaños me observan con evidente disgusto. Le saludo. No me responde. Vaya; se ha molestado otra vez.

—Kook... Mira...

No alcanzo a explicarle nada. Lee y otros dos tipos mueven el tablero de una mesa, cubren el espacio y le pierdo de vista.

Uf; bueno. Supongo que hablaremos después. Si es que hay un después, claro.

—Vamos. —La indicación de Tae Hyung retumba entre las paredes pese a que la emite en voz baja—. En marcha.

Aguanto la respiración. Trato de centrarme en la oscuridad que me rodea. Afino el oído.

El grupo acaba de abrir una salida al exterior. Una salida a un mundo lleno de amenazas que ya no es el que era.
No te pierdas la próxima actualización.

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