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Cap. 16

Fiesta en la isla:

Melou:

Luego de saber que tardaremos en volver acudo a disparar la bengala verde avisando a los del barco, ellos después de verla sabrán camuflarse en nuestra espera.

Estuve casi dos horas con Nicole quien nos habló del tal Héctor, después dando vueltas por el lugar me amigué con una de las indias, la cual se ofreció a prestarme algo de ropa y todas son vestidos ajustados a la cintura y de ahí para abajo ancho cayendo como cascada hasta más arriba de la rodilla, parecido a los vestidos que usaban las diosas del olimpo, me prestó tres, dos verdes y uno blanco junto a unas bragas de lino bien cómicas que ellos mismos fabricaron extrayendo el lino de la orilla de la playa que está a un kilómetro de aquí y no están de uso.

Salgo de la cabaña después de colocarme una de las bragas, no he visto más a Jacob, hace poco vi al grupo explorador partir en busca de los hámsters.

Camino por el lugar que me dijo Aniela para llegar al río, me encuentro con varios animales entre ellos monos que van de árbol en árbol saltando y haciendo ese chillido característico.

Sigo apartando hoja tras hoja hasta que llego a un precipicio y veo el río, el agua es tranquila, está cristalina y profunda, a un costado hay una cascada, la altura es de aproximadamente unos cinco metros, doy varios pasos hacia atrás y me impulso en una carrera hasta que siento que caigo en picada, el aire corta mi alrededor y suelto un grito por la adrenalina hasta que hago impacto con el agua hundiéndome totalmente, me dejo llevar para luego nadar hacia arriba, el agua está helada y a la vez refresca.

Sacudo mi cabello y me paso las manos por el rostro apartando las gotas, nado hacia la orilla y me quito la ropa para lavarla quedándome en las bragas, las tiendo sobre unas piedras para que se sequen junto a la navaja que la dejo a un lado y vuelvo a sumergirme.

Nado durante un buen rato sin cansarme, de un lado a otro, me quedo durante unos minutos bajo la cascada, el agua me golpea con violencia y me dejo hasta que salgo y vuelvo a nadar de nuevo.

Llega el momento en que salgo a la superficie por aire y lo veo, Jacob sentado cerca de mi ropa, jugando con mi navaja y mirándome con intensidad.

—Luciana me dijo que estabas aquí— habla.

Nado hacia atrás —¿Por qué no vienes y te das un chapuzón conmigo?— pido en un gesto coqueto exagerando en el batir de mis pestañas y el sonríe.

—No quiero moverme de aquí.

—¿Por qué?.

—Me gusta la vista que tengo.

Salgo del agua y él comienza a reírse señalando las bragas —¿De dónde las sacaste?.

—Me las regalaron— sigo caminando hacia él.

—¿No pudiste cambiarlas?— la intensa mirada no cambia y los ojos adquieren una tonalidad más oscura y atrayente.

—Son cómodas— me abro de piernas sobre su regazo —además te mantienen excitada todo el tiempo.

—¿A sí?.

—Sí— me balanceo sobre él, me aguanta de la cadera con una mano y con la otra mantiene sujeta la navaja —¿sabes por qué?— le rozo la comisura de la boca con mis labios —se mantienen pegadas aquí— muevo su mano en mi cintura hacia mi entrepierna.

—Joder, Melou.

Me mira un instante para luego impactar su boca con la mía apoderándose por completo hasta de mi respiración, su lengua reclama a la mía, sujeto su cabello en lo que él comienza a acariciarme con el mango de la navaja empezando por la cara interna de los muslos.

Besa mi cuello y mi hombro.

—Eres poco común— me dice con la respiración agitada.

—¿Cómo?— me mira a los ojos.

—Sí, posees un magnetismo exótico.

—¿A qué se debe eso?.

—A que me gustas— me quedo sin palabras —me atraíste desde que te vi en la foto que nos mostraron en el comando— no sé que decir —¿Te dejé sin palabras?- cuestiona con una sonrisa ladina.

Esta vez quien lo besa soy yo, lo beso como nunca, con deseo y magnitud, me separo pegando mi frente a la suya y muerdo su labio.

—Tú también me gustas Jacob Banner— le dejo claro.

—Lo sé.

Río —Idiota.

—Pareces una odalisca*.

—¿Me estás llamando esclava?— dejo mi cara en el hueco de su cuello mientras lo abrazo por la cintura.

—Lo digo por tu físico- el mango de la navaja rueda por entre mis tetas —los ojos, el pelo.

—Oh gracias gran señor— él sonríe.

La navaja sigue danzando en mi piel, volvemos a besarnos con... ternura.

Bajo a su cuello y le doy suaves mordiscos acompañado de besos. Vuelvo a balancearme sobre él con sensualidad.

—No hagas eso— advierte.

—¿Por qué?— beso su comisura.

—Porque sucederán cosas.

—Quiero que sucedan.

Seguimos besándonos sin descanso, tomamos tiempo solamente para respirar, baja la navaja a un lado cerca de mi ingle.

—Creo que esto sobra— rompe las bragas.

—¡Oye que fueron un regalo!— me quejo y me besa.

Medio me inclino para que las quite por completo, ahora estoy completamente desnuda sobre él.

Posa su pulgar en mi clítoris pero no lo mueve, está ensimismado en mi boca, siento como su erección crece bajo de mí. Comienzo a mojarme.

Despunto los botones de su pantalón y saco su polla para cogerla entre mis manos, empiezo a masturbarlo sin separar nuestros labios, suelta un gruñido.

Deja la navaja a un lado y me levanta por la cintura —Arriba— me deja caer de a lleno sobre su miembro y cierro los ojos por el leve ardor que siento —¿Te lastimé?— ardor que se convierte en placer.

—No— jadeo e inicio a moverme dejando salir mis gemidos deliberadamente.

Él se apoya de la palma de sus manos por detrás dejándome tomar el control y obsérvandome, me llevo las manos a los pechos y los estrujo, salto sobre su polla dejando que me llene con cada entra y sale.

Sigo jadeando como puta y el sudor recorre mi espalda, él no se mueve, solamente suelta gemidos de vez en vez hasta que me toma de la cintura y comienza a mover la pelvis salvajemente.

Prácticamente grito.

—Me gusta joder, me gusta— resopla —me gusta hacerte gritar de placer.

Rodeo su cuello con mis brazos y pego mis labios a los suyos en un beso.

Me separo y él me agarra de la cadera haciendo que me incline hacia atrás sujetándome de sus piernas, envuelvo su cintura con las mías.

Mis pechos rebotan con cada estrellón, continúa embistiéndome con rudeza y decisión.

—Córrete mi odalisca.

Cuatro estocadas más y llego al orgasmo que me deja alocada como siempre, sigue dando hasta que él también llega.

Se detiene, está tan turbado como yo. Vuelvo a abrazarlo y él me corresponde.

Estamos así varios minutos hasta que...

—Creo que ahora sí me voy a bañar— dice, se saca la camisa y como puede se quita el pantalón estando yo sobre él quedando en bóxer, luego se eleva conmigo en brazos.

—Me caigo y te mato— amenazo aún sabiendo que su aguante es firme.

Camina así hasta la orilla del río donde poco a poco se va adentrando hasta que el agua rodea su pecho, intento bajarme pero no me deja sujetándome de las piernas.

Une nuestras bocas en un beso lento y apasionado, nos separamos, ahueco su rostro entre mis manos, rozo sus labios con el pulgar.

Me encanta este hombre.

—Me gusta esto— acaricio su barba que está un poco crecida.

—No me digas.

—Sí, tiene su uso— insinúo y él ríe.

Nos besamos nuevamente, seguimos así hasta que empezamos a jugar en el agua, nadamos, nos metemos bajo el chorro de la cascada y proseguimos con los besos.

La sensación es magnífica, cruzamos la cortina de la cascada hallando una cueva al otro lado, volvemos a tener sexo ahí mismo y cuando llega la tarde determinamos volver.

Me coloco la ropa, sin bragas ya que están desbaratadas en el suelo y ahí mismo las dejo.

—Vas a tener que comprarme unas bragas nuevas— comento cuando empezamos a caminar ignorando el haber hecho alusión al futuro.

—Si quieres te compro toda una tienda.

—¿Por dónde bajaste?— cambio el tema.

Señala unas escaleras construidas de tablas —Por ahí.

—Oh.

—¿Por dónde bajaste tú?.

—Yo no bajé, me tiré— apunto el precipicio y él se echa a reír.

—Estás loca— subimos las escaleras.

—Se sintió bien.

—El que te tiraras o lo que hicimos hace poco.

—Pervertido— resbalo en una de las tablas y él me sostiene de la mano son darme tiempo a caer.

Retomamos el camino por el que vine, hay iguanas desplazándose por los troncos de los árboles, guacamayos situados en las ramas, todo es tan colorido y ruidoso.

No digo nada sobre que todavía siga sosteniendo mi mano porque me gusta la sensación que transmite y porque me hace sentir bien.

Llegamos a la aldea, los nativos están preparando fogatas y adornando las cosas, parece que habrá fiesta. Nos detenemos frente a la cabaña.

—Espera un momento— suelta mi mano —debo reunir a los demás— toma mi cara entre sus manos y me besa —hay algo que quiero decirles— se va.

Me quedo con la boca abierta por el gesto que acaba de hacer.

—¿Dónde estaban?— Nicole aparece a mi lado.

—¿Esta mañana no estabas en cama?.

—Yo había dicho que estaba bien pero insistieron en que tenía que reposar un poco más y además me convenía— sonrío —Ahora dime dónde estaban y si eso que yo acabé de ver fue real— insiste.

—Estábamos en el río y sí fue real, hasta yo me sorprendí.

—Qué lindo es el amor ¿eh?.

La miro con el ceño fruncido —¿Quién ha dicho que es amor? Solamente pasamos el rato.

—Ajá.

—¿Dónde están los demás?— pregunto.

—Dejándose toquetear por las indias.

—¿Toquetear?.

—Sí, están pintándose la cara y todo eso.

—¿Qué están celebrando?.

—Nuestra presencia.

—¿En serio?.

—Ah mira, ahí está Héctor— se aleja a toda prisa —nos vemos— exclama ya a varios pasos.

Entro a la cabaña, la cama está hecha, me acerco a mi mochila y saco uno de los vestidos, el blanco, me quito la ropa y la doblo dejándola en una esquina, me coloco el vestido y miro que me queda a la medida ajustándome los pechos, el vestido es de tiras y arriba en la parte de ellas lleva un lazo, busco otras bragas y me las pongo.

Me quedo descalza porque he visto a algunos así, además no se ve bien que use unas botas de combate con un vestido.

Jacob entra y se deja caer en la cama —¿Los viste?— pregunto.

—Sí, pero están muy entretenidos pintándose como payasos— se alza quedando sentado —cuando volvamos al barco hablo— me mira de arriba a abajo —no me digas que tú también vas a pintarte.

—¿No vas a salir?.

—No— camina hacia mí como si fuese un depredador —y tú tampoco— me toma de la cintura y me carga dejándome en la cama.

—Porque lo dices tú— me apoyo en los codos.

—Umju— gatea desde el pie de la cama hasta estar sobre mí.

—Pues mira eso no va a ser posible.

Lame mi cuello —¿Por qué no?— chupa el lóbulo de mi oreja.

—Porque... — su barba me hace cosquillas y ni siquiera recuerdo lo que iba a decir.

—Porque... — me alienta a continuar besando mi nariz.

—Joder Jacob me desconcentras.

—Mejor— besa mi labio superior —así vez que quedarnos acá— besa mi inferior y yo me deshago en suspiros —solitos— hala de él y gimo —es la mejor opción— hala el de arriba —porque ahora mismo estoy bien caliente— invade mi boca dando deliciosos lametones.

—Eres insaciable— digo cuando separa nuestros labios —siempre estás caliente.

—Cuando tú estás cerca sí, siempre lo estoy— mete la mano por debajo del vestido —¿otras?— inquiere al sentir la tela de las bragas.

—Sí y ni se te ocurra...— las palabra mueren en mi boca en cuanto las aparta y siento sus dedos rozar mis pliegues.

—Quiero volver a saborear esto— mete un dedo en mi vagina y arqueo la espalda —siempre estás dispuesta— saca el dedo, se lo lleva a la boca y gimo en forma de queja al sentir el vacío —y sabes exquisito— joder se ve tan caliente haciendo eso.

Baja su rostro a mi entrepierna, eleva el vestido a la altura de mi cadera y baja un poco las bragas dejando mi sexo al descubierto.

Da la primera lamida y me estremezco dejando caer la cabeza y tapándome la cara con las manos. Vuelve a lamer, hala con los labios de mi clítoris y jadeo removiéndome, chupa, besa y muerde sin premura haciéndome soltar soniditos de placer absoluto.

Cuando siento que el orgasmo ya viene, lo tomo del cabello hundiéndolo más ahí abajo, su barba es un estimulante perfecto.

—Sí, así— gimo —oh Dios— enredo las hebras de su cabello entre mis dedos, arqueo la espalda y...

—Mel... oh mierda.

Luciana sale a toda prisa, mi cara se vuelve escarlata, trato de detener a Jacob pero no me deja haciendo presión en mis muslos.

—Jacob— lo llamo entre jadeos descontrolados sin dejar de removerme por el apuro que tomó en los besos, mordidas y lametones que me está dando allá abajo —Jacob.

—Déjame terminar— lo escucho decir y no le suelto el cabello en ningún momento.

Mete la lengua hasta el fondo, gimo con fuerza y llego al orgasmo, sigue chupando, segundos después sube y me besa dándome a probar mi propio sabor.

—¿Estás loco?— inquiero.

Sonríe y sube mis bragas —No me gusta dejar el trabajo a medias— me baja el vestido —ya puedes salir— se deja caer a mi lado.

—Ahora ¿con qué cara veo a Luciana?.

—Con la que tienes.

—Eres un imbécil— me levanto —¿De verdad no vas a salir?.

—Tal vez luego.

Lo dejo ahí y salgo, no hay antorchas encendidas, tan solo una gigantesca fogata rodeada de indios tocando tambores hechos por ellos mismos y haciendo un baile extraño donde tus pies se pierden en el suelo, otros están a un lado aplaudiendo y emitiendo sonidos raros con la boca.

Sonrío al ver a Malibú dando vueltas como loca junto a Nicole, la primera tiene un vestido parecido al mío pero en marrón, en el pelo lleva una secuencia de trenzas hacia atrás, la segunda tiene un top blanco y una saya ancha y larga que rueda al piso, tiene que sostenerla de ambos lados.

Sus rostros iluminados por el fuego muestran rayas horizontales en sus mejillas.

Voy hacia una mesa que está bien adornada con el doble de alimentos que habían en el desayuno, tomo un trozo de cangrejo rostizado y me lo llevo a la boca, sabe bien.

Empiezo a comer como vaca sin que nada me importe, Luciana se me acerca.

—Luego cuando tengas dolores estomacales no te quejes.

—Mi estómago es resistente— respondo después de tragar un trozo de camarón —oye lo que viste en...

—¿Qué fue lo que vi?— se hace la desentendida y lo agradezco.

—Perdona el que hayas tenido que ver eso.

—La culpa fue mía por haber entrado como Juan por su casa.

Ahora que me permito mirarla totalmente veo que tiene un vestido de esos junto a una pañoleta alrededor de sus hombros. Su cabello está suelto hacia atrás.

—Estás hermosa— agarro un platillo que es parecido a una ensalada ya que tiene un tipo de pescado junto a un poco de hojas verdes.

—Gracias.

Malibú llega haciendo escándalos y se la lleva a rastras a bailar y yo por estar riéndome casi me ahogo, siento palmaditas en la espalda, la respiración se me atasca, es Dante el que me brinda un vaso de agua y la tomo con esfuerzo.

Respiro hondo —Gracias— le digo en un hilo de voz.

—Deja de atragantarte con la comida.

Siento los ojos llorosos —Hay que disfrutar— tomo otro sorbo de agua.

Él sonríe —¿Dónde está Jacob?.

—¿Um? Ah sí, se quedó en la cabaña.

—Oye estás linda— Aniela llega.

—Gracias tu también— le sonrío.

—Pero ven que tienes que arreglarte más— me hala del brazo haciendo que deje el platillo sobre la mesa.

Le pido ayuda a Dante con la mirada y el cabrón se ríe de mi desgracia.

Aniela me lleva a un lugar de donde toma un cuenco con pintura roja, me sienta en una butaca y comienza a hacerme garabatos en la cara.

Ella es hija de Josh con una india que lamentablemente murió el año pasado, es una morena de rasgos aniñados y de corazón noble.

Me dijo que nació aquí y ya tiene 23 años por eso sueña con conocer otros lugares.

—Listo, ahora el cabello.

—¿Qué tiene mi cabello?— no responde y se gira a mi espalda.

Empieza a alisarme con las mano y a hacerme trenzas de tres que caen a cada lado de mi cara, cuando termina me da un pedazo de espejo, me miro y... me gusta.

Me levanto —Gracias Aniela— camino hacia la fogata y me siento en un banco a observar a todos bailar.

—¿Te estás divirtiendo?— Josh se sienta a mi lado.

—Sí, todo es... impresionante.

—¿Verdad que sí?.

—¿Cuando fue que llegaste aquí?.

—Ah— suspira —yo era... o soy biólogo marino, en una de mis investigaciones tuve que viajar por acá, me encontré con la tribu y ne gustó tanto todo esto que me quedé, eso fue hace ya veinticuatro años.

—¿Y no tenías familia o alguien?.

—Cuando eso tenía 25 años y estaba dedicado por completo a mi carrera— se encoje de hombros —no tenía a nadie hasta que llegué aquí.

—Es grandiosa la combinación de lo moderno con lo arcaico que tienen acá— lo miro —¿eres feliz?.

—Sí— responde sin titubear —completamente feliz... ahora te dejo, espero que te diviertas— se pone de pie —mañana al mediodía llega el grupo con los animalillos esos.

—Gracias por todo— me sonríe y se va.

Continúo sentada en el banco durante un buen rato cuando Nicole aparece agitada con un vaso.

—Prueba esto.

—¿Qué es?.

—Un poco de hojas.

—¿Me estás dando un mejunje?.

—¡No! Es un mejunje sí, pero alcohólico— enarco una ceja —es la fermentación de una planta de la cual no recuerdo el nombre, pruébalo.

—Pero...

—Pruébalo— insiste.

Llevo el borde del vaso a mis labios, bebo un sorbo y... toso, el líquido pasa por mi garganta como lava.

—Está fuerte— comento.

—Y bueno, bébelo todo.

—¿Acaso quieres emborracharme?.

—Melou, estamos en una isla que tiene todo o casi todo, al menos diviértete un poco antes de volver.

Suelto un suspiro y trago todo el contenido del vaso viéndome obligada a sacar la lengua por el ardor, abro y cierro los ojos.

—Wow.

—¿Ves? Ahora mismo voy por más— se va dejándome medio drogada con lo que acabo de tomar.

Por un momento me olvido de todo, me olvido de que tengo una misión por delante, me olvido de que un virus está arrasando con todo, de que llevo en un barco casi dos meses sin ver a los que quiero, de que me estoy enganchando con el que era mi enemigo número uno y me dejo llevar.

Olvido que tengo cordura.

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Odalisca: esclava dedicada al servicio del harén del gran turco. Concubina turca. Se caracterizan por su belleza física la cual es rara y llamativa a la vez.

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