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Cap. 06

El verdadero objetivo:

Luciana:

Sabía que Melou saldría pero no tan rápido, aún así estoy feliz.

Todavía no puedo creer que Freud nos haya traicionado, por eso era su actuar extraño y el querer irse de aquí sí o sí, él no contaba con que encerrarían a Melou, al parecer esperaba que la mataran.

Manipulo la puerta de la francesa y entro, soy buena en tácticas de camuflaje, puedo entrar en un lugar y caminar sin que se den cuenta de mi presencia.

Está dormida, busco algo para retenerla y encuentro una bata tirada en el piso, hago una soga con ella y me acerco, se remueve al parecer a punto de despertarse y rápido me ubico para aplicarle la llave del sueño haciéndola dormir nuevamente.

Busco entre sus cosas hasta encontrar las esposas y le amarro las manos al cabezal de la cama, con la bata hecha soga le amarro los pies, me giro para tomar las llaves de la habitación en una mesita y salgo cerrando la puerta para meter las llaves en el bosillo trasero de mi pantalón.

Vuelvo a caminar por el pasillo hasta encontrar el cuarto de la chica afroamericana, manipulo la puerta igual, entro pero no la veo en su cama.

Alguien a mi espalda me toma del cuello y sin pensarlo le doy un codazo en las costillas, aprovecho para girarme y le lanzo una patada a la cara que la hace soltar un quejido y llevarse una mano a la nariz. Se tira sobre mí dándome un puñetazo en la boca, dispara otro y lo esquivo agarrándola del puño y girando su brazo en un ángulo un poco doloroso. Grita y le aplico la misma maniobra que le apliqué a la francesa haciéndola dormir.

Sigo los mismos pasos, [buscar algo para atarla], encuentro sus esposas y le ato las manos, con el cinturón del uniforme amarro sus pies. Cojo las llaves de la habitación y salgo.

Misión cumplida.

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Melou:

Me escabullo en la habitación de Viper, debo dejar el manjar para el final, la hija de perra está dormida, podría probar tantas torturas con ella así pero no... luego será.

De un momento a otro se despierta y me lanza un puñetazo que evito. Ella no sabe las ganas que le tengo, le doy dos puñetazos en el estómago, se dobla y la sujeto de los hombros para darle un rodillazo en las costillas, cae al suelo y al instante se levanta haciéndome retroceder, sigo dando golpes pero la mayoría los evade con suspicacia hasta que hago un giro y le pateo las piernas al mismo tiempo que cojo la camisa que está sobre la mesita y la envuelvo alrededor de su cuello asfixiándola.

—Te matara ahora mismo, perra hija de puta— susurro cerca de su oreja mientras ella pelea tratando de soltarse pero la tengo bien sujeta —lástima que muerta no me sirvas.

Ejerzo un poco más de fuerza, la necesaria para hacerla dormir.

La arrastro hasta la cama y con las sábanas la amarro a la misma, busco entre sus cosas hasta encontrar la llave de su habitación y salgo.

Ahora vamos a visitar al hombre de ojos fascinantes.

Entro a su cuarto y está dormido boca arriba en bóxers, estaría bueno hacerle una broma.

Me acerco a detallarlo, parece un ángel con esa expresión calmada apesar de llevar el ceño ligeramente fruncido y los labios entreabiertos, pero no es un ángel, más bien integra la categoría de demonios. Tiene tatuajes en todo el torso, un inmenso escorpión en el brazo derecho, una carabela en la costilla izquierda y más arriba una línea de jeroglíficos dibujados en romano y en latín.

Me coloco a horcajadas sobre él aprisionando sus caderas, sigue dormido, [o es de sueño profundo o está demasiado cansado] quizás la segunda opción, porque las personas que se han pasado toda su vida haciendo lo que nosotros hacemos desarrollan esa habilidad de mantenernos en un sueño ligero en caso de emergencias.

Saco las esposas y tomo sus brazos, los llevo por encima de su cabeza y aprisiono sus muñecas en el cabecero de la cama, todo esto con calma y apenas rozándolo para evitar que se despierte.

Lo miro unos instantes, sus pestañas son largas y gruesas, sus labios no son ni tan gruesos ni tan finos, sino con la medida perfecta de un tono rosáceo oscuro, tiene un atisbo de barba que le da un aspecto serio, sus cejas están perfectamente delineadas que hasta envidia me dan y su pelo, por Dios su pelo se mira suave de un negro muy oscuro.

¿Sabes qué? Mejor lo despierto, tengo ganas de joder.

Le doy una cachetada en la cara, se despierta arrebatado intentando mover los brazos pero al ver que no puede me mira.

—¿Qué...?.

Ladeo la cabeza con una sonrisa —Buenas noches, limoncito— saludo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Cómo llegaste aquí?— forcejea con las esposas.

—Pensé que me esperarías despierto.

—Suéltame— exige.

—¿Por qué debería?.

—Te lo estoy advirtiendo, Melou, suéltame.

Lo agarro del pelo y sí, es suave —Me pone el que digas mi nombre con esa voz de locutor, ya te lo dije— paso la punta de la lengua por su mejilla derecha afianzando el agarre en su cabello —¿Sabes que quiero hacer ahora?.

Se queda callado con la mandíbula tensa.

»Quiero golpearte, luego morderte y por último follarte hasta cansarme— disminuyo la distancia entre su oreja y mi boca —¿qué te parece?— le susurro mordiendo con atención el lóbulo de su oreja.

Siento como algo bajo de mí comienza a crecer y sonrío con malicia.

»Muy mal limoncito, te gusta que te hablen sucio ¿eh?.

—Estás loca.

—Dime algo que no sepa.

—Suéltame ya— vuelve a exigir.

—No, ahora la que exige, manda y demanda soy yo— comienzo a besarle el cuello.

Sé que estoy perdiendo el tiempo pero... es que hombres como este, no se ven muchos.

Bajo mis labios al torso y lo rodeo con la lengua trazando el camino de la tinta, mordisqueo todo a mi paso, vuelvo a subir y antes de llegar a su boca mueve la cara a un lado haciéndome reír.

Tomo su mandíbula con la mano libre ejerciendo fuerza y muerdo su labio inferior, paso la lengua por su boca.

—Me voy a vengar por la paliza que dejé que tu novia me diera— murmuro en su boca —y será follándote hasta que no pueda más, limoncito— el bulto debajo de mí sigue creciendo.

Con que mis palabras surten efecto.

—Mel— siento la voz de Luciana al otro lado de la puerta —¿Melou?.

Me recompongo acomodando mi cabello —Ya voy— le doy suaves golpes en la mejilla y me levanto.

—Te vas a arrepentir— sisea furioso cuando me voy a la puerta.

—Espero que sea de la mejor forma— le digo guiñandole un ojo y abro.

—Todo listo— me avisa Lu, tiene el labio inferior hinchado.

—Bien— cierro a mi espalda —¿qué te ha pasado en la boca?.

Se toca el labio y hace una mueca —Una situación que surgió con la afroamericana.

—Está bien, ahora toma un baño, relájate, que en la mañana hay función.

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Jacob:

¡Maldita hija de puta!

Llevo horas intentando safarme de estas esposas pero aparte de que las ajustó son las que usan los guardias aquí, las especiales.

Yo sabía que esa golpiza no había sido por gusto. La odio, y pensar que mi polla despertó solamente con escuchar sus sucias palabras.

Suelto un suspiro cargado de rabia y dejo de insistir, sigo cansado, no he dormido nada, primero se aparece Francesca y después la loca esa.

La puerta se abre dándole paso a esa desquiciada.

Lleva el uniforme de los guardias, un pantalón azul oscuro junto a una camisa de cuello redondo y mangas cortas del mismo color, también tiene unas botas de combate, en la cintura lleva amarrado el cinturón junto a la pistola y un par de esposas.

Parece que viene del viejo oeste.

—¿Cómo dormiste, limoncito?.

¿De dónde rayos sacó ese sobrenombre?.

»Espero que estés listo para lo que viene— se sienta en el borde de la cama, no lleva maquillaje y los moretones en la cara son notorios, al ver que no respondo sigue hablando —veo que sigues peleado conmigo— hace un falso puchero —pues de pie entonces— comienza a soltar las esposas —ni se te ocurra escaparte— sus pechos quedan encima de mi cara y... un calor me recorre todo el cuerpo obligándome a apartar la cara.

Hay atracción, hay deseo, pero no pienso ceder.

Me suelta y al segundo cuando estoy ya de pie vuelve a cerrar las esposas por la espalda. Me da una nalgada y...

—Me encanta tu trasero— me arrastra fuera de la habitación tal y como estoy.

Trato de librarme de una y viene y se engancha otra.

Tengo una habilidad para atraer locas.

—¿Dónde vamos?.

—A un lugar.

—¿A qué lugar?.

—Uno aquí en el barco.

—Melou, no me toques los cojones.

—Me encantaría.

Llegamos a la cubierta donde hace un poco de aire; Nic, Malibú y Francesca están en el suelo atadas junto al soplón, todas con vestidos de dormir, y la...

—Espera... ¿tú no eres la...?.

—Siéntate, limoncito— puedo ver la cara de Francesca al escuchar el sobrenombre.

Me siento al lado de Malibú, también están los guardias que mandaron para cuidar de la mercancía.

La que yo suponía que era una simple empleada se quita una peluca.

Estaban en mis narices y no me di cuenta ¿En qué estoy pensando?

—Mi nombre es Luciana Grey, soy infiltrada de la SR junto a Melou y aquí este hijo de su madre, Freud Marshall, a quien ya conocen— habla la supuesta empleada —estamos aquí para evitar que este barco llegue a Estados Unidos...

—Y ustedes nos van a ayudar— interviene Melou.

—Danos un motivo para hacerlo— farfulla Francesca con una furia desconocida.

—Motivos tengo varios— se encoje de hombros —pero les daré el más fácil— Luciana le entrega un conjunto de papeles —de seguro no les dijeron el contenido del cargamento— mira nuestras expresiones —veo que no— me tira los papeles que caen sobre mi regazo —el cargamento es un virus— enarco una ceja, eso no se lo cree ni ella —no me mires así, limoncito— detesto ese apodo —lean el informe, el virus, el gobierno se lo encargó a China para usarlo con el ejército pero se teme que no funcione en su totalidad porque ya hubieron inconvenientes.

—Razón por la que atraparon a Melou en la planta baja, iba a supervisar de qué iba el cargamento y buscar una forma de desaparecerlo sin que hayan heridos— habla Luciana.

Nicole rompe a reír —¿Esperan que nos creamos eso?— espeta con burla.

Melou camina hasta ella y le tira un golpe que le gira la cara a un lado. Pero ¿Qué tiene esa mujer?.

—No sabes cuánto deseé hacer eso— suelta un poco de aire —ahora estamos a mano— sonríe como si nada hubiera pasado.

Nicole la mira con la mandíbula tensa y los ojos cargados de rabia, un hilo de sangre corre por su mentón.

»Si nos creen o no, no nos importa, es la verdad, solo se lo cuento porque estamos en un barco en medio del puto mar y aún nos queda un mes de estancia, no quiero pasarme todo ese tiempo en peleas con ustedes y menos contigo, limoncito— aprieto la mandíbula —he de admitir que son buenos en su trabajo y que te aprecio bastante por eso, Viper— la mira —pero no quiere decir que tu temperamento sea más fuerte que el mío.

—La decisión que van a tomar queda de su parte— finaliza Luciana y uno de los guardias se acerca a quitarnos los amarres.

—Espera ¿van a soltarnos así por así?— cuestiona Malibú quien tiene un rastro de sangre seca cerca de la nariz y Death se gira a ella.

—¿Te gusta estar amarrada, morena?— le pregunta con una sonrisa socarrona —tranquila que todos tenemos fetiches raros.

Malibú ríe negando con la cabeza —Me cae bien esta mujer.

—¡El enemigo no puede caerte bien!— escupe Nic con odio.

—Yo no soy el enemigo, créeme— aclara Melou —y tú también me caes bien— le dice a Malibú.

Son tal para cual.

Ya desatadas ellas, Melou se acerca a mí —Prepara la cama— susurra en mi oído, de modo que solamente la escucho yo —que esta noche voy a verte— suelta las esposas y se levantan —y por favor, vístanse, deben dar el ejemplo— al soplón lo dejan amarrado.

Francesca se retira enfurruñada, Malibú sale chiflando, Nic le da una última mirada de odio a Melou y se va, y yo... con mi dignidad por el suelo recojo los papeles porque la verdad es que estoy dudando de lo que me dijo Yul y salgo por el pasillo como si nada estuviese pasando con el calzoncillo puesto, puedo sentir la mirada de Melou en mi trasero.

¿Qué vergüenza?.

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Rihanna como Malibú Saint, está en multimedia.

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