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Capítulo 29

—Deja de mortificarte, todo va a estar bien — asegura mi madre frotándome la espalda para que me calme, sin embargo me es imposible.

—¿Y si provoqué que todos caigan? No sólo Uriel, sino Luzbel también...

—Escucha, todos se equivocaron — dice poniéndose frente a mí y buscando mis ojos con los suyos —. No creo que destierren a Luzbel, él hizo lo posible por detener a Uriel, tendrá un castigo, eso puedo creerlo, pero no será expulsado.

—¿Dónde está Henry? — pregunto queriendo ir a ver cómo está después de la muerte de nuestro amigo.

—Con su amigo — responde ella.

—¿No lo ha dejado...?

—Te dije que me encargaría — recuerda sonriéndome, y siento un destello de esperanza en el interior —, está adentro.

Corro hacia el edificio que señala, esquivo a varios ángeles, personas y demonios, subo las escaleras casi de un solo brinco y comienzo a buscarle.

—¡Jason! — le grito a mi amigo cuando le veo entrando a uno de los salones.

—¡Lía! — grita y corre hacia mí.

Ambos nos abrazamos con fuerza, mi mejor amigo sigue aquí, a salvo, lastimado como todos, pero vivo.

—Brian... ¿está adentro?

—Así es — contesta con ilusión y me lleva hacia adentro de la habitación.

—¡Brian! — grito y voy a dónde está acostado, intento abrazarle con mucho cuidado, pues se ve que no está en condiciones de hacer esfuerzos ni nada parecido —. No puedo creerlo, estás vivo... tú...

—Ella lo logró — contesta —. Hécate me trajo de vuelta... no sé cómo lo hizo — explica con voz lenta.

—No hay que intentar buscar explicaciones, las cosas ahora son tan extrañas que lo mejor es sólo aceptarlas.

—Lía... — me llama Kate —. ¿Qué pasará con Rafael?

—Yo... no lo sé — admito con pesar, no sólo Luzbel está en peligro, todos los demás lo están —. En cuanto sepa algo te lo diré.

—¿Oíste lo que dijeron? ¿Van a castigarlos...?

—Sólo harán un juicio — explico —, eso no es tan malo, es lo que se tiene que hacer, y todos van a recibir un castigo, pero dudo que sea algo demasiado malo para Luzbel y todos los suyos, supongo que sólo será alguna encomienda o algo que no les guste hacer. Pero estoy segura de que conservarán sus títulos de ángeles.

—Hey... siento lo de Bel... — habla Jason en voz baja —. De verdad, lo siento. Él fue muy valiente, le salvó la vida a Luzbel.

—Así es... se sacrificó por todos, él... no sé qué decir, hizo lo que debía y siempre estaremos en deuda con él.

—Oí que la restauración durará poco, según las cosas ángeles van a estar aquí alzando las ciudades de nuevo... darán paz al mundo otra vez.

—Así es, fue orden de papá... se van a remediar los daños provocados.

—Jamás podrán remediar nada, el daño está hecho, sus hijos nos destruyeron.

—Harán lo que se pueda... creo que esto es mejor que no haber solucionado nada.

—Tranquila, Kate — pide Jason —. Todos estamos enojados, pero no queda más que aceptar la ayuda, porque aunque se supone que es su obligación, bien podrían dejarnos a nuestra suerte.

—¿Cómo te sientes? — me pregunta Henry.

—No muy bien — admito suspirando —. Estoy tensa por la situación de Luzbel, y... eso me atormenta demasiado, además físicamente no me siento bien, las heridas no han terminado de curarse, y creo que una volvió a abrirse, además de que caí quien sabe cuántos metros hasta el piso y me rompí algo.

—Quítate la armadura — oigo una orden, y cuando volteo Hécate viene entrando.

—Madre...

—Ahora — ordena, y apenas voy a hacerlo ella llega y lo hace por mí.

Me obliga a quitarme la playera que tengo puesta y me quedo únicamente con la tela que me puso para proteger mis heridas.

—¿Eso es su costilla? — pregunta Kate horrorizada mientras mira hacia mí abdomen.

Bajo la mirada y me topo con algo bastante perturbador.

Una de mis costillas se rompió, pero lo peor del caso es que por tantos movimientos acabó por perforarme la piel y quedar afuera.

—Ah... se siente peor cuando lo miro — admito quitando los ojos del hueso e intentando concentrarme en otra cosa.

—¿Acaso no se siente? — pregunta mi madre molesta mientras me lleva hacia otra de las camas.

—No es mi culpa estar concentrada en la supervivencia de miles de humanos en vez de la mía — me quejo.

—Esto es terrible, tengo que acomodarla y va a dolerte.

—Como si no lo supiera ya — me quejo rodando los ojos —. Veámoslo por el lado bueno, la misma costilla está impidiendo que sangre, de algo tenía que servir.

Hécate me mira seria y puedo sentir que hasta ganas de golpearme le dan.

Termino acostada y aunque no quiero mirar me es imposible.

—¡Para! — grito cuando siento que ha comenzado a acomodarla. Sin embargo no se detiene.

Sentir que una de mis costillas es devuelta a su lugar es la cosa más extraña que se pueda sentir. Una vez que ha embonado siento la magia de mi madre cubriendo la herida.

—No es por molestar, pero no estaría mal revisar las primeras — sugiero refiriéndome a mi espalda.

—Date vuelta — pide.

Me siento en la cama y le doy la espalda, siento que mi espalda comienza a descubrirse, y mientras lo haces, algo se despega de la herida izquierda. Lo que me dice que efectivamente se volvió a abrir, y la sangre adhirió la tela.

—No puedo entender cómo lograste abrirla sin nada filoso y con tanto encima — se queja mi madre.

—Ni siquiera yo lo entiendo, pero pasé por tantas cosas en el viaje al palacio que puedo darme una idea.

—Sé que esto es como pedirle a Luzbel que no sea egocéntrico, pero por favor, no te quiero envuelta en violencia por los próximos días, deja que por lo menos las heridas sanen y tus huesos se vuelvan a unir.

—No prometo nada, pero por lo menos juro no ser yo la que inicie los problemas — acepto, pues obviamente no voy a huir si hay alguna pelea en la que tenga que entrar. Podré ser muchas cosas, pero cobarde jamás.

—Eso solo me dice "no haré peleas, pero las encontraré".

—Puede ser.

Veo una luz intensa en el lugar, cuando me volteo a mirar, Rafael aparece.

—¡Rafael! — chilla Kate y se le echa encima. Él corresponde el abrazo, pero se ve obligado a hacerla un lado casi al instante.

—No puedo hablar ahora — le explica —. Lía, tienes que ir conmigo.

—¿Yo?

—Yahvé pide tu presencia en el palacio — explica.

—Dame un segundo, irán en un momento — interviene Hécate.

Nuevamente la tela cubre mi espalda, pero esta vez siento que más tela baja y me abraza todo el dorso con firmeza. Seguramente para ayudar a inmovilizarme lo más posible.

Tomo la playera y me la pongo de nuevo, aunque no me agrada demasiado la idea, la armadura vuelve a estar encima de mí también.

—¿Qué se supone que debo hacer? — le pregunto a Rafael antes de irme con él.

—Sólo decir la verdad, no importa que tan bueno o malo sea, no debes mentir.

(...)

Entro junto a Rafael, Luzbel y Uriel están frente a frente, y detrás de ellos los arcángeles que ayudaron a cada uno.

—Aquí estoy — aviso llegando frente los ángeles —. ¿Qué necesitan de mí?

—¿Recuerdas por qué fuiste enviada con los humanos? — pregunta él.

—Lo recuerdo.

—Entonces habla.

—Han cometido muchos errores, son una raza muy destructiva y egoísta... sin embargo no merecen la extinción, no todos son iguales, y merecen una segunda oportunidad, más tomando en cuenta que se les atacó injustamente — digo mirando a Uriel con recelo.

—¿Quién es el responsable?

Uriel me mira fulminante, como si fuera a lograr que culpe a Luzbel en vez de él.

—Uriel.

—¡Mientes! — salta enseguida violento —. ¡Eres una maldita mentirosa! — Uriel se me echa encima, Luzbel se interpone entre ambos y lo sostiene muy dispuesto a golpearlo.

Aunque le veo con intenciones de contenerse, termina soltándole un puñetazo al arcángel.

—Luzbel, basta — intervengo abrazándolo por la espalda mientras otro le detienen por enfrente.

—¿¡Vas a permitir este tipo de de ataques frente a ti!? — reprocha Remiel en contra de Yahvé.

—Yo no pienso permitir que le pongan una mano encima a ella — interviene Luzbel —. Si Uriel no fuera culpable no habría intentando golpearle, el acaba de hablar por sí solo.

—Los culpables pagarán — asegura papá —. Así que quiero que me digas quienes fueron los que apoyaron a Uriel.

—Remiel y Sariel — contesto sin inmutarme —. Quisiera nombrarlos a todos, pero no conozco el nombre de todos los guerreros que les sirvieron. Uriel inició una rebelión en su contra, y no conforme con eso le mintió, culpando a Luzbel de esa revuelta, provocando su caída. Uriel es un traidor, no sólo por lo que hizo, sino por lo que planeaba hacer.

—Dilo, cuenta todo lo que sabes — pide Miguel.

—Uriel planeaba quedarse como único arcángel — suelto entonces. Es tanta la tensión del lugar que solo quiero decir todo e irme ya mismo —. Iba a conservar el poder de los otros seis caídos, pero no iba a quedarse así. Planeaba adueñarse del trono.

Todos se voltean a mirar a Uriel con horror, imaginarse al arcángel como el nuevo "dios" es simplemente horrible.

—¿Eso es cierto? — le pregunta Yahvé.

—¡Ella miente! — asegura Uriel.

—¡Tú mientes! — le echo en cara —. Siempre fue tu plan, por eso me querías a mí, porque yo era la única que podía ayudarte a hacer de esa locura algo posible. Si me convencías yo acusaría a Luzbel, y juntos diríamos que ellos dos eran traidores también — digo refiriéndome a los arcángeles que estaban de su lado —. A fin de cuentas conseguirías tu cometido, y exterminarías a todos, no solo a los humanos, también a los demonios y a los mundis, sacarías a los caídos del tártaro y formarías un nuevo ejército celestial.

Nadie es capaz de decir nada, todos están tan sorprendidos que no saben qué cosa decir ante los planes del arcángel, pues aunque suenen imposibles, es lo que deseaba hacer, y de haber logrado algo conmigo, ahora mismo estaría llevando acabo el plan.

—Quiero a Uriel fuera de aquí — sentencia papá con voz profunda y claramente decepcionada —. Estará recluso hasta el día de su destierro.

—¡No puedes hacerme esto! — grita enfurecido —. Padre, no lo hagas.

—¡Él no es tu padre! — brama Luzbel —. No lo es, bastardo.

Uriel es sacado del lugar por los dos arcángeles de hace un rato, nosotros nos volvemos a quedar en silencio mientras él está fuera por completo.

—Agradezco tu tan fuerte e incondicional lealtad — me habla papá—. Sabía que no me fallarías.

—Necesito decir algo... — sé que puede ser una mala idea, pero voy a hacerlo de todas formas.

—Lo que desees — acepta.

—Quiero que se reconozca el apoyo que todos brindaron a esta guerra.

—Así será — asegura.

—Todos — reitero —. Con eso hablo de los demonios también. Ellos ayudaron demasiado, esto seguramente no estaría pasando si no fuera por su ayuda.

—¿Quieres decir que terminamos debiéndoles a ellos? — inquiere un arcángel con repugnancia.

—Calma, Zadquiel — pide Gabriel intentando que esto no se vuelva un debate.

—Pues así es — acepto yo —, les debemos mucho.

—Lo acepto, serán recompensados por ello — afirma papá.

—Quiero que se considere algo... — continúo.

—¿Qué cosa?

Todos me miran entonces, nadie sabe lo que estoy a punto de pedir, y sé que hasta Luzbel va a contradecir lo que estoy por soltar.

—Aclaro que sólo estoy pidiendo que sea considerado — dejo en claro antes de que inicien los reclamos —. Creo que sería algo bastante justo que se reconsidere la expulsión de los demonios que ayudaron en esta guerra.

—¿Qué? — saltan todos los presentes a excepción de Yahvé.

—Así es, me parece justo que se considere darles la oportunidad de regresar aquí, como lo que eran, ángeles.

—Esto es el colmo — se queja Luzbel por lo bajo.

—Me niego — salta Zadquiel —, es una blasfemia, es algo inconcebible.

—Calla ya, que tú no das las órdenes aquí — salta Miguel.

—Es una locura lo que la niña está pidiendo — insiste —. Por algo fueron expulsados de nuestras tierras, no pueden volver.

—¿Por qué fueron desterrados? ¿Por seguir su encomienda? — digo refiriéndome a Abaddon —. ¿Por ser soberbio? — a Astaroth —. Si se les castigo por cosas como esas no sé qué están haciendo todos ustedes aquí.

—¿Qué dices?

—Los ángeles son los seres más pecaminosos que existen, no los demonios, ni siquiera los humanos. Ustedes lo son. Todos se sienten superiores, incluso los que ayudaron a los humanos han hablado mal de ellos, los han llamado de cientos de formas, les han insultado. Nadie se libra de esto. Ellos cayeron, pero todos sabemos que cualquiera puede caer en cualquier momento. O qué, ¿no es cierto? ¿Nadie recuerda que Abaddon fue un arcángel? El de la justicia, para ser más exacta. Él sólo quiso imponer un castigo a los humanos por lo pecados que cometían, pero se le negó el permiso para ello, ¿cómo cumples con tu encomienda si te impiden hacerlo?

—¿Y los demás qué?

—¿De quien más quieres hablar? ¿De Astaroth? Se le desterró por sentirse superior, cosa que todos aquí sienten también. Esto no es obligatorio, sólo pedí que se considerara, puede ofrecérseles y practicar un juicio para que puedan volver, llegando a acuerdos que beneficien a ambos, de todas formas habrá algunos que rechacen la oferta, y tal vez otros que la acepten bajo las condiciones impuestas. Sólo dejen de tener la mente tan cerrada, aunque ahora no lo quieran admitir, ellos también fueron sus hermanos en algún momento de sus vidas, y si soportaron a Uriel tanto tiempo, no veo porque no aceptarlos a ellos de vuelta, después de todo sé que les salvaron la vida a varios de los presentes.

—Sé que es una idea descabellada — acepta Raguel —, pero no haríamos mal en pensarlo y ponerlo a debate y consideraciones, ella tiene razón, en este tiempo que convivimos con ellos pude ver bondad en sus ojos.

—Los demonios no son tan malos — continúo —, no como ustedes lo quieren creer. Y perdón que se los diga, pero ustedes los ángeles a veces son mucho peores que ellos.

______________
Sigue leyendo. 😶

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