Capítulo 27
Las cosas están muy mal realmente, intenté escapar, sin embargo era demasiado poder contra Aixa, Aram y dos ángeles. Al final lograron neutralizarme, y ahora estoy como idiota sobre una especie de camilla. Me siento muy narcotizada y la desesperación por salir de aquí me carcome.
Por lo que he logrado oír, Uriel está bien, si la navaja hubiera entrado un par de centímetros más a la derecha tal vez le hubiera dado muerte al ángel, sin embargo no lo logré, y todo acaba conmigo aquí.
—No creo que su cuerpo lo resista — oigo la voz de Kristen, cosa que me provoca aún más molestia —. Es una simple humana, morirá antes de que pueda hacerle algo.
—Resistirá, de eso no tengo dudas — responde el que estoy segura es Uriel —, y en el caso de que no lo haga... me da igual, tiraremos su cuerpo cerca de su fortaleza para que Luzbel la encuentre antes de mañana. Eso lo lastimará lo suficiente como para lograr vencerlo en combate.
¿Mi muerte hacer a Luzbel débil? Por favor, si Uriel me asesina Luzbel iría directo a cortarle la cabeza sin importarle nada. Aceptaría incluso ir al infierno sólo por vengar mi muerte, así que dudo sea una buena idea.
—Procederé entonces — acepta ella despreocupada, y pasados unos segundos aparece en mi campo de visón.
La luz que me da en la cara no ayuda para que logre identificarle bien, pero su cabello rubio resalta sobre todo lo demás.
—Créeme, niña, yo también odio tenerte aquí — dice desapareciendo nuevamente —, prepárense, iniciamos ahora.
Oigo varios ruidos y veo a algunos ángeles a mi alrededor, uno de ellos se acerca y sin la menos preocupación me alza de la camilla y me recuesta boca abajo. Intento moverme, quiero por lo menos tirarme de aquí para crear una distracción, y si es que alguien viene por mí lo haga antes de que logren hacerme algo.
Pero es inútil, creo que apenas y puedo mover ligeramente los dedos de mis manos, todo lo demás esta completamente adormecido.
Menos yo. Que aunque me siento realmente aturdida sigo aquí lo suficientemente consciente como para ver y sentir lo que me están haciendo.
—¿Te sientes mejor? — oigo que pregunta Kristen, y aunque su tono es bastante seco, no creo que me esté preguntando a mí.
—Lo estoy — para mi sorpresa contesta Uriel —. Ha sido con un metal cualquiera, las heridas ya están cerrándose.
—La humana intentando sentirse valiente de nuevo — se mofa dándome un jalón para quitarme la chaqueta de encima —. Lástima que no pueda hacer demasiado, suficiente ha hecho con sobrevivir.
—¿Celos, Kristen?
—¿De una vil humana? Claro que no, ella debería tenerme celos a mí.
—Pues lamentablemente esa vil humana te volvió a ganar a tu ángel soñado.
—No sé de que te ríes, Uriel, ése ángel te volvió a ganar tu trono soñado.
Oigo que Uriel para de reírse, por más mal que Kristen me caiga tengo que admitir que ese fue un buen contraataque.
Luego de unos segundos termino completamente desnuda de la parte superior del cuerpo, siento que pasan algo húmedo sobre toda mi espalda, y luego de unos segundos esperando a que seque, algo rígido parece trazar líneas rectas.
—¿Estás seguro? — pregunta al arcángel.
—Hazlo ya y deja de perder el tiempo, estamos a nada de que la guerra comience — contesta Uriel con voz seca.
—Si esta cosa se muere va a ser problema completamente tuyo.
—Que va, no me interesan las amenazas. Empieza.
Le oigo suspirar, y tras un momento vuelvo a sentir sus manos encima.
Nuevamente intento moverme, sin embargo no lo consigo. Es exactamente igual a sufrir parálisis de sueño, con la diferencia de que en ningún momento he podido quedarme dormida.
Algo extremadamente frío roza mi piel, sin embargo no se queda ahí, pues sólo un segundo después siento como atraviesa y traza una línea hacia abajo.
El dolor es insoportable, quiero moverme, necesito gritar, pero no puedo hacer ninguna de las dos cosas. Algo está cortándome la espalda y ni siquiera puedo quejarme. No me queda nada más que esperar a que esto termine, aguanto o me muero, esas son las dos opciones, y por más que quisiera elegir la segunda, estoy segura de que no va a pasar.
—Está sangrando demasiado — avisa Kristen. Después de todo tal vez sí pueda pasar.
—Prosigue — ordena Uriel sin la menor importancia.
Nuevamente siento lo frío del otro lado de lo que acaban de abrir, me preparo para ser herida nuevamente, y siento un dolor aún más fuerte cuando comienzan a cortarme. Los segundos se me hacen eternos, y pareciera que no han parado de abrir desde hace minutos.
—Uriel... — habla la ángel —. De verdad, esto se ve demasiado mal, está sangrando más.
—Acabas de abrirla por segunda vez, ¿qué esperabas?
—Me refiero a que es demasiado para lo que llevo... aún falta que corte músculo...
—Sigue.
—Pero...
—Ahora, Kristen, si no deseas que muera mueve esas manos que no parará de sangrar mientras peleamos.
Luego de cientos de intentos logro emitir un sonido, es bastante bajo, sin embargo continúo quejándome hasta que alguien me hace caso.
—¿Está despierta? — oigo que alguien pregunta.
—Kristen, sigue despierta — corrobora uno de los ángeles cuando se agacha a mirarme y nuestros ojos se encuentran.
—Limpien toda la sangre — ordena mientras mueve algo sobre metal.
—¿No me oíste? La chica sigue despierta — repite el ángel.
—¿Tú no me oíste? Limpia ahora, su sangre está por todos lados.
Siento varias manos encima mientras pasan tela sobre gran parte de mi espalda.
El dolor cada vez se hace más intenso mientras más pasa el tiempo, no deseo que continúen con lo que hacen sólo deseo que vuelvan a cerrar mi piel, o por lo menos agradecería que me durmieran de una vez.
Me siento demasiado mareada, lo aturdido de mi cuerpo cada vez es más fuerte, lo poco que lograba ver doble ahora está borroso por completo, y siento que de verdad podría desvanecerme pronto.
—Es tú última oportunidad — sentencia a Uriel.
—Prosigue — acepta éste sin pensarlo un sólo momento —, no cambiaré de opinión.
—Tráiganlas ahora, no tardaré en tener listas las heridas — oigo que le pide a alguien en voz baja.
Vuelvo a quejarme con la esperanza estúpida de que decidan detenerse, sin embargo no se inmutan ni en mirarme.
Todo esto está bastante perdido para mí.
Tal vez Kate no logró llegar a tiempo con mi madre o alguien conocido... tal vez algo le sucedió antes de que lo lograra... y... no...
Un golpe me saca de mis pensamientos, sin embargo no logro identificar de dónde viene y comienza a desvanecerse en mi cabeza mientras mi vista empieza tornarse obscura.
Algo se cae al suelo haciendo un estruendo, cosa que termina perdiéndose casi al instante.
Oigo varias quejas, más cosas se caen, algo vuela en mi campo de visión y se va directo hacia una de las paredes rompiéndose.
Algo pasa y no puedo saber qué es, sin embargo no siento más como me cortan, sólo soy apenas consciente de que aún escurre sangre por mis costados.
Siento algo cubrirme la espalda, unas manos lo acomodan sobre mí para luego alzarme de la camilla. Siento un dolor insoportable cuando estoy en los brazos de alguien, pues uno de ellos me sostiene justo donde las heridas abiertas se encuentran.
De cierta forma sus ojos me regresan. Ver la pequeña imperfección del iris de su ojo derecho me deja tan maravillada como siempre.
—Tranquila — logro oír que susurra, sin embargo leo más sus labios de lo que oigo —. Te sacaré de aquí.
Y así lo hace, a pesar de todo por fin comienzo a desvanecerme de verdad.
Logro ver a Rafael peleándose con alguien, un par de ángeles mas le acompañan, y creo que también viene con ellos un tipo sin alas, no sé quién sea, sólo veo sombras para este punto.
—Lo hiciste bien, mi virtud — susurra cerca de mi oído —, hiciste cuanto pudiste.
(...)
Tan pronto abro los ojos siento que absolutamente todo me da vueltas, dejo la mirada fija en un punto y todo comienza a girar más despacio hasta quedarse inmóvil.
Rafael está acostado en la cama del otro lado, veo cabello rubio esparcido frente a él, y comprendo que tiene a Kate entre los brazos.
Me remuevo en donde estoy y siento un movimiento brusco detrás de mí.
—¿Estás bien? — pregunta Luzbel en susurros al tiempo que nos miramos.
—Calma, estoy bien...
—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Necesitas que haga algo por ti?
—Tranquilo — pido poniendo una mano en su mejilla —. Me siento bien, todo está bien, sólo estoy algo mareada.
Me doy la vuelta y siento un ligero dolor en la espalda, sin embargo me doy cuenta de que mi dorso está envuelto por una venda, y es lo único que tengo encima además de la ropa interior.
—Perdóname por no llegar antes — se disculpa con pesar.
—¿Por qué pides disculpas por algo que no fue tu culpa ni estaba en tus manos?
—Es que todo esto es mi culpa. Si yo hubiera aceptado mi destino y me hubiera quedado aquí como un caído... todo estaría bien, este mundo no estaría colapsando por culpa de ese bastardo.
—¿Sabes de qué me di cuenta?
—¿De qué cosa?
—¿Por qué no me llaman igual a mí?
—Es diferente, Lía...
—¿Qué cosa es diferente? La razón por la que llaman bastardo a Uriel es por no ser un ángel genuino, por no haber sido una creación de papá... y yo...
—Tú nada — interrumpe —, tú eres mi ángel, no hay más.
—¿Por qué me evades?
—No te estoy evadiendo, y tampoco estoy evadiendo tu pregunta. Tú eres un ángel, Uriel es un bastardo y punto; tengo cientos de razones para respaldar ambas opciones.
—Pues quiero oírlas.
—Lo mejor será que vuelvas a dormir, aún no estás en buen estado como para hacer esas preguntas.
—No sabía que mi estado físico interfiriera en una pregunta.
—Bien. Uriel es más demonio que ángel. — responde tajante y dándome a entender que no piensa decir más —. Tú no, tú eres más ángel que demonio, principalmente porque tu madre es más una diosa que un demonio, y porque tu genética es más celestial que demoniaca.
—Eso suena recién inventado.
—No es así. Cuando se recibió a Uriel en edén éramos bastante pequeños, a mí jamás me sonó buena idea recibirlo, ni siquiera lucía como un ángel normal, su piel grisácea le traicionaba.
—¿Y por eso le apodaste bastardo?
—Fue muy gracioso, el demonio tenía sentimientos.
—Y eso alimentaba tu superioridad.
—Así es, pero le llamé bastardo cuando pasado el tiempo necesario no tenía alas, ahí fue cuando todos supimos que era más demonio que ángel. Obviamente Yahvé le dio sus alas también, y éstas salieron como con los demás, pero todos sabíamos que habían sido regalo de nuestro padre y no eran suyas realmente.
—Y yo...
—Tú llegaste con alas, yo incluso creí que eras una de las últimas creaciones de mi padre aunque jamás te había visto.
—Así es, mis alas salieron desde que era bastante chica.
—Entonces no hay preguntas, siempre has sido un ángel, ¿recuerdas lo que te dije cuando llevábamos poco de conocernos?
—¿Qué cosa?
—Cuando te pregunté qué cosa hacía a un ángel ser ángel.
—Sus alas.
—Así es — acepta dándome un beso en la frente —. Sus alas.
Vuelvo a recostarme dándole la espalda a Kate y Rafael, siento a Luzbel abrazarme mientras oculto la cara en su pecho.
—¿Cómo está? — oigo otra voz luego de un minuto.
—Bien, la llevaré con Hécate en un rato, las heridas deben haber sanado lo suficiente como para que pueda continuar con normalidad.
—¿Entiendes lo qué pasó? Los hijos de Lilith no murieron... ambos están vivos y del lado de Uriel, dispuestos a salvarle y hacer lo que él pida.
—Por lo visto son más competentes que sus ángeles, ellos le salvaron la vida y lograron llevarse a Lía como él quería.
—No es cosa de competencia... Lía estaba sola, era imposible que lograra hacer demasiado, aún con Kate ahí, era muy imposible lograr lo que quería.
—Dos humanas contra un arcángel y dos lilim... estaba más perdido que ganado.
—Hermano...
—¿Sí?
—Tenemos dos joyas — suelta, y casi puedo ver cómo mira a Kate mientras duerme —. Tienes a la mejor ángel, y yo tengo a la mejor humana.
—Ambas son razón suficiente para seguir adelante y ganar esto.
—Ellas son la razón.
Y ellos son la razón de que todos sigamos aquí, de no ser por su regreso seguramente Uriel nos habría atacado hace demasiado y de nosotros tal vez ni el recuerdo existiría.
—Aún la quiero... lo sabes.
—Lo sé — acepta Luzbel sin inmutarse.
—Pero sé mi lugar, eso también lo sabes. Y ahora alguien más me tiene, y eso no cambiará.
—¿Realmente la amas?
—¿A Kate?
—Sí.
—Claro que la amo, me flechó desde el primer momento en que la vi, y desde ese día he hecho todo por ella, solamente volví aquí por Kate.
—Y yo por Lía — acepta estrechándome con más fuerza.
Ahora recuerdo cuando Luzbel odiaba a los humanos igual al resto de sus hermanos. Hizo demasiadas estupideces en cuanto al tema, sin embargo, de cierta forma logré convencerle de que la raza humana no era tan mala como pensaban.
Ahora se arrepiente de muchas cosas que hizo en contra.
Pero es tarde para remediarlo.
Oigo pasos fuera del lugar, me quedo como estoy hasta escuchar unos golpes leves en la puerta.
—Comandante... — escucho una voz luego de que la puerta ha sido abierta —. El armamento que pidió está aquí — notifica Nuriel en voz baja, seguramente para no despertarnos a nosotras.
—Iré en seguida — acepta Luzbel —. ¿Trajiste el que te pedí? — pregunta poniéndose ligeramente tenso, como si hubiese pedido algo bastante imposible de conseguir.
—Lo conseguí — acepta el ángel, y puedo imaginarme que está sonriendo.
—Excelente, iré en un momento.
La puerta se vuelve a cerrar y todo se queda en silencio. Ninguno de los hermanos vuelve a hablar y comienzo a impacientarme y desear pararme de una vez.
—Iré a revisar todo — dice por fin Luzbel y siento como se para de la cama, pasa sobre mí con cuidado y se pone de pie —, y de paso te llevo — agrega moviéndome suavemente.
Me incorporo con pesadez y un poco de dificultad. No me siento nada mal en comparación a como estaba ayer, sin embargo aún me siento un poco débil.
Luzbel me carga, me abrazo de su cuello y le rodeo la cintura con las piernas. Él me cubre con una cobija y nos conduce a la salida sin decir palabra.
Mientras vamos por el pasillo me sorprendo acariciando sus alas, las plumas siguen siendo igual de suaves que la primera vez que me atreví a tocarlas.
—Te extrañé — admito.
—He estado contigo todo este tiempo...
—Me refiero a que... yo, te extrañé... la otra yo.
—Igual te extrañé, virtud — contesta entendiendo a lo que me refería.
—Lía... ¿qué pasó? — Aaron aparece junto a nosotros, y para mi sorpresa Luzbel se detiene —. ¿Qué te pasó?
—Estoy bien — le aseguro dedicándole una sonrisa.
—¿Pero qué coño ocurrió? ¿Quién te hizo eso?
—Aaron escucha, estoy bien, no pasó nada, te lo juro, no te preocupes, ¿crees que si estuviera mal estaría aquí como si nada?
—¿Tú? Por favor, eres capaz de seguir aquí muerta.
Siento que Luzbel deja escapar una risa ante el comentario. Y sí, tal vez sea cierto, y si muriese vería la forma de volver hasta que todo quede solucionado.
—Pues aunque eso sea cierto sigo viva — contesto —, de verdad, tócame — digo poniendo una mano sobre su mejilla —. ¿Ves? No te atravesé, aún vivo.
—Seguro que sí — acepta esbozando una sonrisa.
Luzbel vuelve a caminar y yo recargo la frente en su cuello, me es reconfortante tenerle tan cerca, me da un alivio que ninguna otra cosa podría brindarme.
—Llegamos — avisa entrando a una habitación —. Está mucho mejor, tuvo un poco de fiebre en la noche, pero pude controlarlo.
—Ponla aquí — oigo varias voces al mismo tiempo.
—Volveré en un rato por ti, ¿bien? — me avisa Luz sentándome en una cama.
—Claro, ¿saldrás?
—Revisaré lo que le pedí a Nuriel, no tardaré demasiado.
—Bien.
Luzbel se endereza y sus ojos se van sobre alguien, su expresión cambia drásticamente haciéndose dura y letal.
Cuando volteo veo a Bel recargado sobre la pared, está cruzado de brazos y mira serio a Luzbel.
—Si necesitas algo llámame — pide en voz baja —, te oiré.
—Va a estar bien, Luzbel — inquiere mi madre acercándose —, no permitiré que nada le pase.
—Vuelvo pronto — promete poniendo una mano en mi nuca y acercándose para plantarme un beso en la frente.
—Sin romperse un ala.
—Lo prometo.
Luzbel sale del lugar, todos nos quedamos un largo momento sin decir nada hasta que Hécate se mueve y comienza a quitarme la venda.
—¿Cómo te sientes? — pregunta.
—Mejor.
—¿Duele?
—Un poco — acepto abrazando la cobija antes de que termine de quitarme la venda.
—Está mejor.
—Sigue demasiado inflamado — opina Bel y le oigo acercarse.
—La herida casi ha terminado de cerrar, la inflamación está siendo provocada por su regeneración — explica Amon acercándose también —, por lo que veo bajará pronto, pero no hay que seguir generando presión, no considero razonable vendarla de nuevo.
—No podemos dejarla sin venda — debate Bel —, si lo hacemos el armamento puede lastimarla, no es buena idea.
—Yo me encargo de eso — inquiere Hécate. Ya quiero ver con qué magia me deja ahora.
Siento algo deslizarse por mi piel, me enderezo en donde estoy sin descubrir mi pecho con la cobija, y pasados unos segundos una tela obscura me ha cubierto en vez de la venda.
Bel se pone frente a mí, me mira con sus profundos ojos negros y no me atrevo a alzar la vista. Puede ser que aún no esté lista para esto.
—Sé que no debería hacer esto... pero quería hablarte una vez que todo estuviera... como antes.
—Dejamos varias cosas pendientes, pero aún no me siento lista para resolverlas — admito alzando la vista —. Lo siento...
—Yo lo sé, y aunque se oiga imposible yo tampoco siento que sea el momento de hablar de ello, sólo dejémoslo para después. ¿Bien?
—Sí... tal vez después de hoy... — propongo —, creo que aunque no queramos tenemos que hablar.
—Hecho.
Ambos nos miramos, le noto ligeramente nervioso mientras mira hacia varios puntos sin saber qué hacer, pero termina abrazándome sin poder evitarlo.
—No volveré a hacerlo, lo siento. — promete —. No volveré a abrazarte.
(...)
Me despierto de golpe, el corazón me late con fuerza y le escucho como si lo tuviese en los oídos.
La última imagen de mi sueño se repite una y otra vez.
El cielo lucía oscuro, como si no estuviésemos en este mundo, hacía frío, y él estaba ahí.
Aunque se veía demasiado cambiado, era muy distinto a lo que es y ha sido desde que lo conozco, Luzbel no parecía ser él, tal vez ni siquiera lo era. Puede ser que mi cabeza me está haciendo creer eso de último momento. Porque Luzbel no me asesinaría, eso puedo jurarlo por mi propio padre.
Ha sido sólo un sueño, y ahora que lo pienso, seguramente alguien lo ha provocado. Podría decir que Agramón me ha provocado una pesadilla, y el por qué es muy simple.
—Es hora — escucho la voz de Kate.
—Sí... — acepto quitándome el cabello del rostro
La puerta de la habitación se abre y ambas nos sobresaltamos. Rafael entra seguido por Luzbel y cierran la puerta tras de ellos.
—¿Están listas? — pregunta —. Aún pueden retractarse si lo quieren...
—¿Retractarnos? — inquiere Kate —. Nunca, hemos estado esperando demasiado para esto, no pienso acobardarme ahora.
—Así es — acepto parándome para dejar que Kate lo haga también —. Vamos.
Los hermanos intercambian miradas antes de aceptar, nuevamente abren la puerta y nos ceden el paso.
—Te quiero junto a mí, Lía — pide Luzbel.
—La acomodación está hecha, contigo irá Aaron, James, Nuriel, Ariel, Amon y Gaderel.
—Pero...
—Es lo mejor, Luzbel, lo decidimos ya — interviene Rafael.
—Pues exijo un cambio de lugares. Te quiero a ti y a ellas conmigo.
—Eso sería un cambio drástico y complicado para todos, no podemos hacerlo.
—Es una maldita orden.
—Nada de órdenes — le interrumpo —. Las cosas de decidieron así, no vamos a cambiarlo y vas a hacer las cosas de acuerdo al plan.
—Pero...
—Sin peros, Luzbel, dejaste a Rafael a cargo y él tomó la decisión por los suyos, esto es culpa tuya.
—¿Culpa mía? — pregunta tomándome de la muñeca para que me detenga —, ¿me culpas cuando yo ni siquiera estaba del todo vivo?
—Pues si no te hubieras ido no habrías estado al filo de la muerte.
—¡Tú me echaste de aquí!
—¡Tú me traicionaste con Kristen! Esto es culpa tuya de inicio a fin, no debiste hacerlo, mientras yo estaba aquí al filo de la muerte tú estabas haciendo tuya a otra!
Luzbel abre la boca y emite un sonido, sin embargo no logra articular palabra.
—¿Ves? — pregunto —. No tienes argumentos en contra de lo que digo, esto es culpa tuya, más porque ni siquiera fuiste capaz de hablarlo conmigo en cuanto llegaste, si te fuiste, que por supuesto que yo te eché, fue porque tenía razones suficientes.
—Además, dijiste que irías a sacar a Kristen del abrigadero — agrega Kate, cosa por la que Rafael se voltea a mirarla con los ojos abiertos —. Si ya la habías cagado terminaste de embarrarla con eso.
—¿Cómo? — pregunta Luzbel confundido.
—Da igual, es culpa tuya, y no puedes discutírmelo.
—¿Quieres que recordemos porque hice eso? — pregunta cruzándose de brazos y mirando a Rafael y a mí.
—Actuaste de forma precipitada — salta Rafael —, además de que ni siquiera fuiste capaz de hablar las cosas para aclararlas.
—Tiene razón.
—Basta ya, por si no lo recuerdan, el general aquí soy yo.
—Perfecto, ve y reacomoda a tus ángeles, a los humanos los dirijo yo — zanjo dando media vuelta y saliendo del edificio.
—Lía... — oigo a Nuriel —. ¿Y Luzbel?
—¡Vuelve que aún no hemos terminado! — me grita desde la entrada.
—Ahí — contesto.
—¡Lía, ven acá!
—Hey, cierra la boca y no te atrevas a gritarme — le reclamo encarándolo y le suelto una cachetada.
Luzbel se queda un momento con la cara girada, sin embargo la regresa y me mira entornando los ojos.
—Me vuelves loco, virtud — dice con voz fuerte y se inclina con rapidez para besarme.
—Y tú a mí, ángel.
—Basta de romanticismos, dejemos todo eso para después de la victoria — interrumpe Kate.
—Bien... ¿dónde están las cosas? — le pregunta Luzbel a Nuriel.
—Por aquí, comandante.
Comenzamos a seguir al ángel hasta donde cientos de armamentos están, Luzbel se pone enfrente y admira todo.
—Bien... esto es tuyo — me habla alzando una armadura y dándomela —. ¿La recuerdas?
Sostengo el metal con ambas manos y lo admiro atentamente mientras recuerdo todas las peleas en las que me acompañó.
—Claro que lo recuerdo — acepto —, jamás olvidaría un regalo tuyo.
Comienzo a ponerme la armadura con ayuda de Luz, veo a Rafael ayudando a Kate a hacer lo mismo, aunque por lo que veo se les está complicando demasiado.
—Quédate quieta — pido poniéndome detrás de ella —, voy a bajarlo, ¿bien?
—Sí...
Tomo la armadura y doy un jalón, Kate se tambalea y Rafael tiene que sostenerle para que no se caiga.
—Que mierda... esta cosa pesa kilos.
—¿En serio? — preguntamos el arcángel y yo al mismo tiempo.
—Es oro en su totalidad — aclara Luzbel acercándose —, eso evitará que te atraviesen con una espada, no te quejes.
—Te acostumbrarás — digo guiñándole un ojo.
—Quiero a todos afuera ahora — ordena Luzbel.
—Todos están listos, general — contesta Nuriel.
—Entonces... diles que vengan a tomar sus armamentos. Ya no hay tiempo que perder, el sol comienza a descender.
Nuriel desaparece de mi vista, Luzbel y Rafael toman sus respectivas armaduras y comienzan a ponérselas sin ayuda. Ambos lucen aún más grandes con el metal encima, y el color dorado hace que sus rostros destaquen más.
—¿Estás segura de que no quieres ir conmigo? — pregunta Luzbel acercándose de nuevo.
—Será mejor como lo acordamos.
—Sé que eres valiente, pero por favor, ahora no es tan bueno que lo seas, si las cosas no son controlables sólo corre, ve conmigo y yo solucionaré el problema.
—No es la primera vez que peleo, Luzbel.
—Pero sí la primera vez que lo haces con un cuerpo tan frágil... por favor, haz lo que te pido.
—No prometo nada, lo sabes.
—Me tendrás mortificado.
—Y tú me tendrás así a mí. Y no es la primera vez, lo sabes.
—No lo es, pero ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvimos juntos en un campo de batalla... perdí la costumbre.
—Pues no nos queda más que recuperarla o fingir que el otro no está.
—Ambas igual de imposibles.
—Podremos con esto.
Veo a muchos llegar. Observo varios rostros conocidos.
Liam, Aaron, Joel... yo sólo deseo volver a verlos con vida después de esto. Confío en que así será.
—¡Lía! — chilla Lily y se avienta a mí —. Cuídate, no quiero que mueras.
—Estaré bien — le aseguro abrazándola con fuerza —, lo prometo.
—Yo... — comienza mi madre acercándose —, no sé qué decirte... no entiendo nada de lo que está ocurriendo, pero sé que volveré a verte después de todo esto.
—Cuida a los niños, por favor — contesto bajando a Lily para poder abrazar a mi madre —, yo los buscaré después.
—Alguien quiere desearte suerte — habla mi abuela llegando con Angelus en los brazos.
—Pequeño — saludo sonriéndole y cargándolo —, también te veré después — prometo estrechándole con fuerza, y me da ternura sentir que corresponde el abrazo con sus pequeños brazos.
En este poco tiempo ha crecido demasiado, no ha pasado ni un mes y tiene el aspecto que un niño de por lo menos seis meses, y según Abaddon su crecimiento cada vez irá más rápido.
Angelus estira los brazos hacia atrás de mí, su peso me obliga a retroceder, y el bebé se inclina hacia Luzbel cuando está junto a nosotros.
—Diminuto saco de huesos — le saluda Luz sosteniéndolo con las manos —. Esto es muy extraño, no me agrada tener cosas tan pequeñas en las manos, siento que podría romperte con un poco de fuerza.
Angelus se echa a reír como si entendiera las palabras de Luzbel, y el ángel termina riéndose también.
Me quedo perdida admirando la escena tan dulce, sé que Luzbel no quiere tener hijos, sin embargo puedo jurar que seria un buen padre, aunque odiaría la idea si se lo dijera.
"¿Padre yo? ¿Estás loca?". Ya lo estoy escuchando.
—¿Sabes algo? — le pregunta al niño como si fuera a contestarle —, si fueras mi hijo supongo que no sería tan desagradable, por lo menos no lloras, ni babeas como los demás, aparte te considero demasiado divertido.
Luzbel por fin abraza a Angelus, aunque le veo ligeramente dudoso de cómo hacerlo.
—Es hora de irnos — interrumpe Miguel —, ya habrá tiempo después para más abrazos... incluso para tenerlos propios — le echa a Luz.
—¿Hijos yo? ¿Acaso estás loco? — igual como lo imaginé.
Angelus es devuelto a los brazos de mi abuela, y yo les doy un abrazo a ambos como despedida.
—Cuídalos — le pido.
—¿Cuidarlos yo? Veo algunas armaduras disponibles, iré por una ahora mismo.
—Abuela, sé que eres capaz de acabar con Uriel tú misma, pero por favor, ve con los demás, no te quiero afuera.
—Vamos, haga caso — le pide Luzbel dirigiéndola con el resto de humanos que no entrarán a combate.
—Está todo listo — avisa Gabriel reuniéndose con nosotros.
—Entonces vámonos ya — pide Luzbel.
—Tú hasta atrás — decimos los cinco al unísono y rebasamos a Luzbel dejándolo atrás.
—Es la primera vez que alguien me deja atrás.
(...)
—No los veo... — susurra Kate en voz considerablemente baja.
—Tal vez se arrepintieron y cancelaran todo... — sugiero de forma casi divertida. Uriel jamás dejaría una guerra así, va a pelear hasta conseguir lo que quiere.
Aunque no va a conseguir este triunfo, de eso me encargo yo aunque tenga que dar la vida.
—¿Estás seguro que esas cosas no van a comernos..? — pregunta Liam refiriéndose a los demonios que están rodeándonos técnicamente.
—Su único objetivo son los ángeles — responde Abaddon —, aunque a alguno puede darle hambre y decida comerse una de tus hermosas piernas.
—Sólo juega — explico al ver la cara de horrorizado que ha puesto —. Nadie aquí va a comerse tus piernas, sólo enfócate en el enemigo.
—Hey, se nota que no tiene nada de grasa en las piernas, ¿a qué demonio no se le antojaría eso?
—Tomando encuentra que eres un demonio, me veo obligada a burlarme de la ironía de tus palabras.
—Es una de las ventajas de jugar americano — explica Liam.
—Ya vienen — taja Astaroth haciendo tenso nuestro ambiente de nuevo.
Somos demasiados, aunque creo que hay más hacia nuestras espaldas que hacia adelante, pues cuando los ángeles contrarios llegan puedo verles.
—¿No piensan atacarnos? — pregunta Joel nervioso.
—Aún no — contesto —, ambos generales deben dar la orden.
—Y eso sólo pasa cuando las espadas de ambos entran en sintonía de ataque — termina Abaddon.
—Lo que acaba de pasar — agrega Astaroth.
Al instante oigo el grito en conjunto de inicio, los contrarios inician la carrera, sin embargo ninguno de los nuestros se mueve aún.
—¿No haremos nada? — inquiere Kate nerviosa.
—Espera — pide Asth —, el golpe primero.
Y así se hace, cuando están lo suficientemente cerca, una nube de humo negra los envuelve, y aunque esperé ver salir a algunos, nadie lo hace.
Más humo de otros colores atraviesa el negro, sin embargo nadie sale aún.
—Es hora — aviso —, están vulnerables.
Por fin comenzamos a avanzar, los demonios son los primeros en adentrarse en la neblina, y seguido de estos ángeles lo hacen también.
—Ustedes se quedan aquí, atacarán a los ángeles que logren pasar — ordena Abaddon antes de correr y seguir a los demás.
—¡Que coño! Estoy en total desacuerdo con eso — se queja Kate.
—Si quieres morir entonces entra ahí — digo señalando la nube en la que muchos entran y nadie sale —, pero morirás de una forma estúpida y sin haber peleado.
Por fin veo a un ángel salir, no se ve demasiado bien, aunque aún se ve lo suficientemente letal.
Después de éste, comienzan a salir más y aproximarse a los ángeles que quedaron junto con nosotros.
Pronto todo ha comenzado, aunque aún nuestro sector está intacto, no falta demasiado para que algunos cuantos ángeles lleguen por fin, pero espero que para este punto ya no estén tan en buenas condiciones.
—Recuerden, no deben pasar de nuestro punto — les digo en voz alta a todos cuando están a punto de llegar a nosotros —. Los quiero a todos vivos, creo que el lunes reanudamos clases — suelto dando cierta esperanza referente a nuestra victoria.
—Seguramente sí — acepta Liam.
Cuando los primeros ángeles están cerca, los demonios que nos rodean comienzan a echárseles encima, y aunque no los asesinan, los distraen lo suficiente para que nosotros logremos matarles.
Kate es la primera en enterrarle un cuchillo en el cuello a uno, sin embargo se ensaña y repite la acción hasta que el ángel deja de moverse.
Comienzo a avanzar a paso rápido, copio el movimiento de mi amiga con cuantos ángeles puedo, y aunque tal vez no mate a ninguno le facilito las cosas a los demás humanos que vienen detrás de mí.
Por ahora no pienso detenerme con ninguno de ellos, mi objetivo es otro, aunque sé que está bastante retirado de mi punto, y habrá muchos obstáculos en mi camino que intentarán impedir mi llegada a él.
Pero no importa nada, seré la primera en llegar a Uriel, incluso antes que Luzbel.
A pesar de que logro esquivar varios golpes y algunos demonios intentan abrirme paso, uno de los ángeles logra por fin frenarme totalmente. Me levanto del piso tan rápido como caí, sostengo una de las dagas que Luzbel me dio, y me preparo mientras mido al ángel que tengo enfrente.
Es grande, del tamaño de los demás arcángeles... y si, es uno también. Sariel.
Se me echa encima, logro actuar a tiempo y le golpeo, dejo caer el cuchillo en dirección a su cuello, sin embargo logra moverse y apenas alcanzo a herirle el hombro.
En cambio, él me suelta un golpe en la cara, termino perdiendo el equilibrio y cayendo hacia un lado.
El peso de la armadura me alenta un poco, sin embargo logro ponerme de pie bastante rápido, lo suficiente para esquivar otro golpe y darle uno yo.
Me le echo encima, comienzo a darle golpes, jalo una de sus alas y suelto cuchilladas por todas partes, algunas chocan contra su armadura, otras se ven directo a las alas, pero al final logra liberarse de mis manos y me arroja al piso con violencia.
Saca la espada de la funda y la alza para dejarla caer sobre mí.
Espero el golpe, pero otra espada choca contra la suya cuando va en descenso.
Mi mirada se van sobre mi salvador. Y ruedo los ojos cuando veo las alas azules.
Increíble, le dices a Luzbel por la derecha y se va a la izquierda, esto es el colmo.
Cubro a Luzbel mientras pelea, y ataco a los ángeles que se disponen a entrar en defensa del arcángel.
Uno me suelta varios golpes, pero esta vez no caigo al suelo, suelta uno más y logro esquivarlo a tiempo, entierro la navaja con fuerza en la pierna del ángel y mientras se queja lo repito.
Mi puño se va contra su cara, mientras se tambalea lo golpeo otra vez y termino dándole una patada en la cara, haciendo que por fin termine de caerse.
—¿Mencioné que no suelo dejarte sola en combate? — pregunta Luzbel acercándose.
—Y que eres un necio y terco.
—Y tú una testaruda de lo peor, ¿cómo se dice cuando te salvan la vida? — pregunta con voz molesta mientras me toma de la barbilla y me sonríe.
—Jódete.
—No, no se dice así.
—En serio, Luzbel, eres el colmo en persona.
—Me tienes encima, preciosa — informa antes de que continúe con mi camino.
Todo está echo un desastre, veo varios muertos, pero es un alivio verles los brazaletes de plata, pues los caídos no son de nuestro bandos.
Los demonios pelean con varios ángeles al mismo tiempo, mi madre lo hace sin necesidad de tocar a ninguno, y le ayuda a los humanos con sus propias peleas.
Aunque justo ahora nadie se me acerca, me es bastante imposible pasar, tengo que estarme moviendo de lugar para que nadie me dé accidentalmente, pero me hago hacia todas partes menos hacia donde debo, y a fin de cuenta siento que estoy retrocediendo más de lo que avanzo.
Astaroth se ha transformado, y va matando a quien se le atraviese mientras su "mascota" va arrancando cabezas a mordidas.
Me sorprende ver a Satanás en medio de todo, aunque sé que intervino con el asunto de Luzbel, pensé que no entraría de lleno a esto, pero por otro lado no me sorprende demasiado verle en una guerra, como buen demonio le agrada estar donde haya pelea, sangre y muerte.
Comienzo a rodear varias peleas, nuevamente un ángel se interpone en mi camino, pero se ve bastante herido, y antes de que yo pueda hacerle algo una rubia se le va encima.
Por supuesto que esa rubia es Kate, y aunque le ayudo con un par de golpes, termina asesinando al ángel casi sin ayuda y con saña.
—¿Como estás? — pregunta.
—Bien, ¿y tú?
—Mejor que nunca — admite sonriéndome con satisfacción —, todos estos malditos se van a ir al infierno.
—Seguramente sí... los más fuertes por lo menos.
Y así es, los más débiles no tienen otro destino más que el tártaro, e incluso no les veo demasiado futuro ahí.
Ambas nos volvemos a separar, veo que ella va a ayudar a Aaron con un ángel y yo continúo caminando hacia donde sé que está Uriel.
Las alas de Luz llaman mi atención, está a bastantes metros de dónde yo estoy, acuchilla a un alado y continúa peleando con otros dos, mis ojos cambian de dirección, posándose sobre el demonio de ojos negros y profundos; el deseo de ir y hablar de todo con él se apodera de mí, pero es imposible cruzar más de cinco palabras con alguien ahora, sólo me queda esperar a que todo acabe para poder hacerlo.
Su mirada se desvía de dónde estaba. Su expresión se descompone y casi me impresiono por ello, me quedo pasmada al notar que eso no está bien, y algo anda muy mal.
Bel emprende la carrera hacia la misma dirección a la que mira, mis ojos se adelantan al lugar... ¿Luzbel?
Comienzo a moverme sin despegar los ojos del mismo punto. Y con lo poco que me muevo entiendo todo.
Remiel está detrás de Luzbel, y él ni siquiera se ha dado cuenta, su espada deja ver un destello lleno de muerte un momento antes de dejarse ir a la espada de Luz para matarle.
Mi corazón se detiene en ese momento. Sin embargo Luzbel sobrevive...
—¡Bel! — grito a todo pulmón cuando veo la espada del arcángel enterrada en su pecho.
Luzbel voltea y mira todo, Remiel retira la espada y yo veo la herida en el pecho de Bel mientras sangre obscura sale de ella, éste se desploma y yo corro hacia él mientras Luzbel inicia una pelea con el asesino.
—No... Bel no me hagas esto... — ruego derrapando junto a él y alzando su cuerpo del piso —. Hey, quédate conmigo, por favor, ¡por favor! — sus ojos negros me miran, apenas y logra sonreírme débilmente, pues sé que no tiene fuerza para más —. No, ¡no! No lo hagas, Belcebú, jamás voy a perdonártelo, si te vas nunca voy a perdonarte — sentencio mientras lágrimas se escurren por mis mejillas y caen sobre su rostro —. ¡Bel! ¡Bel! — grito desesperada abrazando contra mi pecho al demonio muerto —. Por favor, quédate conmigo — ruego admirando su rostro, que aunque parezca imposible pierde color, y se hace mucho más pálido de lo que es, mientras líneas moradas se esparcen por su piel como grietas en cerámica —. No, Bel, no me dejes, jamás pude decírtelo, jamás pude decirte que también te amaba.
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