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Capítulo 23

—¿Y bien? — pregunta Astaroth mirándome fijamente. Los demás me miran de una forma parecida, presionándome a darles una respuesta.

—No lo sé — admito sentándome nuevamente en la silla —. La verdad no creo que estemos preparados para dar el golpe, tiene unas cuantas semanas que mandaron el ataque con los Tiyanak, no siento que nos hayamos recuperado del todo aún.

Con el mensaje que Belcebú mandó a Uriel hace unas semanas le hizo enfurecer aún más.

—Bueno... hemos encontrado a más personas — se atreve a comentar Aaron sin levantarse de su asiento —. Bastantes, siendo honesto. La mayoría venían en grupos formados, luchaban contra ángeles y las cuadrillas, tienen buena condición y están bien acostumbrados a pelear, eso ha sido un apoyo, estamos recuperando a los que cayeron en el ataque, con la diferencia de que estas personas son guerreros, no solo sobrevivientes.

—Eso es excelente — apoya Miguel parándose —, nuestro ejercito es muy grande y está perfectamente preparado para actuar. ¿Qué tal el suyo? — les pregunta a los demonios en general, pues desde un inicio han dejado en claro que no tienen un responsable o representante.

—Ya sabes la respuesta — contesta Abbadon por todos —, no somos los únicos, nuestras legiones están listas, aunque comprendemos que no vendrán todas ni las de todos, lo veo extremista para esto, no creo necesario traer a tantos demonios.

—Eso sería arriesgado para nosotros — comenta Jofiel —, podrían acusarnos de traición y alianza con ellos.

—Ya habíamos hablado de eso — insisto —, la alianza está hecha con nosotros, no con ustedes.

—Uriel hallará la forma de modificar eso a su conveniencia.

—El punto es acabar con él — le recuerdo mirándolo a los ojos —. Además, sabemos que es cierto, y ustedes podrán jurarlo sin problemas.

—Lía, si algo sale mal los perjudicados serían Rafael y Luzbel — insiste el ángel, y su comentario hace que Kate se voltee a mirarme inquisidora.

—Escuchen, no son los únicos en peligro — interviene Gabriel alzando la voz —, todos lo estamos, pero si somos realistas estamos mas en peligro si dejamos la más mínima oportunidad de que venzan ellos. Uriel no se tentará el corazón con ninguno de nosotros, si él gana todos los presentes e implicados caerán, los sabemos bien.

—Escuchen, nosotros abogaremos por ustedes si es necesario — interviene Belcebú ciertamente irritado —. Tenemos nuestras propias cosas en su contra, pero ninguno los quiere abajo con nosotros, hay varios argumentos buenos para respaldar el porqué aceptamos estar del mismo lado que ustedes. Dejémonos de peleas estúpidas, yo estoy a favor de iniciar las cosas ya.

—También lo estoy — concuerda Miguel por los suyos.

Nuevamente todos se voltean a mirarme en espera de mi decisión.

—Afinemos detalles antes — pido para poder aceptar.

—¿Cómo cuáles? — pregunta Astaroth posando los brazos sobre la mesa.

—¿Cómo pensamos iniciar todo? ¿Sólo declaramos la guerra y ya?

—Así es.

—¿Que? ¿Declaro la guerra en contra de mí peor enemigo, Uriel? — propone James copiando la frase de un viejo juego.

Los humanos dejamos escapar una risa por ello, pero los demás simplemente no entiendes la referencia.

—No se hace con palabras — contesta Raguel —, pero de eso nos encargamos nosotros.

—¿Y sólo son golpes y punto? — pregunta Liam.

—En el caso de que lograras golpearle antes que alguno te mate — responde Maalik con mofa.

—Es una guerra cualquiera, los matas o te matan — responde entonces Ariel —, el que venza es claramente el ganador.

—¿Y cómo vences? ¿Matas al rey? Que en este caso sería Uriel.

—O matan a Luzbel — contesta Gabriel —, aunque... dudo que haya una muerte de ellos dos, las cosas son un poco más complicadas, uno de los dos tiene que someter al otro hasta que decida rendirse.

—¿Rendirse? ¿Ustedes creen que Luzbel o Uriel van a rendirse y ya? — cuestiona Kate inclinándose hacia enfrente —, si tiene que ser así, esto está perdido, no pienso aceptar que se inicie una guerra interminable.

—No es tan literal... escucha, así funcionan las cosas con nosotros — explica Aniel —, todo ahí afuera importará. Primero entraremos todos a pelear, luego de eso Uriel y Luzbel se encontrarán indiscutiblemente, el verdadero combate empezará en ese momento.

—A Luzbel no le conviene matar a Uriel — comenta Belcebú acomodándose en su silla.

—Pero a Uriel tampoco le conviene asesinar a Luzbel — debate Ariel —, Yahvé enfurecería si eso pasara, Uriel sabe que sería más difícil culpar a un muerto que a un vivo que puede defenderse.

—Además — inquiere Gabriel —, recordemos que ambos quieren venganza y sufrimiento para el otro, no desean una muérete rápida, lo que quieren es hacerle pasar un sufrimiento interminable al otro para que sólo desee la muerte que no tendrá.

—Tarde o temprano uno vencerá y someterá al otro — continua Miguel —, sin muerte.

—Nuestro trabajo es proteger a nuestro líder y atacar al contrario — explica Jofiel —, ya sé, piensas estúpido intentar proteger a Luzbel, porque... es Luzbel, pero aquí viene el secreto. Entre menos pelee más energía conservará, si atacamos directamente a Uriel le cansaremos, y cuando sea el momento del enfrentamiento, Luzbel llevará ventaja.

—La desventaja es que el otro bando piensa igual — señala Gaderel.

—Bueno, que podemos hacer, somos ángeles y ocuparemos las estrategias aprendidas — finaliza Aniel.

—Perfecto — acepto suspirando —, díganme cuál será la organización.

—Nuestras legiones irán al frente — responde Belcebú —, nosotros iremos detrás de ellos, daremos el golpe más fuerte a sus guerreros más fuertes, todo esto será antes de que los rivales lleguen a ustedes. Para este punto tendremos que avanzar y llegar hasta los fuertes que queden — les explica a los demás demonios —, así los más débiles llegarán a los mortales y estos tendrán más ventaja de vencerlos y no morir.

—Que considerado — dice sarcástica mi amiga.

—Sé que eres ruda, pero realmente no durarías ni diez segundos con un buen guerrero.

—Me da igual, no tengo muy en mente sobrevivir.

—Perfecto, ojalá todos se mentalicen igual.

Miro a Bel seria, éste se voltea a verme y se encoge de hombros.

—Es mejor no tener esperanzas en algo que bien podría no pasar — se excusa.

—¿Y Luzbel qué? — cuestiono.

—Como buen líder va hasta atrás. Les pido a todos que seleccionen a dos de sus guerreros para que se ocupen de su guardia — pide sonriendo y con tono ligeramente burlón —, digo, para ser igualitarios y que nadie se sienta menos.

—Tus putas bromas estúpidas me tienen harta — se queja Kate poniéndose de pie y señalando al demonio.

—Kate, cálmate — pide Jason de forma tranquila —, él no puede formar parte de la protección de Luzbel porque odiaría sacrificarse por su socio.

Veo que absolutamente todos esbozan una sonrisa y luchan por no reírse del muy buen contraataque de Jason. Yo prefiero voltearme de lado contrario a Bel para que no vea que estoy a punto de romper el silencio con una carcajada.

—Bueno, pues elijamos — interviene Gabriel sonriendo para dejar atrás el momento incomodo de Belcebú — considero que... Nuriel y... Ariel harán una buena defensa.

Gabriel mira a Abaddon y asiente para que elija a los que acompañarán a Luzbel.

—Lo dejo a elección propia — contesta éste lavándose las manos.

—Iré yo — se ofrece Amón.

—Y yo — decide Gaderel.

Ahora me miran a mí para que elija, y comienzo a pensar en las posibilidades que tengo.

Podría ir yo... aunque me resultaría contraproducente, pues sé que Luzbel saldrá a mi defensa en cuanto alguien me mire.

Tengo la opción de poner a Aaron, pero me resulta ofensivo hacer eso. Igualmente lo resultaría con Joel.

—Yo lo haré — se ofrece Kate mientras sigo pensando.

—No lo considero buena idea — niego.

—¿Por qué no?

—Luzbel no te odia, te defenderá en cuanto alguien se acerque.

—Ni tú ni Lía pueden estar cerca de él — explica Ariel.

—Yo lo haré — se ofrece James —, elige a uno más.

—Entraré igual — habla Aaron sin darme oportunidad de elegir.

—Pero...

—Lo haré — me interrumpe —, creo que James y yo somos los más indicados.

Y aunque quisiera negarlo es cierto. Son los dos tipos con mayor problema de agresividad que conozco.

—Pues está decidido entonces — confirma Gabriel —, sin más por decir... — comenta mirando a todos mientras se pone de pie.

—Creo terminado esto — acepta Bel parándose igual —, sin incidente alguno.

Oigo que la puerta se azota violentamente, para cuando volteo algo derriba a Belcebú. En la entrada veo que Rafael está parado sin saber qué hacer, Hécate observa la pelea y a mí, y Nuriel se atreve a pasar entre estos dos, aunque no sabe que hace tampoco.

La pelea vuela de lugar, pasa frente a mí y termina estrellándose contra una de las paredes.

—¡Voy a hacer que ames el maldito infierno en el que estabas! — grita el ángel de alas azules a Belcebú.

—¡Luzbel! — grito con fuerza, aunque ni siquiera yo sé si lo hago por emoción o preocupación de que comenta un demonicidio.

Para mi sorpresa voltea a verme, sus ojos están cargados de furia, sin embargo les veo tranquilizarse cuando están sobre mí.

Suelta al demonio, se voltea por completo y vuela hasta donde estoy.

Luego de observarme por un momento me estrecha contra sí con todas sus fuerzas. Siento que me falta el aire, pero correspondo el abrazo con la misma intensidad.

Siento sus manos posarse en la parte trasera de mis muslos, me alza sin aviso y me sienta en la mesa, sostiene mi rostro con una mano y me planta un beso, mismo que correspondo sin pensármelo un poco.

La vida me vuelve a pesar de todo. Sin importar el dolor que Luzbel provoca en mí, él es la cura a las heridas que me hace.

Para mi desgracia el ángel es arrancado de mis brazos, y presencio en cámara lenta como Belcebú le planta un puñetazo en la boca sin darle oportunidad de defenderse.

Bien, aquí viene la consecuencia a mis constantes equivocaciones.

—¡Paren! — grito cuando están agarrándose a golpes de nuevo —. ¡Deténganse, carajo!

—Lía, taje a... — oigo que me llaman, desvío la mirada y veo a mi abuela con Angelus en los brazos.

Él me mira directo a mí, ni siquiera tiene que buscarme con la mirada, parece que sabe mi punto exacto siempre.

—¡Basta! — vuelvo a gritarles mientras regreso la atención a la pelea.

Ninguno me hace caso, sin embargo algo espeluznante ocurre.

Les miro como si estuviesen en cámara lenta, sin embargo todo alrededor sigue corriendo igual, sólo son ellos los que están en un tiempo alterado.

Mis ojos se van sobre Angelus de nuevo, en cambio los suyos están sobre la pelea.

—No puedo creerlo... — susurra Hécate impresionada.

Luego de mirar al niño mira al ángel y al demonio, les mueve de lugar a ambos, dejándolos a metros de distancia. Angelus los regresa a la normalidad y yo alcanzo a ponerme frente a Luzbel.

—Deténganse ahora — ordeno —. No quiero peleas, estamos a nada de la pelea real, con el rival real, déjense de estupideces ahora mismo.

—No es más tu ángel, Luzbel — le echa en cara Belcebú.

—Pues tuya no es desde hace demasiado tiempo, y no lo va a volver a ser nunca.

—Que equivocado estás.

¿Qué hago ahora?

—Veo conveniente que nos calmemos — pide Hécate tranquila.

—Elige, Lía — pide Belcebú ignorándola.

—Hablo en serio — reafirma la diosa.

—Hazlo — ordena Luzbel alejándose de mí.

Hécate se voltea a verme ciertamente preocupada, pues sabe que estoy en una pésima situación y no sé qué hacer.

—No elegirá a ninguno — responde por mí mientras se acerca —, si la hacen decidirse por uno será mejor que ambos se alejen.

Me rodean con un brazo y me retira de donde estoy.

—¿No lo harás, Lía? — pregunta Luzbel, obligándome a que voltee de nuevo a verlos.

—No... — contesto. No puedo elegir a ninguno, me es imposible.

—Bueno, hagamos una elección por vencedor — sugiere Abaddon —, para que ambos se sientan ángeles de nuevo.

Los dos se voltean a mirar, se quedan así un momento hasta que parecen aceptar pues se ponen en marcha.

—Sin espada — pide Belcebú—, ni protecciones.

—Sin trucos — pide Luzbel —, ni trampas.

—¿Qué están haciendo? — pregunto, pero ambos salen del salón a la par.

—Les diste oportunidad abierta — responde Maalik —, que gane el mejor.

Me pongo en marcha igual, cuando llego a la puerta Angelus se deja ir sobre mí, por lo que le cargo sin detenerme y me voy a seguir a los dos con el niño en brazos.

—Intenté detenerlo — explica Nuriel poniéndose junto a mí —, fue imposible.

—¿Qué van a hacer?

—Pelear — responde Rafael alcanzándonos.

—Esto es tu maldita culpa, sé que tú le dijiste todo.

—¿Crees que mi hermano es idiota? Sospechó todo, yo sólo lo confirmé, sabes que no puedo mentirle, no quería decir nada, esperaba que tú lo hicieras personalmente.

—Maldita sea... — me quejo acelerando el paso.

—¿Qué ocurre? — me pregunta Alissa.

—Quiero a todos adentro, nadie puede salir — contesto.

—Entiendo — acepta comprendiendo que acabo de darle la orden de que no deje salir a nadie.

Empujo las puertas y bajo las escaleras sin detenerme. Lux está enterrada en el pasto, junto a ella está tirada la cadena de Belcebú.

Ambos están a metros de nosotros, los dos tienen los dorsos desnudos y conservan su distancia mientras se observan.

—Ni se le ocurra hacer esto — sentencio acercándome, sin embargo Belcebú responde haciéndome retroceder.

—Lía, espera — oigo a Hécate —. Tienes que dejarlos, no van a detenerse.

—Esto es estúpido, estamos a punto de entrar en guerra y ellos deciden pelearse.

—Van a estar bien...

—No me digas que de verdad te crees eso.

—Lo estarán. 

Luzbel se alza entonces, mira a Belcebú con seriedad, pero veo sorpresa en su rostro cuando el demonio también se eleva en el aire.

—Por favor, detenlos — le ruego a Hécate.

—No puedo. — responde con pena de no poder ayudarme —, lo mejor será que los dejes hacer esto, si los conoces bien sabrás que nada los detendrá hasta que no lo decidan ellos mismos.

—¿No piensas hacer nada? — le pregunto a Rafael desesperada y con un poco de esperanza de que decida intervenir.

—Nadie puede hacer nada, Lía... a menos que elijas ahora... y no te aseguro que se detengan, si no pelean para ver quién se queda contigo, pelearán por a quien elegiste.

Escucho dos golpes secos seguidos, sólo que el segundo cimbra el piso.

Cuando regreso la vista Luzbel es el único que está en el aire, Bel se ha estampado en el suelo, comienza a incorporarse y veo que ha hundido el lugar donde cayó.

Todo es demasiado para mí, ni siquiera quiero verlos partirse en dos. Esto claramente es culpa mía y no puedo solucionar las cosas, pues ni siquiera puedo intervenir.

—Apuesto a tu chica a que gana Belcebú — oigo a Maalik. Me volteo a mirarle y veo que Rafael está a punto de iniciar una segunda pelea.

—Si apostases otra cosa lo aceptaría — contesta molesto —, pero jamás apostaría a Kate.

—¿No le tienes suficiente confianza a tu hermano?

—Kate es invaluable, por lo tanto no puede participar en apuestas por muy ganadas que estén.

—Bien, apuesto tú armadura a que Belcebú gana.

—Y yo apuesto tu maldito y muerto corazón.

Regreso la vista a la pelea justo a tiempo para ver como ambos se estrellan contra el suelo.

Sus dorsos desnudos están manchados de sangre, les veo heridas en la cara, y puedo ver como sus nudillos y gran parte de sus dedos están amoratados, abiertos y sangrando.

Luzbel suelta un golpe, le da en el pómulo con un sonido desagradable, Bel se lo regresa en el centro de la cara y juraría que oí como se rompió la nariz de Luzbel. Éste se va para atrás unos pasos y termina cayendo de sentón en el piso.

Aún está bien, y muy dispuesto a seguir peleando, una de sus manos sostiene su nariz y sangre escarlata brota y se desliza rápidamente de sus dedos, por el brazo hasta gotear del codo y comenzar a hacer un charco en el suelo.

Belcebú da unos pasos más, y sin que nadie se lo espere Luzbel se le va encima, lo alza del suelo con rapidez, y cuando está a más de cinco metros del piso lo arroja con fuerza hacia abajo.

El demonio se compone rápido y comienza a atacar a Luzbel con saña y violencia.

Ambos llegan al piso una vez más, Luzbel le suelta tres puñetazos seguidos en la nariz, uno más fuerte que el otro, y uno sonando más desagradable que el anterior.

Luego de unos segundos los golpes de ambos se intercalan y ya ni sé quien golpea a quien.

—Sostenlo — le pido a Hécate mientras le entrego a Angelus —. Paren ya — ordeno entrando a la pelea y empujando a ambos del pecho con una mano para cada uno —, no pienso dejarlos seguir, esto acaba aquí.

—Perfecto — acepta Belcebú sin imposiciones —, eso significa que seguiremos como estábamos. Sigues siendo mía.

La cara de Luzbel se prende de furia, y muy inteligentemente logro hacerme a un lado antes de que el ángel llegue con Bel.

Le planta cuatro golpes en la cara, lo empuja, lo golpea, lo alza y termina arrojándolo al piso con mucha más fuerza.

Vuelvo a entrar justo a tiempo para evitar que se le eche encima. Luzbel se pone de terco y forcejea un poco para que deje que termine de golpearlo.

Si me quedaban dudas del vencedor acaban de ser aclaradas.

—No te quiero ni un poco cerca de Lía, ¿entiendes? — ordena Luzbel estrechándome pero mirando al demonio —. ¡¿Entiendes?!

(...)

—Estoy bien — se queja arrebatándome su brazo cuando intento limpiarle la sangre.

Le doy un golpe en la frente y lo miro inquisidora, Luzbel acaba por ceder y extiende el brazo nuevamente.

—El otro — pido para limpiar las heridas de los nudillos de la otra mano.

—No necesito que hagas esto.

—Yo no necesito que abras la maldita boca — respondo agresiva y ambos terminamos por callarnos.

Estoy muy molesta con él, e igualmente lo estoy con Belcebú, su estúpida pelea no hizo mas que perjudicarnos.

Terminé todo diciéndoles que ya veríamos quién es el ganador, pues lograron molestarme tanto que no deseo ni mirarlos más.

Pero de igual forma aquí estoy curando las heridas del que siempre va a ser mi ángel.

—Alza la cara — pido para inspeccionar su nariz.

Está muy rota, de eso no me queda duda, pues vi y oí los golpes repetidos que recibió. Obviamente no está tan mal como estaría la de cualquiera luego de recibir tantos puñetazos, pero necesitará que la enderece.

—Sí, está rota — confirma serio.

—No me digas, genio, pensé que estaba sangrando por el sol — ruedo los ojos y suelto la toalla ensangrentada.

Decido hacer las cosas rápidas para que no pueda objetar. Mis manos se posan a ambos lados de su nariz, y tan pronto como le toco la enderezo.

—Duele — se queja mientras tomo de nuevo la toalla para limpiarle la sangre del rostro.

—Eso debiste pensar cuando estabas agarrándote a golpes allá afuera, ahora cierra la boca.

—¿Desde cuando te hiciste tan insensible?

—Desde el día que terminaste de romper mi corazón.

No planeaba decir eso, de hecho siento que he estado bastante bien a pesar de su abandono.

—Lo siento... — se disculpa en voz baja y con tono sincero.

—No hay que sentir.

—Admito que me regresaste todo muy bien, aunque sé que no es el punto creo que estamos a la par.

—No lo sé, Luzbel, tal vez ya no estemos.

—¿Me amenazas? — pregunta alzando la vista.

—No es una amenaza.

No logro defenderme de su agarre a tiempo, en menos de un segundo nos cambia de lugar, estoy acostada sobre la cama y el termina sobre mí.

—Quítate.

—Sé que está pasando contigo — comenta muy seguro —, pero ni así lograrás quitarme, lo sabes.

—No planeo quitarte, planeo que lo hagas solo.

—Pues yo no tengo planes de hacerlo.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Sabes algo? Pasé estas últimas semanas delirando, aunque se suponía que todo debía calmarse e ir mejor, las cosas salieron mal, pues aunque la herida curaba mi cuerpo empeoraba. Nadie quiso decírtelo, ¿verdad? Estaba delirando, pero era muy consciente de los planes de todo. ¿Quieres la verdad? No querían que fueras conmigo porque estaba muriéndome, eso del peligro en cuanto a Lilith era mentira, ella ni siquiera está en el abismo.

Siento la traición de todos los que me juraron que Luzbel estaba bien. Todo fue una maldita mentira, Luzbel pudo haber muerto y yo no hubiera podido hacer nada.

—¿Tú crees de verdad que Belcebú estuvo contigo con las mejores y más nobles intenciones? — continúa luego de mi silencio —. Él lo sabía todo, Lía. Lo peor es que era el único que podía contarte la verdad, y prefirió mentirte para sacar provecho de ello.

Bueno... no dudo que haya sido así, de hecho creo que está diciéndome la verdad, pero por otro lado sé que las intenciones de Bel no eran tan malas como Luzbel lo quiere dejar ver.

—¿No me crees? — pregunta buscando mis ojos con los suyo.

—Te creo — acepto mirándole —, pero tú no has sido la persona más honesta de todas.

—Lo dices como si fuera el mentiroso más grande que hayas conocido.

—Pues no quiero concordar contigo, pero así es.

—Yo no... no te he mentido demasiado.

—Por lo menos lo has hecho más que las demás personas. Más de lo que Bel me haya podido mentir en este tiempo.

—¿Bel? — pregunta haciendo una mueca —. Vaya, con que ya tiene apodo cariñoso.

—Luz, por favor.

—Sí, el mío es mejor — acepta con su típico egocentrismo.

—Creo que tenemos que hablar.

—Espera, eso suena como las rupturas humanas.

—No de eso — aclaro esbozando una sonrisa —, de todo lo demás, ese tema lo tocaremos luego.

Creo conveniente contarle sobre Angelus, después de todo es un asunto bastante importante y delicado.

—Lo demás también — avisa antes de inclinarse hacia mí y darme un beso.

—Ahora, Luzbel — pido separándome un poco pero continúo dándole besos.

—En un rato.

—Ya.

—Luego.

Seguimos discutiendo y besándonos al mismo tiempo, me gustaría tomarle la palabra y hablarlo después, pero de verdad sé que no tenemos tiempo para reconciliaciones por más que lo deseemos.

La puerta se abre, ambos nos separamos y miramos en su dirección.

Hécate ha entrado con Angelus en los brazos.

—Siento interrumpir — se disculpa.

—No, está bien — acepta Luzbel poniéndose de pie —, no hay de que preocuparse — no puedo evitar mirarle sorprendida, su cordialidad e incluso respeto a Hécate me sacan de balance —. ¿Es un..?

—Te dije que teníamos que hablar — respondo yendo hacia Hécate y tomando a Angelus de sus brazos

—¿Lo robaron? — pregunta casi con horror.

—No, él nació aquí — explico —, hace tres semanas.

—¿Nació aquí?

—Su madre murió... llegó a pedir ayuda, pero, no logró sobrevivir... me he hecho cargo de él desde el momento en que nació.

Luzbel se agacha un poco para mirarle, Angelus le muestra una gran sonrisa y veo confusión en el rostro del ángel. Parece que quiere sonreír, pero al mismo tiempo está muy impresionado.

—Esto es... es muy difícil. Tiene cientos de años que no veía un nefilim... yo tuve... tuve que asesinar a muchos.

Para mi sorpresa, Luzbel me quita al niño de los brazos, no lo abraza, simplemente lo alza y lo mira con atención.

—Eso fue hace demasiado — acepta Hécate acercándose —, y no va a repetirse.

—No, no le haré daño...

—Más te vale — sentencio mirándolos.

—Esto es peligroso, ¿no lo han buscado?

—Se han pasado en su búsqueda todo este tiempo, pero realmente nadie sospecha de nosotros, no hay nada con lo que puedan saber dónde está.

—Su padre puede encontrarlo.

Hécate y yo nos miramos instantáneamente, ¿su padre puede encontrarlo? Si es así porque no lo ha hecho.

—¿Entonces porque nadie ha venido por él? — cuestiono acercándome —, no entiendo como podría sólo encontrarlo y ya.

—Tienen una conexión especial, es parecida a la que nosotros tenemos con él

—Entonces porque él sigue aquí — pregunto ante el niño —. ¿Si su padre pudiera encontrarlo no habrían venido por él ya?

—Debería ser así... — acepta Luzbel pegando a Angelus a su pecho.

—A menos que su padre no esté de lado de Uriel... — inquiere Hécate sin aliento.

—Y esté del nuestro.

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