Capítulo 17
—¿Creen que sea seguro entrar igual a como lo hicimos la primera vez?
—¿Cómo lo hicieron la primera vez? — cuestiona Abaddon cruzándose de brazos.
—Sólo volamos dentro, entramos por uno de los balcones.
El demonio se queda callando pensando, mientras todos los ángeles comienzan a idear planes y contrapuntearse diciendo cuán estúpidas son las ideas. Yo prefiero simplemente quedarme callada, no creo aportar ideas demasiado buenas para esto.
—¿Van? — pregunta Abaddon abriendo un portal y señalándolo —, ¿o los veo adentro?
Todos intercambian miradas antes de acepar, Miguel y Gabriel son los primeros en entrar, Ariel le sede el paso al otro ángel y extiende una mano hacia mí para que entre junto a él.
Tan pronto como cruzamos aparecemos en un lugar completamente diferente, todo está oscuro, y aunque he notado que últimamente mis ojos se adaptan instantáneamente a la oscuridad, ahora sólo veo sombras.
—¿Dónde estamos? — pregunto en un susurro.
—Es algo así como una bodega — explica Abaddon detrás de mí —, ahora vámonos.
—¿Y a dónde se supone que vamos? — pregunta Ariel.
—La cocina queda justo arriba de nosotros, ahora mismo estamos bajo el nivel del piso.
—De acuerdo... salimos, buscamos la cocina, ¿y luego?
—¿Tú nos preguntas eso? El plan es tuyo tenías que saber qué pasaría luego de entrar — brama Aniel.
—Yo solo di la idea, ninguno preguntó qué pasaba después — se defiende éste.
—Eres un asno, de verdad que lo eres. Nadie tenía que preguntarte algo, cuando sugieres una idea es porque tienes el plan elaborado por completo.
—Hey, ya basta —interviene Raguel poniéndose entre ambos —, deja a Ariel en paz, apenas está aprendiendo de la vida, cuando te crearon ni siquiera sabías volar en grupo, así que basta.
Vaya... con que Ariel es de los pequeños.
—Pero esto es imposible, tenía que dar una idea suicida y terminar saliendo con esto — reprocha el ángel.
—Déjalo en paz, la primera vez que entramos aquí nadie tenía un maldito plan, y terminamos haciendo más de lo que queríamos — salgo a la defensa de Ariel cuando le veo ligeramente afectado —, si no quieres arriesgar tu valiosísima vida vete, creo que seis podemos con lo que sea.
—No... lo siento, Lía, yo no quería decir eso... — se disculpa con voz tranquila.
—Bien, hagamos el plan, ya estamos aquí — interviene Miguel entonces —. Salimos de aquí, buscamos la cocina, vemos la forma de saquear su comida, y mientras cuatro se van con ella tres se quedarán conmigo para buscar que tienen los doctores.
—¿Qué tienen? — pregunto —, ¿hablas de medicamentos?
—Así es, robaremos algunos y los llevaremos también.
—¿Ustedes tienen medicamentos? — pregunto sorprendida, pues no pensé que los ángeles necesitasen medicinas o algo parecido.
—Por supuesto que los tenemos.
—Hay que salir ya — pide Abaddon fastidiado —, odio darle vueltas al asunto, no hagan planes, ni siquiera sabemos lo que hay afuera de esa puerta.
Tiene razón, lo mejor será salir y buscar la forma de lograr llegar a la cocina por lo menos.
Todos nos dirigimos hacia la puerta, Gabriel es el más cercano a ella, mismo que nos hace una seña para que nos quedemos donde estamos, pues alguien está cerca.
No lo sé, a mí me parece algo ligeramente arriesgado sólo quedarnos aquí, ¿acaso el ángel que está cerca no podría venir precisamente a este lugar?
Veo que el arcángel hace un movimiento rápido para quitarse, sin embargo a ninguno de los demás nos da tiempo de escondernos o por lo menos hacernos aun lado.
El ángel que ha abierto la puerta alza la vista y se queda pasmado de vernos, no lo culpo, tres arcángeles, dos guerreros, un demonio y una humana. Una escena muy común.
El trance del tipo dura unos segundos antes de que salga corriendo para huir, sin embargo Ariel le gana y está adentro más rápido de lo que corrió.
La puerta vuelve a ser cerrada, Abaddon mantiene callado al ángel y los demás se mueven por todas partes en busca de algo útil.
—Los van a encontrar — nos avisa el ángel mientras le amarran con una soga que Gabriel encontró.
—Cierras la boca o te la cierro a golpes — amenaza el demonio.
—Sobre todo a la humana. Es el ser más buscado en todas las dimensiones, van a hallarle sea como sea.
—Nadie la busca — contradice Abaddon.
—Todos lo están haciendo, Uriel ha ofrecido recompensa por ella — nos informa burlón —, pero qué mejor que la presa venga a él por sí sola.
Miguel y Abaddon le golpean en la cara al mismo tiempo, haciendo que su cabeza se vaya hacia atrás, se oiga que algo truena, y el ángel quede aparentemente inconsciente.
—Vámonos, no hay tiempo que perder — ordena Abaddon tomando la delantera, apenas y se detiene unos segundos para oír que nadie venga y abre la puerta.
El pasillo está vacío y en completo silencio. Todos caminamos a paso rápido, aunque Ariel, que viene frente a mí, conserva bastante distancia entre el demonio y él, pues el primero va hasta enfrente para asegurar el camino que nos queda.
Puedo ver que a unos metros el pasillo dobla a la derecha, lo que me tensa al pensar que en cualquier momento alguien puede salir antes que nosotros e interceptarnos.
Obligo a mi oído a escuchar más allá de dónde estoy, y no escucho absolutamente nada más que nuestros propios pasos, eso supongo que es bueno, quiero pensar que nadie más nos va a tomar por sorpresa.
Abaddon por fin va a dar la vuelta, sin embargo se frena y queda mirando en su dirección con el ceño fruncido.
Veo a Miguel rebasarnos e ir con el demonio; igualmente le veo hacer un gesto cuando ve lo mismo que Abaddon.
¿Pasa algo? ¿Qué han visto que simplemente los ha puesto así?
Termino rebasando a Ariel y llegando junto con los otros dos, y sí, creo que pongo una cara parecida.
El pasillo que se extiende frente a nosotros es de cuando mucho dos metros. Hay un muro, no hay una puerta ni nada que indique una posible alternativa para pasar.
Miguel se mueve, comienza a caminar hacia adentro mirándolo todo, pero de verdad no hay nada. Es como si hubieran tenido una falla de construcción al hacer esto.
Pero no, los ángeles jamás cometerían un error, menos uno tan estúpido.
Veo al arcángel casi pegado al muro, seguramente buscando una puerta escondida, sin embargo yo miro hacia el techo, a la altura de donde debería estar realmente el muro. Juro que eso no estaba ahí.
Hay una clase de picos que comienzan a asomarse todo el largo del supuesto pasillo sin salida.
—¡Miguel! — grito y empiezo a correr hacia él, sin embargo una reja cae al suelo precipitadamente, y ni yo logro entrar ni él salir
—Váyanse — ordena sosteniéndose de los barrotes —, deprisa, largo.
—Hermano... — inquiere Gabriel ciertamente asustado mientras también se detiene de la reja y jalonea ligeramente —, no voy a dejarte, voy a sacarte de aquí.
—A un lado — les digo acercándome también mientras sigo mirando al techo —, ¡quítense ambos!
Más picos vuelven a salir del techo, sin embargo estos no son una reja, y comienzan a salir de todas partes hiriendo al arcángel.
—No... — se queja Gabriel mientras mira cómo destruyen a su hermano —. ¡No, maldita sea!
—Miguel, date prisa — habla Abaddon acercándose de lleno a la reja —, sostente de la maldita reja ahora — ordena.
El arcángel le obedece y cómo puede vuelve a acercarse mientras picos filosos de metal se incrustan en su cuerpo.
Abaddon hace algo, no sé ni siquiera cómo explicarlo, pero luces azules están sobre Miguel haciendo que nada vuelva a tocarle, sin embargo también veo que el piso comienza a carcomerse debajo del arcángel, y como por arte de magia todo comienza a caer, dejándolo poco a poco sin suelo.
Vuelvo a acercarme y sostengo a Miguel tan bien como puedo, no pienso dejar que se vaya a un pozo sin fondo, si uno cae caemos todos.
Mientras estoy sosteniéndole veo una parte de la reja ser arracada, para que más tarde Abaddon termine recuperando al arcángel herido.
—Vas a estar bien — asegura examinándolo un poco.
Gabriel abraza a su hermano con fuerza, es un acto cariñoso y de amor puro, algo que me recuerda porque tengo que seguir luchando.
Oigo pasos corriendo, todos nos quedamos inmóviles mientras identificamos de dónde viene el sonido. Y luego de un segundo sabemos que viene justo de arriba de nosotros.
—Vienen para acá — confirma Abaddon —, deprisa, vámonos.
Todos comenzamos a correr detrás de él, Gabriel va ayudando a su hermano y van tan rápido como pueden, sin embargo van demasiado lento a comparación de los demás.
Me freno y corro en su dirección, pongo el otro brazo de Miguel sobre mis hombros y nuevamente empiezo a correr. Puedo decir que casi los vamos cargando por completo, pero admito que va haciendo el intento por moverse un poco.
Entramos a otra habitación igual de oscura que la primera, nos quedamos tan callados como podemos y oímos a los soldados correr ahora en el pasillo.
—Vas a estar bien, te lo prometo — asegura Gabriel aún sin soltar a su hermano.
—General... — habla Aniel por lo bajo —, tal vez debería de... compartir un poco de energía con su hermano... yo lo haría, pero sabe que no resultaría tan bien.
—Sí, lo haré — responde Gabriel sin poner objeción alguna.
—Déjame, voy a recuperarme pronto — se niega Miguel intentando hacer a un lado a su hermano.
—No voy a dejarte solo, si estás débil estaremos débiles los dos.
Tengo que admitir que es maravilloso ver esta parte tan... tan sensible de los ángeles.
—Hazte a un lado — ordena Abaddon quitando ligeramente brusco a Gabriel de donde está, y tomando al otro arcángel en su lugar.
—¿Qué haces? — pregunta Miguel cuando el demonio comienza a abrazarlo.
—Cállate y coopera — se queja terminando de abrazarlo.
No sé qué está pasando, pero la cercanía entre ambos me resulta totalmente impresionante.
Mientras los miro, noto que destellos comienzan a emanar de ellos, una luz amarilla parece rodear parte de Miguel, y otra exactamente igual pero en tonos rojizos sale de Abaddon. Ambos destellos parecen girar alrededor de ambos, combinándose y entrando al cuerpo de Miguel.
—Ya eres parte demonio, hermano — suelta Abaddon en burla, lo que hace que Miguel se ría débilmente y asienta.
—Por lo menos de otro arcángel.
Ambos se separan, Gabriel sostiene a Miguel nuevamente, sin embargo veo a éste menos débil.
—Vámonos, no hay tiempo ya — Abaddon abre la puerta con lentitud, mira que no haya nadie cerca y vuelve a salir.
Soy la segunda en abandonar la habitación, y aunque debería no guardo nada de distancia y casi me abrazo al demonio.
Logramos salir del pasillo y llegar a unas escaleras que suben al siguiente piso. Ya que no oímos ruido decidimos subir, los nuevos pasillos están igualmente vacíos, no veo ni escucho nada, hasta quiero creer que el lugar está vacío en su totalidad, sin embargo he visto a todos los ángeles afuera, y sé qué tal vez todos estén reunidos en un lugar en específico.
Corremos el resto de camino, damos la vuelta y continuamos por otro pasillo. Realmente no sé si Abaddon sepa a dónde nos lleva, porque yo definitivamente no sé a dónde vamos. Estoy perdida, y espero de verdad que el demonio no lo esté también.
Luego de dar la vuelta un par de veces más, se para frente a una gran puerta de metal, le observa un momento para luego comenzar con los intentos de abrirla.
—Al otro lado — habla Miguel yendo hacia él.
—Ya estaba abriendo, bruto — se queja éste cuando el arcángel intenta abrir al lado contrario.
—La estabas cerrando.
—Par de bestias, así no es — inquiere Gabriel yendo hacia los dos.
—No se ve que tú tengas mucha idea de cómo se hace — reprocha Abaddon cruzándose de brazos.
—Tampoco se ve que tú tengas demasiada.
Me volteo a mirar a Raguel esperando que se le una a sus hermanos, pero éste permanece de brazos cruzados mirándolos con una sonrisa imperceptible en el rostro. Seguramente sabe que los tres están mal y sólo quiere ver hasta dónde llegan.
—Lo están haciendo mal... — se anima a hablar Ariel, entrando a la pelea también, sin embargo éste es el que logra abrir la puerta.
—¿Ves? Eso iba a hacer yo — se queja Abaddon y pasa entre los otros dos para entrar primero.
La cocina es grande, llena de todas las cosas que pude haber visto en el antiguo mundo, y otras muy extrañas que jamás en mi vida había visto.
—Rápido, necesito abrir un portal, alguien tendrá que regresar ahora a la fortaleza y recibir todo lo que nos robaremos.
—Vaya usted — sugiere Aniel a Miguel.
—No, yo tengo que quedarme.
—Lo mejor será que vayas tú — acepta Abaddon —, aunque estés mejor no te has recuperado por completo.
—Irás — decide Gabriel.
—Dense prisa, no hay tiempo que perder — les apuro para que hagan lo que sea ahora.
Veo que Abaddon abre el portal, Miguel nos mira a todos y termina entrando sin convicción y más a la fuerza que por gusto.
Los ángeles comienzan a moverse de un lado a otro alzando cajas repletas de frutas, verduras y comida en general, y la dejan caer hacia el portal.
Ya que no estoy haciendo nada muy útil me voy hacia la puerta a vigilar, no queremos una segunda descubierta en la misión.
—¿Alguien más quiere irse? — pregunta Abaddon.
—No — contestan los presentes, yo simplemente me quedo callada sin moverme de dónde estoy.
—Tenemos que revisar los medicamentos, pero no tengo una mínima idea de dónde estén — comenta Gabriel.
—¿Crees que estén cerca del laboratorio? — pregunto.
—Estoy seguro que justo están ahí mismo.
—Yo sé donde están entonces. Pero la única forma de entrar es por la estancia principal, así que veo un poco imposible hacerlo ahora.
—Les tengo una opción, así que tendrán que pensarla bien — inquiere Abaddon luego de unos segundos de reflexión —, puedo abrir un portal para ir al laboratorio que dicen, y tal vez otro para volver a enviar lo que robemos de ahí. Sin embargo eso nos dejaría sin posibilidades de volver a abrir un portal más, así que tendríamos que salir del lugar a pie y volver así a la fortaleza.
—Está bien, será lo menos arriesgado, ya veremos la forma de salir — acepta Gabriel por todos.
(...)
—Tal vez estén en la parte de arriba — sugiero luego de que hemos revisado los pequeños cubículos sin encontrar nada que nos sirva de verdad —, abajo es un tipo de área de pruebas o algo parecido, pero recuerdo que hay una escalera para arriba, aunque no sé que haya allí, supongo que podríamos encontrar lo que buscamos.
—Seguramente es ahí donde está todo, démonos prisa — acepta Raguel tomando la delantera.
Este lugar también está vacío, sin embargo oigo que hay música, y por lo que entiendo están teniendo una fiesta muy divertida allá afuera.
Una vez que el pasillo acaba nos vamos al lado contrario al que fui la primera vez, las escaleras son exactamente igual, sólo que éstas son mucho menos largas que las que van hacia abajo, y pronto llegamos al laboratorio mayor.
El color predominante es blanco y plateado, veo varias jaulas, sin embargo todas están vacías. Sobre las mesas hay muchísimos instrumentos y sustancias raras dentro de frascos más extraños.
—Toma eso — pide Abaddon señalando algo parecido a una caja, aunque es lisa y redondeada y en vez de cartón es de plástico blanco.
Gabriel toma la caja de una de las mesas, ve lo que tiene adentro y la voltea dejándolo caer. Varios frascos se rompen contra el piso y las sustancias terminan esparcidas por el suelo.
Veo que los ángeles se separan y comienzan a buscar cosas en los diferentes gabinetes. Gabriel va recorriendo uno a uno mientras echan lo que encuentran en la caja. Pero yo prefiero guardar mi distancia, ya que no tengo idea de qué cosas sirvan y solo estorbaría estando ahí.
Camino lentamente acercándome un poco a ellos, voy viendo todo lo que hay, pero aunque quisiera entender un poco de los escritos no tengo la menor idea de lo que dicen, y así lo supiera, dudo entender a lo que se refieran.
Me paro a un paso de donde Gabriel tiró las cosas de la caja, veo que un líquido rojizo ya se combinó con uno verde y ha abierto un hoyo en el suelo.
Son ácidos. O eso se hicieron al ser combinados.
Me acerco un poco más y confirmo que ya se hizo un hueco de lado a lado, sin embargo me quedo helada cuando veo el piso de abajo de donde estamos.
Hay alguien parado, alcanzo a verle el cabello obscuro y lo que creo que son sus alas oscuras. Y no quiero pensar en quien es.
Lo siguiente que aunque quiero, no tengo forma de evitar, es una gota cayendo directamente a él.
Me pongo las manos sobre la boca para no hacer ningún ruido, el ácido cae sobre su hombro, y el ángel se voltea a mirarlo, pasa el dedo índice sobre la gota y lo mira pensativo. Cuando siente que le comienza a quemar se limpia con ayuda del pulgar, y seguido hace precisamente lo que temía.
Miran hacia arriba.
Nuestras miradas se cruzan, y por un segundo nos quedamos así, seguramente pensando en qué debemos hacer. Él buscando un plan para capturarme, yo uno para escapar.
Uriel se mueve de lugar y yo salgo corriendo hacia los demás.
—¡Vámonos! — grito desesperada —, ¡ahora, maldita sea! ¡Vámonos!
Todos desvían la mirada de mí cuando oyen un ruido en las escaleras, Gabriel literalmente vuela de mi lado hacia la entrada del laboratorio, voltea una de las mesas y la avienta bloqueando la entrada.
Ariel y Aniel van a recargarse sobre la mesa para impedir el paso junto con el arcángel.
—Rápido, qué hacemos... — comienzo nerviosa mirando hacia todas partes, pero no hay otra salida.
—Recoge eso — ordena Abaddon señalando la caja que Gabriel tenía en las manos antes de salir volando.
Los golpes en el metal que sostienen los tres ángeles comienzan a atormentarme aún más.
—Hagamos esto bien, Uriel — habla Raguel yendo hacia la entrada —, estás haciendo las cosas mal, y si sigues adelante será demasiado tarde para ti y los que te apoyen, aún puedes arrepentirte y buscar el perdón de nuestro padre.
—¡Yo no busco ningún perdón! ¡Luzbel y los que le apoyen caerán! Te lo juro Raguel, ¡caerán!
Veo que Abaddon intenta aparecen aquella luz entre sus manos, sin embargo parece parpadear y no logra mantenerse como siempre.
—No hagas esto, Uriel, sabes que estás en tiempo, y sabes que estás haciendo mal, vas en contra de nuestro padre; hermano, esto no tiene que ser así.
—Deja de llamarme así, nunca me han considerado su hermano, y ese al que llaman padre no es mi padre. Luzbel se encargó de hacérmelo entender, y de hacer que todos me rechazaran.
—Luzbel era un niño, Uriel, era inmaduro, no sabía lo que decía ni la gravedad de sus palabras, el rencor no debe dominarte, no hagas esto por venganza.
—¡No hago esto por venganza! Hago esto porque sé que es lo mejor y soy el único que se ha dado cuenta de ello, Luzbel la pagará de una forma diferente.
—Luzbel no tiene porqué pagar algo que no es culpa suya, tu nos estás orillando a esto, eres nuestro hermano y...
—¡El bastardo de su hermano! — le interrumpe dando un golpe tan fuerte al metal que logra empujarlos a todos, sin embargo no se han quitado de donde están. Veo nerviosa a Abaddon que sigue sin lograr aparecer su luz —, no inventes cosas para salvarte, no seas hipócrita, que quieres ser el más justo, pero jamás has practicado la justicia con tus malditos hermanos.
—Lograste lo que querías, ¿no crees? Ya destruiste suficiente a Luzbel, le quitaste lo más quería, lo sacaste de su propio hogar, perdió sus alas por tu culpa, déjalo en paz de una maldita vez.
—¿Y él qué me hizo? ¡Que me hizo Raguel!
—Jamás te hizo nada.
—¿No?
—¡Pudo hacer que te sacaran del maldito edén! Pero no hizo nada, sólo se burló de ti diciéndote bastardo, jamás se comparará con lo que tú le hiciste. Tú debiste ser el expulsado, ¡estarías haciendo menos daño como demonio que como arcángel!
Escucho un estallido, y esta vez logra empujar por completo a los que atrancaban la puerta. Uriel entra al laboratorio y nos mira a todos. Está furioso, podría matarnos si lo quisiera... pero sus ojos se posan específicamente sobre mí.
—¡No te atrevas a tocarla! — salta Gabriel cuando el arcángel se dispone a acercarse a mí —, no pienso solaparlo más, ¡si la tocas le confesaré todo a mi padre! Iré ahora mismo al palacio y le diré que tú has iniciado un Apocalipsis sin su consentimiento, también voy a decirle que realmente mentiste diciendo que Luzbel inició una rebelión contra él, ¡cuando el responsable de ésa rebelión eres tú!
Uriel se voltea hacia el otro arcángel, no piensa un solo segundo en sacar la espada y dejarla caer sobre Gabriel.
Yo realmente no puedo explicarme como pude llegar en tan pocos segundos, ni mucho menos como tuve la fuerza de voltear una mesa sobre Uriel antes de que lograra herir a Gabriel.
Mientras se recupera y se quita la mesa de encima, Abaddon logra abrir el portal, todos comienzan a saltar dentro, Gabriel se me echa encima, me abraza y nos deja caer al portal.
Cierro los ojos, y justo cuando voy a abrirlos nos siento tocar el piso.
—¿Están bien? — pregunta alguien, sin embargo estoy tan mareada y aturdida que no sé ni quién lo ha preguntado.
—Todo bien — contestan algunos.
Me separo de Gabriel y termino cayendo al piso, entendiendo que aterrizó conmigo arriba.
—Vámonos ya, estamos cerca de la fortaleza — pide Abaddon para que todos nos paremos ya.
Cómo puedo me pongo de pie, observo todo alrededor y comienzo a caminar detrás los ángeles que ya emprendieron el camino.
Abaddon me rebasa corriendo, salta y sin previo aviso se convierte en un ave negra y grande.
Gabriel se empareja conmigo, me da la caja de plástico, y una vez que la tengo bien afianzada me abraza y nos elevamos en el aire con los demás.
—Te debo una — agradece.
—No es nada, creo que te debo más.
—Salvar a un arcángel es la cosa más importante que puedes hacer, en serio gracias.
—No es nada.
Miro todo alrededor, puedo ver la fortaleza desde donde estamos, y cada vez nos acercamos más.
No sé cómo pudo pasar todo esto, tal vez si Gabriel no hubiera echado al piso todo, Uriel no se habría dado cuenta de nuestra presencia... o tal vez ya lo sabía, y los que no nos íbamos a dar cuenta seríamos nosotros.
Ahora estoy más confundida que antes. Había oído que Uriel provocó el destierro de Luzbel, pero no sabía con exactitud por qué, ni siquiera sabía si en verdad lo había provocado él. Ahora sólo me queda investigar realmente que pasó.
Necesito saber qué hay detrás de Uriel, porque un arcángel como los demás no, de eso estoy segura.
Nuevamente bajamos, sin embargo lo que miro no es precisamente lo que quisiera encontrarme.
Le doy la caja a Gabriel y apenas alcanza a sostenerla antes de que caiga al suelo.
—¡Lía! — oigo un gemido de Kate, apenas alcanzo a llegar a ella antes de que se desplome y caiga al piso.
—¿Qué pasó? — pregunto abrazándole —, dios... ¿¡qué pasó!?
Ni siquiera deseo ver lo que ha pasado. Hay cadáveres tirados por todas partes, y personas aún vivas que no durarán mucho.
—Eran... — comienza sin poder hablar —, las cosas... del abrigadero... cuando sacamos... a Lily...
—¿Dónde están todos?
—Muertos.
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De verdad una disculpa, sé que iba a publicar capítulo ayer, pero no pude hacerlo, recién acabé de escribir este.
Siguiente actualización miércoles 01 de Mayo 🌴♥️
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