Capítulo 11
—¡Luzbel! — chilla mi hermana y desaparece de mi cama.
—¿Cómo estás pequeña? — pregunta éste cargándola.
—Bien — acepta muy sonriente.
—Iré a hablar con alguien, nena — le explico acercándome a ella —, regreso pronto, Kate está en su habitación si quieres ir con ella.
—¿Vas con Aaron? Quiero verlo — pide extendiendo los brazos hacia mí para que la cargue en lugar del ángel.
—No... pero supongo que podemos buscarlo, después de todo quiero ver como está.
—¿Está herido? — pregunta mientras salimos de la habitación.
—Un poco.
—Lía — oigo a Luzbel un momento antes de que se ponga junto a mí —. ¿Puedes darme cinco minutos? No más.
—¿Qué le pasó? — pregunta Lily refiriéndose a Aaron.
—Peleó contra algunos ángeles y le hicieron daño — contesto evadiendo a Luzbel —. Pero va a estar bien.
—Porque es un superhéroe.
—Más bien diría un cabrón, pero como gustes verlo está bien.
—No me evadas, Lía — pide Luzbel.
—Mira, nena, ahí está — digo señalando a Aaron y dejándola en el piso para que vaya con él —. Vete, tu doctora te está esperando. No la decepciones.
—Hey, ven acá — reclama tomándome de la muñeca y jalándome hacia sí.
—No hagas las cosas más difíciles y vete.
—Estábamos bien...
—No me salgas con eso y vete, sabes lo que hiciste, no vengas de cínico.
—¡Fue un maldito error!
—Ay, no quiero oír errores, para eso hago un soliloquio de como te conocí.
—Deja de tomarte todo a burla, Lía.
—Y tú deja de burlarte de mí Luzbel. Me tienes harta, no soporto mas verte, sólo vete de aquí y de mi vida.
—Ni siquiera me dejas hablar para explicarte las cosas.
—¿Y qué vas a explicarme, idiota? Cómo le explicas a tu pareja que te cogiste a otra mientras te estaba esperando y luchando para no morirse sólo por ti. Eres un idiota y un sinfín de cosas más que por respeto, que aclaro, no te mereces, no pienso decirte.
—Me equivoqué — admite corriendo detrás mí, ya que he comenzado a caminar —. Lo admito, me equivoqué, lo reconozco, perdóname.
—¿Sabes qué es lo malo de que hayas aprendido a pedir perdón? Que ahora sólo sabes hacer eso, pedir perdón.
—Lía, escúchame.
—¿Y para qué quieres que te escuche? — pregunto enojada y conteniéndome de hacer cualquier cosa, ya sea golpearlo o soltarme a llorar —. ¿Qué vas a decirme? ¿Vas a darme detalles?
—Lía...
—Que te den, cabrón.
—Quiero que me escuches.
—¡Y yo quiero que te largues! No puedo creer que te hayas venido a acostar conmigo después de que lo hiciste con ella, de verdad no tienes madre, y es verdad, no la tienes. Por eso luego te cuelgan hijos que no son tuyos, por idiota caliente.
—Ni siquiera sabes qué pasó.
—Y no lo quiero saber, muchas gracias por ser tan compartido y querer decírmelo, pero me abstendré de oírlo. Es hora de que tú y tu cariñosa espada se larguen.
—Si me voy no regreso — sentencia con voz profunda.
—Cuídate, Luzbel.
Doy la vuelta y me dirijo a donde Aaron está con mi hermana aún en los brazos, después de todo, le gustan los niños a pesar de ser tan maldito.
—Rafael se queda a cargo — oigo que informa Luzbel, y ya que todos sus ángeles están aquí lo escuchan.
—¿A dónde crees que vas? — salta Rafael enseguida.
—Me voy — suelta rotundamente dando a entender que se va de fijo —. Sacaré a Kristen de ahí y nos vamos con los otros, tendrás noticias mías pronto.
Siento algo golpearme cuando le oigo decir su nombre, me gustaría gritarle lo despreciable que es, sin embargo me quedo callada reprimiendo todos mis impulsos de hacerlo y obligándome a permanecer firme a pesar de querer echarme a llorar.
Y sin querer me volteo a ver al ángel. Para mi sorpresa sigue ahí, está parado mirándome serio.
—Por cierto — le llamo mientras me quito su anillo y se lo arrojo —. Toma tu anillo, queda anulada nuestra relación.
Luzbel hace un gesto, pero no logro darle un significado y al final solo da la vuelta y se va.
—¿Qué pasó? — pregunta Rafael caminando hacia mí.
—¿Lo sabías? — me limito a preguntar algo molesta.
—Sabes que no era el indicado para decírtelo, ¿verdad? — responde sabiendo el significado de mi pregunta.
—Lo sabías — afirmo.
—Lía, fue sólo un error...
—Sí, maravilloso error, por cierto.
—Sé que tiene la culpa e hizo mal...
—Por supuesto que tiene la culpa, no pensarás que voy a culparme por algo que hizo él.
—Por supuesto que no, no dije eso.
—Maldita sea, me siento traicionada por él y por ti.
—Sé que debía decírtelo, pero quiero que entiendas que yo no puedo meterme en asuntos que no son míos, yo entiendo que en tu caso con Kate lo harías, pero nosotros tenemos códigos irrompibles.
—Estoy harta de esto, tú hermano es un bastardo.
Veo a Gabriel abrir los ojos sorprendido, y Rafael intenta no hacer lo mismo.
—Hablaremos de esto, vayamos afuera — pide con voz tranquila y señala la puerta para que salga.
Pienso un segundo las cosas, pero acepto sin poner objeción, después de todo necesito escuchar lo que tenga que decirme y desahogarme un poco.
—¿Luzbel acaba de salir? — pregunta Astaroth cuando me lo encuentro en los peldaños.
—No hablemos de eso — pide Rafael en voz baja.
—Ah...
—¿Con qué defenderás a tu hermano? — pregunto una vez que he bajado por completo.
—No lo defenderé.
—¿Entonces?
—Voy a explicarte lo que él no pudo.
—Por supuesto...
—Ella es... hmm... uno de sus tantos amoríos.
—Lo supongo.
—Y no de ahora, de hace años, demasiados... de cuando ustedes dos lo eran.
—No me digas, o sea que adivino que ella es mi enemiga.
—Algo así.
—Maravilloso.
—Te lo explicaré, Kristen estuvo enamorada de Luzbel por años, sin embargo él jamás le hizo caso a pesar de todos sus intentos; luego te conoció, se enamoró de ti y ella ardió en furia, ustedes dos tuvieron un problema y siempre se odiaron. Luego yo te conocí, pasó todo el problema entre tú, mi hermano y yo, después te desterraron, y a fin de cuentas el asno de Luzbel le hizo caso a Kristen, aunque como lo dejaste muy lastimado no la vio más que como sexo. Pero lo repitió bastante.
—¿No lo hace con las demás?
—No, Luzbel es de los que tiene sexo, se va y no vuelve a saber nada de ti. En su caso, Luzbel cogió, se fue, regresó, se volvió a ir, regresó. Y a pesar de que llevaba siglos sin tener nada con ella, en un estúpido arranque de furia lo hizo otra vez.
—¿Furia a qué?
—A que se enteró que nuevamente me metí contigo, el problema que es que se enojó tanto que ni siquiera oyó explicaciones y fue a meterse con lo primero que se encontró, y en este caso fue ella.
—Tu hermano es un hijo de perra.
—Y un imbécil. Aquí el problema es que siempre tienen que hacer las cosas grandes. Lía, sólo acepta hablar con él, se aman y estar sin el otro es mortal para ustedes.
—No pienso charlar más con él, fue por su ángel, entonces que se quede con ella.
—¿Cuándo piensan dejar de ser tan orgullosos?
—¿Luzbel? Por favor, Luzbel jamás dejará de ser nada de lo que es.
—Escucha, sé que mi hermano es duro, pero debes entender que ha tenido una vida larga y difícil.
—¿Y cómo ha sido tu vida?
—Pues... supongo que... parecida...
—¿Y entonces? Rafael, uno elige lo que quiere ser, las cosas no te eligen a ti, tu las eliges a ellas. Él decidió ser lo que es, no importa su vida, no importan sus caídas, no importa nada.
—Lo sé, pero Luzbel es vulnerable en eso.
—Luzbel no es vulnerable en nada, por favor, es... Luzbel.
—Todos tienen su lado débil, lo tenemos, y en este caso el suyo lo hizo así.
—No lo creo.
—Tú eres su debilidad. Te aseguro que si se lo pides se hinca ante ti, contigo pierde todo. Tú lo hiciste perder todo.
—O sea que es mi culpa.
—No, no la es, es suya por convertirte en su debilidad.
—¿Qué ha visto en mí? ¿No pudo casarse con alguien y solo dejarme por la paz?
—¿Te habría gustado?
—Ni siquiera lo sabría, no recordaría mi vida pasada ni mucho menos a él.
—Tarde o temprano tienes que volver, eso es seguro, tu condena fue una vida humana, y sabes que ustedes no viven mucho.
—No quiero volver.
—Tendrás que hacerlo. Será como empezar de cero en dónde perteneces de verdad. Si así lo decides será una nueva vida, dejarás todo el historial atrás y harás como si nada hubiera pasado.
—¿Nada de qué?
—De lo que hiciste.
—¿Tanto hice?
—Digamos que te gustaba meterte en problemas.
—Que raro, si yo odio los problemas.
—Pues los odiabas aún más — admite siguiéndome el sarcasmo —. Eras sumamente problemática, llevabas la contraria, e ibas en contra de las reglas.
—¿Tanto así?
—Kate te queda corta.
—¿En qué aspecto? — pregunto pensando que Kate es un desastre en miles de cosas.
—En todo.
—No puedo creer que fuera más zorra que ella, sé lo que hice, y lo digo con respeto, pero no lo creo.
—¿Sabes cuál era tu pasatiempo favorito antes de conocer a Luzbel?
—¿Cuál?
—Ir al abismo para tener sexo con demonios.
—No lo sé, la verdad estoy bastante perdida en cuanto a todo eso de criaturas de otros mundos. Sin embargo suena interesante lo que dices.
—¿Ves?
—Oye, no es mi culpa que me agrade lo desconocido.
—Más bien diría lo prohibido.
—También.
—¿Qué pasará con Luzbel?
—Tomó su camino.
(...)
—Tendría que pensarlo muy bien... — admito caminando de un lado a otro.
—No lo sé, pero si todos apestan como tú, definitivamente no — decide Kate con una de sus típicas puntadas.
—Somos demonios, qué esperabas, además en forma humana no tendrás ese conflicto con ninguno.
—Pues entonces me parece buena idea.
—La verdad no lo sé — habla ahora Rafael igual de pensativo que yo, pero a diferencia él se queda sentado —. Suena a quebrantas más leyes, y la verdad no deseo eso, los arcángeles debemos de ser inflexibles en cosas que tengan que ver con traición o desobediencia.
—Lo entiendo, las reglas siguen siendo las mismas — acepta Astaroth con ciertos matices de tristeza en la voz —, sin embargo no tienes por qué involucrarte en esto a ti y a tus hermanos, podemos solo aliarnos con los humanos.
—Nosotros estamos aliados a ellos, sería una triple alianza, técnicamente no hay diferencia de una cosa a otra.
—La hay, ustedes jamás harán algún trato con nosotros, y dado que no haremos daño o algo que quebrante reglas, ustedes no nos atacarán, ahí tienes tu respuesta. Cuando te lo pregunten podrás jurarlo.
—Sigue pareciéndome una mala idea. Los demonios no pueden simplemente portarse bien, y claramente unos menos que otros, sería un caos aquí adentro. Humanos, ángeles y demonios. Solo falta que traigamos mundis también.
—Hasta que no terminemos de acoplarnos los presentes no los traeremos a ellos.
—Con que piensas también aliarte a ellos.
—Escucha arcángel, esta es la peor guerra que verás en tu vida. Uriel está dispuesto a acabar con todos los humanos y los que los rodeen. ¿Viste las criaturas de hace rato?
—Son tiyanak.
—Exactamente, eso significa que los están creando con el fin de acabar con los humanos. La verdad hay varias cosas más, intentan crear híbridos, por eso mismo están recolectando tantos humanos. Los niños son para hacer tiyanak, los jóvenes son para algo nuevo, su amigo iba a ser el primero — nos dice a Kate y a mí.
—¿Y a las mujeres para que las quieren?
—¿No es obvio, arcángel?
—No realmente.
—Dime qué cosa obtienes de un ángel y una humana.
—¿Por qué algún ángel se arriesgaría de esa forma?
—Porque aquí no hay leyes. Y están bajo la supuesta protección de Uriel, él se siente muy seguro de ganar, no tiene duda alguna de que Luzbel caerá como según él debe ser, una vez que Luzbel esté fuera él ascenderá automáticamente al segundo trono, donde cambiará reglas y absorberá tanto los poderes del caído como los que caigan con él.
—No pueden quedarse sólo con él, eso sería una brutalidad.
—Yo no diría eso.
—Luzbel no caerá.
—A nadie le conviene que pase, menos a los demás príncipes, si Luzbel llega al abismo todo cambia. Y principalmente eso no nos conviene ni a Belcebú ni a mí, puesto que en cuanto tu hermano gobierne, la falsa trinidad será un hecho, así que yo tendré que tomar mi puesto de duque, y Belcebú verse la cara con Satanás más seguido. Ambas cosas son cruciales para nosotros. Yo no quiero ir, y Belcebú odia a Satanás. Además que si somos honestos, éste último tampoco quiere a Luzbel ahí, después de todo no le gusta ser el segundo.
—¿Nadie quiere a Luzbel?
—Los demonios no tenemos sentimientos, definitivamente nadie quiere a nadie, sin embargo habemos algunos que le tenemos tirria a otros. En este caso tú hermano no es ninguno de los dos, pero si él es desterrado definitivamente, su lugar es en el abismo como príncipe del infierno, Satanás se convierte en su mano derecha, y todos los demás tendrían una autoridad real a la cual obedecer, puesto que Luzbel en el único heredero al trono. A nosotros no nos agrada eso de seguir reglas, y tu hermano se rige por ellas, así que no, no lo quieren abajo.
—Eso técnicamente significa que nosotros tenemos su apoyo.
—Eso mismo, apoyo absoluto. Y los mundis... ellos siempre han estado en contra de los ángeles y el edén entero, no habrá un problema con ello, serán unos buenos aliados a los demonios, y supongo que los apoyarán a ustedes solo por ir en contra de los demás.
La verdad me parece una buena idea, tal vez sea que Asth tenga labia para venderla, o puede que de verdad sea una buena idea.
—Tengo que consultarlo con Luzbel, además sé que no estará de acuerdo.
—Dile al mamón de tu hermano que regresé aquí.
—Luzbel no volverá a pararse por aquí — contesto yo.
—Bien, entonces no le digas nada.
—Hablaré con él, pero te lo digo de una vez, no estará de acuerdo — continúa Rafael.
—No vas a hablar con nadie — niego —. Luzbel te dejó a cargo, así que no tienes porqué pedir permisos, además de que se supone que ustedes no intervendrán directamente en acuerdos con los demonios, eso sólo lo haré yo.
—¿Y bien? — pregunta Astaroth con interés genuino.
—Está bien, acepto la oferta.
—Perfecto — dice contento al tiempo que se para de la silla —. Iré ahora mismo a charlar con ellos.
—Detente ahí, tenemos que acordar algunas cosas — pido.
—¿Qué clase de cosas?
—Pues, esto es difícil, necesito guardar el orden en el lugar, y sé perfectamente que ustedes no tienen la menor idea de lo que es el orden.
—Ven conmigo.
—¿Qué? — preguntamos Rafael y yo al mismo tiempo.
—Que me acompañes al abismo, hablaremos con ellos, expondrás lo que quieres y llegaremos a un acuerdo.
—Estás loco si crees que la dejaré ir contigo — brama Rafael.
—No seas tan aprensivo, estará bien, puedes fiarte de ello.
—Ni siquiera resistirá el camino, ella es humana.
—Nada que un gran duque no pueda solucionar. Lo siento, Rafael, pero sacando cuentas tengo un puesto mayor al tuyo.
—Ni siquiera pertenecemos al mismo lugar, pero recuerdo que cuando si lo hacíamos estabas más abajo de mí.
—Ambos le servíamos al señor, no te des un papel muy grande.
—Ni siquiera hablabamos de eso.
—¿Vas? — me pregunta directamente.
—Bueno, pues...
—Te dije que no irá — salta Rafael furioso —. Luzbel me mataría si algo le pasara.
—Iré — acepto sólo de oír el puto nombre de su hermano —. De verdad suena bien.
—¿Estás loca? No voy a dejarte ir.
—Te quedas a cargo, Kate — informo mientras me paro de la silla y voy con Asth.
—De verdad estás loca — afirma ella.
—Pero... — inquiere Rafael sin saber qué decir o hacer.
—La regresaré igual que cómo está — asegura Astaroth mientras nos alejamos de la mesa —. Lo juro.
—Sería estúpido creer en juramentos tuyos.
—Te doy mi palabra arcángel, la regresaré bien.
—¿A dónde vamos? — pregunto en voz baja.
—¿A dónde crees?
—Me refiero de aquí adentro.
—A ningún lugar, ¿lista?
—Será... ¿aquí?
—Por supuesto, será divertido, ven — Astaroth me rodea con los brazos y no me queda más que abrazarme a él —. ¿Lista?
—Hazlo ya, me pones nerviosa.
—Bien.
Cierro los ojos esperando tener la peor de las sensaciones, una sacudida es lo que siento y me abrazo con fuerza al demonio. Espero sentir algo más, pero el único cambio que noto es el de temperatura.
—Ya puedes soltarme — informa.
Abro los ojos y veo todo alrededor, estoy en el lugar que dije nunca quería volver a pisar.
—¿Y ya...? — pregunto soltándolo —. Llegamos, ¿ya...?
—Sí, ¿por?
—Por qué yo... cuando vine fue un caos...
—Lo supongo, te trajeron desde el seol, ¿no?
—Sí...
—Bueno, pues ahora es diferente. Vamos.
No muy segura comienzo a caminar detrás de él. El lugar frío me eriza la piel, intento mantenme calmada y no darle importancia, pero una vez más me doy cuenta que estoy haciendo mis estupideces y comienzo a tensarme.
—El gran duque hace aparición por fin — oigo una voz profunda que hace que me tiemblen hasta los huesos.
—¿Dónde están todos? — pregunta Astaroth sin dejar de caminar.
—Por ahí.
—Fabuloso, increíble respuesta.
—¿A qué se debe tu visita?
—Necesito hablar con ustedes.
—¿Sobre qué?
—Ayudaremos a Luzbel — suelta sin el menor tacto posible.
—¿Ayudar a un ángel? No me hagas reír.
—Pues a menos que quieras que Lucifer tome su puesto aquí abajo, te recomiendo por lo menos pensarlo.
—¿Eso es una amenaza?
—¿Cómo te lo tomas tú?
—Tengo que pensarlo — acepta con un suspiro.
—Los demás vienen en camino, ¿quieres esperar para oír lo que tengo que decirles?
—No me tomes en cuenta, probablemente sólo me quede aquí esperando ver qué es lo que pasa — cuando por fin logro ubicar al dueño de la voz, el demonio se desvanece dejando su rastro en forma de humo obscuro, y queda en mi mente la imaginen de unos grandes cuernos y dos ojos amarillos.
—No lo oí con demasiados ánimos — comento casi con gracia.
—Satanás es así, cuando no es principalmente a su conveniencia no le pone demasiado interés a las cosas.
—Sí... no es el único, supongo que no es muy común que alguien vaya a apoyar algo que no lo beneficie por completo.
—Ya recapacitará y vendrá.
—¿Crees que los demás acepten? — pregunto incluso preocupada de que tengan la misma reacción de Satanás.
—Estoy seguro, como se lo dije a Rafael, mientras no haya orden apoyaran lo que sea.
Logro ver de reojo algo arrastrarse por el piso a una velocidad realmente rápida, alcanzo a voltearme a mirarlo un segundo antes de que la serpiente se desvanezca haciendo un efecto parecido al de Satanás, sólo que esta vez aparece algo más grande frente a mí.
—¿Una manzana? — pregunta con voz tentadora al tiempo que extiende la fruta roja y brillante ante mí.
—No, gracias... — contesto nerviosa mientras mi sonrisa parece ser una mueca —. Creo que los demonios, las manzanas y los humanos no se llevan.
Astaroth toma la manzana en mi lugar, le veo darle una mordida y luego la extiende hacia mí.
—¿Debería comerla? — pregunto recibiéndola.
—No va a pasarte nada — asegura.
—Van a matarte si algo me pasa — advierto antes de darle una mordida también.
Veo más cosas llegar, sus formas, tamaños y caras son horribles, así que prefiero quedarme mirando al suelo mientras llegan frente a nosotros y esperan lo que Astaroth tenga que decirles.
Alzo ligeramente la vista y el corazón me da un vuelco cuando veo los ojos de todos sobre mí, algunos son amarillos, otros verdes, otros tantos rojos, y algunos más de colores inimaginables que nunca había visto en mi vida.
Sigo comiéndome la manzana en una forma de distraerme y evadir las miradas, después de todo, aunque se supone que Astaroth viene cuidándome me siento desprotegida, tengo a más de diez demonios a menos de tres metros de distancia, y la verdad no quiero ni oír sus nombres, con sus puras caras me basta.
Oigo lo que podría jurar son pasos gigantes, sin embargo estoy en un lugar desconocido y puede que sólo sea alguna otra cosa. Quizá yo quiero que lo sea, pero mientras comienza a cimbrarse el piso empiezo a dudarlo un poco.
Intento convencerme de quedarme como piedra donde estoy, pero no puedo evitar girar la cabeza y mirar una sombra gigante, que aunque está a cientos de metros de nosotros se acerca peligrosamente.
Quedo boquiabierta al ver el tamaño del demonio, mis ojos suben metros y metros y aún no logro verle la cara, sólo puedo ver lo grande que es y la forma que casi me siento rebotar donde estoy parada.
—¿Quién es esta pequeña? — su cara aparece a escasos metros de donde estoy, termino gritando a todo pulmón mientras me escondo detrás de Astaroth en un intento de seguir viva y no dejar que un demonio gigante me coma.
—Déjala en paz — se queja Asth al tiempo que sostiene una de mis manos que le rodean.
El demonio simplemente se ríe, y las vibraciones de su risa retumban en mi pecho tan fuerte que siento que mis órganos van a explotar.
Su piel es rojiza, tiene cuernos obscuros y gigantescos, sus ojos son negros y creo que tiene colmillos puntiagudos también.
—Huele bien — admite al tiempo que le oigo aspirar profundo —. ¿Puedo comérmela?
—Esto es importante, no vas a comerte a nadie, ahora ponte a la altura.
—Sabes que odio a los humanos.
—Déjala en paz — interviene alguien más. Me volteo a discreción y lo miro, sus cuernos y su cara demoniaca comienzan a desaparecer mientras se acerca a donde estamos, y termina viéndose tan humano como Asth —. No vamos a comernos a alguien, se ve... interesante... — admite volteándose a mirarme.
—Esto es importante, no vinimos de visita — inquiere Asth.
—¿A qué has venido, duque? — pregunta otro cruzándose de brazos.
—Creo que todos sabemos lo que está pasando allá arriba — comienza mientras nos separamos, el demonio gigante empieza a perder tamaño hasta quedarse como los demás —. Un Apocalipsis iniciado por Uriel.
—¿Por qué él querría iniciarlo? — pregunta el que me defendió.
—Porque no quiere a Luzbel arriba. Él quiere que Luzbel caiga con todo y los ángeles que le ayudaron, además de que su deseo es acabar con la raza humana.
—Ya coincidimos en algo — admite el gigante.
—Miren, aquí sólo hay dos bandos, los que están con Uriel o los que están con Luzbel. Ambos tienen la misma posibilidad de vencer, sin embargo a uno de los dos le va a convenir menos que al otro perder. Si Luzbel pierde caerá, y ya saben que significa eso, todos los demás caerán con él, los humanos simplemente serán exterminados y nosotros conservaremos nuestro lugar.
—¿Y qué pasa si pierde Uriel?
—Pues es muy fácil, caerá junto con los que le apoyaron y recibirán una condena mortal por querer destruir una de las creaciones de su padre; los humanos viven. Y probablemente los que ayudaron a Luzbel reciban algo importante como agradecimiento. Todos los sabemos, la corte celestial es generosa cuando su jefe es feliz. Pueden elegir un bando, o quedarse donde están sin hacer nada. El riesgo es un castigo peor, o tal vez, sólo tal vez, una buena recompensa.
—¿Los ángeles están de acuerdo? — pregunta otro que tienen aspecto humano también.
—No demasiado, pero nosotros nos haremos aliados de los humanos, no de los ángeles propiamente. Eso es un seguro para ellos, así no serán condenados por traición y esas cosas que se inventan allá arriba, y si no vencemos y hay algún castigo, seguramente no nos tocará nada de eso a nosotros. ¿Qué opinan?
Miro a todos mientras parecen cuestionarse de verdad las opciones, algunos intercambian palabras por lo bajo, un par están caminando de un lado a otro pensativos, y hay sólo dos que están quietos en sus lugares y parecen no estar pensando nada en absoluto.
—Hey — les llamo caminando unos pasos hacia enfrente de Astaroth —. Sé que suena en contra de sus principios, porque sé que los tienen, y lo más seguro es que sólo sean maldad, matar, y no ayudar. Pero de verdad ustedes son mi única esperanza, las cosas allá arriba son un asco, Uriel está haciendo las cosas a voluntad propia, y se que si él gana no sólo va a afectarnos a los humanos, porque él tiene la idea de cambiar el mundo entero, y no me extrañaría que también quisiera meter la mano aquí. Después de todo, él mismo dijo que no había seres más despreciables que los demonios, y si pudiera los eliminaría antes a que nosotros — todos parecen echar lumbre cuando oyen mis palabras. Nunca oí que Uriel dijera eso, pero bueno, estoy segura que por lo menos lo ha pensado —. Créanme que no me interesa si Luzbel vuelve a caer, sólo quiero que mi raza sobreviva. Después de todo lo salvé la primera vez, no pienso estar viendo en dónde cae para ir a salvarle.
—¿Tú lo salvaste? — pregunta uno acercándose a mí.
—Sí...
—Hecho, estoy contigo. Gracias a ti Luzbel no llegó hasta aquí.
—De acuerdo — acepto un poco nerviosa de la cercanía entre ambos.
—Yo también voy — acepta entonces el que me defendió. Su aspecto humano es intrigante, no digo que cuando está en su forma demoniaca no lo sea, sólo que a mis ojos es demasiado horroroso y me provoca más miedo que otra cosa.
Pero ahora me parece fascinante, cabello negro, piel dorada y pálida, alto, ojos negros y profundos. Podría decir que es una muy peligrosa atracción la que comienzo a sentir
—¿Y los demás qué? — pregunta parándose a mi lado —. ¿Tienen miedo?
Veo las sonrisas de algunos, y todos terminan acercándose también.
—Iremos con ustedes — acepta el que me dio la manzana —. Suena más divertido que estar aquí.
—Bien... pues, entonces tenemos que hacer algunos acuerdos — decido mientras miro el aspecto de todos.
—¿Cómo cuáles? — pregunta el gigante.
—Bueno, el más importante es que está prohibido hacerse grande — el chico de ojos negros comienza a reírse entonces —. De verdad, van a estar con humanos, nosotros no estamos acostumbrados a ver una criatura de más que cien metros de alto, eso es una abominación.
—Está bien, acepto.
—La otra que de verdad es igual de importante y va para todos... necesito que parezcan humanos... como... como él — señalo al de ojos negros.
—Soy Belcebú — comenta a forma de presentarse, pero lo único que logra es que la saliva que iba a tragar se quede atorada en mi garganta.
—Bueno, necesito que se vean como Belcebú — corrijo con nervios.
—¿Y eso por qué? — pregunta otro del cual no quiero saber el nombre.
—Porque los humanos no estamos preparados para verlos de la forma en la que los estoy mirando yo... miren, al lugar al que vamos hay mucha gente, créanme que ya es demasiado con que estén conviviendo con unos cuantos ángeles, de verdad no van a aceptar a demonios también.
—No somos tan malos como creen.
—Lo sé. De verdad yo sé que ustedes no son tan malos como nos lo han hecho creer, y también sé que los ángeles no son bondadosos como pensábamos, pero es algo que los demás no aceptan. La religión nos ha enseñado eso y mucha gente lo cree así.
—La maldita religión — se queja uno con amargura, le veo pasarse la lengua viperina por los dientes y me da un escalofrío —. ¿Quién les enseñó eso? Se ven ridículos.
—A mí me sacaron de edén por castigar a los pecadores — se queja el gigante.
—Que mejor oportunidad para vengarte — comenta otro.
—¿Miguel de qué lado está? — me pregunta de nuevo.
—Del nuestro...
Oigo la risa de algunos, y veo que el demonio parece molestarse con mi respuesta. Seguramente esperaba oír que estaba con Uriel.
—No hablábamos de eso — Belcebú interrumpe las risas y burlas entonces —. La chica quiere que se vean como humanos, y eso van a hacer.
—Y no pueden demostrar que son demonios, así que agradecería que no usen sus dones ni nada raro que puedan hacer.
—¿Quieres que nos hagamos pasar por otros humanos?
—Así es. Sé que puede ser algo molesto para ustedes, pero creo que pueden hacerlo.
Todos guardan silencio mientras intercambian miradas serias y parece que se preguntan mentalmente si aceptar o no.
Luego de unos segundos de completa tensión para mí, los once exclaman felices y comienzan a debatir cosas realmente estúpidas.
—¿Que nombre me quedaría bien? — pregunta Belcebú acercándose a los demás.
—Están... ¿felices? — le pregunto discreta a Astaroth.
—¿Dime tú por qué razón crees que nunca estoy aquí? Por favor, tantos siglos de ser un demonio aburren, a todos les gusta ser humanos de vez en cuando.
—Son más ridículos de lo que pensaba — admito mientras miro a lo once cambiar de apariencia.
Ninguno termina de parecer humano, todos tienen algunos rasgos que bien podrían delatar su identidad real. Colmillos, lengua viperina, ojos fuera de lo normal.
—Sólo intenten parecer normales, creo que sabrán cómo hacerlo bien — pido como último.
Todos asiente mientras se separan un poco uno del otro.
Veo a uno de ellos con algo entre las manos, no tiene forma, parece sólo ser luz de diferentes colores que se mueve como lo hagan sus manos. La luz crece y en un instante desaparece junto con el demonio.
—¿Te llevo? — se ofrece Belcebú extendiendo la mano hacia mí y con una sonrisa, aunque su oferta se oye verdaderamente tentadora e incluso segura de tomar —. No corres peligro, lo prometo.
Me quedo quieta pensándolo, todos los demonios están desapareciendo y el sólo espera mi respuesta.
Por instinto me volteo a mirar a Astaroth, ambos cruzamos miradas, y luego de que me guiñe el ojo desaparece también.
—De acuerdo — acepto caminando unos pasos hacia él y tomando su mano. Su piel es fría y siento pequeños choques eléctricos recorrerme por el brazo.
Voy a abrazarme a él de la misma forma que lo hice con Asth cuando me trajo para acá, sin embargo me toma por sorpresa cuando pone el brazo detrás de mis rodillas y acaba cargándome en brazos.
Le miro sin aliento, sus ojos negros se encuentran con los míos y me deja helada, pero claro que podría acostumbrarme a mirarlo de esta forma. Después de todo me parece demasiado interesante de verdad.
__________________
Siguiente actualización, viernes 12 de abril.
Perdón por las actualizaciones tan largas, estoy teniendo muchos problemas con el internet y no he podido actualizar bien ☹️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro