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— ¡Eres una niña hermosa, YuNa!
— Por supuesto que lo es, mira a quién tiene de madre.
BeomGyu comenzó a reírse cuando RyuJin dijo aquello como si nada, ordenando la mochila de la niña ya que pasaría esos días con ella luego de que volviera de su viaje de negocios. HyunJin, en tanto, estaba arreglando-destruyendo la televisión mientras JeongIn cocinaba algo para la cena.
— ¿Tienes todo, Syushin? — le preguntó RyuJin, tomándole la mano.
— ¡Sí, mamá!
— Entonces ve a despedirte de tu padre y tus tíos, ¿dónde están tus modales, ovejita?
YuNa le sacó la lengua a su madre, ganándose un pellizco en la nariz, y luego corrió a despedirse de JeongIn y BeomGyu, dejando a HyunJin para el final.
— ¡Adiós, papá! — se despidió YuNa cariñosamente. — ¡Te voy a extrañar! ¡Y por favor, trata de no destruir algo!
HyunJin comenzó a reírse.
— Pásala bien con tu mamá, princesa — se despidió, dándole un beso en la frente. — Nos vemos en unos días.
Segundos después, la puerta de la casa fue cerrada, quedando solo ellos tres en el pequeño hogar de HyunJin y JeongIn.
— ¡Oye, Gyu! — dijo JeongIn desde la cocina —, ven, quiero darte algo en tu día especial.
BeomGyu arrugó el ceño, negando con la cabeza, y entró a la habitación, quedándose quieto mientras una sonrisa enorme se extendía por su rostro.
Unas pantuflas llenas de ositos estaban sobre la mesa con una cinta de regalo, así que comenzó a reírse por la diversión para luego abrazar a su mejor amigo, dándole un beso en la mejilla.
— ¿Y para mí qué? ¡JeongIn gastó mi dinero, puedo quedarme pobre! — se quejó HyunJin mientras entraba a la habitación.
BeomGyu volvió a carcajearse, abrazando también a HyunJin por la emoción, agradeciéndoles el bonito y simple presente, tratando de obviar la acongojante sensación en su pecho porque ese día cumplía veinticinco años y TaeHyun no lo había saludado en la mañana.
Aunque tampoco es como si lo hubiera esperado, porque TaeHyun nunca solía ser la primera persona en desearle un feliz cumpleaños; por el contrario, prefería ser siempre el último, así que cuando era ese día, se juntaban luego del trabajo para ir a cenar solo los dos y pasar una maravillosa noche sin nadie que los molestará.
Así que BeomGyu estaba preparado, estaba listo, pues ya tenía la reserva del restaurante al que iban siempre, y esperaba con mucha anticipación esa noche porque, si todo salía bien, tal vez podría finalizar con ellos dos haciendo el amor y recuperando esa magia que los rodeaba cuando estaban juntos.
BeomGyu sabía y confiaba en TaeHyun para ese día, porque nunca antes lo había decepcionado nunca en algún cumpleaños.
— ¿No quieres cenar con nosotros? —preguntó JeongIn con expresión preocupada. — Puedes invitar a TaeHyun si quieres...
BeomGyu sacudió la cabeza, emocionado.
— ¡Las cosas están más que bien! — dijo sonriendo. — TaeHyun me besó, Innie, ¡él tomó la iniciativa! No pensé que fuera a hacerlo, pero me agarró de sorpresa, y estos días ha estado más cariñoso y dulce conmigo.
JeongIn sonrió débilmente, casi a regañadientes, pero no le tomó demasiada importancia porque sabía cuál era la opinión de JeongIn acerca de todo eso.
Seguía doliéndole, sin embargo, sabía que no podía hacer mucho sobre aquello, solo le quedaba asumir que su mejor amigo no le estaba apoyando por completo.
— ¿Cuánto tiempo te queda?
Y, por supuesto, su novio tampoco estaba de acuerdo con él.
BeomGyu miró a HyunJin, mordiendo su labio inferior.
— Una semana — respondió vacilante.
HyunJin asintió con la mirada gacha.
— No deberías ilusionarte hasta el final — contestó HyunJin sin mala intención —, tal vez TaeHyun se esté despidiendo a su modo.
BeomGyu se crispó, apretando su boca en un rictus de molestia mientras se giraba, herido por la forma en que le trataban, como si fuera un niño tonto e idiota que no podía entender las cosas que le decían.
Tal vez sí lo era.
Tal vez sí era un idiota y un pendejo y un estúpido por haber hecho eso, por ser tan terco e insistente cuando ya las cosas se habían acabado, pero ¿qué podía hacer acaso?
¿Cerrar sus ojos, asentir, sentirse miserable, y luego hacer como si no hubiera compartido ocho años de su vida con TaeHyun?
¿Alejarse, fingir que no lo amaba, tratar de no llorar al verlo con otra persona?
Sí, como si eso fuera tan fácil.
Como si pudiera hacer eso con una sonrisa dispuesta en la cara, tratando de ahogar sus propios sentimientos, diciéndole que no fue suficiente para TaeHyun y que por eso le abandonó.
BeomGyu estaba poniendo todo de sí para que eso funcionara y, si al final no lo hacía, entonces iba a poder decir sin culpabilidad alguna de que se esforzó para que su relación tuviera una nueva oportunidad. Así no podría acusarse a sí mismo de cobarde por no haber querido dar un poco más, aunque resultará herido.
Todo el mundo le decía que era una persona que les hacía tener esperanza en que todo podía ir bien, ¿cómo podría echarse atrás y luego mirarse al espejo, cuando ya las cosas hubieran acabado?
La esperanza era para tontos, todo el mundo se lo decía, pero solo a veces, la esperanza también podía ser muy poderosa.
— Nos vemos — espetó sin girarse —, muchas gracias por el regalo.
— BeomGyu...
— Ya han dicho suficiente — murmuró, saliendo de la cocina a paso apresurado, sin querer mirar los ojos llenos de compasión de sus dos amigos.
No, ese día no lo iban a arruinar. Sus esperanzas estaban puestas para ese día, y eso ninguno de ellos lo arruinaría.
TaeHyun se sentó frente a los inversionistas de Japón, manteniendo una expresión fría y helada mientras Lia sacaba todos los documentos que iban a ser firmados ese día si la reunión iba bien.
Quería cerrar pronto aquel trato para regresar pronto a casa y echarse a dormir.
Poder lograr aquello significaría que su empresa iba a poder expandirse sin problema alguno, además de que le daría grandes ingresos extras y, si bien TaeHyun no era una persona ambiciosa, ese trato era demasiado bueno como para rechazarlo.
BeomGyu de seguro le iba a felicitar por aquello, después de todo, su esposo siempre se ponía contento cuando veía lo bien que le iba en el trabajo.
A pesar de que el trabajo fuera uno de los motivos por el que su relación marital se había deteriorado tanto.
Pero estaba seguro de que a BeomGyu no le importaría que ese día llegara un poco más tarde a casa, ya luego se lo explicaría, aprovechando que ese día parecía andar más animado que de costumbre.
Incluso le había enviado un mensaje de apoyo a la hora del almuerzo, deseándole suerte y diciéndole que estaba emocionado por verlo más tarde para felicitarlo por haber cerrado ese trato.
JiSoo comenzó a hablar con su japonés algo fluido, comunicándose con los inversionistas sin dejar de sonreír encantadoramente, y TaeHyun se le quedó mirando un momento.
Sabía que quedaba una semana para tomar su decisión final, pero, si era sincero, a estas alturas no estaba tan seguro de que era lo que realmente quería.
Tener a BeomGyu sonriéndole todos los días, hablándole y haciéndole reír, dándole pequeños, pero dulces besos, hacían que su corazón latiera de forma enloquecida, que sus mejillas se tornaran rojas y quisiera abrazar a BeomGyu durante todo el día, prometiéndole el mundo entero.
Sin embargo, también sabía que BeomGyu se merecía a una persona que pudiera entregarle su corazón completamente, no alguien que le había hecho tanto daño y tuvo tantas dudas acerca de su amor.
Aunque, si era honesto consigo mismo, imaginar a BeomGyu con alguien más enviaba una punzada de ardiente dolor por su cuerpo, creyendo inconcebible la idea de que BeomGyu estuviera con alguien más que no fuera él.
Lia le miró, traduciendo lo que habían dicho los inversionistas, y TaeHyun contestó con tranquilidad. Sabía muy bien cómo llevar todos esos negocios a pesar de tener su mente en otro lado.
El trato se alargó por horas, pero ya tenía previsto aquello: sin embargo, le sorprendió un poco que, al salir del restaurante con la conversación ya cerrada, siendo las diez de la noche, BeomGyu no lo hubiera llamado. Se encogió de hombros, restándole importancia, siendo consciente de que, con toda probabilidad, BeomGyu tuvo que haber previsto que eso iba a alargarse.
— ¿Quieres que te lleve? — le preguntó a Lia con calma al verla buscar en su cartera dinero para el autobús.
Lia le miró de reojo, arrugando los labios, para luego asentir a regañadientes.
Caminaron en silencio hacia el auto de TaeHyun, entrando sin decir algo, y pronto se pusieron en marcha hacia la dirección del departamento de Lia.
Dentro del vehículo había un silencio tenso y pesado, siendo interrumpido por la repentina lluvia que comenzó a caer.
— ¿Ya has tomado tu decisión? — preguntó Lia luego de varios segundos.
TaeHyun apretó el manubrio, sin contestar.
Permanecieron otro momento en silencio.
— Si hubiera sabido que me habrías hecho esto, TaeHyun — murmuró Lia —, jamás me habría enamorado de ti. BeomGyu puede ser un maldito arrastrado, pero yo no soy una mendiga.
Se crispó ante las palabras de Lia, deteniéndose bruscamente por el desprecio en su tono de voz.
No le importaba si lo ofendía a él, si le decía un montón de mierda, pero hablar así de BeomGyu...
Eso no iba a permitirlo.
— Pues ojalá tampoco me hubiera enamorado de ti, Lia — escupió, volviendo a conducir.
Se detuvo minutos después fuera del edificio de Lia.
Más tarde, estaba ingresando a su propio departamento, frunciendo el ceño al ver que estaba todo apagado y helado, sorprendiéndose a sí mismo cuando notó que BeomGyu tampoco estaba en el cuarto.
¿Dónde estaba?
Su vista se paseó por el comedor, atónito, para luego girarse cuando el pestillo de la puerta sonó, indicando que alguien estaba entrando.
Un empapado BeomGyu entró, su cabello y abrigo destilando agua, sus ojos rojos e hinchados lo miraron.
Parpadeó.
— ¿BeomGyu? ¿Cariño? — preguntó con la voz temblando.
BeomGyu enfocó sus ojos en él.
— Oh — sacudió la cabeza, sonriendo débilmente —, ¿qué pasa?
TaeHyun arrugó el ceño, acercándose con lentitud.
— Nada, solo... ¿Dónde estabas?
BeomGyu se quitó el abrigo con calma, tomándose su tiempo para responder, y luego se encogió de hombros.
— Estaba comiendo en casa de JeongIn y HyunJin, se me hizo algo tarde, lo siento mucho — se disculpó BeomGyu. — ¿Acabas de llegar también?
TaeHyun se sintió culpable por algún extraño motivo, una sensación desagradable instalándose en su estómago, ansiedad y angustia apretujando su corazón, pero no sabía por qué.
— Sí, el trato con los inversionistas japoneses se extendió bastante — dijo a modo de disculpa, mordiendo su labio inferior, sin poder dejar de mirar los rastros de llanto en su rostro, y antes de acobardarse, decidió preguntar. — BeomGyu, ¿por qué lloraste?
Su esposo lució atónito un momento antes de comenzar a reírse de forma despreocupada, llevando su mano a sus húmedos cabellos, acercándose y dándole un pequeño beso en los labios como si nada.
— Discutí otra vez con JeongIn — respondió de forma desganada —, insiste en que tú no me amas y eso me puso triste, TaeHyun —BeomGyu le miró con pena —, porque es mentira, ¿no es así, TaeHyun? Tú me sigues amando a pesar de todo.
TaeHyun le observó, pasmado por la situación en la que se encontraban, confundido también, apenas entendiendo lo que estaba pasando, pero cuando leyó la necesidad en los hermosos ojos de BeomGyu, contestó sin duda alguna:
— Por supuesto que sí, Gyunnie.
BeomGyu le sonrió, dándole otro beso.
— Vamos a la cama. Ha sido un largo día para los dos, ¿no es así? — BeomGyu le tomó la mano. — Oh, a todo esto, ¿cómo te fue?
— Bien — su voz sonó satisfecha, mirando sus dedos entrelazados mientras iban hacia la cama. — Cerré el trato y los inversionistas se fueron satisfechos.
BeomGyu asintió, orgulloso.
— Felicidades, TaeHyun —dijo antes de sacarse el suéter que llevaba.
TaeHyun quiso decirle algo, sin embargo, antes de poder hacerlo, BeomGyu le dio un beso ahora mucho más profundo y dulce mientras le tomaba por la cintura, algo necesitado, y sus manos se movieron por el cuerpo de su esposo, sus dedos acariciando piel y piel.
A la mañana siguiente, todas las cosas resultaron mal para TaeHyun.
Comenzando por el hecho de que se quedó dormido y tuvo que salir corriendo de casa hacia el trabajo, despidiéndose de BeomGyu sin conversar sobre lo que ocurrió esa noche.
Luego, se quedó atascado en una congestión vehicular, y para rematar su mal comienzo de día, cuando llegó, su secretaria derramó su taza de café sobre su camisa blanca.
Lo que acabó ese pésimo día fue cuando llegó la hora del almuerzo y se dio cuenta de que dejó su almuerzo en casa, así que tuvo que partir al comedor de la empresa, murmurando por el mal humor.
Aunque ese mal humor desapareció un poco cuando sus pensamientos volvieron a lo ocurrido la noche anterior: los besos compartidos, los toques que le dio el cuerpo ajeno, los jadeos contra su cuello, los ojos llenos de amor de BeomGyu sobre él en todo momento.
Se había sentido extraño hacer el amor con BeomGyu después de tanto tiempo, pero por sobre todo, hacerlo de forma tan repentina, pero no le tomó mucha importancia por el momento.
No hasta que YiRen se acercó.
— Hey, TaeHyun, ¿cómo te fue ayer? — preguntó su mejor amiga, sentándose a su lado —, te estuve buscando por todo lado, pero no te encontré — agregó, haciendo un puchero.
Frunció el ceño.
— Logré cerrar el trato, YiRen — contestó con orgullo —, ¿para qué me necesitabas?
YiRen comenzó a rebuscar algo en su maleta, sacando una pequeña cajita envuelta en papel de regalo.
Su ceño aumentó.
— Ayer llamé a BeomGyu y le prometí un regalo, así que le dije que se lo mandaría contigo — respondió YiRen. — Espero que la hayan pasado bien anoche, BeomGyu sonó muy ilusionado cuando hablé con él.
Algo desagradable comenzó a extenderse por su estómago, sintiendo como la confusión ,y una sensación enfermiza y podrida, se asentaban en su interior.
— ¿De qué estás hablando, Yiri? — preguntó, y su voz sonó mecánica, sin vida.
Wang arrugó los labios.
— Del cumpleaños de BeomGyu — contestó como si fuera obvio, y pudo notar como su expresión cambiaba de pronto, tornándose sorprendida y horrorizada. — Porque ayer fue su cumpleaños, TaeHyun, lo recordaste, ¿cierto?
Su cumpleaños.
BeomGyu cumplía veinticinco años.
Se puso de pie bruscamente, ignorando las palabras balbuceantes de YiRen, su mano apretando el regalo, y con una rapidez inexplicable, salió del comedor.
El cumpleaños de BeomGyu.
Su maldito y jodido cumpleaños.
Recordó su cuerpo empapado, sus cabellos pegados a su rostro, sus ojos hinchados y rojos, su expresión ausente al entrar al departamento.
Su voz temblorosa cuando hacían el amor, murmurándole que lo amaba, que lo amaba de una forma inexplicable, y que siempre le iba a querer a pesar de todo.
Recordó los tantos cumpleaños que pasaron juntos, sentados en el restaurante donde tuvieron su primera cita, riéndose por cosas sin sentido y mirándose de forma tan enamorada que algo dolía en su interior.
Recordó las palabras de BeomGyu la mañana anterior, cuando lo despidió para irse a su trabajo, la sonrisa en sus labios, sus ojos preciosos llenos de ilusión.
— ¡Nos vemos en la cena, TaeHyun! ¡Espero que te vaya muy bien, ya quiero celebrarlo contigo!
Marcó al número de BeomGyu, pero no obtuvo respuesta alguna.
Recordó todos esos cumpleaños en los que quedaron de verse en ese restaurante viejo sin hablarlo antes, porque se había convertido en un pactado trato entre ellos: todos los cumpleaños de BeomGyu y TaeHyun, a las ocho de la tarde, iban a juntarse en ese lugar para tener una velada privada, sin nadie más, solo los dos.
Su mano temblorosa marcó a la oficina de BeomGyu, pero no contestó nadie.
Subió al auto, cerrando la puerta bruscamente, y sin importarle si tenía una reunión a la que asistir después, si tenía algún trato que cumplir, partió al departamento tan rápido como pudo, sintiendo sus mejillas húmedas cuando recordó la dulce sonrisa de BeomGyu esa mañana, el beso profundo que le dio al despedirse, y las palabras que le dirigió.
— Ten un buen día, TaeHyun. Te amo, adiós.
Y no se había percatado de ese "adiós", cuando BeomGyu le decía al despedirse siempre un "hasta pronto".
Nunca le había dicho un "adiós" en todos esos años que estuvieron juntos.
Estacionó su auto fuera del edificio, bajando a tropezones, corriendo al departamento, ignorando la pregunta confundida del conserje.
Su mano temblorosa encajó la llave en la cerradura, girándola, y sin detenerse a mirar nada, corrió al cuarto matrimonial.
Soltó un jadeo sollozante cuando vio el armario abierto, y entre lágrimas, comenzó a revolver toda la ropa, notando que solo estaban sus prendas guardadas cuidadosamente en la cómoda.
Los artículos de aseo de BeomGyu tampoco estaban en el baño.
Se tambaleó, desesperado, volviendo a marcar el número de su esposo, pero no hubo respuesta alguna.
Entonces, cuando entró al comedor, lo vio.
Con el corazón rompiéndose en cientos de pedazos, el alma en sus pies, su boca soltando sollozos bajos y las lágrimas cayendo por su rostro.
Kang TaeHyun vio los papeles de divorcio firmados sobre la mesa del comedor.
recomendación:
preparen los pañuelos. 😿
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