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Capítulo 09

Sullyoon estaba realmente irritada mientras arreglaba su camisa y limpiaba la saliva de la comisura de su boca, caminando hacia la puerta de entrada. Mientras, Jinni fruncía los labios, suspirando.

Era su primer jodido día de vacaciones y realmente quería tener algo de tiempo con su novia, ¿por qué mierda las interrumpían en ese instante?

―¡Ya voy! ―chilló Sullyoon cuando tocaron otra vez la puerta con fuerza, colocándose su playera―. Imbécil...

Su queja se vio cortada cuando abrió y, de pronto, una deplorable Danielle la tomó de las solapas, empujándola contra la pared.

―Haerin ―murmuró en un gruñido―, ¿dónde mierda está Haerin?

Sullyoon parpadeó tanto por la sorpresa como por la confusión, su cabeza doliendo levemente por el golpe que se dio contra la pared. Sin embargo, terminó por hacer una mueca de molestia.

―¿Qué voy a saber yo, idiota? ―preguntó con brusquedad, queriendo soltarse.

Sin embargo, aunque no lo pareciera por su delgadez, Danielle realmente podía ponerse agresiva y salvaje si estaba molesta o desesperada.

La australiana la soltó, empujándola, y sin decir otra cosa se metió al interior de la casa.

―¡¿Qué mierda, Danielle?! ―escuchó el grito de Jinni.

―¡Haerin! ―gritó Marsh, ignorándola―. ¡¿Rinnie, dónde estás?!

No hubo respuesta.

Sullyoon volvió a entrar al comedor, irritada, enojada y disgustada por la situación, sin comprender realmente qué estaba haciendo Danielle en su casa, buscando a Haerin. ¿Acaso pelearon?

Qué jodida novedad.

Sullyoon realmente no encontraba nada nuevo al hecho de que pelearan, porque esos últimos meses se acostumbró a verlas discutir por cualquier nimiedad, se acostumbró a ser el hombro donde Haerin sollozaba porque su matrimonio se estaba arruinando y no sabía cómo rescatarlo.

A Sullyoon nunca le gustó por completo Danielle para Haerin. No llegó a odiarla como ese último tiempo, simplemente, no le terminaba de convencer para pasar el resto de su vida con la de ojos gatunos. Quizás se debía a que, como mejor amiga de Haerin durante toda su vida, no consideraba a nadie demasiado bueno para que estuviera junto a alguien que siempre le sonreía a todas las cosas de la vida, fueran buenas o malas.

No, y Danielle se alejaba por completo de lo que consideraba el prospecto ideal para Haerin.

Danielle era... Era alguien demasiado... Bueno, ¿cómo decirlo?

Danielle complementaba a Haerin. Danielle era tranquila allí donde Haerin era un desorden mental. Danielle siempre parecía activarse cuando Haerin estaba a su lado. Danielle parecía comprender de una extraña forma a Haerin cuando el resto no lo hacía.

Sin embargo, había algo en lo que Danielle no percibía de Haerin, algo que Sullyoon consideraba mucho más fundamental que nada en la vida, y era que Haerin amaba de una forma tan profunda, tan dolorosa, que si uno no estaba dispuesta a dar todo por Hae, entonces no la merecía tampoco. Esa forma de amar provocaba también que Haerin se esforzara el doble, el triple, el cuádruple, el quíntuple, lo necesario, para salvar algo que consideraba fundamental en su vida.

En cambio, para Danielle , si las cosas no funcionaban, simplemente se tenía que acabar con ello para evitar el daño.

Frunciendo el ceño, Sullyoon sacó su móvil mientras Jinni le miraba como pidiendo una explicación, pero ignorando a su novia, marcó el número de su mejor amiga.

El número que usted marca se encuentra apagado o temporalmente fuera de servicio, luego del timbre, puede dejar...

―Hey, Hae ―murmuró Sullyoon con su estómago apretado―, cuando escuches esto, por favor, llámame. Te quiero, rayito de sol.

Se giró en el momento en el que Danielle volvía a entrar, y Sullyoon notó sus ojos rojos, sus mejillas encharcadas, rastros de llanto en su pálida piel, más blanca de lo normal. Incluso su cabello estaba empapado con la leve llovizna de ese día, y por un breve instante, muy breve, Sullyoon sintió pena de Danielle al verla tan perdida, incluso lucía asustada, aterrada, como una niña pequeña.

Pero fue un breve instante, hasta que vio los papeles medio húmedos que Danielle sostenía en su mano.

―¿Son los papeles de divorcio? ―preguntó Jinni, poniéndose de pie.

Danielle le observó.

―Dónde está Haerin ―repitió.

No era una pregunta. Era una exigencia.

Sullyoon endureció su mirada.

―Si la estás buscando para que firme tus jodidos papeles... ―comenzó a decir, pero enmudeció cuando la intrusa en su casa le interrumpió con la voz quebrada:

―No, ya los firmó ―sollozó, sus ojos poniéndose cristalinos otra vez―, los firmó y desapareció —tomó aire, desesperado―. Necesito encontrarla, necesito decirle que... Que la amo, que la necesito, que no quiero separarme nunca más de ella, necesito pedirle perdón por ser una imbécil y hacerla llorar, necesito...

―Danielle ―la voz de Jinni sonó extraña―, ¿qué demonios hiciste?

Y Sullyoon lo notó: Haerin desapareció sin decir nada.

Si hubiera sido una pelea normal, Haerin habría ido a contarle para desahogarse, después de todo, era lo que siempre hacía. Pero, ahora, Haerin ni siquiera la llamó, simplemente pareció desaparecer lo más pronto que pudo, sin querer hablar con nadie. Su estómago dolió ante el pensamiento de que si hizo eso, fue porque estaba herida y alterada y hecha un desastre, sin querer que nadie la viera.

Sin querer acercarse a Sullyoon para ganarse un "Te lo dije".

Y firmó los papeles. Si Haerin firmó los papeles, si se marchó sin decir nada, significaba que se rindió, que ya dio todo de sí y no podía seguir entregando más a una persona que no quería ese más.

Kang firmó los papeles porque su corazón fue, finalmente, roto en miles de pedazos, fue porque se dio cuenta de que seguir teniendo esperanzas en eso le estaba haciendo demasiado daño y Danielle no merecía eso de ella.

―No les interesa ―murmuró la extranjera sin mirarlas.

Sullyoon hizo un ruido de rabia, sus labios convertidos en un rictus de molestia. Sin poder evitarlo, antes de que Jinni la sostuviera, dio unos pasos y empujó a australiana, dándole un golpe en la mejilla que resonó en el comedor.

―¡¿Qué mierda hiciste, bastarda?! ―le gritó, queriendo darle otro golpe, pero Jinni actuó y la sostuvo de la cintura, tirando de ella para atrás.

Danielle abrió la boca, pero el móvil de Sullyoon sonó.

La dueña del aparato miró el número.

―¿Es Haerin? ―preguntó con esperanza en su voz.

―¡Vete a la mierda! ―espetó Sullyoon―. ¡Fuera de mi casa!

El móvil seguía sonando.

―Yoon ―Sullyoon enmudeció cuando notó el tono suplicante, derrotado de Danielle―, por favor, por favor, deja que la oiga. Deja que me diga donde está ―dio un paso más, con la voz quebrada―. Prometo arreglarlo. Prometo hacer que vuelva a sonreír como antes. Pero, por favor, déjame escucharla.

La castaña miró a Jinni, sorprendida, porque debía ser la primera vez que oían a Danielle suplicar por algo.

Suspirando, Sullyoon contestó y puso el altavoz.

―¿Hae? ―preguntó con tono inseguro.

Hubo unos segundos de silencio.

―Hola, Sullie... ―saludó Haerin con tono roto―, ¿cómo estás?

Sullyoon quiso romper a llorar.

―Eso no importa, bebé. ¿Dónde estás tú?

Se escuchó una risa amarga, humillada.

―Tenías razón ―sollozó―, ¿por qué nunca te hago caso? Tenías la maldita razón ―no dijo nada, escuchándola llorar al otro lado de la línea―. Danielle no... No merecía una... Una se-segunda oportunidad, tú me... Me lo dijiste...

—Bebé, bebé, eso no importa ―se apresuró a decir, respirando aceleradamente―, por favor, ¿dónde estás? Jinni y yo estamos preocupadas por ti.

De seguro Danielle fue a tu casa para pedirme una... Una explicación por los papeles ―susurró con voz ida―, pero no... No puedo enfrentarla, Eun, la amo tanto que... Que si la veo mientras acepto su... Su divorcio, voy a... Voy a llorar... Voy a llorar como un bebé... ―una nueva risa, apenada―. Ahora estoy... Estoy llorando tanto... Ah, pero Dani debe estar feliz, ¿no es así? Podrá estar con Hanni...

Un nuevo gimoteo al otro lado de la línea.

Sullyoon no sabía qué decirle, llorando también.

Haerin se escuchaba sin esperanza, Sullyoon nunca la oyó llorar de esa forma, y no sabía qué hacer para tratar de consolarla, para tratar de hacerla sentir un poco mejor.

Danielle, frente a ella, también estaba llorando, y Sullyoon se sintió extraña porque nunca la vio llorar.

―Ven conmigo ―murmuró Sullyoon―, por favor, Hae...

No, no ―tomó aire―, ahora estoy... Estoy en casa de Minji, yo, uh... No sabía dónde ir y... ―su voz volvió a romperse―. Necesito... Necesito irme, Eun, no puedo seguir aquí, necesito... Necesito reparar mi corazón y... Y duele tanto, Sullyoon...

―Hae...

―Lo olvidó ―gimió Haerin de pronto, callándola, y ahora podía sentir que su amiga estaba llorando a lágrima viva, sin contenerse―, olvidó mi... Mi cumpleaños, Sullie...

―¿Qué? ―miró a Danielle, que tenía una expresión culpable en ese instante.

―Me... Me dejó plantada... ―balbuceó―, la... La esperé por... Por más de dos horas, y no... No llegó, Eun... Ella... Ella ya no me quiere, ¿no es así?

―Voy a matarla, Haerin, voy a matarla, te lo prometo.

Hubo una risa entrecortada, sin embargo, no le hizo sentir mejor.

―Necesito... Necesito irme... Sólo quería contártelo, bebé gatita...

―Pero Haerin...

―Te llamo después.

Cortó la llamada.

―Sullyoon, por favor, cariño... ―comenzó a decir Jinni cuando esta se puso de pie.

―¡Eres una jodida hija de puta! ―le gritó, ignorando a su novia, que la tuvo que sostener de la cintura otra vez―. ¡Su maldito cumpleaños! ¡¿Cómo mierda se te puede olvidar su maldito cumpleaños, bastarda?! ¡No sabes lo ilusionada que estaba contigo! ¡No sabes lo contenta que estaba! ¡Voy a matarte, idiota, te lo prometo!

―Lo arreglaré... ―murmuró australiana, retrocediendo antes de que Sullyoon se soltara―, lo solucionaré, lo prometo...

Salió de la casa, llamando al hospital, pidiendo que la contactaran con la secretaria de Haerin.

Ya sabía dónde estaba, ahora sólo tenía que rogar por un perdón que no merecía.

**

Changmin estaba sentado en el suelo, jugando en el suelo con unos autitos de carrera, y el niño la miró, parpadeando inocentemente.

―¿Po qué lolas, tía Hae? ―preguntó Changmin con pena en su voz.

Haerin se obligó a sonreír a pesar de sentir el corazón roto, a pesar de que sentía que una parte suya estaba muriendo por todo lo que ocurrió las últimas veinticuatro horas. Eran demasiadas emociones que no podía controlar y la estaban desgastando a más no poder.

―Es que me hice daño y duele, Changmin ―le dijo, revolviéndole el cabello.

Changmin arrugó el ceño.

―¿Dóne dele? ―preguntó, poniéndose de pie.

Haerin le acarició la mejilla, apretándosela con ternura.

―Aquí, Changmin ―murmuró, llevando la manito del niño a su corazón―, me rompieron el corazón, bebé.

Changmin comenzó a frotar su mano contra su pecho, suspirando.

―Sana sana colita de lana, si no sana hoy, sanalá maniana ―murmuró con tono dedicado―. ¿Mejoooooool, tía Hae?

Kang se rió, sintiendo sus ojos llenos de lágrimas otra vez.

―Sí, Changmin, se siente mejor ahora ―le revolvió el cabello, el pequeño poniendo una expresión satisfecha para volver a jugar.

Haerin se giró, mirando por la ventana la llovizna de ese día, suspirando porque no sabía qué estaba haciendo allí exactamente. Ir a la casa de Minji se sintió natural en su momento, desesperada por la situación en la que estaba, deseosa de encontrar una mano amiga que no le juzgara ni supiera toda la historia detrás de su amor desesperado por Danielle.

Minji, por supuesto, no dudó en recibirla en su casa, aunque se disculpó porque no podía atenderla, pues debía ir a dejar a Changmin a la guardería mientras ella iba a trabajar. Pero eso no le importaba a Hae, con tener un espacio donde la mayor no le encontrara cuando descubriera la carta de divorcio firmada bastaba, aunque no sabía si Danielle iría a buscarle.

Después de todo, ¿no consiguió lo que quería desde el principio?

Sí, Danielle debía estar satisfecha ahora, haciendo sus trámites mientras pensaba en la vida que compartiría con Hanni de ahora en adelante una vez todo estuviera hecho.

Y ella tendría que asumir que todo acabó, que ahora estaba sola, que la mujer que amaba le dejó, y sabía que dolería al principio, que costaría, que esa herida tardaría en curar (y puede que nunca curara por completo), pero era el precio a pagar para hacer feliz a Danielle.

Miró la boleta del avión sobre el escritorio, avión que partiría a Osaka, Japón, en dos días, en un viaje donde buscaría alejarse de todo el daño para volver a repararse.

A las cuatro de la tarde fue en busca de Changmin a la guardería, y Minji le avisó que llegaría en una hora más, así que estaba ahí, jugando con el hijo de su amiga para tratar de despejarse un poco.

No quería seguir llorando, no cuando su cabeza dolía tanto y sus ojos estaban tan hinchados y rojos.

El timbre de la casa sonó.

Suspiró, poniéndose de pie.

―Quédate aquí, Changmin, iré a ver quién es ―le dijo, pasando a su lado.

―Está ben, tía Hae ―asintió el niño sin dejar de jugar con su pista de autos.

Caminó hacia la entrada, pensando en que debería ser algún vecino que necesitaba de Kim, y abrió la puerta.

Se encontró con los ojos Danielle.

Abrió la boca, sorprendida, su mano moviéndose para cerrar la puerta, pero antes de poder hacerlo, estaba de pronto siendo empujada hacia el interior. Las manos desesperadas de la más alta la agarraron de las mejillas y tiraron de ella en un beso desesperado, feroz, lleno de sentimientos y dolor.

Jadeó contra la boca de la chica, atónita, sus ojos gatunos humedeciéndose también, y comenzó a sollozar sin entender lo que estaba ocurriendo.

―No te vayas ―lloraba Danielle contra su hombro, sin soltarla―, no quiero el divorcio, Haerin-ah, por favor, no te marches ―tomó aire, sus mejillas húmedas―. Lo siento, lo siento tanto, mi amor, por favor, perdóname, te lo ruego, por favor...

―Danielle... ―jadeó sin mirarla―, vete, por favor.

―No, no, no... ―se arrebujó más contra ella, sin dejar de llorar―, perdóname, lo lamento, sé que soy una idiota, una imbécil, sé que no merezco tu amor ni nada que venga de ti, nunca te he merecido, lo tengo claro, pero por favor, Haerin, te lo ruego, por favor, no me dejes, no puedo vivir sin ti, no puedo, te lo prometo...

Se quedó en silencio, sin moverse, mientras su camisa quedaba húmeda por las lágrimas de Danielle, incapaz de bajar la mirada, porque sabía que si lo hacía, que si le veía llorar, iba a perdonarle todas las cosas del mundo.

―A-Amas a Hanni... ―tartamudeó con la voz temblando―, lo he... Lo he asumido, Danielle...

―¡No! ¡No, no, no! ―gritó, sin soltarla―. ¡No es así, Rinnie, lo prometo! No la amo, no la amo, te amo a ti, a nadie más, lo he entendido ahora ―trató de volver a besarla, pero Haerin movió su cabeza, sollozando―. Soy una tonta, una estúpida, lo sé, Haerin-ah, porque lo entendí sólo ahora que ya te perdí, pero por favor, por favor, no me dejes... Te amo, te amo, te amo, eres mi compañera del alma, eres mi batería, eres mi esperanza, eres mi sol, eres lo más hermoso que tengo, por favor, perdona a esta mierda de persona, te lo ruego, te lo ruego, pequeña princesa, lo lamento tanto... Sé que todavía me amas, te lo-

―Ya no te quiero ―susurró la menor sin mirarle―, no te quiero, Danielle...

―No ―Danielle lloró con más fuerza, desesperada―, no lo digas...

―No te quiero ―repitió, hipando.

Danielle tomó aire, resquebrajada, y volvió a hablar, mirándola a los ojos.

―Haerin-ah ―su voz estaba quebrada y trató de sonreír, aunque sus labios temblaban con tanta fuerza que no sabía si lo logró―. Treinta días, Hae.

Haerin parpadeó, moviendo su cabeza, y le miró en silencio.

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