Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 03

—Haerin, ¿qué demonios te pasa?

Haerin miró a Sullyoon con una mirada impasible mientras le metía un palito de helado a Sohyun en la boquita. La hija de Jinni se había enfermado los últimos días debido a la ola de frío que azotaba la ciudad, y no era la única: ese día, Haerin tenía su agenda llena por lo menos durante una semana más.

No le importaba demasiado, porque Haerin amaba a los niños y no dudaba en ayudarlos si era posible.

Siempre quiso un niño dentro de su familia, y el sueño de adoptar uno seguía ahí metido en su cabeza, a pesar de la inestabilidad con Danielle.

Inestabilidad. Como si fuera eso. Como si estuvieran pasando un mal momento y no le hubiera pedido el divorcio oficialmente tres días atrás.

En esos tres días, Haerin no tuvo noticias de su todavía esposa, pero no la iba a llamar para presionarla.

Haerin conocía a Danielle lo suficientemente bien como para saber qué decisión iba a tomar finalmente.

―Tose, cariño ―le pidió dulcemente a Sohyun, quien obedeció.

La hija de Jinni, que fue producto de su exnovio Sunghoon, era un encanto con todo el mundo. Educada, bonita y tierna, estaba siendo criada por sus dos padres a pesar de que no estuvieran juntos, ya que todavía conservaban una gran amistad aún cuando hubieran sido novios en el pasado.

Sunghoon no tenía problemas en que Sohyun pasara semanas completas con su madre, pues tenía un trabajo pesado como gerente de una empresa de autos y, por lo mismo, solía viajar durante largos períodos de tiempo; sin embargo, no era un padre ausente como muchos solían pensar. Llamaba a Sohyun cada noche preguntando cómo le fue en el día, y cuando Sunghoon estaba en casa, le ponía total atención a su hija. Además, conocía a Sullyoon también, la actual pareja de Jinni, y no ponía reparos en que Sullyoon fuera como una segunda madre para Sohyun.

―Has estado comiendo helado a escondidas de tu tía Sullyoon, ¿no es así, enojona? ―se burló dulcemente Haerin de la pequeña niña, que enrojeció por la culpa y vergüenza.

―No me cambies el tema ―reclamó Sullyoon, detrás de ella―. Haerin, demonios, ¿cómo se te ocurre...? ¡Danielle no merece ninguna oportunidad! ¡Te engañó con su asistente!

El breve recuerdo de ver a Danielle tomándole la mano a Hanni en su oficina, hablándole al oído mientras provocaba que se riera, causó una punzada de dolor en su corazón. Sin embargo, fingió una indiferencia que no sentía para que Sullyoon no siguiera regañándola.

Haerin nunca se consideró a sí misma como una persona celosa, no así como Danielle. Mientras para Marsh era todo posesividad y gruñidos, Haerin era calma y silencio, porque Danielle nunca le dio motivos para dudar de ella en esos ocho años que estuvieron juntas.

No hasta ahora.

―Bronquitis aguda ―le dijo a Sullyoon―, sólo descanso, mucho líquido y acetaminofén para bajar la fiebre.

La mayor murmuró por lo bajo mientras comenzaba a abrigar a Sohyun.

―Deberías firmar sus tontos papeles ―regañó su mejor amiga―, y deshacerte de ella. Le pides la casa, dinero y la mandas al diablo.

―Sullyoon ―dijo Haerin con la voz seca―, sigue siendo mi esposa y la mujer que amo. Tú no lo entiendes, así que te lo diré de una forma fácil: Danielle me sigue amando, lo sé, sólo tiene que darse cuenta de eso, y la ayudaré para que luego no se arrepienta por haberse divorciado.

―¿Arrepentirse? ―farfulló, con rabia tiñendo su voz―. ¿Cuándo Danielle Marsh se ha arrepentido de algo?

Nunca. Danielle era una persona que pensaba bien las cosas antes de hacer algo. Si le estaba pidiendo el divorcio, no era por una decisión apresurada, sino porque tuvo que pasar semanas pensando en si era lo correcto o no.

―Y si realmente te ama ―agregó, tomando en brazos a Sohyun―, entonces que se dé cuenta sola y te pida de rodillas perdón. ¡Te ha humillado! ¿Dónde demonios está tu orgullo, Haerin?

Haerin levantó la vista luego de firmar la receta médica de Sohyun.

―Sullie ―habló, con suavidad ahora―, ¿sabes que el orgullo no lo es todo en esta vida? Si nos dejáramos guiar sólo por el orgullo, entonces la vida sería una miseria ―sonrió con tristeza―. La vida no se trata de quién es el más orgulloso, sino de ser capaz de perdonar y dar segundas oportunidades.

La expresión dura de su mejor amiga se suavizó un poco, para dar paso a la pena.

―No quiero verte llorar más, no te lo mereces, Hae. No una persona como tú ―tomó aire, arreglándole el gorrito a la niña antes de abrir la puerta―. Sigo sin apoyarte en esto, pero eres mi mejor amiga, así que si las cosas no resultan... Bueno, siempre estaré para que llores en mi hombro.

Haerin sonrió, ahora con más alegría.

―Nos vemos el fin de semana ―le dio un pequeño beso en la mejilla a Sohyun―, tú mejórate y hazle caso a tu tía Sullie, ¿bien?

―Sí, tía Hae.

Cerró la puerta, suspirando, antes de decirle a su secretaria que hiciera pasar al siguiente paciente.

Kim Minji y su pequeño hijo de tres años, Kim Changmin, le sonrieron de vuelta.

Haerin saludó familiarmente a Minji, a quien conocía desde que el pequeño Changmin nació, siendo algo así como su médico personal cada vez que el niño tenía alguna complicación. Además, era también una especie de consejera para Minji, ya que el padre de Changmin murió cuando el bebé tenía sólo un año, y desde entonces Kim lo crío sin ayuda alguna.

Por otro lado...

Bueno, Haerin no era tonta. Los últimos meses notó cierto coqueteo y miradas con dobles intenciones por parte de la más alta, pero siempre las ignoró debido a lo preocupada que estaba de su matrimonio con Danielle. Además, Minji sabía que era mujer casada, ¿no era bastante obvio con el anillo en su dedo anular y las fotografías que tenía en el escritorio?

La que más destacaba era, por supuesto, la de su día de matrimonio, donde ambas tenían vestidos blancos y lucían felices ante el juez luego de dar el sí.

Pero, a pesar de amar a Danielle, eso no significaba que Haerin no pudiera mirar, y era bastante obvio que miraría a una mujer como Kim Minji, con un rostro tan atractivo, sensual y, por sobre todo, dulce como el que tenía.

―Luces un poco cansada ―le dijo Minji con expresión preocupada.

Hizo un gesto vago, queriendo quitarle importancia.

―No es nada ―apuntó a Changmin, que tenía el rostro colorado y sorbía su nariz―. ¿Cómo se siente mi paciente favorito?

―Mal ―masculló Changmin con los ojos llorosos.

Minji sentó al niño en la camilla, ansiosa.

―Estuvo todo el día de ayer tosiendo y apenas durmió algo en la noche por eso, además de que tiene fiebre y dice que le duele la garganta —explicó.

Haerin comenzó a atenderlo con diligencia.

Afortunadamente, Changmin era el último niño del día, por lo que no estaba apurada para terminar pronto. A pesar de lo irónico, no estaba demasiado entusiasmada en llegar a descansar a su casa. A su vacía y fría casa.

Mordió su labio inferior, notando sus ojos un poco llorosos ante ese pensamiento.

Decidió concentrarse en el trabajo, no necesitaba ponerse sensible ahora.

Luego de varios minutos revisando al pequeño niño llegó a su veredicto: amigdalitis. Le dio una receta con antibióticos a Minji, recomendándole reposo a Changmin y mucho líquido, viendo su expresión de alivio al ver que no era algo tan grave.

―¿Te vas para tu casa ahora, Haerin? ―le preguntó la pelinegra, mientras abrigaba a su hijo.

Asintió, distraída, guardando las cosas en su bolso.

Normalmente, Danielle solía ir a buscarla durante las tardes para irse juntas y cenar en compañía, aunque las últimas semanas su esposa le enviaba mensajes diciéndole que tenía trabajo extra, así que no la esperara a comer.

Se abrigó.

―¿No quieres que te llevemos? ―ofreció Minji con amabilidad.

Miró a la de cabello negro, notando el interés en sus ojos, y su primer pensamiento fue negarse aludiendo a que su esposa la iría a buscar, que no se preocupara, pero si era honesta consigo misma...

En realidad, Haerin estaba cansada.

―Eso... Estaría bien ―aceptó, sonriendo suavemente.

Sí, estaba agotada de viajar sin nadie a su lado, llegando a una casa vacía y helada, comiendo algo frío mientras miraba la televisión para entretenerse con algo, y luego yéndose a acostar a esa cama enorme, que se sentía ahora incómoda y triste.

Sobre todo, cuando pensaba que Danielle podía estar compartiendo cama con su amante.

Trató de desviar ese pensamiento, fingiendo oír la conversación de Minji, contándole sobre los logros de su hijo en el jardín de infantes, y subió al asiento del copiloto sin decir otra cosa.

¿Danielle disfrutaría de sus encuentros con Hanni? De seguro que sí, después de todo, ¿no lucía enamorada y pendiente de ella como lo hizo con Haerin durante tanto tiempo?

Haerin tenía miedo de perderla, aunque una parte de ella le susurraba que ya era tarde, que Danielle se le escapó de las manos y ahora le pertenecía a otra persona.

No quería ser negativa, Haerin trataba de creer en el amor que Danielle le tuvo –tenía– y apelar a ello para volver a conquistarla, para demostrarle que su amor seguía allí, sólo había que regarlo, pero luego de eso, ¿qué vendría? Las cosas no volverían a ser iguales, lo tenía claro.

¿Cómo lo serían cuando Danielle estaba amando en ese mismo instante a otra persona?

¿Y cómo no amaría a Hanni? Haerin la conocía no sólo de vista, hablaba con ella también cuando se la encontraba al momento de visitar a Danielle en su oficina. Hanni era una mujer guapa, educada, amable, inteligente y graciosa, que solía atraer las miradas para donde fuera.

Haerin, en cambio, no podía competir con ella.

Allí donde Hanni era todo risas, Haerin era apenas una carcajada. Allí donde Hanni era un rosal, Haerin era sólo una margarita. Allí donde Hanni era una tormenta, Haerin era con suerte una llovizna.

Haerin no culpaba a Danielle por haberse enamorado de Hanni.

Pero, aun así, dolía porque Kang siempre se enorgulleció de tener el corazón de Danielle sólo para ella, y ahora no le quedaba nada de eso. Sólo una pequeña esperanza de que la australiana pudiera notar que ellas estaban destinadas, eran almas gemelas, y decidiera aceptar esa tonta, pero consoladora oferta que podía acabar muy mal.

Aunque si las cosas fracasaban...

¿Qué haría Haerin sin Danielle?

Ocho años de amor no eran fáciles de superar, a pesar de que para Danielle lo hubieran sido.

―Haerin, ¿por qué lloras?

Parpadeó, levantando la vista y encontrándose con el preocupado rostro de Minji frente suyo.

Se dio cuenta, entonces, de que Minji estaba estacionada fuera de su casa y Changmin se encontraba durmiendo en el asiento trasero, sentado en su sillita.

Llevó sus manos a sus mejillas, notándolas húmedas, y abrió la boca para disculparse.

Pero lo que salió no fue una disculpa, sino un jadeo de dolor mezclado con un sollozo.

Cubrió su boca, derrumbándose por completo sin saber por qué.

Dolía, dolía tanto ver que Danielle, la persona a la que consideraba el amor de su vida, de pronto se diera cuenta de que no la amaba como decía hacerlo, buscando a otra persona con la que compartir su vida, y la hiciera a un lado porque ya no le quería.

Dolía ser desechada y tirada a la basura.

Dolía ver que era la única enamorada y la única
que estaba dando algo por un matrimonio que parecía perdido desde hace mucho.

―L-Lo si-siento... ―sollozó entre hipidos.

―No, no, no te disculpes, no pasa nada ―se apresuró a decir Minji con pena en la voz―. No llores, Hae, por favor, me rompe verte así.

Las grandes manos de Minji acariciaron su rostro húmedo e hinchado, sin embargo, no vio la repulsión o disgusto en sus ojos, sólo eterno cariño y ternura, genuina preocupación y afecto que no veía hace mucho.

No, Danielle fue la única en mirarla de esa forma durante tantos años, que olvidó lo que era que otra persona se preocupara de esa forma por ti.

―Danielle me... Me pidió el di-divorcio... ―contó entre lágrimas―. Ella ya no... No me quiere... Y está bien, lo ju-juro, yo no... No puedo obligarla a quererme, pero... Pero no lo hace más fácil, y duele tanto, tanto...

Dejó que los brazos de Minji la rodearan, atrayéndola a ese cálido cuerpo desconocido, pero cómodo, que parecía sostenerla tan bien en ese instante. Pronto dejó su hombro húmedo por las lágrimas, mientras seguía sollozando por la tristeza que le embargaba.

―Tranquila, mi amor... ―murmuró, acariciándole el cabello―, sé que duele, no te avergüences de eso, bebé ―sintió unos suaves labios besándole la frente y le miró entre lágrimas―. Hae, si quieres-

No alcanzó a oírla, porque en ese instante alguien abrió bruscamente la puerta del copiloto y la agarró del abrigo, tirando de ella, separándola de forma sorpresiva.

Soltó un grito suave mientras Minji se quejaba, saliendo del auto.

―¡Oye, idiota!

Haerin se volteó, encontrándose con el disgustado rostro de Danielle.

Le miró, sorprendida al notar su mandíbula apretada, sus ojos refulgiendo por la ira.

―Treinta días ―concedió Danielle con la rabia tiñendo su voz.

Pero sus palabras no le sorprendieron.

No, lo que le sorprendió fue ver en el rostro de Danielle, luego de que le hubiera pedido el divorcio, unos irracionales celos que no veía desde que ambas tenían veinte años y eran unas jóvenes tontas, ilusas, pero por sobre todo, enamoradas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro