yuk
Apego" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
— Hola, Hitoshi, ¿cómo estás?
Shinso Hitoshi le sonrió a Izuku como si nada, sentándose frente a él con Byul en sus brazos, el niño sorbiendo su nariz llena de mocos, mirándolo con ojos llorosos.
—Byul no ha mejorado mucho desde la última vez que nos vimos —dijo Hitoshi con pena en su voz—, ya me está poniendo nervioso, ¿y si empeora, Izuku?
—Oye, tranquilo, Toshi —trató de consolar Izuku poniéndose de pie—. Vamos, Byul, ¿confías en el tío Izu?
— Sí —lloriqueó Byul dejando que Izuku lo tomara en brazos.
Silenciosamente, Izuku comenzó a revisar al niño con el ceño fruncido en concentración, preguntándole dónde era que le dolía más y consultándole también a Hitoshi ciertas cosas.
Luego de diez minutos examinando al menor, Izuku suspiró y le dijo a Hitoshi que al parecer la amigdalitis de Byul había derivado a una pequeña sinusitis bacteriana aguda.—Tendrá que tomar antibióticos por una semana y media —le dijo a Hitoshi anotando los nombres de los remedios en la receta—, luego lo volveré a evaluar. Ya te vas a poner mejor, Byul, y podrás corretear en el parque.
Izuku hizo amago de caminar hacia la puerta para abrirla, sin embargo, antes de poder hacerlo, Hitoshi tomó su brazo deteniéndolo en el acto. Lo miró, con una ceja enarcada por la intriga, para luego sentir su garganta seca al notar los cansados ojos suplicantes de Hitoshi.
—Izuku, um... —comenzó a decir Hitoshi con timidez—, yo... te quería preguntar sobre lo que ocurrió con tu exesposo. Sé que no debo meterme, pero...
—Oh —Izuku se removió, incómodo, mordiendo su labio inferior—. Bueno, Katsuki y yo... nos estamos dando una nueva oportunidad...
La mirada de Hitoshi pareció apagarse ante las palabras de Izuku, y sin saber por qué, se sintió algo culpable. Quería que Hitoshi no se hiciera ilusiones con él, que no lo esperara, pero tampoco se sentía capaz de intervenir en su corazón de esa forma porque, por mucho que quisiera que Hitoshi no lo mirara de esa forma, él no podía decidir que no lo mirara de esa forma, él no podía decidir por Hitoshi.
—¿Estás seguro? —levantó la vista ante el serio tono de Hitoshi—. Tú dijiste que Katsuki ya no te amaba. Entonces, ¿estás seguro de que vale la pena darle una oportunidad a alguien que dejó de amarte?
Sabía que Hitoshi no lo hacía con mala intención, que debía estar preocupado por él, que no quería verlo pasándola mal -eran, después de todo, las mismas palabras que Shouto e Inasa le dijeron dos días atrás-, pero eso no lo hacía más fácil.
Todo el mundo creía que Katsuki no lo merecía, y puede que tuvieran razón, pero el mundo no se trataba de dar oportunidades a personas que realmente lo merezcan y quitárselas a quienes no valían la pena.
No, Katsuki no merecía que estuviera haciendo esto por él, pero Izuku lo amaba con tanta fuerza, con tanta desesperación, sentía un amor tan inmenso con él, un apego tan enorme por ese hombre, que sentía que debía hacerlo.
Por él. Por Katsuki. Por esos ocho años que estuvieron juntos, como novios, casados, compartiendo días, semanas, meses; compartiendo sueños y anhelos; compartiendo risas y gritos y llantos.
Y Katsuki estaba poniendo de su parte, eso lo podía jurar por su vida, porque su marido lo estaba yendo a buscar todos los días, le preguntaba cómo le había ido, desayunaban y cenaban juntos, conversaban y no permitían que el silencio entre ellos se instalara. ilncluso habían salido dos veces el fin de semana pasado! No sólo fueron al cine y luego a cenar, sino que el día domingo decidieron ir al zoológico a ver un show de pingüinos recién inaugurado, y si bien no se besaron, hubo un breve momento en el que ambos se quedaron observando en silencio, a punto de fundirse en un beso, pero terminaron desviando la vista, avergonzados, como dos adolescentes tontos en su primera cita.
Izuku podía sentir que el amor estaba volviendo, ¿por qué el resto no podía apoyarlo un poco más?
—Hitoshi, por favor, eres mi amigo y aprecio tu opinión, pero te pido que en esto no te metas—le pidió amablemente Izuku con tono triste—. Si no resulta, entonces está bien, al menos lo intenté. Pero si llega a resultar entonces...¿No habrá valido todo esto la pena?
Hitoshi desvío la vista, apenado, negando con la cabeza, para luego suspirar.
—Sólo no quiero verte llorando, eso me rompe el corazón—murmuró Hitoshi.
Izuku le sonrió con dulzura.
—Esta bien si lloro, eso hacen los humanos, Hitoshi.
Su amigo asintió a regañadientes.
—Supongo entonces que no vale la pena invitarte a salir el día de los enamorados o en tu cumpleaños —dijo con tono irónico.
Izuku sacudió la cabeza.
—Katsuki y yo celebramos las dos fechas juntas con una cena—recordó de pronto Izuku, emocionandose al pensar en eso.
Sólo quedaba una semana para su cumpleaños, así que debía ir reservando el restaurante al que iban a ir, ese viejo lugar donde tuvieron su primera cita, donde iban a cenar cada fecha especial, y donde Katsuki le había pedido matrimonio también. Ese pequeño restaurante era su pequeño refugio personal y privado.
Hitoshi soltó un quejido, resignado.
—Espero entonces que la pases bien, Izu —dijo Hitoshi—, porque te lo mereces.
Izuku sólo pudo sonreírle, contento, sintiendo que por fin la vida le estaba sonriendo.
Katsuki terminó de guardar un informe en su bolso cuando sintió la conocida presencia de alguien más en la oficina.
Levantó la vista, tranquilo, chocando con la triste mirada de Eijiro.
—¿Ocurre algo, Kiri? —le pregunto con calma, aunque podía sentir como su corazón se rompía cuando su asistente negó con la cabeza.
—Sólo... te extraño —murmuró Eijiro conla voz rota.
El más bajo cerró sus ojos un momento, apoyándose en la mesa, y no se movió cuando de pronto Eijiro lo abrazó por la cintura, enterrando su rostro en su hombro, aferrándose a él con una desesperación casi dolorosa.
Llevaban dos semanas sin estar juntos, desde que Katsuki aceptó el trato de Izuku, y sabía que la separación le estaba afectando a Eijiro un montón, en especial porque Katsuki estaba cumpliendo su palabra de mantenerse alejado de él ese tiempo.
Katsuki se sentía culpable, se sentía como un hijo de puta, se sentía como un bastardo por estar jugando con una persona tan hermosa por su maldita indecisión.
¿Y lo peor? Es que no sabía si estaba jugando con Izuku o con Eijiro.
Porque cuando veía a Eijiro, su corazón parecía acelerarse, no podía evitar bufar y sonreír ante sus chistes y sentir un calorcito al tener cerca a su asistente. Pero cuando pasaba a buscar a Izuku, se encontraba con sus ojos verdes, y sus labios le sonreían con esa preciosa sonrisa que poseía, podía sentir como todo parecía iluminarse a su alrededor, su cuerpo reaccionaba inclinándose hacia su pareja y quería estar todo el día acurrucado contra él.
No sabía qué hacer en esa situación, no sabía qué hacer con Izuku, con Eijiro, porque dos semanas atrás estaba seguro de su decisión y sus sentimientos, pero en ese instante, su seguridad parecía haberse ido a la mierda.
—No quiero perderte —susurró Eijiro mientras le acariciaba el cabello.
Quiso decirle que no lo haría, que eso jamás iba a ocurrir, pero Katsuki no quería mentirle tampoco, porque ahora todo estaba confuso para él.
Empujó con suavidad a Eijiro, alejándolo de él, tratando de mantener la calma.
—¿Ordenaste mi agenda para la próxima semana? —le preguntó con suavidad.
Eijiro asintió, desviando la vista.
—La reunión con los inversionistas de Japón se fijó para el miércoles, a las seis de la tarde —dijo Eijiro mordiendo su labio inferior—, no querían otro horario, y como dijiste que coordinara según lo que ellos pidieran...
—Está bien —le dijo asintiendo—, no tienes que preocuparte por eso —le tomó de las mejillas, llamando su atención—. Ahora anda a casa, Eijiro, tienes que descansar. Te has estado exigiendo mucho estos días, ¿crees que no lo he notado?
—Pásalo conmigo —le pidió Eijiro—, te necesito.
Katsuki negó en silencio.
—Sabes que no puedo —le recordó.
Eijiro retrocedió, haciendo una mueca.
—Eres un maldito cobarde, Katsuki —le dijo con furia en su voz, saliendo de la oficina a paso presuroso.
¿Crees que no lo sé?, pensó Katsuki con amargura.
Horas más tarde, mientras cenaba con Izuku, que no dejaba de parlotear sobre su día, fue cuando le hizo aquella pregunta que durante tantos días lo estuvo atormentando:
—¿Por qué me amas?
Izuku enmudeció, volteándose a mirar a Katsuki con la sorpresa pintando su rostro, aunque su expresión se suavizó cuando notó los ojos tristes de su marido.
Suavemente, le tomó su mano, dándole un apretón.
—¿Por qué no hacerlo? —su voz era cariñosa—. Bebé, te amo porque simplemente puedo hacerlo. Lo que siento por ti es tan natural como respirar o pestañear, ¿sabes? Porque todo puede ir mal, todo puede estar derrumbándose, pero si me miras, si me sonríes... entonces sé que todo va a estar bien.
Katsuki se sintió miserable, sus ojos llenos de lágrimas.
—No, no lo entiendes —sollozó Katsuki—. ¿Por qué todavía me amas? ¿Por qué dices necesitarme cuando no me necesitas? ¿Por qué no me odias?— Izuku quiso hablar, pero Katsuki continuó—. No deberías amarme, no cuando he sido un hijo de puta egoísta, te desgarré, te rompí, cuando te hice llorar por mis acciones y te he dicho que ya no te amo. Y aún así, después de todo eso, tú... tú sigues llamándome bebé como si no hubiera hecho nada malo, como si no fuera la mirada que soy...
Izuku se puso de pie, y de pronto lo abrazó con fuerza, permitiendo que enterrara su rostro en su pecho, dejando que llorara como un niño herido, acariciándole el cabello, dejando pequeños besos en frente con un infinito amor que lo estremeció por dentro.
Porque no sabía qué era lo que sentía, y eso le asustaba un montón.
—No hiciste nada malo, Katsuki —le murmuró Izuku—, sólo hiciste lo que creías correcto. Y está bien, está bien, mi amor, lo prometo. No importa lo que hagas, Katsuki, yo jamás podría odiarte, ¿está bien? —Katsuki asintió, hipando, y entonces
Izuku agregó con broma en su voz—. Anda, bebé, deja de llorar. Limpia esas lágrimas feas y dale mejor un besito a tu Deku.
Katsuki soltó una risa entrecortada, observando la sonrisa de Izuku, y lo hizo.
Katsuki lo besó.
Y por un instante las cosas se sintieron bien.
Voten y comenten puppies, los leo.
😘😘😘😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro