sa
Apego" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
Katsuki, frente a él, seguía teniendo la mandíbula apretada y una mirada de molestia a pesar de que Hitoshi se hubiera marchado minutos atrás y se quedaran solos.
No había dicho nada incluso cuando Izuku le sirvió un vaso de agua, diciéndole que se calmara.
Se sentó a su lado, mordiendo su labio inferior.
—No tenías que reaccionar de esa forma, Kacchan — le dijo con voz suave.
Katsuki le miró con el ceño fruncido.
— Iba a besarte. Ese maldito bastardo ojeroso iba a besarte.
—Y tú has besado a Eijiro —le interrumpió Izuku, ahora con expresión dolida—. ¿No es eso injusto, Katsuki? ¿Qué tú tengas un amante y te estés comportando de esta forma? ¿Ya te has acostado con él?
Katsuki no dijo algo por varios segundos, bebiendo agua en silencio, y cuando dejó el vaso sobre la mesita del living, lucía mucho más calmado. —No —dijo Katsuki con fastidio—, sabes que no lo he hecho, Izuku.
Izuku arrugó los labios, negando con la cabeza.
—¿Por qué debería creerte?
—Porque sabes que no te mentiría con eso — replicó Katsuki poniéndose de pie—. Por mucho que quiera el divorcio y esté enamorado de Eijiro, sabes que no me acostaré con él hasta que los papeles estén firmados. Incluso sabes que si lo he besado, ha sido después de pedirte la separación, de decirte la verdad, ¿no es así?
Sonriendo amargamente, Izuku asintió, forzándose a no lucir herido a pesar de las palabras de Katsuki.
Tenía claro que su esposo no le mentiría con eso, que estaba diciendo la verdad, pero eso no lo hacía más fácil. De alguna extraña forma, si le hubiera dicho que se acostaba con Eijiro, no tendría tantas dudas porque habría atribuido los deseos de separación a una calentura de Katsuki por su asistente, sin embargo... Si no se habían acostado y con suerte compartieron unos besos, eso significaba sentimientos más profundos que le aterraban.
—¿Qué estás haciendo aquí, Katsuki? —preguntó Izuku con voz rota.
Katsuki apuntó a su bolso.
—Vengo por los papeles —contestó impasible—, pero también tengo claro que eres una persona demasiado terca, Izuku —suspiró, sentándose—.
Treinta días, ¿no es así?
Izuku asintió en silencio, mirando a los ojos escarlata de su marido.
—¿Cómo pretendes hacerlo, Deku?—Katsuki suavizó su tono—. Comprendes que yo ya no te amo, ¿cierto? Sólo te estás haciendo más daño, Deku.
Que le llamara con el mote cariñoso de siempre hizo que algo doliera en su interior.
—¿Más daño? —se burló quebrado—. ¿Cómo me haré más daño, Katsuki? El hombre que amo quiere dejarme porque está enamorado de otro y lo único que pido son treinta días para poder demostrarle que aún puedo ser suficiente para él.
La expresión de Katsuki cambió, y el más alto le tomó las manos, llamando su atención, pidiéndole con ese simple toque que se calmara un poco.
—Deku, bebé —murmuró Katsuki—, no digas esas cosas, ¿está bien? Tú eres... tú eres más que suficiente para cualquier persona, es más, yo diría que... que nadie te merece, menos yo —Katsuki trató de sonreírle, aunque Izuku desvió la mirada, sabiendo que pronto se pondría a llorar—. Deku, todavía te quiero, y porque te aprecio lo suficiente es que te estoy pidiendo esto. Por favor, firma los papeles, no es necesario que continúes con está puta tontería.
Su labio tembló.
—¿Tontería? —tragó saliva—. ¿Querer luchar por tu amor te parece una tontería? —se puso de pie, repentinamente enojado—. ¿Querer salvar nuestro matrimonio, nuestra relación de ocho años, te parece una tontera?
—Mierda, sabes que no me refiero a eso-
—Treinta jodidos días —exigió Izuku —. Es eso lo que te pido, Katsuki, o tendrás que llamar a mi abogado para el divorcio.
Katsuki hizo una mueca, molesto también.
—Como quieras —espetó con la voz dura—, pero apenas termines con tu show, entonces tendrás que firmar todo lo que te exija.
Soltó una risa helada.
—Está bien —se agachó hasta quedar a la altura de Katsuki—, pero estos treinta días, Kacchan, serás sólo mío, ¿entendido? No quiero verte de forma romántica con Eijiro ni que pases noches fuera diciendo que tienes que trabajar. Para que esto funcione, tú también tienes que poner de tu parte.
Katsuki apretó sus dientes, observando los ojos verdes de Izuku, y sintió algo extraño removiéndose en su estómago al ver una mirada tan decidida en el rostro de su esposo. Pero por sobre todo, algo se estremeció cuando notó lo hermoso que se veía Izuku tan cerca suyo.
¿Cuánto tiempo llevaba sin tenerlo de esa forma a su lado?
No podía recordarlo bien.
—Bien —se enderezo de donde estaba sentado, su aliento chocando con la respiración de Izuku—, pero tampoco quiero verte cerca de ese bastardo tenebroso e iracundo, no me gusto nada la forma en que me grito cuando te saque de su auto, Deku.— Izuku enarcó una ceja.
—¿Acaso tú tienes mucho autocontrol Kacchan?
Humedeció sus labios, gruñendo una maldición en voz baja.
—Te he dicho que con mi carácter no, Deku.
Por primera vez en días, sintió como sus labios se curvaban en una sonrisa tímida y algo temblorosa.
—Debes estar de joda, Katsuki.
El de cabello rubio miró a su mejor amigo, Sero, sentado frente a él con una mirada de incredulidad en su rostro.
Se encogió de hombros, indiferente.
—¿Y Eijiro aceptó eso? —insistió Sero al no oír respuesta alguna de Katsuki.
Katsuki cerró el portátil, bostezando, fingiendo una indiferencia que no sentía ante la presión de su amigo.
Sero, siempre sonriente y dispuesto a bromear, lucía ahora molesto, irritado, y por qué no decirlo, indignado.
—Peleamos —contestó Katsuki—, no le hizo gracia alguna.
—¡Claro que no le haría gracia! —exclamó Sero poniéndose de pie—. Demonios, Katsuki, ¿cómo se te ocurre aceptar algo así? —el de cabello negro le miró, furioso—. ¿Acaso no te bastó con hacerle daño a Izuku, ahora planeas destrozarlo? Y no sólo eso, también le estás rompiendo el corazón a Eijiro...
—Quiero un divorcio tranquilo, Hanta, sin peleas, sin abogados, sin tener que ir a una corte, y si debo esperar treinta putos días, lo haré —explicó Katsuki guardando sus cosas—. Sé que no estás a favor de esto, después de todo, tampoco me apoyaste cuando te conté lo del divorcio —añadió con rencor en su voz.
Sero soltó un bufido.
—¿Cómo quieres que te apoye cuando sé que estás cometiendo un grave error? —preguntó con tristeza su amigo—. Katsuki, mierda, somos amigos desde que fuimos al colegio, conozco a Izuku y sé que su relación es una de las cosas más bonitas que haya visto, y que ahora quieras destruirla por un capricho...
Katsuki fulminó con la mirada a su mejor amigo.
—No es un capricho —espetó Katsuki—, realmente quiero a Eijiro.
El de cabello negro soltó una risa carente de diversión.
—¿Quererlo? Por supuesto que lo haces —Sero negó con la cabeza—, pero lo que sientes por Izuku va más allá de eso. Siempre ha ido más allá de eso. ¿Por qué eres la única persona que no lo ve?
Katsuki le miró en silencio.
Katsuki siempre había sido el que dio los primeros pasos, por supuesto, pero era Izuku quien estuvo delante de él todo ese tiempo esperando para recibirlo.
Pero ahora...
—No quiero seguir hablando de esto —gruñó Katsuki.
Sero suspiró, siendo consciente de que no tenía que continuar insistiendo en ese tema.
—Sólo... Katsuki, por favor, piensa bien en tus acciones —suplicó Sero—, eres mi mejor amigo, pero Izuku también es mi amigo, y no quiero ver cómo sufre por tu culpa. No Izuku, Katsuki.
Izuku no se lo merece.
Quiso decirle algo, pero Sero le hizo un gesto de despedida, aludiendo a que Mina le esperaba para salir a comer fuera, y se tragó sus palabras.
Media hora más tarde, se detuvo fuera del hospital, con una extraña sensación el estómago. Llevaba tanto tiempo sin ir a buscar a Izuku a su trabajo que incluso los guardias se notaron sorprendidos por ello, saludando de forma vacilante.
Minutos después, Izuku estaba saliendo por las puertas del edificio, abrigado a más no poder debido al frío. Estaban a finales de enero, el invierno azotando a la ciudad de forma cruda y helada.
Izuku entró, su nariz colorada, y Katsuki le observó sin saber exactamente el porqué.
Izuku siempre se había visto lindo con las mejillas cubiertas de rojo.
Pero sólo cuando Izuku se inclinó y le dio un beso en su moflete fue que parpadeó, reaccionando.
—Hola, Kacchan —saludó con voz tímida.
Katsuki miró al frente, con algo sacudiéndose en su interior.
—Hola, Deku —contestó en voz baja—. ¿Cómo te fue hoy?
Izuku comenzó a hablar, y extrañamente, las cosas se sintieron bien.
Voten y comenten queridos cachorros, los leo.
😘😘😘😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro