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6.3 Acoplamiento

CAPITULO VI


Acoplamiento (parte 3)


Y ahí estaban de nuevo.

Sentados como niños regañados en el sofá —cosa que ya empezaba a hacerse costumbre—recibiendo las miradas reprobatorias de su padre que se paseaba de un lado a otro asegurándole al asistente-chofer-guardaespaldas de Bruce que lo sucedido arriba en la habitación hacia un rato fue un caso aislado que JAMÁS había pasado antes bajo su techo, y que no se repetiría hasta que ambos estuvieran bien casados.

Por un momento, Clark estuvo tentado de corregirlo de su error, y decirle que de hecho sí que había pasado varias veces a lo largo de esos 3 días. Lo que pasaba era que nunca los pillaron infraganti, ni llegaron a cruzar la línea de los besos y las caricias fortuitas por debajo de la ropa. No obstante, hacerlo acarrearía un nuevo sermón y confesar cuando se suscitaron... Y eso, definitivamente no le ayudaría en nada si consideraba que una de ellas se dio sobre la mesa del comedor, así que mejor mantuvo la boca cerrada para evitar más problemas.

Y a todo esto... ¿Cuál había sido el problema?

Bueno, pues... ¡El problema como siempre era Bruce! Y su GRAN idea de parar su enfado con un BESO por llevarse su ropa sin permiso. El cual, por cierto, se les fue de las manos alimentado por la ansiedad de su inminente separación. Terminando ambos en la cama donde los encontraron sus padres atraídos por el ruido que hacían a nada de tener sexo. Un momento realmente bochornoso que les bajó de un plumazo la calentura haciéndolo entrar en razón de sus actos... Claro que el golpe que le propinó Bruce arrojándolo fuera de la cama también ayudó.

—Eh... —carraspeó el Alfa llamado Trevor que se veía visiblemente contrariado e incómodo por la situación, pues evitaba mirarlos— D-disculpe que lo interrumpa señor Kent, pero... No creo ser alguien a quien corresponda que usted le deba dar una explicación. Sólo soy un empleado cuyo trabajo es obedecer sin cuestionar las órdenes del señor Wayne, y la de mis 2 superiores inmediatos: el señor Pennyworth y el señor Fox. Más allá de eso, si el señor Wayne no me externa su inconformidad... —ruborizándose—. Por los sucesos, no actuaré sin su permiso —luego, dirigiéndose directamente al Omega, preguntó serio—. Señor Wayne, ¿quiere que haga algo al respecto?

El cambio de la postura y el tono firme en la voz del Alfa le hizo saber a Clark que hablaba totalmente en serio, y que de darle Bruce una orden, este no dudaría en realizarla sin importar que, con lo cual comenzó a comprender porque le brindaba su confianza, cosa que lo tranquilizo e instó a brindarle la propia.

—No —la respuesta fue terminante—. No ha pasado nada que yo no haya permitido —el Alfa asintió, relajándose—. Ahora, si eso es todo, dime porque llegaste antes —su padre pareció no estar de acuerdo con dejar el tema así, pero guardó silencio, alerta a la respuesta.

—Temo no poder responder a eso, solo recibí esta mañana la orden del señor Pennyworth de presentarme antes de lo acordado y entregarle esto —sacando de entre su traje un sobre de color negro y extendiéndoselo.

Clark lo notó. Fue a penas un breve instante que pasó desapercibido para los demás, pero no para él, cuyos sentidos estaban mucho más desarrollados: el cómo el Omega se tensaba ante la simple visión de ese sobre oscuro.

—Ya veo —sonrío Bruce tomándolo y abriéndolo sin titubear, dejando a Clark desconcertado, que sin pensar, usó su supervisión para enterarse de su contenido. Grande fue su sorpresa al no encontrar nada relevante o sospechoso que explicara aquel pequeño momento de tensión en el Omega—. Por lo visto sí que han resentido mi ausencia en la empresa —declaró al fin con el mismo tono despreocupado de siempre al terminar de leer, con lo que atrajo nuevamente la atención de Clark, pues le sonaba de alguna forma falso.

—¿Es algo serio? —preguntó su padre preocupado.

—Para nada, lo usual —dijo Bruce restándole importancia con un ademán—. Falté a 2 juntas seguidas y quieren asegurarse que sigo vivo —explicó.

—¿Sueles descuidar frecuentemente tu empresa? —cuestionó su padre con el ceño fruncido.

—¡Jonathan! —le llamó la atención la Omega, previendo una posible discusión.

—En otro momento con gusto se lo contaré señor Kent, cuando disponga de más tiempo —contestó diplomáticamente Bruce sin verse afectado por la crítica implícita—. Trevor —dijo dirigiéndose al Alfa—. Acompáñame a mi habitación, te indicaré que debes empacar; en cuanto lo subas al auto, partiremos.

—Como ordene, señor Wayne —respondió levantándose del sillón—. Con su permiso: señor, señora Kent —solicitó cortés.

—Adelante, estás en confianza, no necesitas ser tan formal. —le dijo su madre con amabilidad—. Por cierto, ¿ya desayunaste?

—Yo... Eh... —titubeó desconcertado por la pregunta, mirando a Bruce en busca de la respuesta correcta, escuchándose para su mala suerte el rugir de su estómago vacío al llegar a sus fosas nasales el delicioso olor de la comida.

—Supongo que no —se autocontestó la Omega sonriendo comprensiva—. Te empacaré algo para el camino.

—G-gracias, señora —atinó a decir el Alfa visiblemente apenado, apresurándose a seguir al Omega que ya se dirigía al piso de arriba.

—¡Bruce, no tardes, te esperaremos para terminar de desayunar! —gritó su madre recibiendo un leve asentimiento del susodicho que ya subía las escaleras—. Bueno, supongo que no demorará mucho, así que esperémoslo en la cocina —encaminándose hacia allá, empujó a padre e hijo que no tuvieron más opción que hacerlo.

La espera del regreso del Omega fue demasiado larga para el gusto de Clark que extrañado, lo observó sentarse y charlar amenamente con sus padres en una actitud que sólo pudo catalogar como artificial. Algo le preocupaba, estaba convencido de eso, y lo que fuese tenía que ver con ese sobre oscuro, pero no estando solos era incapaz de atreverse a preguntar el motivo sin sonar dramáticamente paranoico. Así que esperó, haciendo gala de una infinita paciencia que desconocía poseer, por lo que ni siquiera protestó cuando el otro Alfa bajo con bolsas atiborradas con su ropa fue rumbo a la salida seguido al momento por sus padres que se levantaron para ayudarlo.

—¿Todo está bien, Bruce? —preguntó apenas quedaron solos.

—Por supuesto —dijo este sonriendo—. ¿Por qué no lo estaría?

—No sé... —dudó Clark—. Te he notado raro desde hace un rato.

—Mmm... —eludiendo a apropósito su mirada, respondió—. Debe ser tu imaginación.

—No lo creo.

La convicción de su afirmación provocó que Bruce enfrentara de nuevo su mirada denotando sorpresa, recomponiendo su expresión enseguida.

—No me conoces lo suficiente para poder afirmar eso —respondió con presunción.

—Tal vez, pero estoy seguro que no me equivoco. En cuanto viste ese sobre negro... —se detuvo pensando en cómo explicarse—. Volviste a ser distante... Como cuando llegaste. Incluso ahora, ni siquiera sé si estoy hablando realmente contigo o con otra persona.

El silencio se instaló entre ambos.

—Acordamos mantener nuestros secretos —dijo al fin Bruce mortalmente serio en un tono que le provocó escalofríos a Clark: nuevamente la personalidad del Omega había cambiado—. Yo no hago preguntas.... Tú no me las hagas a mí—soltó en advertencia.

Quiso replicar a ello, pero fueron interrumpidos por Trevor.

—Señor Wayne, todo está listo.

—Una lástima tener que dejar tan entretenida conversación, pero debo partir "mi alfa" –lo último le sonó más bien como un insulto a pesar del tinte juguetón que empleó el Omega que se inclinó acercando su rostro en un supuesto beso, murmurando bajo—. Resuelvo mis propios problemas —alejándose y sonriéndole encantadoramente como en aquellas revistas que comenzaba a odiar—. Nos veremos en 5 días, llámame antes si te arrepientes —la aparente broma lo puso de malas.

—Nunca.

—Entonces nos veremos en Gotham —girándose para salir, acción que Clark impidió sujetándolo de su mano recibiendo un fruncimiento de ceño por parte del otro.

—Te acompañaré hasta el auto —Bruce dudó un segundo pero asintió, y Clark lo agradeció, porque la opresión en su pecho y el malestar en su estómago iban en aumento a cada segundo, quizá era masoquista, después de quejarse tanto de la compañía del Omega... Ahora su partida lo abatía, queriendo retenerlo lo más posible a su lado con un miedo atroz de perderlo y no volver a verlo jamás.

Al salir al exterior, su inquietud se acrecentó y se aferró con desespero a la mano del Omega que aún sostenía entre la suya entrelazando sus dedos. No fue hasta que su madre tocó su hombro que se dio cuenta que todos lo observaban preocupados.

—Cariño, Bruce ya se tiene que ir.

Con reticencia soltó lentamente la mano que aferraba y sintió que el aire lo abandonaba, era una sensación extraña de asfixia que nunca había sentido antes, acompañada de escalofríos y un hormigueo que recorría todo su cuerpo, y no fue hasta que empezó a transpirar copiosamente y sentir vértigo que comprendió que estaba teniendo un ataque de pánico.

—Clark, tranquilo... Respira —Clark pestañeó varias veces antes de comprender que era Bruce el que le hablaba... Muy cerca, casi pegado a su cuerpo, acariciando su mejilla en un gesto tierno que jamás había tenido con él—. Impregne mi aroma en nuestra cama... —le murmuró bajito al oído, y escuchar eso hizo regresar el calor a su cuerpo—. En tu ropa... —prosiguió burlón—. Y en las sabanas que guardas de esa noche en esa horrible caja —los colores se le subieron, avergonzado por ser descubierto—. Así que... —depositando un corto y casto beso en sus labios, dijo: — hazme un favor y no hagas nada estúpido hasta que nos volvamos a ver.

Clark asintió automáticamente y lo dejó alejarse, viendo cómo se despedía de sus padres y subía al auto dedicándole una última mirada acompañada de una sonrisa que esta vez le pareció genuina. Mientras se alejaba, no perdió de vista el vehículo por varios minutos, usando para ello su súpervisión, hasta que nuevamente su madre llamó su atención con un semblante que denotaba preocupación.

—Cariño... —titubeó ella con algo que le pareció sonaba a... ¿Culpa? Aunque eso no tenía sentido—. Hay algo... Que tengo que decirte.


**************** & ****************


Bruce gruñó molesto colocándose a toda prisa las ropas del traje color azul marino que trajo consigo Trevor para él por órdenes de Alfred, haciendo caso omiso al pudor de hacerlo frente al avergonzado Alfa que le daba la espalda tratando de no mirar mientras vigilaba que nadie entrara al cubículo del baño sin puerta que usaba en ese momento como improvisado vestidor y cuarto de aseo dado que no podía presentarse en su oficina con la facha de granjero y apestando al aroma de Clark encima.

Preferentemente habría querido ir primero a su mansión o por lo menos alquilar una habitación en algún hotel de paso en el camino donde podría haber realizado la tarea con mayor eficiencia y sin prisas. Desafortunadamente, corría el riesgo de ser reconocido al salir, además... Estaba contra reloj. Por tanto, había optado por hacerlo en una gasolinera semi aislada a las afueras de Metrópolis antes de poder abordar ahí el helicóptero que los llevaría a Gotham, o específicamente a Wayne Enterprises, donde posiblemente ya lo estaría esperando Lionel Luthor para su reunión.

En otras circunstancias, jamás habría accedido a un encuentro a solas con el ambicioso Alfa antes de resolver su situación con Clark dado su "estado", pero estaba contra la pared. Alfred ya había hecho todo lo humanamente posible por retrasar las cosas, pero como beta de rango medio carecía de la autoridad para desafiar a un Alfa como Lionel que se presentó esa mañana en Wayne Manor con amenazas veladas que daban a entender que conocía su condición como Omega.

El cómo lo podría haber descubierto era algo que Bruce desconocía, pues las personas enteradas sobre ello desde su nacimiento fueron pocas y conformaban su pequeña manada... Y los pocos que lo descubrieron juraría que en este aspecto no lo traicionarían. Aunque tampoco podía descartarlo por completo. Como fuese, eso hacía que estuviera a ciegas, sin un plan claro a falta de información y con miles de perspectivas desastrosas en las que todo podría salir mal.

Porque aun si no tenía pruebas, el simple hecho de poner en tela de juicio su casta sería suficiente para generar detractores muy dispuestos a seguirle el juego, aunque sólo fuera por fastidiarlo. Si eso pasaba, en su "estado" en pocos meses se sabría la verdad sin importar lo que hiciera. Así que su única alternativa era presentarse y realizar una magistral actuación que cortara de tajo las sospechas sobre sí de una vez antes de que alcanzara una mayor difusión.

Volvió a bufar molesto, la estúpida corbata no cooperaba.

—Si me permite, señor.

Un tímido Trevor se acercó a ayudarle, permitiéndole concentrarse mejor en sus ideas mientras se calmaba. La histeria nunca había ayudado a nadie y menos en su situación, razón por la que no le dijo nada a los Kent de lo que sucedía, bastaba con que él se preocupara, podía manejarlo. Siempre lo hacía.

********

Alrededor de 1 hora después, Bruce entraba triunfalmente en su oficina seguido de cerca por Trevor, que como buen asistente, cargaba una serie de carpetas y un café express que depositó en su escritorio antes de salir.

—Lionel —saludó Bruce extendiendo su mano con una sonrisa y actitud despreocupada metido en su papel—. Espero no haberte hecho esperar demasiado, ¿ya te ofrecieron algo de beber?

—Tu encantadora secretaria lo hizo, pero decidí esperarte ya que dijo que no tardarías mucho —respondió el otro correspondiendo al saludo.

—Oh, lo siento por eso —rio Bruce—. He estado ocupado y a veces pierdo la noción del tiempo, Lucius siempre me reprende por eso cuando no llego a las juntas.

—Me imagino —dijo Lionel burlón, a lo cual Bruce fingió no darse cuenta.

—Y bien, ¿qué te trae por aquí? —soltó animadamente sentándose sobre su escritorio al descuido, mientras el otro lo hacía en una silla cercana—. Mi mayordomo fue vago al respecto, pero me dijo que te mostraste insistente.

—Bruce —rio Lionel pareciendo divertido por su actitud—. Sabes bien porque estoy aquí.

—¿En serio? —contestó Bruce enarcando una ceja mostrándose extrañado—. Disculpa, pero tendrás que iluminarme porqué lo ignoro.

—No me hagas perder mi tiempo, Bruce. Se tu secreto —soltó sin rodeos el Alfa con malicia.

—Ok —dijo Bruce sin perder la calma, rodando los ojos y cruzándose de brazos fingiendo indignación—. Te lo dijo Oliver, ¿cierto? No le creas. ¡Es un idiota! Sólo paso una vez y ambos estábamos borrachos.

Al parecer, su respuesta no fue la que el otro esperaba, por lo que frunció el ceño molesto.

—Déjate de juegos estúpidos, niño —espetó airado, y Bruce respondió.

—El que debe dejarse de juegos, eres tú —gruñó adoptando una pose ofensiva sin llegar a ser del todo amenazante—. Quieres decirme de una buena vez que carajos quieres.

—Si así lo prefieres —dijo Lionel despectivo, poniéndose en pie—. Sé que eres un Omega, y a menos que te sometas a mí, el resto del mundo lo sabrá —amenazó.

Hubo un momento de silencio, en el que Bruce permitió que Lionel se regodeara en triunfo, hasta que lo rompió con una fuerte e hilarante carcajada desconcertando al otro.

—¡Oh, por dios! —exclamó Bruce riendo aún más fuerte, casi llorando—. Dime quién fue la idea de la broma. Seguro fue Lex, por haberlo dejado plantado —continuó riendo—. Espera a que se lo cuente a Harvey, se reirá por semanas de esto.

—Hablo en serio, Wayne —gruñó Lionel conteniendo apenas su ira.

—Oye, como chiste fue bueno, pero si no paras la broma ahora tendremos un problema —frunció el ceño denotando molestia.

—Tú eres el verdadero chiste —se mofó Lionel desestimando sus palabras—. Pretendiendo ser un Alfa ayudado de trucos baratos que sin embargo no pueden ocultar tu verdadera naturaleza ante un verdadero Alfa—acercándose peligrosamente, mostró sus colmillos y lo dilatadas que estaban sus pupilas—. ¡SOMETETE! —usando su voz de Alfa en un fuerte rugido gutural.

Sea lo que sea que ambos esperaban que ocurriera, quedaron decepcionados porque ilógicamente nada sucedió, aparte de un incómodo silencio del cual Bruce se recuperó primero.

—¿En serio? —increpó, improvisando una expresión de incredulidad, respondió en tono molesto—. ¿Usas la voz de Alfa contra otro Alfa? —mostró un claro desagrado—. ¡¿Crees que soy un puto Alfa homosexual?! —en cambio, Lionel estaba tan perplejo por su fracasado intento de dominio que ni le pudo responder—. ¡LÁRGATE ANTES DE QUE DECIDA SACARTE A PATADAS DE AQUÍ Y EXPONERTE COMO EL MARICA DE MIERDA QUE ERES!

Oportunamente, apenas termino la frase, la puerta se abrió violentamente dando paso a un Trevor de rostro severo que con su mirada barrió el lugar examinando la situación de forma profesional.

—¿Está todo bien, señor Wayne? —indagó mirándolos alternativamente en su papel de guardaespaldas—. Creí escuchar gritos.

—Sí, Trevor, gracias —contestó con seriedad—. Sin embargo, deberé pedirte que escoltes al señor Luthor a la salida: nuestra reunión ha terminado —y con un gesto despectivo, dio permiso para que se retiraran, les dio la espalda permaneciendo firme en su sitio, escuchando como ambos salían de su oficina sin que Lionel se opusiera o externara replica alguna en el proceso.

No fue hasta que pasaron unos minutos después de que la puerta se cerró, y el silencio absoluto inundo la habitación confirmando que se encontraba solo, que se permitió flaquear, derrumbándose en el suelo como un muñeco, temblando preso de la ansiedad. Había estado cerca, muy cerca del desastre, y por algún extraño milagro del destino se había salvado. Porque la dominante "voz de Alfa" que debió haberlo sometido... No tuvo ningún efecto en él, y no se podía explicar el porqué.

Ciertamente a lo largo de sus años de entrenamiento por el mundo, aprendió diversas técnicas y métodos de como resistir como Omega a la sumisión hacia los Alfas, pero ninguna de ellas era absoluta o evitaba los efectos adversos de hacerlo. Más de una vez se vio incapacitado por horas e incluso días durante sus prácticas, y aunque en el presente su cuerpo toleraba la agonía sin traslucirlo en el exterior, no por eso era menos dañino, por lo que ahora que llevaba un cachorro en su interior se esperaría que algo así mínimo provocara... Un aborto.

<<Idiota.>>

Quiso llorar por su estupidez y cabezonería, diciéndose que Alfred estaría muy decepcionado de él por su imprudencia, pese a sus miles de advertencias cayendo en oídos sordos, creyéndose siempre superior cuando sólo era un simple humano imperfecto que cometía miles de errores, sólo que esta vez, no sólo él era el afectado.

<<Clark.>>

Por un segundo, deseó con todas sus fuerzas que el Alfa estuviera ahí a su lado, y poder acurrucarse entre sus brazos para recuperar la paz que siempre encontraba entre ellos, pero él no estaba allí y era una falacia creer que lo podría estar habiendo cientos de kilómetros de distancia que los separaban, así que debía sobreponerse por sí mismo, tal y como siempre lo había hecho.

—¿Señor Wayne?

La voz preocupada de Trevor cortó su tren de pensamientos haciéndolo reaccionar y espabilarse, consiente que no era momento de dejar que sus emociones lo dominaran, aún había trabajo que hacer y ser débil ahora no era una opción.


**************** & ****************


—Clark —lo llamó su madre preocupada, sacándolo de su ensimismamiento en el que se había sumido sin notarlo al parecer por largo rato—. ¿Has entendido realmente lo que te he dicho?

Clark asintió, pero ella no lucia muy convencida de que en verdad lo hubiese hecho, no obstante, no insistió, cosa que agradeció, porque su mente era un revoltijo confuso que intentaba asimilar las palabras de su madre como ciertas, sin éxito alguno, comenzó a experimentar emociones encontradas de las cuales predominaba ridículamente... La decepción, en vez del alivio o enfado que debió sentir.

<<Entonces... ¿Qué se supone debo hacer ahora?>>

Levantando la mirada, elevó una plegaria silenciosa al cielo, rogándole a Dios que si existía, le diera una respuesta.


**************** & ****************


—Amo Bruce, todo está listo —le informó Alfred depositando en la cama de la humilde habitación prestada del padre Michel, las ropas que usaría en la ceremonia de su boda esa misma noche.

—Bien —contestó Bruce distraído, sin prestar demasiada atención a las vestiduras, ocupado en secar su cabello con la toalla tras acabar de tomar una ducha rápida luego de un cansado día laboral—. ¿De cuánto tiempo disponemos? —preguntó sentándose en la única silla.

—Lo justo, señor —el tono de reproche en la voz del mayordomo era evidente.

Bruce suspiró resignado, pues decirle que esta vez no había sido su culpa sería inútil... Y en parte también una mentira, pero, ¿es que acaso alguien lo podía culpar por prolongar un poco lo inevitable? Además, tampoco es como si hubiera estado por ahí perdiendo el tiempo. No. Con todo lo ocurrido ese mes y sus constantes desapariciones —más de lo usual—, su vida como Bruce Wayne se había complicado en demasía, ya que el trabajo y compromisos sociales pendientes lo abrumaban.

Sin ir más lejos, en su empresa los asuntos que requerían su atención se triplicaron, y sus empleados revoloteaban ansiosos de mostrarle sus propuestas o proyectos que necesitaban su previa aprobación, temerosos de no saber cuándo lo volverían a ver. Incluso los miembros de la junta que solían ser permisivos cuando fingía dormir en las reuniones se sumaron para que estableciera ésta vez personalmente los contratos y acuerdos en curso que se tenían en el extranjero, en lugar de Lucius para reiterar su posición como CEO, por lo que tuvo que salir del país varias veces.

Lo único positivo de esto fue; que estando tan ocupado no necesitó inventar una excusa para limitar sus apariciones públicas, y por ende encontrarse con Lex.

Al haber tratado un tiempo con el beta, Bruce dudaba honestamente que fuera igual a su padre o que siquiera estuviera enterado de las operaciones turbias del mayor, pero se mantuvo en guardia por si acaso se equivocaba. No sería la primera vez, y había mucho en juego para ser descuidado confiando ingenuamente que de enterarse de su condición como Omega actuaria de forma distinta a su progenitor. ¿Quién aseguraba que su insistente galanteo hacia su persona no derivaba de dicho conocimiento? Quizá un retorcido plan entre ambos... O tal vez no. Sin más evidencia, se reservaba sus conclusiones.

—Señor, si es su intención llegar tarde a su boda debo decir que hace un maravilloso esfuerzo —llamó su atención Alfred.

Bruce hizo una mueca levantándose de la silla molesto por distraerse evitando responder, convencido de que soltaría una palabrota si lo hacía, y se acercó a la cama abriendo la oscura funda plástica que envolvía su traje, pero apenas lo observó en detalle, retrocedió con una expresión de pavor en el rostro soltando un chillido de forma nada varonil.

—¡¿QUE DEMONIOS ES ESTO?! —exigió saber, furioso.

—El atuendo tradicional de nupcias de un Omega respetable —explicó con calma el mayordomo.

—¡Y una mierda! —espetó enojado.

—Mis disculpas, amo Bruce, si el color no es de su agrado, me fue un poco difícil conseguirlo en su talla con tan poca anticipación.

<<—El color es lo de menos.>> —pensó con los vellos del cuerpo crispados, el verdadero problema era...—. <<¡Por todos los cielos, eso parecía un jodido vestido!>> —se dijo horrorizado.

—¡Yo no usaré eso! —gritó indignado.

—En ese caso, señor —respondió el hombre imperturbable—. Recomiendo la opción número 2.

—¿Hay una opción 2? —cuestionó frunciendo el ceño, mirándolo con sospecha.

—Por supuesto —respondió el mayor haciendo caso omiso a su gesto suspicaz—. Se encuentra bajo del primero, fue elegido personalmente por la doctora Thompkins en previsión de que el primero no fuera de su total agrado.

La mera mención de la mujer lo puso en alerta, por lo que con cautela procedió a hacer a un lado el dichoso "vestido" para descubrir otra funda plástica menos abultada que abrió casi con miedo por ver lo que esta vez se encontraría. Y no quedó decepcionado. Ante él estaba un elegante y hermoso traje de novio italiano levita totalmente...

—¿Blanco? ¿En serio? —cuestionó con incredulidad—. ¿Te parece adecuado? —se burló—. No soy una jodida virgen.

—En aras de la situación y tomando en cuenta que se casará con el responsable de que ya no lo sea. Sí, me parece adecuado.

La impertinente observación no le hizo gracia a Bruce.

—No lo usaré —declaró molesto—. Trae otro.

—Temo decirle que no hay "otro", amo Bruce.

—Entonces usaré el traje con el que vine —anunció cada vez más enfadado.

—Tampoco está disponible —le informó el beta—. Trevor salió con el puesto fingiendo ser usted de acuerdo a lo planeado para quitar la atención de lo que pasará aquí y de ser necesario darle una cuartada.

Bruce gruñó molesto, con todo, se le había olvidado, pero aún le quedaba una opción.

—En ese caso, usaré el de Trevor.

—Lo siento, señor. También se lo llevó —esta vez no pudo evitar maldecir—. Ahora, si ya terminó su rabieta —continuó el mayor— a menos que pretenda llegar corriendo al altar con una simple toalla por atuendo, le recomiendo que elija y se prepare para la ceremonia. Lo esperaré afuera —y sin más, salió dejando a un boquiabierto Bruce.


**************** & ****************


Clark suspiró mirando por la ventanilla de la camioneta de su padre la oscura y lúgubre ciudad donde vivía Bruce, a la cual habían llegado tras varias horas de viaje desde su hogar en Smallville. El lugar le producía escalofríos y una constante inquietud, que sumada a su ansiedad y nerviosismo por reencontrarse de nuevo con el Omega hacían que quisiera salir corriendo del vehículo y regresar a casa como un cobarde. Pero no podía hacerlo. No cuando aún no tomaba una decisión de lo que haría.

Se regañó mentalmente, ya llevaba 3 días pensándolo y seguía igual, que le hizo pensar que un par de horas más durante el viaje lo cambiarían. ¡Era un idiota, lo sabía! Pero tuvo la ingenua esperanza de que milagrosamente pasara, y ahora ya no había salida. El tiempo se había agotado y para bien o para mal, debía elegir decirle a Bruce o no la verdad.

—Clark, ya hemos llegado —esa simple frase causó un corto circuito en su cerebro, y a nada estuvo de incorporarse estando aún dentro de la camioneta.

—Lo siento, Pá —se disculpó avergonzado recibiendo un mudo asentimiento. Desde que su madre les dijera la verdad a ambos, era poco lo que habían hablado, por lo que lo vio, salió con una sombrilla que le tendió su madre sin preguntar nada. Ni siquiera notó en que momento comenzó a llover.

—Tranquilo cariño, todo se resolverá —lo animó su madre acompañando sus palabras con una sonrisa comprensiva por su estado, mientras esperaban pacientes a su padre.

Al regresar su padre, subió y condujo un par de metros más hasta llegar a un enorme portón trasero de una iglesia, que se abrió con un chasquido sordo amortiguado por la lluvia. Dentro, un pequeño patio encharcado por el copioso aguacero les dio la bienvenida.

—¡Dejen su camioneta aquí y pasen rápido!

La voz provenía de un hombre menudo no muy alto ataviado con un impermeable amarillo que le venía demasiado grande.

—Clark, lleva tú el equipaje —dijo su padre ayudando a su madre a bajar con el paraguas.

—Sí, Pá.

No les costó mucho seguir al hombre por el patio hasta la entrada que conducía por un largo pasillo que desembocaba en un pequeño recibidor modestamente amueblado.

—Lamento la tardanza —se disculpó el hombre despojándose del impermeable gigante, revelando debajo una pulcra sotana—. Este clima endemoniado siempre complica las cosas.

—Descuide padre, fuimos nosotros los que llegamos antes —dijo su padre.

—Bueno, al menos alguien llega a la hora —contestó este riendo, aunque se detuvo al ver la expresión preocupada de los tres—. Oh, no me malinterpreten, estoy seguro que el otro interesado llegará pronto, es sólo que suele estar muy ocupado y pierde la noción del tiempo.

—¿Lo conoce hace mucho? —preguntó su padre intrigado.

—Varios años —asintió el hombre con tristeza—. Es un buen hombre, pero carga demasiado sobre sus hombros —fijando su mirada en Clark, añadió—. Por eso me alegré y accedí a ayudarlo con esto cuando me enteré que por fin encontró un Alfa decente. Por favor, cuida bien de él.

La sincera petición azoró a Clark que sólo atinara a asentir sin saber que más hacer, preguntándose, exactamente qué le habría dicho Bruce de su relación.

—Oh, disculpa —volvió a reír jovialmente el sacerdote notando su incomodidad—. Te estoy importunando y ni siquiera me he presentado, ¡señor! ¿Dónde están mis modales? —tendiéndole la mano, se presentó—. Soy el padre Michel, encargado de esta iglesia, mucho gusto.

—C-Clark Kent —tartamudeó correspondiendo el efusivo saludo con torpeza.

—Deberá disculparlo —intervino su madre—. Está un poco nervioso. Yo soy Martha Kent, un gusto.

—Comprensible —sonrió el padre—. Bien, ahora que ya nos presentamos, los conduciré a una habitación para que puedan cambiarse y prepararse para la ceremonia. Me temo no tengo muchos lujos, pero pueden disponer de lo que encuentren mientras esperan.

La habitación en cuestión resulto ser bastante modesta como el padre Michel les aviso, pero dentro encontraron una serie de paquetes destinados a ellos, cortesía de Bruce que los dejaron boquiabiertos pues ninguno se esperaba que el Omega tomara el asunto de la boda tan en serio como para comprarles ropa y artículos necesarios para la ceremonia como los anillos en los que Clark ni siquiera se había detenido a considerar.

<<Tal vez después de todo el si quiera esto>> —se dijo esperanzado.

—No usaremos nada de esto —sentenció su padre sacándolo de su ensueño.

—¿Qué? —replicó cayendo a la realidad.

—No somos esto —reiteró su padre abarcando con un gesto despectivo los paquetes abiertos—. Somos personas humildes y nos presentaremos como tales.

—Ciertamente es algo excesivo —concordó su madre—. Pero también me parece grosero rechazarlo todo cuando se tomó la molestia de elegirlo para nosotros.

—Martha... —replicó su padre disgustado, decidido a rechazar de tajo la idea.

—Jonathan, sólo digo que con las prisas y nuestro escaso presupuesto faltaron cosas... Como un traje decente para Clark.

—Tiene el de los domingos —protestó reacio.

—Ya no me queda —se atrevió a intervenir Clark en la discusión—. Ni la mayor parte de mi ropa –agregó por si acaso.

—Es verdad —apoyó su madre.

—Y yo no me explico cómo pasó eso —refunfuño su padre—. Hace una semana te quedaba bien

—Sí, pero hace una semana no dio el estirón —apuntó su madre—. Por eso no pude conseguir un traje a su medida en el pueblo o ajustar el que ya tenía, porque era demasiado pequeño.

—Está bien —accedió su padre aún disconforme tras pensarlo unos minutos—. Pero sólo eso —advirtió.

—¿Y qué haremos con los anillos? —preguntó Clark sosteniendo la pequeña cajita entre sus manos.

—Ok —gruñó al verse acorralado sin tener ninguna solución a eso—. El traje y los anillos, y nada más.

Clark sonrió satisfecho con esa pequeña victoria, y sacando con cuidado los diminutos aros de su estuche los observó interesado, para nada eran corrientes, pero tampoco demasiado ostentosos, tenían un extraño equilibrio entre elegancia y sencillez que le gustó, al punto de desear ya tenerlo puesto y contemplar el otro en el dedo de Bruce... Aunque fuese un deseo que quizá no se llegara a cumplir.

—Hijo, ya que sólo disponemos de una habitación, tu madre y yo nos cambiaremos primero, luego seguirás tú —anunció su padre, a lo que Clark asintió saliendo al pasillo poco iluminado, curioseando por los alrededores hasta que chocó con una persona.

—Lo siento —se excusó al instante ayudando a recuperar el equilibrio a la otra persona.

—No importa, es mi culpa por ir tan distraída... —dijo una mujer madura, interrumpiéndose enseguida— Oh, eres Clark —dijo sonriéndole feliz—. Alfred no mencionó que fueras tan alto —comentó estudiándolo con ojo crítico—. Eres perfecto para él —concluyó con aprobación.

—¿Quién es usted? —inquirió Clark tenso, pues se suponía nadie sabía del asunto.

—Soy la doctora Leslie Thompkins, y junto con Alfred estaremos en la ceremonia en representación de los difuntos padres de Bruce —se presentó alegre—. Es una verdadera pena que ellos no hayan podido estar aquí —eso último lo dijo con un deje de tristeza.

—Tal vez sea lo mejor —comentó Clark desanimado—. Porque sabrían que esto no es lo que Bruce quiere.

—Así que tu madre te lo dijo —suspiró ella resignada.

—Lo hizo —confirmó, asintiendo levemente con la cabeza.

—¿Y qué has decidido?

—Aún... No lo sé —confesó.

—Bueno, entonces no todo está perdido —le palmeó el brazo animada—. ¿Por qué no esperas a verlo para tomar tu decisión? Puede que la respuesta llegue sola —y dicho eso, se fue dejándolo nuevamente solo en el pasillo donde se quedó estático varios minutos pensando en lo que dijo hasta que su padre lo llamó, regresó a la habitación para arreglarse.

20 minutos después, avanzaba solo por el mismo pasillo rumbo a la capilla ya que sus padres se habían adelantado, cuando de repente, vio a unos metros abrirse una puerta por la que salió Bruce, y como siempre que sus miradas se encontraban, su cerebro se desconectó, aún más embelesado por la belleza angelical que ostentaba en ese conjunto blanco que estilizaba su figura dándole toques más suaves, probando visiblemente su pertenencia a la casta Omega.

<<Simplemente... hermoso. >>


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<<Ok... Algo esta terriblemente mal aquí.>> —pensó Bruce, devanándose los sesos con un tic nervioso ante la mole frente a él—. <<¿Cuándo demonios pasó esto?>>

Hace tan solo unos días la diferencia en talla, peso y estatura entre ellos era mínima, algo con lo que podía vivir y aceptar... Pero ahora... ¡Por todos los infiernos! Se sentía diminuto y poca cosa en comparación a ese mastodonte. ¡¿Cómo demonios hizo para crecer así?! Bruce había escuchado que la fisiología de los Alfas les permitía desarrollar sus cuerpos rápidamente, pero esto era ridículo. Y ya ni siquiera quería considerar como le iría en la noche de bodas si el resto de su anatomía seguía esas proporciones.

—B-Bruce... ¿T-te... T-te encuentras bien?

La pregunta lo tomó desprevenido, y cuando levantó su mirada para enfrentar a su interlocutor, lo encontró peligrosamente cerca, tan cerca, que sus alientos se mezclaban en cada respiración.

<<Mierda.>> —su cabeza comenzaba a dar vueltas, ausente de todo a su alrededor.

—¿B-Bruce?

—¿Qué? —inquirió avergonzado sintiendo su rostro arder, había olvidado la pregunta.

—¿Q-Que... S-si te encuentras bien? —murmuró Clark ruborizándose a su vez, alejándose un poco desvió la mirada apenado.

Esa simple acción del menor logró que Bruce despertara de su trance, cayendo en cuenta de lo absurdo de la situación, actuando ambos como 2 estúpidas quinceañeras enamoradas en su primera cita, y eso lo enfermó en sobremanera, porque él definitivamente no era así.

—Por supuesto que lo estoy —espetó molesto—. ¿Y qué demonios se supone que haces deambulando por aquí?

—Pues yo... —balbuceó Clark al parecer desconcertado por su cambio de actitud.

—No importa —lo silenció autoritario—. Vámonos o llegaremos tarde —dijo girándose para ir rumbo a la capilla.

—¡Espera! —lo detuvo el Alfa sujetándolo del brazo.

—¿Qué pasa? —replicó enfurruñado.

—Yo... Sólo...

—Dilo de una vez –gruñó impaciente.

—¿Tú... Estás de acuerdo... Con esto? —Bruce puso una cara de incomprensión por lo que el otro prosiguió—. Digo... Con el matrimonio —bajando la mirada, lo soltó—. De verdad... ¿Quieres casarte conmigo? Porque si no es así, yo...

—Es muy tarde para los nervios de novio, Clark. Así que si esta es tu forma de decirme que me dejarás plantado en el altar, dilo claramente en vez de buscar excusas tontas en mí.

—P-pero yo...

—¿Tú, que? —exigió Bruce exasperado.

—H-Hay algo —comenzó removiéndose el Alfa nervioso—. Q-que tengo que decirte.

—Hazlo más tarde —refunfuñó.

—E-és importante —insistió tímidamente el otro, con lo que terminó de acabar con su paciencia.

—Pongamos las cartas sobre la mesa, Clark –bufó molesto Bruce parándose derecho con mirada amenazante—. Iré a la estúpida ceremonia, y me plantare en el altar. Si pasados 10 minutos no apareces, ¡me largo! —si el imbécil no quería casarse con él, ¡bien! Pero ni en sus sueños le rogaría, tenía orgullo propio, ¡al diablo lo demás! Se las arreglaría solo. Así que, con toda la dignidad del mundo, dio media vuelta y se fue, dejando a un boquiabierto Alfa.


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Lo intentó, realmente trató de decírselo, pero el obstinado Omega no quiso escuchar razones ¿Qué se supone debía hacer ahora? ¿Tomar la decisión por los dos? En todo caso, si no se presentaba daría una respuesta involuntaria y ya no habría vuelta atrás.

<<¿Por qué siempre todo tiene que ser complicado con referente a él?>> —se dijo frustrado comenzando a caminar hacia la capilla.

Unos minutos después, pese a sus intentos de hablar con Bruce, la ceremonia se había llevado a cabo con un intercambio de votos que le supieron a culpa en su conciencia, pero ya era tarde, todo estaba hecho... Bueno, excepto una cosa.

—Yo los declaro Alfa y Omega: puede besar al novio.

Clark y Bruce se tensaron, tardando en obedecer, girando lentamente hasta encontrarse de frente, cruzaron miradas indecisas.

—Por favor, chicos. Pongan más entusiasmo, es su boda —solicitó el padre Michel—. No podemos quedarnos aquí toda la noche esperando a que se decidan a hacerlo.

Con reticencia ambos se acercaron poco a poco acortando la distancia, e inclinándose, se dieron un casto beso que habría terminado ahí de no ser por 2 razones: la primera, el calor avasallador que Clark sintió invadirle todo el cuerpo llenándolo de deseo al juntar sus labios, y la segunda... El gemido bajo que Bruce emitió como un gimoteo incentivando la excitación del Alfa que mando al caño su cordura, transformando el casto beso en uno hambriento y necesitado, jalando con rudeza al Omega a su cuerpo desesperado por devorar su boca. Acción a la cual Bruce respondió llevando sus manos a los cabellos contrarios enredando sus dedos, tirando de ellos para profundizarlo más si es que eso era posible.

La temperatura aumentaba, la ropa sobraba, y las manos traviesas se deslizaban explorando cada trozo de piel expuesta, entonces... El golpe frío del chorro de agua sobre sus cuerpos calientes los despertó bajándole a la excitación, alejándose abruptamente uno del otro de la impresión, mirando confundidos a su alrededor, encontrando a sus familias que los observaban con los ojos como platos, y los rostros rojos como tomates.

—¡Por todos los cielos! —exclamó el padre Michel cortando el silencio impuesto, siendo el autor intelectual de la "interrupción", quien aún sostenía en sus manos el balde de agua vacío—. Si ese fue un beso por compromiso, no quiero pensar que pasara en la noche de bodas.

Ahora fue el turno para que el rostro de los recién casados enrojeciera de vergüenza, deseando fervientemente que se los tragara la tierra.


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El regreso a Wayne manor fue silencioso y un poco incómodo. Al parecer, nadie quería tocar el tema de lo sucedido al final de la boda, y personalmente, a él tampoco le apetecía. La atracción animal existente entre ambos era innegable, quizá causada por su vínculo... O la abstinencia forzada, quién sabe. Como fuese, eso terminaba hoy.

Sólo por eso, ante la anticipación de lo que ocurriría esa noche entre ellos, de haber podido, habría mandado al carajo todo, encerrándose en su habitación con el Alfa abandonándose a sus bajos instintos. No obstante, existía un protocolo a seguir, que cumpliría diligentemente como el hombre civilizado que era. Además, se negaba a parecer desesperado mendigando atención, cuando era claro por las miradas y aroma de su contraparte que experimentaba lo mismo, y por ende, eventualmente cedería primero yendo a su encuentro.

Por tanto, se dijo mientras compartía la cena con todos en el comedor principal, podría esperar disfrutando de la charla amena que sostenían sus queridos suegros y padres sustitutos, que aparentemente tenían mucho en común y poca prisa, por lo que se alargó hasta casi la media noche, momento en que al final les permitieron retirarse.

Decir que se encontraba ansioso al quedar por fin solos en su habitación era quedarse corto, por ello al notar el nerviosismo e inseguridad del menor que permanecía rígidamente parado sin saber qué hacer, optó por tomar esta vez la iniciativa y hacerle las cosas más fáciles. Lo que no esperó... Fue ser rechazado.

—B-Bruce —balbuceó el Alfa deteniendo su avance—. Tenemos que hablar.

—Después —replicó acercándosele, pero fue nuevamente detenido.

—Es importante, Bruce —habló Clark esta vez de manera firme, haciendo que por fin se enfadara.

—¡No me jodas, Clark! —espetó con el orgullo herido—. ¡Has estado tras de mi toda la maldita noche, y ahora me sales con que no! ¿Es en serio?

—Yo...

—¿Sabes qué? Olvídalo —dando media vuelta, se dirigió hacia la puerta: oh si, él se lo perdía.

—¡Espera! —gritó Clark sujetándolo de la muñeca, pero Bruce hizo oídos sordos tratando de zafarse, y en su desesperación por retenerlo el menor lo jaló con demasiada fuerza, haciendo que se estrellara de lleno contra su pecho.

<<Mierda.>> —se dijo al sentir que se elevaba su temperatura corporal y le temblaban las piernas al percibir de lleno las intensas feromonas Alfa, y... No sólo era eso. En respuesta a la repentina estimulación, su entrada ya empezaba a escurrir copiosamente en preparación: lista, dispuesta, deseosa de ser llenada... Pero su compañero parecía no estar muy interesado en hacerlo.

—Tal vez deba buscar a otro Alfa. —escupió mordaz con toda la intención de provocarlo... Y funcionó.

En un parpadeo, Clark ya lo estaba sujetando, empotrándolo contra la pared cercana a varios centímetros del suelo.

—¡Eres mío! —rugió el Alfa furioso.

—Entonces... —dijo entrecortadamente—. ¿Qué esperas para tomarme?

Al momento, su boca fue cubierta por la ajena en un beso rudo y desesperado que apenas podía seguir, y que sin embargo se esforzó por corresponder obnubilado por el deseo.

—E-en la cama —suplicó Bruce en un jadeo entrecortado al separarse brevemente sus labios, cuando fue evidente que ya no podrían detenerse.

—Grrrr... —el gruñido profundo reverberó en el pecho del Alfa como respuesta, arrastrándolo sin miramientos a ella, estampándolo contra el colchón, separando apenas un momento sus labios, reanudándolo con mayor violencia mientras intentaba desesperadamente quitarle las ropas con torpeza, hasta arrancarlas al perder la paciencia, exponiendo su pálida piel. Entonces... se detuvo.

Al enfocar la mirada y contemplar a su amante, Bruce comprendió lo que pasaba y se maldijo internamente por bajar la guardia. Suponía que ya era un poco tarde para decirle al otro que apagara la luz. Era una petición estúpida, lo sabía, pero le ahorraría el desagradable espectáculo: su piel estaba surcada por numerosas cicatrices, y hacía años que había dejado de ser perfecta, resultado directo de incontables batallas, posiblemente nada atractivas a la vista para un Alfa perfecto como lo era Clark.

De repente se sentía cohibido e inseguro hacia su propio cuerpo, cuando en el pasado jamás le importo la opinión de los demás en cuanto a su aspecto físico, pero ahora extrañamente temía la opinión del Alfa y su posible rechazo... El no ser aceptado.

Y para su desgracia, sus miedos se tornaron en realidad.

El gruñido disconforme del Alfa ante lo que veía le hizo más daño de lo que quisiera admitir. Pero tampoco se lo recriminaría. Le pareció lógico que al Alfa le disgustara su cuerpo estropeado, no se sorprendía por ello, asumió ese riesgo hace tiempo al iniciar su cruzada personal. Y no se arrepentía. Aún así, el sentimiento de no ser suficiente para él otro lo destrozó, y quiso salir huyendo... Alejarse a dónde sea... A cualquier lugar en el que el Alfa no pudiera ver lo profundo que lo había herido.

—Nunca te lastimare o permitiré que otro lo haga.

Bruce se paralizó al escuchar esa declaración, cuyas palabras estaban cargadas de infinito amor, un amor que no le era del todo desconocido... Y que añoraba. Aquel que una vez le fue prodigado en el pasado durante su tierna infancia por sus padres, que prometieron lo mismo... Y no vivieron lo suficiente para cumplirlo. A su muerte, Alfred y Leslie intentaron hacerlo en su lugar, e incluso se esforzaron fervientemente por cumplirlo... Pero al final, carecían de las fuerzas necesarias, y muy consciente de eso, nunca se los permitió por completo, porque le aterraba la idea de perderlos también.

Porque era más fácil salir herido que soportar ver a sus seres queridos caer uno a uno.

Porque su cuerpo y mente podía soportar lo primero, pero no lo segundo.

Por eso no formaba más vínculos.

Por eso alejaba a las personas.

Porque en el fondo era un cobarde que no quería arriesgar su corazón.

Y ahora venía este chico, metiéndose a la fuerza en su vida, proclamándose su protector sin tener idea de la pesada carga que llevaba en sus hombros, con una convicción que hacía temblar su férrea voluntad construida durante años. Haciéndole preguntarse, ¿qué esperaba obtener de él?

Un cálido beso lo devolvió de su trance enfrentándose a las pupilas zafiro del Alfa que lo miraban con reverencia, prodigando suaves caricias y tiernos arrumacos como si se tratara de un gatito, un gatito lujurioso que se volvía más y más demandante a cada segundo, al punto de seducirlo a dejarse llevar por el deseo, olvidando sus inseguridades conforme las ropas iban desapareciendo.

Solo hubo un último momento de duda en su mente, y ese fue al ver el miembro viril e imponente del Alfa ser liberado de su prisión totalmente erguido, y darse cuenta con temor del tamaño monstruoso que poseía, y que definitivamente lo destrozaría. Pero contrario a las veces anteriores en que el instinto lo dominó, esta vez Clark fue cuidadoso... Casi tímido, como si careciera de experiencia, posibilidad que había estado barajeado hace un tiempo.

Así que tomó el control nuevamente, permitiendo explorar y ser explorado, guiándolo poco a poco a través de su cuerpo, hasta llegar a su entrada, donde le indicó como prepararlo. Y por todos los cielos, como se alegró de haberlo hecho, porque aunque el Alfa no se demoró demasiado haciéndolo a causa de su creciente excitación, y dolió como los mil infiernos por entrar en él de una sola vez... Pudo ser peor, MUCHO PEOR.

—Bru-Bruce —lo llamó el menor deteniendo por completo sus movimientos, muy asustado por el grito que había pegado dejando su deseo a un lado—. N-no q-quise... —y el muy imbécil intentó salir de él rápido, desgarrando sus paredes en el proceso por la falta de lubricación que el dolor había generado.

—¡No! —alcanzó a decir en un grito ronco aferrando sus piernas a la cintura del contrario en un intento de evitarlo.

—Pe-pero... —balbuceó el otro.

—¡Quédate quieto, joder! —farfulló atropelladamente encajándole las uñas en la espalda por el dolor, y afortunadamente para Bruce, obedeció— T-tócame —ordenó pasados unos minutos en el que la agonía fue soportable.

—Pero...

—¡Hazlo maldita sea o juro que te castraré!

Con torpeza, el Alfa obedeció, adquiriendo confianza a medida que Bruce se relajaba y empezaba a expulsar de nuevo sus feromonas que indicaban excitación entre suspiros y jadeos.

—¡Muévete! —casi suplicó-gimió Bruce, subiendo y bajando sus caderas provocativamente hasta conseguir hacer perder la razón a Clark, quien con un movimiento certero salió y lo empalo llegando de una a su próstata, arrancándole gritos y gemidos esta vez de placer mientras le escuchaba gruñir "¡Mío!" una y otra vez, exigiendo su entrega total, cosa que no le negó perdido en el gozo del mejor sexo de su vida.

Al llegar el clímax, fue él mismo quién ofreció su cuello entre improperios agónicos exigiendo más de su Alfa que sin contemplaciones lo follaba a una velocidad vertiginosa haciéndolo delirar a cada penetración, y contracción de su esfínter que recibió gustoso toda su corrida de semen hasta llenarlo por completo, nada más podría entrar en él... O eso creyó, hasta que sintió empezar a formarse el nudo.

Nada lo preparó para eso, y los que le dijeron que esto era la experiencia más satisfactoria del puto mundo, lo indujeron al error. No recordaba cómo fue la otra vez pues perdió la conciencia, pero si se parecía a esta... ¡Puta madre! Daba gracias de no hacerlo. Ahora sí que se arrepintió por el placer obtenido conforme era nuevamente desgarrado por dentro, y los espasmos de su ano por su venita no ayudaban. El único que parecía disfrutar de todo eso era el estúpido Alfa que ajeno a su sufrimiento, continuaba devorando su boca ahogando sus gritos.

Para cuando se percató de su agonía, querer sacarlo tampoco ayudó. Ya era tarde. Y se vieron obligados a permanecer en esa posición por un largo rato hasta que el peso del otro lo asfixió.

—¡Quítate de encima! —Clark lo miró contrariado sin saber cómo cumplir lo que se le pedía al estar aún unidos por el nudo, por lo que Bruce rodó los ojos exasperado.

—Sujétame de la cintura y rueda conmigo para poder quedar encima de ti.

Clark asintió y obedeció con un movimiento rápido, a pesar del cual, Bruce experimentó un dolor tan fuerte por el que estuvo a punto de desmayarse.

—¿E-Estas bien? —indagó Clark preocupado por el grito de dolor que se le escapó.

—Te lo diré en unas horas —masculló entre dientes una vez que se medió sobrepuso.

—¿H-hay algo que pueda hacer? —preguntó Clark angustiado, removiéndose un poco por el nerviosismo que le producida verlo sufrir.

—¡No te muevas, joder! —gritó deseando golpearlo.

—L-lo siento.

—¡Solo cállate y quédate quieto!

Y tras decir eso, ambos se quedaron en silencio, relajándose poco a poco, hasta que pasada casi media hora, el nudo fue disminuyendo su tamaño, deslizándose, quedando Bruce libre. Sin embargo, curiosamente, luego de 10 minutos, su entrada comenzó a lubricar copiosamente de nuevo, incluso más que durante la copula anterior, invadiéndolo un calor sofocante que no se podía explicar.

Con dificultad, Bruce se separó del Alfa que se lo permitió mirándolo fijamente atento, sin perder detalle de sus movimientos, con las pupilas dilatadas como un cazador a punto de saltar hacia su presa. Le pareció extraño, y lo habría analizado más, pero en ese preciso instante le dio igual, porque sentía que algo andaba mal con él, y confuso como estaba no podía deducir de que se trataba... O eso pensó, hasta que le sobrevino el avasallador espasmo en su vientre, y el peso de la comprensión de lo que le ocurría le cayó encima como un balde de agua fría.

—No —gimió asustado, negándose a creer lo obvio de los hechos: de haber sido engañado por las 2 personas en quienes más confiaba, pero era inútil, sus actuales síntomas solo daban pie a una única explicación posible: estaba entrando en celo.

Y eso solo significaba que no estaba preñado.

Pero por todas las divinidades en quienes ya no creía, ¡juraba que seguro lo estaría en cuanto terminara su ciclo! Se lo decía la forma lasciva en que el Alfa lo miraba destellando una penetrante mirada carmesí que lo hacía estremecer de pies a cabeza por la anticipación del acto sexual que estaba por llevarse a cabo sin reservas.

—Omega —la llamada del Alfa puso sus sentidos en alerta, el dolor anterior de su entrada olvidado, siendo reemplazado por otro más acuciante que le demandaba ser profanado una y otra vez.

Alfa —gimió otra vez, pero en esta ocasión sólo el deseo y la necesidad estaban presentes, anhelante de ser satisfecho por el poderoso y viril ejemplar que se encontraba frente a él.


**************** & ****************


—Omega —repitió el Alfa reconociendo a su par, acercándose lentamente, rodeándolo y desprendiendo sus feromonas para acabar con la poca resistencia que pudiese presentar el otro.

Pero ya no hacía falta, hacía rato que la parte humana y lógica de Bruce desapareció, dejando únicamente al Omega que siguiendo el ejemplo de su pareja, emanó sus feromonas que terminaron por descontrolar al Alfa que se abalanzo sobre él, acorralándolo contra el suelo.

Un fuerte zarpazo y golpe hicieron retroceder a la bestia, que soltando un gruñido miró incrédulo a su presa que, desafiante, lo retaba a acercarse, cosa que no dudó en intentar de nuevo, recibiendo el mismo trato, hasta que pareció entender el perverso juego al que el contrario quería someterlo. Así que esta vez se acercó despacio, siguiendo las señales corporales que se le daban, permitiéndole decidir en qué posición y momento quería su compañero ser tomado.

Le dio esa elección, su instinto le dijo que era su derecho, y cuando se colocó a cuatro patas ofreciéndole descaradamente su agujero trasero supo que tenía razón. Esta vez, sin prisas, cernió su cuerpo sobre el más pequeño, privándolo, degustándolo... Saboreando sus embriagantes fluidos acompañados de eróticos suspiros, hasta que sin aguantar más lo cubrió por completo disfrutando su aroma sin restricción, el mejor que olió jamás, uno digno de él, capaz de satisfacerlo y soportar su pasión.

Desde aquella primera vez en que como Alfa percibió su aroma lo supo, aún si su portador era tan tonto para no darse cuenta de ello, él lo supo, y negándose a que otro lo tomara y poseyera algo tan perfecto, tomó el control desafiándolo. No resultó como esperaba. En un descuido mientras descansaba del esfuerzo de imponer su voluntad sobre la del kriptoniano, su Omega escapó, y su estúpida contraparte no lo buscó. Y con furia se resignó, estaba agotado, pero no vencido.

Las sabanas que su portador se llevó, ayudaron a fortalecerlo y desplegar señales de su malestar por la lejanía de su Omega. Sin embargo, no fue hasta que este mismo se presentó que pudo respirar por fin tranquilo. Y fue consciente de la mentira, y a regañadientes se forzó a participar de ella. Quizá no su idea más brillante conociendo los principios inculcados por los humanos que cargaba su contraparte, aunque este al final también cedió a sus bajos deseos de poseer al otro que constantemente lo cautivaba, olvidando lo demás. Ni siquiera a aquella Omega que antes profesaba amor.

No negará que tuvo parte que ver en eso, después de todo, aunque linda y deseable, jamás le despertó un verdadero interés por ser frágil. Nadie que se les acercó lo hizo. Quizá tal vez aquel beta de Rango Alto que solía rondar con frecuencia, y del que sospechaba percibía a veces su naturaleza, pero someterlo por la fuerza es algo que no le apetecía pues dudaba que lo hiciera voluntariamente. Además... No le podía dar crías.

El Omega varón por otro lado... Era el premio mayor, la combinación perfecta de esos 2, y algo más que aún se mantenía oculto para él, lo que sólo incentivaba su curiosidad y deseo, nunca se sentía aburrido a su lado, y presentaba un desafío constante. Es más, le era complicado determinar quién de los dos llevaba la batuta a cada paso, porque no le temía, tampoco se sometía ni doblegaba sin luchar. Incluso ahora cuando se suponía debía hacerlo... Sólo lo hacía bajo sus propios términos. Por eso:

Era perfecto.

Era único.

Y le pertenecería sólo a él.

Cualquiera que intentase arrebatárselo lo despedazaría, porque desde esa noche... Ya tenía dueño.





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Ok, se lo q diran ¿donde demonios estaba y pq tarde si prometi la conti semana tras semana y nada? Pues..... la respuesta es simple ¡Mi estupidez mental! El cap estaba listo, o eso crei pero en el ultimo momento me di cuenta con horror mientras arreglaba el cao siguiente llamado "Motivos" que habia una parte q no sabia en donde meterla y tuve q reacer una parte pero tenia escases de tiempo y decia: ahorita lo hago, ahorita lo hago no es mucho y resulta q me quedo igual de largo q siempre lo siento de verdad escribo cuando me llega la inspiracion en cualquier parte y luego se me olvida donde lo hice y trslapo escenas y es un horror arreglar mi propio desastre, pero creo ya no tardare tanto como dije ya estoy pasando el siguiente y en cuanto quic q me hace el favor d subirlo en AY suba este y el q sigue yo subire el otro haya me han esperado mas y me remuerde la conciencia no hacerlo asi disculpen mis babosadas y espero siguan apoyandome en esta historia ciao

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