2. Bruce
CAPITULO II
BRUCE
—Señor, ¿seguro qué no prefiere que lo acompañe?
El repentino cuestionamiento de su fiel mayordomo beta de rango medio, que se encontraba tras su espalda, interrumpió su camino a la salida.
—Si Alfred, sólo serán un par de horas: Trevor me llevará —respondió Bruce con voz neutra sin voltear mientras tomaba su abrigo, pero al percibir el pesado silencio del mayordomo añadió—. No haré nada peligroso.
—¡Oh, cielo santo! Siendo usted tan prudente, ¿cómo pude pensar eso?
Bruce se masajes el puente de la nariz armándose de paciencia.
—Es sólo una reunión amistosa Alfred, nada más.
—Mis disculpas amo Bruce, olvide lo social que es usted —el sarcasmo del beta estaba implícito.
—Alfred... —dijo Bruce en tono de advertencia.
—Señor —pero el beta, como siempre, ni se inmuto, así que el menor suspiró derrotado.
—Necesito recolectar más información de Luthor Corp; tengo sospechas que su reciente acercamiento a Wayne Enterprises no es netamente comercial. La reunión me dará la oportunidad de hackear su sistema desde un puerto interno sin levantar sospechas.
—No cuestiono sus motivos señor, sé que cual sean estos, serán altamente justificables —se explicó Alfred—. Simplemente quisiera externar mi preocupación... No, mi deseo, de que sus reuniones "amistosas" como usted las llama, fueran eso: amistosas. Destinadas a fomentar y desarrollar vínculos reales y duraderos, en vez de meras... apariencias.
—No podemos tenerlo, todo viejo amigo.
—Sin intentarlo será imposible saberlo, señor.
Bruce se abstuvo de responder ante dicho argumento, después de todo el beta lo conocía mejor que nadie, porque más que un mayordomo, era su amigo, su confidente, su cómplice... Y durante su infancia, muchas veces... la figura paterna que perdió. De ahí, la constante preocupación del mayor por su bienestar, que de ser sincero, no era infundada, dadas sus circunstancias y forma de vida que de puro milagro aún no le causaban un infarto, posiblemente debido a su pragmatismo inglés, simplemente aceptaba las cosas como son, porque cualquier otro ya lo habría mandado al diablo.
Y eso... Bruce lo agradecía.
La lealtad en este mundo, sobre todo en esa ciudad maldita y corrupta como Gotham, era una gema rara, difícil de encontrar, y aún más, de conseguir y mantener.
Durante sus 23 años de vida pocas eran las personas en quienes Bruce podía confiar. De hecho las podía contar con una mano y le sobraban dedos. El resto... solo eran aduladores, farsantes e hipócritas ansiosos por obtener algo de él.
Y vaya que podrían obtenerlo de saber la verdad. Una verdad que fue oculta desde el mismo día de su nacimiento por sus padres en un intento de protegerlo.
¡Oh sí! sus amados y amorosos padres que dieron todo por él... incluso sus vidas.
Muchas veces Bruce se atormentaba con la idea de ser responsable de sus muertes, porque de haber cumplido las expectativas... De no ser lo que era... Quizá... Las cosas habrían sido diferentes.
Sí, ciertamente... Él fue el error en la ecuación.
¿Por qué?
Simple.
Thomas y Martha Wayne, sus queridos padres, eran una joven pareja, en todo sentido... Perfecta. Un Alfa y una Omega de rango medio, inteligentes, de gran belleza, pertenecientes a buenas y respetables familias acaudaladas fundadoras de la ciudad, de una larga estirpe con arraigadas costumbres y tradiciones, miembros modelo de la sociedad, trabajadores incansables del mejoramiento de la misma, participantes activos en la ayuda a los sectores menos favorecidos y proveedores del 70% de empleos.
Cualquiera esperaría obviamente que engendraran al hijo perfecto.
Lastimosamente... no fue así.
En su lugar, el destino les "otorgo" un omega varón —que independientemente que fuera de rango alto—, la sociedad consideraba una aberración, un error de la naturaleza y la ruina de cualquier familia.
Debido a dicha creencia, los omegas varones eran altamente discriminados con pocos o nulos derechos y nadie que luchara a favor de la implantación de los mismos al ser básicamente un sector minoritario constituyendo oficialmente apenas el 5% de la población mundial: de los cuales pocos tenían una larga vida con una tasa de mortalidad elevada tras revelarse su casta, víctimas entre otras cosas del racismo, violación, violencia doméstica, trata de blancas, explotación laboral... O simplemente porque a algún imbécil le pareció divertido matarlos a golpes, aprovechando que la ley los eximia del crimen porque a ojos de todos: no importaban.
Ahora bien, aquellos pocos "afortunados" que llegaban a la vejez "se lo debían" casi siempre a pertenecer a familias pudientes que por no contar con más hijos a quienes heredar se veían obligadas a conservarlos en vez de deshacerse de ellos como ocurría comúnmente, porque de todos era sabido el riesgo que conllevaba no hacerlo.
En efecto, entre las muchas cosas que se les negaba a los omega varones estaba... EL DERECHO DE PROPIEDAD de cualquier tipo, por lo cual no podían heredar nada... A menos que estuvieran enlazados, e incluso en tal caso, quien se hacía con los bienes era el Alfa en cuestión, que tras marcarlo, automáticamente se adjudicaba legalmente el derecho a reclamar toda herencia posible como representante del omega.
En tales casos, si la familia tenía suerte y el Alfa era medianamente respetable, llegaban a un acuerdo y cedían voluntariamente la mitad de su fortuna a cambio de que les entregaran a su primer cachorro, lo cual dejaba devastado al omega varón, pues tras el enlace se veía obligado a permanecer al lado de su ahora pareja, no pudiendo volver a ver a su cría jamás. Muchos a raíz de eso, morían eventualmente de depresión, cosa con la que aparentemente todos contaban, aunque sí sobrevivían podían llegar a tener una vida tranquila.
Por el otro lado, si la familia no tenía suerte y el omega varón era marcado por un Alfa sin escrúpulos —generalmente violentado—, bueno... Les quitaban hasta el último centavo dejándolos en la ruina. Y por supuesto, al omega varón no le iba mejor, pues el Alfa al no poder enlazarse de nuevo teniendo ya un vínculo establecido —y ya habiendo obtenido lo que deseaba—, optaba por deshacerse de él induciéndolo al suicidio, porque si lo mataban perdían la legitimidad de su derecho al reclamo de herencia.
Como fuese, en ambos casos la integridad o calidad de vida del omega varón no estaba garantizada al ser únicamente usado como moneda de cambio. Y esto, sus padres lo sabían a la perfección, y fue precisamente debido a tan terrible perspectiva del futuro que hicieron lo que hicieron. Porque nuevamente contra todo pronóstico, la joven pareja Wayne al enterarse de la condición de su primogénito, lejos de repudiarlo... Lo amaron más, considerándolo un regalo del cielo.
Qué ironía, que aquello que el mundo despreciaba, ellos lo atesorarán con infinita devoción decididos a protegerlo.
El dinero naturalmente les ayudo en tal objetivo, empezando por darles la ventaja de revelarles su casta, porque normalmente esta solo se conocía hasta la pubertad, pero que dados sus recursos pudieron fácilmente acceder a la prueba, a diferencia de los demás que no podían costearla.
A partir de ahí, simplemente consistió en una carrera contra el tiempo: investigando, desarrollando, generando y produciendo todo aquello que en el futuro pudiera servirle a su hijo para sobrevivir y luchar contra ese mundo adverso.
Entre tanto, durante todo ese tiempo y hasta que sus padres murieron, Bruce vivió ignorante de su condición, así como de los esfuerzos y sacrificios de ellos por cambiar y hacer un mundo mejor para él.
No, en su infancia él nunca experimentó la discriminación o cualquier aspecto negativo hacia su persona. En cambio creció siendo amado, valorado, consentido y protegido. Ni un solo día pasó —pese a lo ocupados que estaban— sin que sus progenitores le dijeran lo mucho que lo querían y lo especial que era, educándolo como un niño normal, pero sin prejuicios de ninguna índole, inculcándole fuertes principios morales, un marcado respeto a la vida, la responsabilidad social de ayudar a otros menos afortunados, el verdadero valor de las cosas más allá del dinero, la importancia de asumir consecuencias de sus actos y la obligación de dar lo mejor de sí mismo cada día.
Quizá por ello el impacto de perderlos a tan corta edad —8 años— víctimas de un criminal de poca monta frente a sus ojos mientras observaba impotente, aunado a la indiferencia de los demás por hacer justicia pese a la sospecha de conspiración, detonó el cambio que marcaría y definía su vida, incluso ahora.
Porque de un momento a otro, sus ojos fueron abiertos a la verdad de la crueldad del mundo, una crueldad de la que no era la única víctima.
Entonces, bajo esa nueva cruda visión de la realidad ,tomó una decisión que reafirmó con un juramento frente a la tumba de sus padres, convertirse en la justicia que necesitaban; librando a Gotham de la podredumbre que la corrompía.
El que más tarde Alfred le informara de su naturaleza omega en un intento vano de detener sus planes solo incentivó y fortaleció su convicción. Porque no estaba dispuesto a someterse ante nadie y mucho menos ser usado por estúpidos Alfas arrogantes. No, él no era débil, tampoco un inútil. Él era mucho mejor que ellos. Y se los demostraría.
Tomó tiempo, 12 años de su vida preparase física y mentalmente, adquiriendo todo conocimiento y habilidad que le fuese útil, hasta reprimir incluso sus instintos omega reemplazándolos con fría lógica.
Evidentemente el proceso no fue fácil, aún así, superó con creces las barreras y prejuicios limitantes de su casta al punto de hacer creer al mundo entero que era un Alfa. Nunca nadie dudo de ello. Aunque honestamente no era de extrañar, cada aspecto de la vida y personalidad de Bruce Wayne estaba diseñada con tal propósito.
Porque, si, Bruce Wayne... solo era una máscara.
El verdadero Bruce yacía oculto en las sombras, esperando paciente su turno de salir y llevar acabo aquellos actos que su contraparte pública no podía. ¡Y como disfrutaba hacerlo! Ser libre, ser ÉL mismo... Con otro nombre, otra vestimenta, otro rostro... Pero siendo él... O al menos en parte.
Cada noche salía puntual de su oscura guarida a cumplir un pacto establecido imponiendo el orden e impartiendo justicia en esa ciudad maldita, cuyos criminales ahora temblaban de miedo a la simple mención de su nuevo nombre: Batman.
Pero esa doble vida llena de secretos tenía un precio.
La capacidad de relacionarse a un nivel personal implicaba "confianza", la única cosa que no estaba dispuesto a ceder más allá de su pequeño remedo de manda. Porque hacerlo conllevaba exponerse y poner en riesgo por lo que trabajó tanto. Así que por más buenas intenciones que tuviera el beta, la sugerencia de formar vínculos "reales" era un suicidio.
Decírselo al mayordomo sin embargo era otra historia, él aún creía ciegamente que en cualquier día "milagrosamente" encontraría a un Alfa "honorable" con quien enlazarse y formar una "linda" familia, y vivirían "felices" por siempre.
El omega frunció el ceño ante semejante horrible perspectiva.
—Amo Bruce, enlazarse no es un cuento de terror.
Oh si, definitivamente lo conocía bien, y por ello discutir era una batalla perdida.
—Regresaré temprano —informó evitando responder y comprometerse a nada, saliendo de la mansión a paso firme donde lo esperaba un profesional, Trevor, su ocasional chofer—secretario—guardaespaldas Alfa de rango bajo.
—Señor Wayne —lo saludó el hombre abriéndole la puerta de la limusina.
—¿Todo listo? —inquirió Bruce subiendo al vehículo.
—Sí señor, el helicóptero nos espera en el helipuerto para su traslado a Metrópolis.
—Bien, date prisa, vamos un poco retrasados.
—Sí, señor Wayne.
El viaje fue relativamente corto, y tomó apenas un par de segundos despegar del helipuerto, sin duda la eficiencia del Alfa era innegable, propio de un recomendado de Alfred. Llevaba a su servicio 3 años y de ellos el mayor error cometido había sido derramarle el café encima poco antes de una junta importante debido a los nervios de su primer día de trabajo. Aún recordaba lo abatido que estaba tras el incidente, angustiado de ser despedido, suplicando desesperado con lágrimas otra oportunidad.
Y Bruce se la dio.
Trevor era un buen sujeto con excelentes cualidades: hábil, discreto, responsable y trabajador. El problema radicaba en su expediente: ex militar expulsado por "baja azul"* que era la forma elegante de decir homosexual. Estas relaciones Alfa-Alfa u Omega-Omega eran tan mal vistas como los propios Omegas varones, e incluso peor, pues aparte de discriminarlos se les negaba trabajo, obligándoles así a realizar los actos más bajos y humillantes en pos de sobrevivir. El recibirlo pese a ello le garantizo su completa lealtad.
—¡Señor Wayne, aterrizaremos en 5 minutos!
El aviso del Alfa sacó a Bruce de sus recuerdos, asintiendo para confirmar que lo había escuchado. Espabilando, se centró en lo importante, repasando mentalmente su plan que iniciaría apenas ingresara al edificio de Luthor Corp. Solicitando ver al CEO argumentando tener una cita. Naturalmente sabía de antemano que Lionel Luthor faltaría a su supuesta reunión debido a una "lamentable confusión" en su agenda que lo envío al otro lado del mundo a encargarse de otro asunto. Entre tanto, en el caos, mientras se descubría y confirmaba el "error" le daría la oportunidad de obtener la información que había venido a buscar.
Nada podía salir mal... ¿O si?
2 horas después...
Mantener su fachada cordial y agradable le estaba costando UNO y la mitad del OTRO... Esto solía suceder cuando las cosas no le salían como se supone debían. Y no es que hubiese fallado su plan, porque de hecho consiguió lo que quería. El problema radicaba en como terminó todo.
—¿Te estoy aburriendo? —cuestionó su anfitrión, deteniendo el parloteo que mantenía desde hacía varios minutos cuyo tema principal radicaba en "la GRAN fortuna Luthor" y su "importancia en la sociedad"— ¿O es el lugar? ¿No es de tu agrado? —especuló ante su falta de respuesta—. Podemos ir a otro sitio, en Metrópolis los Luthor tenemos gran influencia y...
—Nada que no haya visto ya —lo cortó desinteresado.
No pretendía ser grosero, pero el asunto lo empezaba a fastidiar, siempre lo mismo, conversaciones banales pretendiendo impresionar al otro, vacías, huecas... Improductivas.
—Parece que no estoy siendo un buen anfitrión —afirmó su interlocutor dejando de lado su copa—. Obviamente preferirías a mi padre.
—Disculpa mi mal humor, tan solo a veces.... —abarcando con un gesto vago de la mano el suntuoso restaurante en el que se encontraban—. Caigo en el tedio de la opulencia.
—Vaya, quién diría que al exitoso empresario Bruce Wayne le aburriera su riqueza, ¿qué otros secretos guardas?
—Te sorprendería —sonrió Bruce por primera vez sincero, aceptando el avance en la conversación.
—Mmm... suena interesante —dijo animado su acompañante— Supongo que no debo esperar que me reveles alguno.
—¿Yo? —fingiendo ofensa, aunque su sonrisa lo desmentía— Creí ser el invitado.
—Tienes razón —concordó el otro quedándose un momento pensativo—. Entonces, vamos—levantándose repentinamente de la mesa.
—¿Cómo? —enarcando una ceja interrogante.
—Te llevare a un lugar que te sorprenda —anunció triunfal.
—Alexander... —comenzó a decir Bruce en un intento de negarse.
—Lex —lo interrumpió su anfitrión— Llámame, Lex.
3 horas después...
Al final Bruce no había podido rechazar la invitación de Lex ante su marcada insistencia. Y he ahí que terminaron en un pueblo perdido en la nada, en la mansión del beta que se encontraba a quien sabe cuántos kilómetros de la propiedad más cercana. Lo único que lo tranquilizaba era saber que podía largarse cuando quisiera, puesto que Trevor los llevo hasta ahí y esperaba fuera en la limusina, pendiente de sus órdenes.
—¿Qué te parece? —indagó Lex a su lado.
—¿El qué? —preguntó Bruce, haciéndose el desentendido.
—La colección Luthor —contestó Lex sin notar su falta de entusiasmo, paseando por la estancia entre los diversos objetos que la componían— Apuesto que jamás has visto algo similar.
—Es posible —concedió, reconociendo artículos que sólo había visto en libros o escuchado su mera mención.
—Impresionado —dedicándole Lex una sonrisa de orgullo y satisfacción creyendo haber logrado su objetivo.
—Puede ser —volvió a contestar Bruce evasivo sosteniendo entre sus manos una pieza particularmente fina hecha de obsidiana— Son objetos ciertamente... —buscó la palabra— exóticos.
—Fueron traídos de varias partes del mundo —explicó el beta—. Al igual que la casa, una reliquia familiar, transportada directamente desde Escocia. Es difícil saber que vale más, si la misma casa o alguno de los objetos que guarda.
—Yo si podría decírtelo.
—¿En serio? —dijo Lex incrédulo—. ¿Cuál? —visiblemente intrigado.
—Este —indicó Bruce colocándose frente a un cuadro donde podía apreciarse el retrato de una hermosa mujer cargando a un niño, ambos felices— ¿No estás de acuerdo conmigo?
Al acercarse, el beta se quedó sin palabras.
—Yo... —dijo Lex al fin, visiblemente afectado— Sí —recomponiéndose—. Es mi madre —Bruce asintió—. Pero, ¿cómo...?
—Experiencia personal —contestó Bruce encogiéndose de hombros con las manos en los bolsillos— Y... —sonriendo enigmáticamente—. Porque se me inculco desde muy pequeño el verdadero valor de las cosas. Mi padre siempre decía que la mayor parte de los objetos que nos rodean son fácilmente reemplazables: siempre habrá algo más grande, más hermoso, más fino, más caro. Pero lo que realmente vale son aquellos que guardan un significado. Como el retrato de tu madre; un momento atrapado en el tiempo de un instante efímero que te recordara que fuiste feliz... Aún si en el presente ya no lo eres.
Lex lo miró pasmado un momento, y luego se echó a reír.
—Se supone que te traje aquí para sorprenderte, y el sorprendido he sido yo.
—Es una cualidad —bromeó Bruce restándole importancia.
—Ya veo —dijo Lex acercándose más a él— Y dime, podrías seguir brindándome de esa cualidad... ¿en la cena?
La situación se estaba volviendo peligrosa, demasiada "cercanía" para el gusto de Bruce que decidió salirse por el tangente ayudado de su "reputación".
—¿Aquí? —simulando mirar crítico su alrededor.
—En donde prefieras —sonrió Lex.
—Entonces... —haciendo Bruce una pausa como sí lo pensara—. Un lugar más animado, ¿si sabes a lo que me refiero?
Lex asintió.
—Tengo un sitio en mente, sólo déjame hacer un par de llamadas.
—"Perfecto" —se dijo Bruce, convencido de que el beta lo llevaría a un sitio abarrotado, donde le sería fácil escabullirse con una excusa totalmente creíble sin levantar sospechas.
Esta vez, nada podría salir mal... ¿cierto?
12 am
<<¡Puta mierda!>>
Bruce estaba furioso, y de no ser porque debía mantener su careta y no parecer sospechoso ante Lex, que regresaría en unos instantes a informarle lo que ya sabía que había ocurrido, iría directo a donde sea que se encontrara el estúpido de Oliver Queen a romperle la cara por imbécil y comprometer su investigación con sus imberbes errores. Sí, el que fuese un puto Alfa no lo salvaría de su venganza.
Respiró hondo, intentando calmarse y hallar una solución a ese desastre.
La verdad es que de no ser por el problema actual habría catalogado la salida con Lex como pasable, que en sus estándares era mucho decir, y no es que se hubiera divertido en grande, pero tampoco fue insufrible como solía suceder, pese a las variables imprevistas, como haber alquilado la zona VIP del club nocturno en el que se encontraban sólo para ellos 2, imposibilitándole escabullirse como era su intención. O la perspicacia y atención que ponía, que le impidieron fingir una borrachera dado su poco consumo de alcohol. Por lo visto el beta era una persona de cuidado, cosa que tomaría en cuenta en el futuro: mantener la distancia y no bajar la guardia.
Luego vino el acabose.
Tras comer y beber, en medio de la amena conversación que llevaban desde hacía un buen rato, Lex recibió una llamada en su celular y se retiró para contestar. Segundos después sonó el suyo, cosa extraña porque esa noche no tenía pendientes. Contesto ahí mismo; era Alfred, informándole de una "situación".
Resulta que tras su partida de Luthor Corp con Lex "alguien" irrumpió en el lugar, burló el sistema de seguridad, hackeo la base de datos central, robó archivos y detonó cargas explosivas para cubrir su huida. La única pista que dejo fue una flecha rota, que por la imagen que su mayordomo le envió, pudo reconocer como perteneciente al arsenal de Arrow.
Sí, definitivamente lo mataría.
Porque el problema no radicaba en que irrumpiera Luthor Corp, en lo que respecta a Bruce podía voltearla de cabeza si quería. No, el problema, el PUTO problema consistía en que lo hizo el mismo MALDITO día que él se presentó ahí e hizo más o menos lo mismo; excepto por la parte de los explosivos, dejar rastros y ser descubierto; porque lo planifico a detalle y fue muy cuidadoso para que no notaran la violación de seguridad hasta mucho después cuando ya sería imposible relacionarlo con el incidente.
Sin embargo, ahora con lo sucedido realizarían una investigación exhaustiva y él por obvias razones entraría entre los sospechosos.
<<"Mierda, esta noche no puede empeorar" —pensó molesto.>>
—Lamento la tardanza —la voz del beta lo trajo a la realidad.
—Descuida —sonriendo en su papel de playboy— ¿Todo bien?
—No realmente —suspiró Lex resignado mientras se sentaba— Surgió una emergencia y tengo que ir a resolverla ya que mi padre no está.
—Nada serio, espero.
—Me darán los detalles al llegar, así que... Temo que tendré que dejarte —en opinión de Bruce, sus palabras y expresión parecía muy sinceras y eso lo inquietó— Pero de ser posible —continuó Lex—. Me gustaría verte en otro momento.
—Claro, te llamare para ponernos de acuerdo.
Al retirarse el beta, Bruce rogó que la insinuación que percibió sólo fueran producto de su imaginación.
Dejando ese asunto de lado por ahora, se levantó de la mesa con la mayor naturalidad del mundo y se dirigió a los sanitarios. Ya ahí, al comprobar que estaban vacíos llamó a Alfred.
—Señor.
—¿Cómo están las cosas? —preguntó serio, dispuesto a ir a resolver personalmente el embrollo.
—Mejor imposible, señor.
—¿Qué pasó? —frunciendo el ceño impaciente.
—Una de las explosiones dañó el conmutador central causando un cortocircuito que alcanzó gran parte de los sistemas, literalmente friéndolos. Aunque puedan recuperar la información desde su respaldo, no será así con las últimas 24horas que no alcanzaron a ser guardadas debido al reinicio. Considero que este resultado es altamente conveniente para usted, señor.
—Supongo —dijo Bruce a regañadientes—. ¿Hubo bajas? —esa era la otra cosa que le preocupaba.
—Ninguna, amo Bruce, tras sonar la alarma todos pudieron salir a tiempo.
—Bien, regresare a casa
—¿Tan pronto señor? Cuando no llega "temprano " como indicó, tuve la esperanza de que hubiese tomado mi consejo.
—No tengo tiempo para eso Alfred —dijo borde, cansado del tema.
—Debería tenerlo señor, la juventud no me sobra y variar su rutina no traerá el fin del mundo.
Bruce bufó molesto negándose a responder eso.
—Nos vemos en casa Alfred —y colgó.
Permaneció en silencio unos segundos contemplando su reflejo en el espejo de los lavabos frunciendo el ceño irritado. Él definitivamente no quería un Alfa en su vida, podía arreglárselas por su cuenta, el ser omega no lo volvía débil e inútil. Y el hecho de que una vez al año se volviera aún más un infierno a causa de su celo tampoco implicaba que lo necesitara, podía soportarlo. Suspiro calmándose, reafirmando su decisión: no cedería su libertad.
Camino de regreso, enfocado en salir del lugar y regresar a su mansión... Cuando lo vio al otro lado del salón. Un joven tal vez un par de años menor que él, estaba de espaldas mirando por uno de los enormes ventanales. Curioso, Bruce llamó con un gesto a uno de los miembros del servicio que se encontraba cerca y le preguntó por él.
—Es un beta "amigo" del señor Luthor —le contestó como el que cotillea un chisme, a lo que Bruce enarcó una ceja interrogante que puso nervioso al hombre— N-no sé más, señor.
Más intrigado que nunca, observo con mayor detenimiento al supuesto beta, que incluso con su vestimenta simple le era imposible ocultar ese magnífico cuerpo más propio de un Alfa. Además... Era bastante atractivo, pero inexperto, concluyó al leer su lenguaje corporal de movimientos torpes y rígidos, casi temerosos.
Sonrió levemente: le agradaba lo que veía, por lo que, en un acto impropio de él, decidió quedarse un poco más a observarlo.
Cuando el joven tomó asiento en una de las mesas, la mayor iluminación le permitió distinguir mejor sus rasgos, y quedó fascinado, sopesando en su mente la posibilidad de tenerlo en su cama. Y no es que fuera del tipo libertino como indicara su fama, pero tampoco un inexperto. Comúnmente tenía encuentros casuales cuando disponía de tiempo, siempre betas por supuesto, tanto de sexo femenino como masculino, siendo él, el activo dada su pantalla de Alfa y en cada caso lo disfrutó plenamente. Lo cual apoyaba su punto de no necesitar forzosamente un Alfa, en especial para tener una vida sexual sana. Claro que tal comportamiento de su parte no era del agrado de Alfred, que sin palabras demostraba contundentemente su desaprobación, pero en ese aspecto, Bruce no pensaba dar su brazo a torcer.
Decidido, se dispuso a acercarse, pero en eso captó a tres meseras adelantársele y rodear al joven apabullándolo con comentarios y descaradas insinuaciones. Frunció el ceño furioso, dominado por un absurdo sentimiento primitivo de posesión en el que no quiso ahondar, pero que lo impulsó a avanzar y plantarse frente a ellos marcando territorio, interviniendo en la "conversación".
—Un Martini estaría bien.
Bruce sonrió internamente, la expresión de los cuatro era épica: mirándolo embobados, pero fue la del beta la que puso su ego por los cielos al ignorar a sus acompañantes por centrarse en él, y quienes para su gusto estaban de más.
—Y de preferencia, lo quiero para hoy.
No pudo evitar su tono molesto impaciente porque se largaran y los dejaran solos, provocando que las chicas corrieran despavoridas a cumplir la orden que les dio.
—¿Puedo sentarme? —con la pregunta, Bruce pretendía hacer reaccionar al beta, pero al no conseguirlo sugirió— O tal vez... ¿Prefieras su compañía? —indicando con un gesto sutil a las camareras.
—¡No! —la reacción espontánea del beta lo divirtió.
—Eso me pareció —dijo Bruce riendo tomando asiento frente al menor— No sueles venir a este tipo de lugares, ¿cierto?
—N-no —obviamente estaba nervioso y el mayor pensaba aprovecharlo.
-—En ese caso —sonrió de forma encantadora— permíteme acompañarte y guiarte en esta nueva experiencia —sugirió galante— ¿Te parece bien?
—C-Claro —balbuceó el beta desviando enseguida la mirada sonrojado cosa que no pasó desapercibida para Bruce que ladeo el rostro coquetamente.
—Relájate, no muerdo... —reclinándose un poco, apoyó su mentón en el dorso de su mano izquierda— A menos que quieras que lo haga —añadió en tono seductor acercando su mano derecha al rostro del menor para girarlo y le mirara.
Encontrarse con esas pupilas azulinas lo hipnotizó, bajando inconscientemente la guardia, permitiendo que el beta —que había cerrado los ojos— restregara la mejilla en su mano como un cachorro necesitado de afecto. Sin embargo el trance se rompió cuando escuchó un profundo gruñido que lo estremeció de placer. Alarmado, se alejó rápidamente recomponiéndose, mirando al otro interrogante con suspicacia.
—L-lo siento —se disculpó balbuceante el menor, enrojeciendo hasta las orejas— E-es sólo que... —riendo nervioso—, hueles muy bien.
El comentario tensó a Bruce que aunque mantuvo su sonrisa y actitud desenfadada, pensaba a toda velocidad, re-evaluando al otro con actitud crítica, mientras olfateaba con sutileza el aire comprobando que en verdad fuera un beta... Y efectivamente lo era: uno de rango bajo, por lo que resultaba prácticamente imposible que percibiera su esencia omega aún en el remoto caso de que su infalible inhibidor de aroma hubiese fallado.
—¿En serio? —preguntó tanteando el terreno.
—S-sí —volvió a balbucear el beta desviando la mirada visiblemente avergonzado.
—Mmm... —fijando su atención en él con marcado interés— Es extraño que... Un "beta" de rango bajo —enfatizó la palabra—, tenga tan... Desarrollado olfato.
—Y-yo... —mostrándose incomodo— M-me refería a-a t-tu perfume —tartamudeó sonriendo débilmente—. E-es delicioso... —Debe ser muy caro.
—Lo es —concedió, sopesando la respuesta. Concluyendo que tenía lógica, puesto que aún en el supuesto de que no fuera beta y el inhibidor de olor hubiese fallado, la emanación del efluvio Alfa con que siempre se rociaba cubriría cualquier indicio de aroma omega. Conforme se relajó, aceptando su explicación—. Tal vez, si te gusta tanto, debamos ir a un lugar más privado para que puedas degustarlo mejor —sugirió retomando su actitud seductora.
—Y-yo... —musitó el beta con voz entrecortada, mirándolo nuevamente embelesado conforme Bruce se le acercaba.
—Vamos —lo jaló gentilmente poniéndose de pie y guiándolo a través del salón rumbo al pasillo que conducía a las escaleras que los llevarían a la segunda planta donde sabía por experiencia, se encontrarían habitaciones dispuestas.
Ingresó en la habitación más alejada, cercana a la escalera de incendios, seguido sumisamente por su acompañante que en todo ese tiempo permaneció en silencio, cosa que le agradó. Decidió no encender las luces por comodidad de ambos y cerro con seguro para evitar ser interrumpidos. Entonces se acercó lentamente con parsimonia deleitando su vista con aquel fabuloso cuerpo que pronto sería suyo.
Apenas y los separaban unos centímetros cuando se sintió incapaz de resistir más la necesidad de tocarlo, pero dada la inmovilidad del otro opto por contenerse, iniciando con un ligero beso, algo simple y casto que pretendía dar confianza... lo que no espero, fue ser sujetado y atraído violentamente por el beta, al intentar alejarse percibiendo desconcertado el inconfundible olor alfa.
—¡¿Pero qué...?! —la exclamación de sorpresa quedó interrumpida por los ansiosos labios del Alfa quien pretendía desesperadamente con marcada torpeza continuar el beso.
En un primer instante la intención de Bruce fue luchar, apartarse y huir... sin embargo pronto esa idea se esfumó de su mente perdida ante el embriagante sabor de esa boca que le generaba un deseo que jamás había experimentado con antelación, así como la certeza de que podría ser saciado.
Fuera de sí, se aferró a ese cuerpo musculoso que lo sostenía con posesividad explorando con rudeza cada parte de su ser arrebatándole en el proceso prenda tras prenda haciendo saltar los botones en su prisa. A Bruce poco le importó la falta de delicadeza del menor, al contrario, elevo aún más su grado de excitación contribuyendo ansioso y ayudando al otro a eliminar las odiosas barreras que los separaban.
—¡Mío! —esa primera declaración hizo estremecer al mayor que en un atisbo de conciencia se percató que ya estaban en la cama: 2 cuerpos desnudos, entrelazados, dispuestos a entregarse mutuamente— ¡Mío! —el nuevo reclamo lo distrajo, olvidando por completo porque se suponía que eso estaba mal, emitiendo involuntariamente un fuerte gemido que intensificó el libido de ambos que, por primera vez y sin pudor, liberaron la esencia de su verdadera naturaleza.
En la habitación, el coro de gemidos y gruñidos se intensifico demandando cada vez más uno del otro, pero sin llegar a romper esa última barrera.
Bruce gimoteo desesperado restregando su cuerpo contra el Alfa al verse incapaz de obtener lo que necesitaba. Frustrado, se removió entre los brazos de su captor sobrepasado por su parte animal que le exigía la unión total.
Así que en un movimiento sorpresivo tomando desprevenido al Alfa lo empujo girando en un movimiento acrobático posicionados a horcajadas encima de él sujetando con maestría entre sus manos el enorme miembro del menor que dirigió sin miramientos a su propia entrada chorreante, dejándose caer sobre él, empalándose de un solo golpe hasta la mitad. El grito de dolor que lanzo por tal acción fue equiparable al del rugido de satisfacción del Alfa que antes que terminara de acostumbrarse a esa violenta invasión lo tomó de las caderas rodando, terminando nuevamente encima para luego salir de su interior y volver a embestir llegando esta vez hasta el fondo, iniciando sin compasión una serie de arremetidas brutales que lo dejaron sin aliento gritando como una auténtica ramera.
—¡MIO! —la frase se repetía una y otra vez con mayor urgencia, a cada estocada esperando una respuesta que no llegaba.
Bruce lo intuía, su instinto se lo decía, sabía lo que el otro quería escuchar, pero aún le quedaba un atisbo de razón que se negaba a obedecer, su orgullo que le impedía ceder ante su parte omega.
De pronto, todo movimiento ceso, y el mayor al ver cortado su placer quiso golpear al otro furioso, pero le fue imposible: el Alfa lo había inmovilizado.
—¡Mío! —la exigente demanda era contundente: todo o nada.
Bruce forcejeo al límite, las sensaciones a flor de piel, la mente nublada por el deseo, el instinto dominando. Gimoteo sobrepasado por la necesidad, no soportando más. ¡Al diablo el orgullo y la dignidad! Lo quería, lo anhelaba... lo necesitaba. ¡YA! Luego habría tiempo de asumir consecuencias.
—¡SI! —gritó a todo pulmón— ¡TUYO! ¡SOLO TUYO! —al instante sintió el impacto y aquellos filosos colmillos desgarrar su cuello y hundirse en su carne, al mismo tiempo que con rudeza el alfa sujetaba sus muslos abriéndolos más embistiendo a una velocidad inhumana- ¡SI! ¡SI! ¡SI! —gritó extasiado— ¡Más! ¡MÁS! ¡FOLLAME MÁS! —suplicando al borde de la locura abandonado al placer, entregándose por completo, llegando con un último grito agonizante al clímax perdiendo el sentido.
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Al despertar el dolor se hizo presente en numerosas partes de su cuerpo, algunas de las cuales desconocía la existencia. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado aunque por la oscuridad deducía que aún faltaba para el amanecer. Con gran pesadez, intentó moverse pero aquellos brazos que tenía alrededor lo aprisionaban como barras de acero. Suprimió una exclamación de frustración y se dedicó a pensar en una forma de liberarse, la única idea que se le ocurrió no le hizo gracia, pero perder más tiempo conllevaba que el otro despertara.
Así que, haciendo a un lado los remilgos, comenzó a deslizar su mano hacia la entrepierna del Alfa acariciando con ligeros toques la zona provocando que el otro se removiera soltando bajos gruñidos aflojando poco a poco el agarre, momento que aprovecho para zafarse y rodar, pero cálculo mal y cayo de la cama con un sonido sordo.
Por unos minutos permaneció ahí tirado, inmóvil, con los sentidos alerta, escuchando como el alfa tras varios movimientos inquietos se quedaba nuevamente dormido. Luego, terminando de maldecir a todo el mundo por el daño de la caída, intento incorporarse, sin embargo un fuerte latigazo de dolor en su zona baja se lo impidió, alcanzando apenas a suprimir un grito ahogando.
Respirando profundamente una y otra vez consiguió calmarse, pero el dolor era persistente. Ignorándolo, consiguió ponerse a gatas y casi arrastrándose avanzo hacia la ropa desperdigada por el suelo; la mayoría estaba destrozada, principalmente la suya, afortunadamente pese a ello encontró aún en su saco su celular que tomó presuroso. Al revisarlo un sin fin de llamadas perdidas y mensajes aparecieron en la pantalla que ignoró olímpicamente. El tiempo apremiaba. Escribió rápidamente un mensaje y lo envío.
Sin esperar contestación volvió a mirar su alrededor buscando algo de la ropa que se hubiese salvado para ponerse. Diviso no muy lejos la chaqueta que traía antes el "supuesto beta" y que estaba intacta. Frunció el ceño reticente, pero careciendo de más opciones se la puso, le quedaba un poco grande, cubriéndole hasta los muslos, lo que aumento su enfado. Pero se controló enfocándose en llegar hasta la puerta.
Salir fue un reto, que sólo fue superado por la odisea de conseguir ponerse de pie, recorrer el pasillo, pasar por la ventana hasta la escalera de incendios y bajarla. En este punto Bruce temió desmayares considerando un milagro haber llegado tan lejos en tan deplorable condición, con sus miembros apenas respondiéndole y el dolor intensificándose a ratos. Sólo quedaba un obstáculo por superar, y después Alfred lo estaría esperando... Suponiendo que recibió su mensaje y llegara a tiempo.
Alejando las dudas procedió a descolgares de las escaleras, lamentablemente la fuerza le falló y cayó estrepitosamente contra el suelo dejándolo aturdido.
—¡Amo Bruce!
La voz alarmada tan familiar para el omega, lo espabiló.
—Alfred... —musito débilmente, intentando levantarse.
—¡Oh, cielo santo! —sujetándolo del brazo, ayudando a que se incorporara no sin esfuerzo.
—A casa, llévame a casa.
—Por supuesto, señor.
Al entrar en la limusina sobre esos asientos de cuero de familiar olor, por algún extraño motivo, se sintió perdido.
Solo...
Abandonado como aquel día en ese callejón oscuro.
Asustado, se acurrucó abrazándose a sí mismo, no obstante, percibió el olor de la chaqueta que lo reconforto, relajándolo hasta dejarse vencer por el cansancio... Teniendo por primera vez sueños tranquilos.
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Bieno aqui les traigo la continuacion espero que les guste es la primera historia que publico de esta tematica y no se que tan bien o mal lo hago asi que ustedes diran si la continuo o ahi le dejo, y de verdad gracias por leer mis locuras, ciao.
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