Claro, sí, mamá
mi cuerpo se baña en la líbido
que antes no habitaba
este taciturno cuerpo.
Mis manos yacen aplastadas,
crucificadas junto al bolígrafo.
Hoy no quiero escribir otro poema.
Se derrama la discordia
y quiero arrancarte la piel
usando mis uñas. Y mordiscos
quedarán petrificados
en los braquets amoldados
según medidas exactas
de encías y hambre.

Claro que sí, mamá,
soy reo y estoy preso de mi carne.
Le hago caso a las hormonas
cuando me seducen a gritos
que prenda la laptop y vea Brazzers.
Entonces contemplo, con estos
ojos indignos de provocarte cólera,
como dos mujeres se rozan
el clítoris con los dedos con uñas
largas y pintadas de amarillo.

Amarillo es el pecado, mamá,
préndele fuego a todo el dinero
que gastastes en mí.

Soy el primogénito que
nadie se merece.
¿Por qué aún sigo vivo?
¿Por qué aún discuto contigo?
Si tus ojos son indignos
de verme partir-
me a carcajadas con Glee
y renegar con odio
sobre el dúo de Rachels.

Y mi boca no se calla
porque vomita mariposas
en la cara amarga
de felicidad forzada.

Y la brutalidad de tus palabras
esta adherida a los rincones
mas profundos de la casa,
porque tu palabra es ley,
ley es tu palabra.

Y yo, como hijo,
como óvulo fecundado
salido de la crisálida
que es tu vientre
debo aguantarme
tu menopausia
cuando se traban en tu boca
oraciones inconexas
que carecen de sentido pero
tu no puedes notarlo.

Ecce homo.
Homo de homo sapiens,
hacia ahí va dirigido tu odio.
La palabra con h es solo un factor,
irrelevante en el criterio humano
que nació hace como...
No lo sé, quizás un siglo.

Este es un insulto a tu inteligencia,
lo admito. Mas tu nunca serás capaz
de leerme entre líneas
cuando tus ojos abiertos
como fauces, empañados,
tan solo están gritando
y apagando el televisor
con sus ondas de sonido.

Maldita sea mi entropía,
soy otro difunto abandonado
por el caos en este cuarto,
en esta habitación de cápsula
donde se alinean los planetas
según las curvas de Venus
y la monotonía enfurecida de Marte.

Y amarte
es la condena absoluta,
la cadena impoluta
que abraza mis piernas,
negándose a soltarlas
sin importar la lógica.
Aquí solo importan las armas
y solo el poder tiene armas.
Tu palabra es la ley, ley es tu palabra.
Como feto me tratas, indefenso
y contenido, sin derechos.
Siendo rebeldía y anarquismo
las etiquetas que has elegido
para derrocarme por completo.

Tu poder es tu palabra,
ley es tu palabra.
¿Por qué aún sigo vivo?
¿Por qué aún discuto contigo?
Supongo que ser ley
es un derecho que se gana
y se impone a los hijos,
sin importar la coherencia
en las palabras.