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La antropología soviética: antecedentes zaristas

Si bien la U.R.S.S. se configuró como una entidad distinta a las propuestas de Occidente, hay que recordar que lo hizo sobre la misma base y, por ende, abrevó mucho de sus influencias intelectuales, tecnológicas y políticas, lo quisiera o no. El expansionismo ruso inició a principios del siglo XVI, con Iván el Terrible, pero se aceleró con el alzamiento de la familia Romanov. Para 1800, el imperio llegó a su máximo apogeo y extensión, desde Finlandia, el Báltico, partes de Polonia y Ucrania, hasta las costas americanas de Alaska y desde los mares árticos hasta el Cáucaso, Asia central y Manchuria.
Pero no fue la sed por territorios lo único que adoptaron los rusos de sus vecinos europeos. Varias ideas de la Ilustración hicieron mella en la clase intelectual del país; y, tras la revolución positivista del XIX, la ciencia formó parte primordial de las academias y organismos estatales rusos. Es así que, imitando a británicos, franceses y prusianos, desde mediados del siglo XIX hasta 1917, se crearon decenas de sociedades científicas en todo el conjunto del imperio ruso, entre estas, varias de antropología. Justamente, la posición tan geoestratégica del Imperio Ruso favorecía bastante los estudios orientales y de territorios lejanos, aunque también se les dio importancia a las poblaciones eslavas. Sin embargo y pese a copiar muchas características de sus homólogos occidentales, los rusos construyeron una academia antropológica sólida e independiente al resto de las del continente.
Fue la competencia con otras potencias, no solo intelectualmente, sino también en términos militares, lo que derivó en la formación de academias y académicos al servicio de las estructuras gubernamentales rusas y orientados hacia una centralización estatal. Por ejemplo, dada la rivalidad con el imperio británico en la zona de Asia central, surgen sociedades científicas dedicadas tanto a los servicios de inteligencia como a las excavaciones arqueológicas y a las observaciones etnológicas. Otro caso más específico sería el del antropólogo oceanista N.N. Mikluxo-Maklaj, quien servía como agente directo del zar Alejandro III y desempeñó varias misiones de espionaje dentro y fuera del Imperio. Por último, se estudiaron las costumbres tribales y las capacidades bélicas en las poblaciones de las regiones fronterizas del territorio ruso como parte del esfuerzo de guerra y para la posible formación de ejércitos irregulares durante conflictos armados, como durante la intervención a Manchuria, las luchas en Afganistán, las guerras ruso- japonesas o la Primera Guerra Mundial.

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