Sucia
Alejandra
—Prisión preventiva. No durarás mucho allí, no te preocupes. —me había comentado James el abogado que envió Enrique.
Recuerdo haberle visto una sonrisa en los labios al decirlo e imaginé era algo bueno. No conocía ese término, ni la gran mayoría que escuché en los cargos en mi contra. Se lo suficiente para saber que eran delicados y de ser condenada pasaría mucho tiempo tras unas rejas.
Mi origen latino es el motivo por el que me han negado salir bajo fianza. El fiscal había insistido que yo podría cruzar la frontera y abandonar el país. El juez aceptó dado lo delicado de todos los delitos que era acusada.
Sentada en la celda, con varias mujeres más esperamos ser llevadas a otro sitio. Pude hablar con mis padres y calmarlos, estaban bastante afectados por lo sucedido. Una hija en prisión acusada de varios delitos atroces y la segunda era la culpable. Ambos estaban lidiando con dos cosas fuertes, sin mencionar que Antonella puede ser retirada de la familia.
Desde donde estoy puedo ver a Valentino, hablando por móvil. Su parecido con mi bebé es tan intenso que pueden pasar por hermanos. Sonríe al colgar y alza el rostro hacia mí.
—La tiene —habla en voz alta —se quedó dormida, no puede venir.
Limpio mis lágrimas al escuchar aquello, un problema menos en que pensar. Mi bebé estará con su padre y tío, todo lo demás pierde importancia. Valentino sigue hablando en vos alta, sin importar que los oficiales lo miren con enfado diciéndole algo.
Ese fugaz gesto de enojo lo he visto en mi hija, en aquellas veces que se ha quedado sola en algún lugar y no ve me. Al parecer le han pedido bajar la voz, puedo verlo alegar divertido y el oficial enojado.
—Buscará a Beatriz, asi no se sentirá tan perdida—continua ajeno a todo.
Es una excelente idea. Si bien, se lleva bien con ambos, todo le será extraño. Llorará y no encontrará a nadie conocido con quien consolarse. Me duele mucho saberlo, pero de todos los escenarios, Enrique y Valentino es el mejor.
—Debo salir... Pero te veré mañana —asiento en silencio y se abraza así mismo inclinando su cuerpo hacia mí —la cuidaré muy bien hasta que la tengas de vuelta.
No hay tiempo de responder, un oficial le pide salir y las rejas de la celda se abren. Somos conducidas a una patrulla, más grande y con más seguridad. Una bang con bancas metálicas lado y lado, cinco mujeres más y un guardia. La única que iba llorando era yo, y mi comportamiento causaba risa en las demás.
Vez películas sobre prisioneros y policías, pero nunca te imaginas que pasarás por algo así. Por lo menos, yo nunca lo creí posible. Siempre actuaba bajo las leyes de este país, que acogió a mis abuelos hace más de seis décadas atrás y les brindó un futuro mejor. Mis padres tenían orígenes mexicanos, nacidos en Norteamérica. Tanto ellos como nosotras contábamos con ambas ciudadanías, pero siempre éramos latinos, ante quienes nos rodeaban y nosotros.
Me fundo en mis pensamientos en todo el viaje. Llegando a la conclusión que alguien asesora a Lorena en mi contra, por alguna razón. De momento no hay nadie en quien pueda pensar, creo ser amiga y querida de quienes me rodean.
La patrulla pasa un portón eléctrico y avanza hacia la zona de parqueo. Desde la ventanilla puede ver varias guardias y partes de lo que será mi hogar en adelante. Inspiro fuerte y limpio de nuevo mis lágrimas cuando las puertas del vehículo se abren.
—Abajo princesas, hemos llegado a su palacio —se burla un guardia. —de tres una se arrepiente esta vez Willis.
Ha alzado su rostro para decir aquello, sólo se escucha risas como respuesta. Esposadas y unidas a cadenas somos conducidas al interior.
En la entrada nos detienen y liberan, solo de las cadenas. Nos piden las joyas, relojes o cualquier cosa de metal que llevamos. Yo no solía usar nada de eso, el reloj me estresaba y las joyas fueron vendidas una a una.
Hacemos turnos para ingresar a una habitación, la chica a mi lado me pregunta si es mi primera vez y al asentir sonríe.
—Es duro la primera, después te acostumbras.
Después, yo no esperaba esa posibilidad. En cuanto saliera de este lugar me largaria lejos de todos, asegurándome que Antonella estaría bien. Fue doloroso tomar esa decisión, pero era la única forma en que mi niña creciera amada y lejos de su madre biológica.
—Tranquila. Te veo dentro y te diré como sobrevivir —es la penúltima en ser llamada y agradezco en un susurro.
Soy la última en entrar, las demás no han vuelto a salir y eso me recuerda a aquella película que vi sobre los campos de concentración en la Alemania nazi. Al igual que las personas de ese film, yo no tenía claro a dónde iba, lo que fuera era peligroso.
Al llegar mi turno, mi corazón late descontrolado, mis manos sudan y mi cuerpo tiembla. El rostro férreo de la mujer que está en pie en la puerta metálica y me ordena seguirla empeora la situación. Es una mujer alta, de contextura robusta, rubia y lleva su cabello recogido en un moño tan rígido como ella.
—Tu turno princesita. —comenta haciéndose a un lado.
La habitación cuenta con un escritorio, un estante, dos sillas y una camilla. En un costado hay un lavamanos y encima del escritorio varios documentos, una caja de guantes, en el estante hay ropa todas en el mismo color, Naranja.
Una segunda guardia retira unos guantes de su mano que lanza a una cesta señalando la camilla.
—Desnúdate, te volteas y apoyas tu dorso en esa camilla. Se que sabes de lo que hablo. —ordena la mujer alta retirando las esposas y yendo hacia la caja de guantes.
Retrocedo asustada ante esa orden y el rostro de sadismo que veo en ellas. Le describe a su compañera las razones de mi ingreso a prisión y esta me ve de una manera extraña.
—Lo que hiciste puede describirse como violación y aquí no les va bien a las personas así.
—¿A tu hermana? Imagino que filmaste todo, luego la vendiste.
Su comportamiento es una amenaza, todo en ellas me dice que lo es. Sin poder evitarlo empiezo a temblar, por más que intento hablar o defenderme no es posible. Mi voz me ha abandonado y mis pies no coordinan. El ruido de la puerta abrirse me hace reaccionar y volver la mirada hacia ella.
Una tercera mujer entra, más delgada que las demás su uniforme luce impecable. Creo que es superior a las demás porque el comportamiento de ambas al verla es bajar la cabeza.
—¡Fuera! —habla en tono seco.
Su orden es obedecida y en segundos estamos sola ella y yo. Mira en un rincón de la habitación y mi cabeza gira a esa dirección es una cámara que llamó su atención. Tensa y a punto del desmayo observo cada uno de sus movimientos. Pasa todos los seguros en la puerta y da media vuelta sonriendo hacia mí, apoya su cuerpo en ella un instante para luego presionar un interruptor a su derecha con los ojos fijos en la cámara. La luz roja que había en la cámara se apaga y afirma en silencio una vez lo hace.
—Desvístete —Pide tomando un par de guantes del escritorio —es necesario saber que no ingreses tonterías por allí. —explica colocándose el objeto de látex y viéndome de reojo.
—No traje nada...
—Te sorprendería el numero de mujeres que han dicho eso y me han mentido. —comenta de buen humor.
Sonríe al darse cuenta de que estoy viendo a la cámara e intentando comprender los motivos que han hecho apagarla. Por lo menos la mano de esta es más pequeña y aunque las facciones son parecidas a las otras, ella ha pedido acostarme en la camilla.
—¿Si deseas le digo a María que lo haga? —pregunta al ver que no me he movido.
No es por llevar la contra, es que no puedo hacerlo por mas que lo dese. Imagino que la tal María es el mamut que me ha recibido, por lo que decido acatar sus órdenes sin chistar, confiada en aquel brillo humano que creo haber visto en ella.
Al terminar alzo el rostro hacia ella y la mirada que le brinda a mi cuerpo me asquea. Paso una de mis manos por mis pechos, la otra cubre mi intimidad. Ella le divierte mi pudor, toma un grupo de prendas de la esquina del escritorio y se acerca peligrosamente. Su mirada en mi cuerpo incómoda, me siento desnuda ante ese escrutinio y sucia por despertar en ella ese tipo comportamiento. Uno que no estoy provocando, estoy segura de ello.
Me encojo cuando la tengo cerca y mi respiración se detiene, por unos segundos que parecen eternidad no hace o dice nada y solo escucho su respiración. Toma mi mano derecha y la tenso involuntariamente y puedo escuchar su risa, creo que no voy a olvidarla nunca.
—¡Vístete! —pide dejando en mi mano el grupo de prendas naranjas que ha tomado.
Solo en ese momento suelto el aire y empiezo a temblar con violencia. La risa fuerte que escucho me dice que se está divirtiendo, alterando mis nervios.
—Estarás en la celda de Ramona, te protegerá siempre y cuando estés con ella.
Empieza a decirme cuando estoy tomando mi ropa interior de nuevo. En vista que jamás he estado en algo asi, imagino que lo estoy escuchando hace parte de las indicaciones o algo asi, por lo que guardo silencio y solo escucho.
—No le hagas preguntas, pero responde a todas las que te formule. No le mires a los ojos, menos con esa mirada de mosca muerta.
Mis manos tiemblan al escucharla darme aquellas instrucciones describiéndome a la tal Ramona. Es de poca vida social dentro del penal, odia a las internas cuyos delitos tengan que ver con niños. En ese punto de su explicación estoy ya vestida, mientras ella está apoyada en el escritorio con una sonrisa ladina.
—Tu novio me pidió un buen lugar para ti, me temo que la suite cinco estrellas, está ocupada. —habla con burla —es todo lo que pude conseguir.
"¿Mi novio?" es mi pensamiento escuchándole decir que pueda que Ramona desee sea cariñosa. Que es mejor dejarme "hacer" de ella y no de las demás. Esas serán violentas conmigo y no quedaré sana. Ni me detengo a imaginar lo que quiere decir, sigo en ese letargo que todo esto es una pesadilla de la que despertaré en cualquier momento.
—Le debía a Favre un favor, no pensé que esta fuera la manera de pagarlo.
¿Dijo que era mi novio? O fue una deducción de la mujer que tenía frente a mí. Continúa detallando lo que debía y no hacer delante de mi compañera de celda. Fue tanta la opresión en mi pecho causada por sus restricciones que acabe por escupir.
— Pretende hacerme creer que hace un favor a Enrique ¿Dejándome en la celda de la peor de las internas?
—Estarías en manos de Ramona, pero sin saber qué hacer y cómo tratarla. Mis indicaciones harán la diferencia.
Enciende las cámaras retira los cerrojos al tiempo que ordena bajar el rostro y no mirar a ninguna dirección más que al piso. Impulsa mi cuerpo hacia afuera al abrir las puertas, el piso encerrado y los zapatos por poco me hacen caer. Dos pares de manos impiden mi caída y me estremezco al escuchar decir en mi oreja.
—Debes fingir que fuiste manoseada que te ha gustado... Algo que pudo haber ocurrido.
Su aliento causa electricidad en mi piel, en nada tiene que ver con atracción. Sigo sintiendo asco, no soy una mujer de vida sexual activa, pero si consciente de mi femineidad. Sin embargo, lo que sucede en este momento, lo siento como un abuso.
¡Es un abuso!
Atravesar el penal, rumbo a mi celda supe que debería adaptarme a ese ambiente. Los comentarios soeces y descripciones sobre lo que me harían o podrían hacer me hicieron sentir aún más sucia. No fue necesario bajar el rostro ante Ramona, quién dormida plácidamente en la litera de arriba. Igual estaba sintiéndome abusada y no solo por la mujer que me llevaba, sino por todas las internas con su voz, ojos y movimientos obscenos.
Ramona permaneció en la litera el resto del día, durmiendo o leyendo. No me había dirigido la palabra y siguiendo las indicaciones, tampoco yo lo hice. Mi primera noche en prisión, lejos de mi bebé fue la peor de todas. Mis pensamientos iban dirigidos hacia ella y como lograría Enrique dormirla. Había que cantarle una canción para hacerlo, la que sea estaba bien para ella. Solía hacer palmas y hasta mover su cuerpo dependiendo el ritmo. El silencio en el penal sólo fue interrumpido por el sonido de un metal por los barrotes o el cántico de una de las guardias.
—Mañana no saldremos a tomar el sol, debes decir que te sientes mal —las primeras palabras de Ramona fueron para incrementar mi insomnio.
(...)
—¡Gómez! Visita —habla una voz y alzo el rostro de la almohada —¿Qué esperas?
Doy un paso a fuera de la litera y avanzo a las rejas antes de salir me esposan y sigo el camino en silencio.
—Un solo día y ya piden visita conyugal, debes ser buena en la cama—el comentario lo dice mirándome por encima del hombro y bajo el rostro.
Pude soportar sus burlas, sabia que la visita era de Enrique. Ayer no pude volver a hablarle, porque según Valentino Antonella se durmió. Frente a la puerta retira mis esposas sin dejar de verme con burla.
—¡Acabalo! —comenta abriendo la puerta.
Entro con una sonrisa en mis labios, una que se esfuma al ver a Frank sentado en la cama cruzado de brazos. Mi desilusión es notoria, yo quería ver a cualquiera de los Favre con noticias sobre mi hija.
—Creo que no soy bienvenido.
—Esperaba noticias de Antonella. Valentino dijo que hoy vendría a verme.
Entro del todo a la pequeña habitación, una cama de hierro, cobijas azules por fortuna limpias y un espacio reducido en donde es imposible pasar dos a la vez. Me siento en la silla que esta en la entrada y miro a Frank.
—Le entregaste a Antonella. Es un desconocido.
—Es su padre biológico —corrijo —demostró serlo, no estará en mejores manos.
Mi comentario hace que me mire molesto. El vínculo que el tiene con la niña es solo ser el padrino, uno puesto por mí, la mujer que esta siendo acusada de robarla. Enrique es su padre biológico, abogado y hasta hace unos días fiscal.
—Se lleva bien con ella.
—No pensé que pudiera querer darle el apellido o ser padre real. Decir cómo fue concebida y quien es su madre es mala publicidad.
—No debiste pedir visita conyugal, todos aquí creen que Enrique es mi pareja. —interrumpo su platica y no le gusta, pero no quiero tirar todo por tierra.
—Lo acabas de conocer, es un desconocido ¿Qué parte de eso no has entiendes? —junta los dedos de su mano al decir aquello y me mira apenas controlando su rabia —en muchas ocasiones te dije que le daría el apellido y te negaste, nada de esto hubiera pasado...
—Y estarías en otra prisión por cómplice ¿Qué harías con Valentina? —respondo en calma— los Favre son la familia de Antonella, lo quieras o no.
Nadie mejor para sacarla de las garras de Lorena. Cuenta con todo el arsenal para pelear la custodia de la niña y algo en mi interior me dice que estará feliz con ella. Por último, le pido no volver a pedir ese tipo de visitas, es un hombre casado y puede traerle problemas.
—No me pediste cuidar a la niña, te enojas por que vine a visitarte y no fue ese hombre, ¿Qué será mañana Alejandra?
—¿Por qué siento que hablo en otro idioma? Nadie parece entender lo delicado de mi situación... estuve asi —le digo mostrándole el dedo pulgar e índice —de ser manoseada al entrar, quizás violada ¿Adivina quién previó eso pasaría y me ayudó? ...el mismo hombre que se quedó con mi hija y que estoy segura la cuidara con su vida pro que es su padre.
Me levanto de la silla y toco la puerta. No deseo prolongar esta visita y que se sepa estuve con otro hombre que no es mi "supuesto novio" en visita conyugal.
—¿Alejandra?
—Dale un beso a Vale, dile que la quiero mucho y estoy bien.
Sin decir mas salgo del sitio, me dejo esposar y avanzo de regreso. Ignoro la mirada interrogante de la mujer quien parece querer adivinar mis pensamientos.
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