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Perfidia


Narrador

Frank estaba en el asiento trasero oculto hasta hace unas horas. La calma llegó a su fin, la niña no dejaba de llorar. El repertorio de personas a quien llamaba en búsqueda de ayuda era extenso y desconocido para Frank.

El llanto insistente, la espera de Valentina y la escasez de efectivo empezaban a impacientarle. Su esposa había prometido ayudarle con efectivo y llevarle al lugar en que seria recibido por un familiar. De momento le había ocultado que llevaba a Antonella, porque se negaría a cooperar si lo supiera.

—¡Basta! — grita perdiendo la paciencia. —guarda silencio...

Antonella salta de su asiento, su pequeño cuerpo tiembla mientras que su pecho sube y baja descontrolado. No reconoce a Frank, bien sea por el tiempo que ha pasado o por la presencia de personas extrañas ahora en su vida.

No se siente ofendido o molesto, sabe es cuestión de tiempo para que vuelva a adaptarse y a quererle nuevamente. La llevaría lejos de ese ambiente en que crecería y de su madre loca. Alejandra era demasiado débil para separarse de su familia y Lorena la odiaba lo suficiente para dañarla.

—Lo siento cariño —comenta tomando sus manos, pero se sacude de su agarre.

—Mamá, quiero a mamá. —ruega —¡Valentín! Y a papá ...

—Yo soy tu papá —le interrumpe señalando su pecho —¡YO! —continua y niega.

—¡NO! —solloza una vez más. —quiero a mi mami.

—Soy tu padre —la retira de su asiento y la alza en brazos.

Es la primera vez que la ve haciendo un acto violento, piensa al verla retorcerse y lanzar patadas que no alcanzan el objetivo. Era su hija, todo este tiempo y desde que supo del embarazo de Lorena la vio como su hija. Estuvo con Alejandra, la apoyó económica y emocionalmente, llegó a decirle papá.

Las cuentas eran perfectas y Lorena se lo confirmó. Llegando a confesar que eran los motivos por los cuales quería deshacerse de ella. El miedo al rechazo de sus padres la hizo pensar en darlo en abortarle y al no poder hacerlo, en darle en adopción.

Con el tiempo llegaron los temores, Alejandra Gómez era una mujer joven y hermosa. Llegaría un pretendiente o querría casarse, siendo tan dulce y aguerrida sería fácil de amar, tanto ella como Antonella. Le daría un padre a su hija.

¡Porque era su hija!

Quiso darle el apellido y ser su padre real. Habló con Valentina, dándole a entender que lo hacia por el cariño que le tenia a ambas y aceptó. Su esposa era una mujer tan o más dulce que Alejandra. No contó con el orgullo de los Gómez, ni el odio del abuelo de su hija. Alejandra se negó y Gustavo Gómez se negó a ese acto. Ofreciéndole el premio de consolación al ser su padrino.

A medida que crecía el amor hacia su hija, también sus temores. Era cuestión de tiempo para que ella quisiera formar un hogar y las deudas en que la dejaba su hermana contribuían a eso.

Lorena estaba dolida por su matrimonio, buscaba la manera de dañarle y conoció a los Favre. Con ellos llegó la certeza que Antonella era hija de ese italiano y no de él. Lo demás fue una venganza bien planeada, Lorena era rostro de ángel, pero mente de demonio. Si bien, el no era un santo Lorena estaba lejos de ser inocente en esta historia. Su único pecado fue desear hasta la locura a una menor de edad, quien acabó siendo la daga que destrozaría su existencia.

Los recuerdos de todo lo vivido lo hicieron tensarse y presionar con fuerza el cuerpo de la niña que acabo por morderlo en un acto de supervivencia.

—Maldición. — exclama cuando los dientes de la niña se clavan en sus brazos.

Alza la palma de su mano hacia la mejilla de la pequeña impidiendo que siga. Un acto de reflejo del que se arrepintió al escuchar el golpe seco y ver la sorpresa en el rostro infantil. Por unos instantes en su rostro se observa el dolor y sorpresa. Aquel rosa de sus mejillas aumenta hasta llegar a un rojo purpura y un hilo de líquido fino color carmesí empieza a bajar de sus labios.

El silencio tras el golpe solo duró segundos, a Frank le parecieron eternidad. El letargo en que lo deja ese acto violento solo le interrumpe la llegada de Valentina. Se sienta tras el volante en el mismo instante en los gritos de la niña irrumpen inundan el vehículo.

—¿Por qué ...?

La pregunta queda suspendida en el aire tras girar su cuerpo y ver el rostro de la niña rojo, el sudor corriendo por su frente y su cuerpo tenso.

—Por el amor a Dios la secuestraste...— su voz es casi un hilo y mira en detalle a la niña —¿Qué hiciste?

—¡Me mordió!

Su defensa es débil al darse cuenta de que no hay excusas. Lo que seguirá es convencer el doble a su esposa, que desee participar en esto implica ensuciarla y de pronto no desea eso para ella.

—¿Golpearla Frank?

—¡Arranca! —ordena —estamos llamando la atención Valentina.

Sus ojos van a su alrededor con el miedo creciendo en sus entrañas. Llevan mas de cuatro horas en ese lugar a pocos kilómetros del rapto. Un vehículo de vidrios oscuros detenido por más de dos horas llama la atención.

—Será mejor dejarla —aconseja Valentina y niega —la dejaremos cerca ...

—¡No! —interrumpe molesto. —¿Dónde estabas y por qué tardaste? —interroga, pero ella enciende el auto en respuesta.

—¿Dónde estaba? —pregunta enojada —recibiendo llamadas de Lorena que ignoré y evadiendo a la policía que me seguía. Jamás pensé que fueras capaz de secuestrar a una bebé o de golpearla.

Sale del vehículo que rodea y retira de sus brazos a la pequeña que en medio del llanto se abraza a ella. Se sienta a su lado sin dejar de consolar a Antonella mientras le exige saber la verdad.

—Ya la sabes...

—No, esa no es la verdad—interrumpe —quiero la verdad Frank, no donde fuiste seducido por una niña de catorce...la verdad.

—Amor ...—empieza a decir, pero ella le mira impasible.

Sonríe con algo de tristeza viéndola a los ojos, ella le hizo pensar en una vida distinta. Incluso abandono todo por ella, se convirtió en un buen hombre. Hizo todo para estar al mismo nivel de su mujer y todo se lo arrebataron de un día para otro.

—El pasado pesa —empieza a decirle —creí que podría dejarlo atrás.

Olvidando que existían personas que daño tanto que no estaban dispuestas a verle feliz. Lorena pudo simplemente pasar la hoja y rehacer su vida...

—Le hiciste daño Frank.

Niega incrédulo al darse cuenta de que había logrado convencer a todos de su enfermedad mental. Existía en ella su desorden, pero nunca en un grado tan alto como lo hacía saber. Se le dificultaba creer que él fue el causante de todo.

Solo fue con quien pudo ser ella misma sin limitarse o cohibirse. Si, era una adolescente cuando la conoció, duda que eso fuera el causante de todo. Permanecen varios minutos allí, tiempo en el que decide sincerarse por primera vez.

—Te llevaré —logra decir al fin. —Será mejor si te ocultas.

Antonella se durmió llorando su mejilla esta hinchada y pese a su estado inconsciente sigue quejándose. La deja con cuidado en la silla asegurando las correas y se instala tras el volante minutos después. La sorpresa de no recibir reclamos o el silencio con el que salen del callejón en donde esta.

Inclina su cuerpo una vez está en la vía viéndose obligado a confiar en ella. Es su esposa, la mujer que sabe la ama y esta dispuesto a todo por ella, quien le dejó ese mensaje en su correo ofreciendo ayuda. Nadie mas que ella para sacarle de apuros, el sacerdote lo había dicho cuando los casó.

En la salud y en la enfermedad, en la tristeza y en la alegría...

—¿Por qué nos detenemos? —pregunta al ver que no ha pasado cinco minutos.

Ella sale del vehículo, lo rodea y saca el cuerpo aun dormido de Antonella. La sonrisa que le brinda esta llena de tristeza, resentimiento y dolor.

—Me di cuenta de que no puedo pasar la pagina de tu vida en mi historia —le dice abrazada a la niña —con el miedo latente a que aparezcas en cualquier momento —sigue diciendo —quiero empezar de cero, sin ti, sin tu recuerdo y con la certeza que no harás más daño.

Se yergue en la silla del vehículo sin entender nada, dándose cuenta de que están en el mismo parque que se robó a la niña y que detrás de ella está la policía. Lo que sigue lo ve en cámara lenta, una oficial le retira a la niña, tres se acercan a él le esposan mientras le leen sus derechos.

Es ella la que tiene toda su atención y el desconocido de tatuajes en las manos que le ayuda a retirar algo de su cuerpo. Rubio, alto, de aspecto peligroso y mirada asesina, que no solo sostiene la de desprecio que le brinda Frank, sino que logra superarla al ver en ella desprecio.

—¿Este encendido? —escucha decir a un oficial cuando es llevado a una patrulla.

—Lo está.

Comenta el desconocido con voz áspera, brusca y un acento desconocido para Frank. Lo que sucede a continuación le obliga a girar su rostro en otra dirección ante lo doloroso que es verle.

Su mujer, su esposa esta en brazos de otro.

—Hijo de puta. —la violenta voz viene acompañada de un cuerpo arremeter contra él.

El aturdimiento ante lo que ha visto le impide evadir los golpes del fiscal. La mujer que fue su todo le ha cambiado por el que se ve es un delincuente. No está dispuesto a dejarle el camino libre, si ambos esperan eso están muy equivocados.

—¡La golpeaste!

—Y lo siento —le dice al exfiscal sin dejar de ver a la pareja que abrazada se aleja del lugar. —lo siento —repite una vez mas con la certeza de volver por su esposa.

—Papi —el llanto de la niña lo obliga a buscarla y la ve extendiendo sus brazos hacia el abogado.

Nunca lo había visto a ambos juntos fue la primera y quizás la ultima vez que lo haría. El color de piel, cabello y ojos lo hacían inconfundiblemente parientes. También la manera que tenían de aferrarse uno al otro.

¿Qué tenia ahora que sabia eso?

—Valentina— responde rápidamente y no estaba dispuesto a dejarla libre. 

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