Mi Culpa
La adolescencia es quizás la época más hermosa de todo ser humano. Nuestras únicas preocupaciones eran las buenas notas, hacer los deberes escolares y ver llegar el viernes. Es una pena que no nos demos cuenta de lo maravillosa que es hasta que se acaba. De saberlo, todos tendríamos una manera de vivirla totalmente distinta a la realizada. No se llega adulto y se adquiere madurez de gratis, asi que ser estúpido en esa etapa es normal.
Mi única hermana, estaba atravesando esa época y no hablo del cambio de cuerpo, voz, etc. Me refiero a la rebeldía, interés desbordante por la sexualidad, lecturas extrañas y comportamientos violentos. Siendo la hermana mayor, de quien se esperaba un buen ejemplo siempre, trataba de mediar entre mis padres y ella, algunas veces esa tarea resultaba complicada.
Como en este instante.
Lorena había pasado por momentos extraños llevando a mis padres al borde de la locura. Paso de vestir trajes largos, coletas, Brackets y ser parte del coro de la iglesia. A trajes ajustados diminutos y negros, se vestía con ese color de la cabeza a los pies, uñas, piercing, labios, etc. Cuidaba su figura, iba a gimnasio y hacía dietas que mamá consideraba excesivas.
Así fue desde los quince hasta hace cinco meses atrás, luego de cumplir la mayoría de edad. Descuidó su apariencia, dejó de ir al gimnasio, subió de peso y empezó a cubrir su cuerpo, a vestir holgado. Papá y mamá creyeron que la habían recuperado el buen juicio, pero mantenía conversaciones extrañas, era celosa de sus cosas y puso seguro a su habitación.
Nada de lo que me decían era una alerta real para mí, es completamente normal que a determinada edad te vuelvas celoso de tu cuerpo y tus posesiones. Algún novio o conversaciones con amigos podían escandalizar a mis padres e imaginé por eso lo hacía. Aunque si era consciente que Lorena necesitaba de ayuda psicológica, pero mi madre se negaba.
Esta mañana en que se dieron cuenta no estaba en casa y al parecer, no había dormido en ella. No se llevó mayor cosa de su habitación y mamá creía todo estaba allí.
Somos cuatro en esta familia, Gustavo y Lucía (mis padres), Lorena mi hermana y Alejandra...Yo.
Contábamos como medio de subsistencia una panadería bastante popular en el barrio y en sus alrededores. Papá había logrado hacerse una buena clientela en base a su buen trabajo y perseverancia. Gustavo Gómez, siempre fue muy estricto y mamá sumisa, pero no nos fue mal.
Muy a pesar de su comportamiento explosivo, mi padre nunca ha golpeado a mamá o alguna de nosotras. Siempre procuró una buena educación y aquello que el llamaba "no ser menos que los demás". Haciendo referencia a darnos lo mejor con sus pocos recursos.
—Quizás sólo está con una amiga —sugiero a mamá y la veo negar hipeando. —No debemos alarmarnos.
—Se lo dije, como también que no era necesario llamarte —comenta papá en actitud bastante aburrida.
Sentada en la sala de mi antiguo hogar, cerca de la ventana que da a la calle, mi sitio preferido desde que tengo memoria. Desde ese lugar tengo una vista del parque del barrio, allí solía hacer deberes, leer y soñar con una vida llena de lujos.
—Creo que es un buen momento para pedir ayuda— la negativa de mi madre es instantánea y papá suelta una gran bocanada de aire.
—¡Te das cuenta! — explota de nuevo y le pido calmarse moviendo mi mano —Está lejos de una travesura, ya no es una niña es una mujer y con mucho peligro afuera.
Su voz tiembla cuando dice aquello y veo los bellos de su brazo erizarse. Es su mayor miedo que su muñeca salga herida por alguna razón y el de todos.
—Lo sé, pero agarrarla contra todos no es la solución.
Lorena nació cuando yo tenía diez años, una agradable sorpresa pues mamá ya se había hecho la cirugía para no tener hijos. Mis padres habían decidido que con una sola era suficiente para darle lo que necesitaba. La diferencia de edad no fue impedimento para unirnos y querernos. Llevaba una excelente relación con Lorena, con mis padres era que la pequeña tenía problemas.
—No tienes porque llamar a la niña cada que hay un problema—sigue diciendo, mirando a mi madre molesto.
Lorena era rubia de ojos almendrados en un tono avellana herencia de parte materna, tan alta como mi padre. Al nacer fue declarada la princesa de la casa, siendo la adoración de todos, eso según mi padre fue su perdición.
—No me molesta estar aquí papá, estoy de vacaciones. —los calmo tomando el móvil para marcarle.
—No va a contestarte... —advierte mi padre a punto de la histeria —su egoísmo e inconsciencia le impide no pensar en otra cosa que no sea ella.
Mamá solloza más fuerte ante la explosión de furia de mi padre. A la preocupación por no saber de ella se le suma el hallazgo hecho por papá. Deja en la mesa de centro una pequeña varias papeletas blancas y una improvisada pipa.
—Que esté nueva no me alivia. —comento y es mi turno de que se me erice la piel.
—No es de ella—la defiende mi madre.
—Eso es peor que lo que creemos tiene —comenta señalando ambas cosas — bipolar, depresiva o le falta ir a psicólogo. Ahora debemos lidiar con una hija drogadicta que se largó de casa para ser libre.
—Tal cual lo hiciste Alejandra ¿Cuál es la diferencia? — papá le mira estupefacto y yo le tomo a ambos de las manos.
Que yo contaba con 23 años, una beca universitaria y un trabajo. Salir de casa fue para que Lorena tuviera más amplitud y no ser una carga. Vivo en un apartamento que estoy pagando, tengo un empleo estable y ayudo a mi padre con las cuentas.
—No llegaremos a nada, contigo no se puede dialogar. —confieso levantándome del sillón. —papá tiene razón mamá esto es delicado.
—No pueden pretender que me quede de brazos cruzados mientras mi bebé tuvo que largarse por no soportar las quejas de tu padre...
El levantamiento del sillón por parte de mi padre es violento. Los reproches empezaran, mamá le lanzara toda la culpa a mi padre y este acabara por irse enojado.
—Mi salida de casa no fue por mi padre y lo sabes—le advierto y miro a mi padre intentando controlarle—como también que Lorena necesita ayuda... tu sobreprotección no ha ayudado.
—Ni la agresividad de Gustavo o las exigencias porque sea como tu...
—¿Es tan difícil aceptar que nuestra hija necesita ayuda? Ambos fallamos...
No es que sea el causante o que su comportamiento agresivo y exigencia fuera difícil de lidiar, era que Lorena tenia cambios bruscos de comportamientos. Pasaba de la rabia a la risa, un día era calmada y se encerraba en su habitación, al otro salía explotaba con nada. Mamá se negaba a que fuera encerrada, medicada o alejada de ella.
En mi caso, fui siempre de buenas notas y pacífica. En una que otra ocasión me rebelaba con mi padre, pero la mayor parte del tiempo hacia mis deberes.
—Revisaré en su habitación...
Ignoro los gritos de mi madre diciendo que ya lo hizo, que no hay nada que allí. Inspiro fuerte yendo hacia la habitación y me quedo en la entrada enviándole un mensaje a Lorena.
"Papá está histérico, mamá lo acusa de todo y yo a punto de salir corriendo. Envíame la dirección y voy por ti."
—Tú tienes la culpa que esto sucediera, es el ejemplo que vio en ti —mamá sigue con la misma retórica y sonrió.
—No te ha ido nada mal con mi rebeldía. Pago tus cuentas e inyecté capital a la panadería y les envió dinero a tus hermanas...
—Tus tías...
—¡Basta Lucia!
Sin mencionar que soy yo quien corro con los gastos de mi hermana desde mi ascenso. El respingo de mi padre me hace reír aún más fuerte escuchando el azote de la puerta.
—¿Por qué no sabes callar?
—Porque ya no tengo quince, papi—respondo en calma, entrando a la habitación —Lorena tiene problemas serios que se ha negado aceptar o a querer ayudar. Es tabú pensar que la ida a un psicólogo o psiquiatra es porque estás loco.
Lo peor sería verla colapsar o hacerse daño, además que en nuestra familia había historial de suicidio y de problemas psicológicos. Dos casos en particular y ambos eran tratados, llevaban una vida normal y eran útiles a la sociedad.
—Lo he intentado todo, pero con Lucia no se puede.
Papá se queda en la entrada de la habitación observando mi investigación exhaustiva. Es tan caballeroso que no entra y esculca, me deja a mi hacerlo, pero puedo ver el miedo y dolor en sus ojos tan parecidos a los míos... negros como la noche.
— Sacaremos algo bueno de esto. —le prometo alzando una enciclopedia y dejándola en el sitio de las demás.
Mientras yo me fui por la arquitectura, mi hermana por la medicina. Yo trabajo en una firma local y no me iba nada mal, si mi hermana se esforzara un poco más podría lograrlo. Papá acaba por rendirse y se aleja diciendo que visitara a algunos amigos de Lorena, mamá se le ha pasado la rabieta y ocupa el puesto de mi padre en la entrada de la habitación.
—Ojalá fuera la mitad de tierno que es contigo con ella—se queja y guardo silencio.
Ojalá ella entendiera que mi padre nos ama por igual y es ella la que ve esa inexistente diferencia. Lo peor de todo es que se lo ha dicho a mi hermana desde pequeña y ha crecido con esa idea.
Papá quiere más a Alejandra que a mí.
Ante mi silencio me deja sola, no vamos a llegar a ningún lado. Ella no acepta fue un error meter esas ideas desde pequeña y yo me niego a creer que hay predilección de parte de mi padre. Lo único extraño que encuentro es la publicidad de una clínica en cuyo respaldo hay un nombre y teléfono escrito por Lorena.
—Nos vemos mamá, te llamo cuando la encuentre... Estaré con ella en vacaciones e intentaré que busque ayuda. —hablo saliendo de la habitación.
Mamá está en la cocina, único sitio en que al parecer encuentra paz o se siente a gusto. Hace parte de esa generación en que la mujer debía quedarse en casa y no trabajar. Fue educada para cuidar de un hombre y tener hijos.
—¿Qué harás con Frank? No le cae bien Lorena...
¡Peor para él! Pienso viendo a mi madre sonriente y ella niega divertida. He pasado toda mi vida desde que pude, en dirigir el rumbo de esta a terrenos distintos a los de mi madre. No seguir el patrón de ese matrimonio se convirtió en obsesión. Frank era mi novio, con el que vivía desde hace un año, algo que papá aún no soportaba o me perdonaba.
La relación entre Lorena y Frank es tensa, al punto que si mi hermana llega él sale. Lo hace, porque he dejado claro que no voy a ver a mi hermana en otro sitio que no sea mi hogar. Mi familia siempre estará primero y acabó por aceptarlo.
—Creo que estas con él por comodidad...
Me dirijo al mueble en donde he dejado mi bolsa y las llaves del auto. Me quedo un instante procesando ese comentario. Frank sabía que no podía darle hijos por mi esterilidad y me calmó asegurando que había otros métodos. Con esas palabras logró enamorarme, fue el único que no vio como una mujer incompleta.
—En realidad es mientras encontremos reemplazo mutuo.
La risa de mamá es tan fuerte que hace que su rostro se torne rojo. No puedo decir que lo amo con locura o no podría vivir sin él, estaba convencida a él le sucedía lo mismo. Compartimos gastos, momentos y soledades, sin cadenas. Lo que sí guardamos era el respeto en la relación, de encontrar a alguien más o tener la duda de nuestros sentimientos. Debíamos ser sinceros y poner punto final.
—Gracias por venir al rescate, si alguien puede ayudarla eres tú...
Le doy mi mejor sonrisa un beso en ambas mejillas y le prometo cuidar su bebé. Estaba tan segura de que la iba a encontrar que hizo un pequeño equipaje con algunas prendas. Ya dentro del vehículo recibo la llamada de Frank.
—¿Qué fue esta vez? —pregunta a quema ropa bastante molesto.
—Lorena se fue de casa.
La risa que sigue mientras me dice un ¿Quién la culpa? Me choca. En algunas ocasiones se le olvida que es mi hermana. Frank no es de los que oculta cuando algo o alguien le cae mal, pero a mi juicio debería hacer un esfuerzo con Lorena, ella le ha tendido puentes en algunos momentos que él ha ignorado.
—¿Qué crees que sea? ¿Discutió con el viejo?
—Mamá dice que no—explico ignorando ese término "viejo"
Comento que solo tengo un nombre y un teléfono escrito detrás del folleto de una clínica.
—¿Si sabes que es una clínica de adopción verdad?
Mi silencio se debe a que busco el folleto dentro de mi bolsa y corroboro lo que Frank me acaba de decir. Sus trajes largos y holgados, últimamente contaba con ese apetito voraz, los gustos en la comida raros. Su apariencia descuidada, vómitos y aquello que ella decía era un virus.
—Dudo que pueda haberle ocultado algo asi a tu madre. —comenta Frank, pero mi cerebro está viajando a millón.
—Estaré con ella unos días...
—¿Te estás escuchando? —La interrupción de Frank es tan violenta que alejo el móvil de mi oreja al no soportar el grito —¿Hasta cuándo Alejandra? Es hora de que decidas... La loca de tu hermana o yo.
—¡Escúchate tú! —hablo en calma, porque para discutir se necesitan dos. —recuerda que es mi hermana y de ser verdad nuestras sospechas esta allá afuera creyéndose sola cuando no es así.
Una discusión sobre la importancia de Lorena o la importancia de ella en mi vida no la tolero. Lo único que se en este instante es que ella necesita de mí, que su soledad podría usarse para algo fatal. ¿Cuántas adolescentes no mueren en partos ilegales? El miedo los lleva a buscar soluciones drásticas, a caer en brazos de traficantes y demás.
—Estaré en tu ausencia sacando mis cosas...
Ni siquiera me tomo la molestia en responder, él no puede ponerme contra las cuerdas. Arranco el auto ignorando lo que acaba de suceder, sin dejar de repetirme que es mejor ahora que más adelante.
Debo aclarar que yo solo tomo el nombre de la persona, todo lo demás es ficticio, me sería díficil crear un personaje en base a la realidad, mi cerebro no funciona asi.
Muchas gracias a Alejandra por permitirme usar su nombre en esta obra.
Espero realmente te guste.
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