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Drakus (4lph4W0lf)

El portal se ha abierto en un callejón a las afueras de la ciudad, en medio de una fuerte lluvia; su color violeta y particular forma de remolino atrae al imbécil drogadicto que se encuentra a pocos pasos de distancia.

Aquel mortal se acerca hasta la puerta que conecta mi mundo con el suyo, llevado más por el efecto de lo que fuera que acabara de inhalar que por otra cosa. Extiende su mano hacia el portal, con una sonrisa bobalicona en su rostro, sin embargo esta se borra al tocarlo... no, al tocarme. Una cosa que pocos saben de los demonios: incluso el más mínimo contacto con uno de nosotros nos permite adentrarnos en la mente de los mortales y manipularla a nuestro antojo. En este caso, el pobre desgraciado no paraba de revivir una y otra vez su niñez llena de abusos, vejaciones y sufrimientos.

En medio de gritos de miedo y dolor, llorando como un niño, el hombre se aleja gritando. He visto lo suficiente del mundo humano para no preocuparme por él; el mundo actual no cree en los seres como yo por lo que, aún cuando lograra tener el control necesario para formar una oración coherente, nadie le tomaría en serio.

Cuando vuelvo a estar completamente sólo, me permito terminar de cruzar la brecha que he creado entre su mundo y el mío. Dejando caer mi esencia del portal, logro entrar al mundo mortal, formando una densa capa de bruma negra debajo del portal que se cerró tan pronto como salí.

Me tomó un par de horas, pero finalmente logré tomar una forma física, una forma que ya he usado antes, miles de años atrás, en los tiempos oscuros.

Me acerco a un charco formado cerca de mí y, al ver mi reflejo borroso, no puedo evitar formar una sonrisa al notar que me veo completamente igual que en aquel entonces. Aquella piel morena de ojos rojos y cabellos negros como el carbón, un cuerpo atlético de alrededor del metro ochenta. Lo único que se diferenciaba de mi antigua forma mortal, eran las ropas; ahora vestía un pantalón largo, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra.

Me levanto de mi lugar, recordando que tengo que darme prisa. No tengo mucho tiempo antes de que "Él" se de cuenta de mi presencia en este mundo y envíe a uno de sus soldados a eliminarme.

Salgo del callejón a paso lento, observando a mi alrededor en busca de cualquier mortal que me pudiera ser de utilidad. Mas no logro encontrar a nadie; todos están escondidos en sus refugios debido a la lluvia.

Estúpidos humanos, creyendo que los muros de madera, hormigón, cemento o cualquier otro material físico, puede detenerme de entrar en los lugares que creen tan seguros, pero que realmente no les protegerán nada en contra de mí.

Aún así sigo caminando, seguro de que eventualmente encontraré a quien necesito; así, me doy cuenta de que la suerte me sonríe cuando, a tan sólo un par de calles, encuentro a la víctima perfecta.

La chica atraviesa el cruce de calles a paso apresurado, intentando salir de la lluvia lo más rápido posible. Viste de manera provocativa, resaltando los atributos de su cuerpo; sin embargo, no es su figura lo que me atrae, sino la esencia de su alma. Un alma cargada de oscuridad, de mi mundo, un alma tan carente de luz que me es imposible resistirme a ella.

Me muevo rápidamente en su dirección, cuidando mis pasos para que no me note acercarme; mas mi falta de costumbre usando esta forma me cobra factura y tropiezo, llamando su atención y provocando que voltee a verme.

No sé lo que pasa por su mente, pero su cuerpo me da las pistas necesarias para saber que quiere huir. No puedo permitirlo.

Deshago mi forma mortal, retornando a ser la bruma negra que es mi esencia, y me desplazo a su lado para envolverla con mi ser; retomo mi forma humana y, antes de que pueda siquiera intentar defenderse, la tomo de las muñecas y la arrincono contra la pared del edificio que tenemos al lado.

Puedo sentir el miedo y la desesperación emanando por todo su ser, embriagándome con el placentero aroma de estos; aún así, debo detenerme, no puedo alimentarme de ella tanto como quisiera o acabaría con su vida. El contacto de su cuerpo con el mío ha sido suficiente para permitirme observar cada detalle de su vida, conozco sus miedos e ilusiones, sus pesadillas y placeres; ahora sólo debo sacarle provecho a eso.

—Toda tu vida intentando contactar a las criaturas demoníacas, y te asustas cuando las encuentras —le suelto con burla.

Ella me observa con duda; es más que evidente que no termina de creerse el que yo sea un demonio. Aún así, parece tener la suficiente curiosidad como para ponerme a prueba.

—Si realmente eres un demonio, demuéstralo.

Aquella era la proposición que estaba esperando; suelto una de sus muñecas y chasqueo los dedos de mi mano libre. A mi orden, la lluvia se detiene de golpe, todas y cada una de las gotas de agua que hasta ese momento habían estado cayendo se congelan en su lugar, flotando en el aire. Un segundo chasquido provoca que las gotas empiecen a elevarse, subiendo al cielo en lugar de caer de él. El rostro maravillado y asombrado de la chica me dice que ahora me cree, que sabe que soy una criatura venida del mismo averno y que está dispuesta a obedecer cada uno de mis deseos.

Pero eso no evita que sienta repugnancia de mí mismo; verme obligado a caer tan bajo como para hacerme necesitar crear una ilusión para simular aquel poder que, por el momento, soy incapaz de utilizar. Bien podría haberlo hecho, detener la lluvia, así como también pude haber controlado a esta adoradora de demonios desde que entré en contacto con ella, pero cruzar el portal ha consumido gran parte de mi poder y, hasta no recuperarlo, no soy más que un mísero intento de demonio.

—Yo... estoy lista para obedecer todos sus deseos, mi oscuro señor —Sonrío, son estas adoraciones y los actos oscuros de los mortales los que nos dan a mí y a mis hermanos nuestro poder.

Luego de ordenarle que me llevara a su hogar, sigo a mi nueva sirvienta a través de las calles, empapándome con la lluvia que empezaba a caer con más fuerza aún.

Nos adentramos en aquel edificio de cinco pisos y subimos al segundo donde compartía un amplio departamento junto a cuatro mortales más, adoradores de demonios todos ellos. Bastó con que entrara al lugar para sentir cómo mi poder comenzaba aumentar; el departamento, repleto de aquello a lo que los humanos llaman blasfemias y sacrilegios, expulsaba a la poca luz que aún intentaba entrar en las almas de estos humanos y, al mismo tiempo, me conectaba con la oscuridad que era mi hogar.

Mi poder aún distaba de ser aquel del que me enorgullecía en el infierno, pero no podía pedir mucho con sólo unas tres horas en el mundo mortal y tan solo cinco humanos adorándome.

—¿Quién es este, Kara? —espeta el primero que veo al entrar, un joven de unos veintidós años, vestido con un marcado estilo "punk".

La chica a la que he seguido, quien supongo que es Kara, intenta detenerlo y evitar cualquier tipo de conflicto entre nosotros; mas yo lo impido al adelantarme y tomar del cuello a aquel sujeto. Sin que pudiera resistirse, imbuyo su ser con mi esencia y lo dejo caer al suelo, envuelto en terribles convulsiones.

Llamados por el alboroto que estábamos haciendo, los tres demás integrantes del grupo llegan y, al igual que hice con su compañero, les imbuyo mi esencia tan pronto como tengo contacto físico con ellos. Al terminar, y viendo cómo todos se convulsionan en el suelo, repito el proceso por última vez con la chica; así aseguro que todos están listos para poner en marcha mi plan.

Salgo del departamento y sigo subiendo por el edificio, hasta llegar a la azotea. En unos minutos aquellos mortales despertarán y, dominados por mis deseos, esparcirán la oscuridad por la ciudad sólo para conseguir aumentar mi fuerza. Al mismo tiempo, puedo sentir la mirada de "Él" sobre mi existencia; soy consciente de que ya no puedo pasar desapercibido en este mundo y, dado que nunca fui el tipo de demonio que se escondía al ser descubierto, estoy decidido a plantarle cara a quien sea que fuera el guerrero de la Luz que haya sido enviado para detenerme.

Finalmente llego a la azotea y, mientras espero, me deleito al imaginar el sufrimiento que provocaré junto a mis hermanos cuando los traiga a este mundo.

—¿Qué crees que haces, Drakus? —gruño de rabia al escuchar esa voz, la que menos quería oír—. Este no es tu mundo, demonio.

Abro los ojos y lo veo frente a mí. Un joven blanco de ojos dorados, cabellos negros cortados al ras y un físico parecido al mío, también usaba unas ropas similares a las mías.

—Tampoco es el tuyo, Zariel —espeto con rabia—. Sin embargo, aquí estamos; un guerrero de la Luz y un siervo de la Oscuridad, tal como en la Guerra de los tiempos oscuros.

—En la que, por si no lo recuerdas, tus hermanos y tú fuisteis derrotados y exiliados al Reino de la Oscuridad —se burla de mí; sabe que atravesar el portal entre mi mundo y el mundo mortal me ha dejado débil y, por tanto, no soy una amenaza para él.

—Claro que lo recuerdo; así como también recuerdo —Hago desvanecer la chaqueta y la camiseta que cubre mi torso, revelando así la enorme cicatriz que lo atraviesa; recuerdo permanente de nuestra lucha durante la guerra entre su raza y la mía—, que tú y yo tenemos un asunto pendiente.

—Así que las heridas hechas con un "Arma Brillante" dejan cicatrices en los demonios, sin importar qué forma usen —Se sigue burlando, al mismo tiempo que hago reaparecer mis vestimentas—. Esta vez me aseguraré de que sea más que una cicatriz.

Al mismo tiempo que termina sus palabras, una larga espada de color plateado oscuro y mango negro aparece en sus manos; varias marcas de desgaste en su hoja evidencian el constante uso que se le había dado durante las guerras de los tiempos oscuros.

—Sykashner —mascullo al reconocer la mejor arma dentro del arsenal de los guerreros de la Luz y la que, también, había sido la causante de la herida que ahora portaba.

Habiendo sido forjada por "Él" en persona, aquella espada era completamente imparable; tan pronto su portador lanzaba un tajo o cualquier ataque con ella, muy pocas "Armas Oscuras" eran capaces de bloquearla. Consciente de esto, Zariel avanza hacia mí, recorriendo en menos de un segundo la distancia que nos separa y lanza un rápido y mortal corte hacia mí.

—¡Maldición! —grito, con una expresión de terror en mi rostro, mas aquella expresión me abandona y es reemplazada por una sonrisa de burla, cuando la Sykashner se detiene a pocos centímetros de mí—. Eso era lo que querías escuchar, ¿no? Pues lamento decepcionarte, pero... —Lo alejo de mí con un golpe y, al tenerlo fuera de alcance, termino de materializar la espada con la que había bloqueado su ataque—. Yo también tengo mis armas. Bariks fue forjada en el Reino de la Oscuridad, con el único objetivo —Señalo a la espada en su mano—, de destruir a la Sykashner.

Mi fuerza no es suficiente para blandir a Bariks en todo su esplendor, pero mi acto de fanfarronería parece afectar más de la cuenta a Zariel. Repite el mismo ataque de antes, y yo lo bloqueo con Bariks; tal como pensé, mi fuerza no es suficiente para resistir la suya. El golpe me desliza un poco por el suelo, aumentando la motivación de Zariel y provocando que este continúe atacándome con varios tajos consecutivos que bloqueo una y otra vez con mi espada. Sabe que no puede darme tiempo a recuperarme, que un segundo es suficiente para lograr darle la vuelta a cualquier lucha; sin embargo, el muy idiota no ha notado que ya empecé a hacerlo.

—¿Qué pasa? —me pregunta Zariel, sin detener sus ataques—. ¿No eres capaz de defenderte? Sabía que entrar a este mundo, atravesando un portal desde el Reino de la Oscuridad, agotaba la energía de quien lo hiciera; pero jamás creí que convirtiera a uno de los señores del averno en el inútil que tengo delante.

Esquivo su siguiente ataque en lugar de bloquearlo y, antes de que pueda volver a atacar, cambio a mi forma de bruma para alejarme del edificio a gran velocidad; me desplazo un par de calles y vuelvo a tomar mi forma mortal. Debo alejarlo de allí antes de que...

—¡Hijo de perra! —mascullo luego de bloquear con rapidez el tajo de la Sykashner que Zariel acababa de lanzar, luego de aparecer a mi lado.

—¿Creíste que no podría seguirte? —se burla, sin darse cuenta que está cayendo en mi trampa.

Los continuos ataques de Zariel vuelven a ponerme a la defensiva, imposibilitándome atacar o escapar. Sin embargo, el guerrero de la Luz se detiene cuando, rompiendo el silencio del lugar, fuertes gritos de furia y agonía comienzan a salir del edificio en el que habíamos estado luchando pocos minutos atrás.

—No puedes haberlo hecho.

La expresión en su rostro me fascina; la desesperación y la ira se combinan tan perfectamente que crean un cuadro que desearía enmarcar. Aún así, no está completado; todavía necesita algo más. Miedo. Y serán los mortales, aquellos mismos seres a los que se supone que debe proteger, los que se lo den.

—No vale la pena ocultarlo más —comento mientras me sacudo la suciedad que ha caído sobre mí durante la pelea, al mismo tiempo que Zariel se aleja un par de pasos y se prepara para reaccionar según mis siguientes palabras—. Sí, lo he hecho. Para cuando acabe la noche, este mundo será dominado por la oscuridad.

—Maldito bastardo —masculla para desplazarse con rapidez en forma de haz de luz.

Sabiendo que no puedo permitirle detenerlos, me transformo en bruma y lo persigo. Cuando llegamos, volvemos a tomar nuestras formas mortales y, mientras Zariel se mantiene frente al edificio, yo me planto entre el guerrero de la Luz y el lugar donde mis sirvientes se divertían.

Más gritos no se hacen esperar y, de un momento a otro, los cristales de las ventanas se quiebran y dejan caer los cuerpos de los habitantes del lugar; aquellos que sobrevivieron, al menos. Sin embargo, ya no son humanos, ahora están dominados por mi esencia y con un único pensamiento en mente: convertir a los demás mortales en entes iguales a ellos. Ahora no son más que simples herramientas en esta lucha, los peones en mi juego, mis "poseídos".

Zariel intenta acercarse a uno de ellos, en busca de salvar al mortal de la mísera existencia que, de no hacer algo pronto, está condenado a llevar; yo hago lo propio y, a mitad de camino, lanzo un tajo con Bariks y lo detengo. El guerrero de la Luz se tensa al ver que mis sirvientes empiezan a moverse, en busca de más mortales que atrapar bajo mi poder. Vuelve a intentar atacarnos pero yo lo detengo y, haciendo uso de la fuerza que lentamente voy recuperando, lo obligo a defenderse. Zariel esquiva mi ataque y, repitiendo el movimiento que yo había hecho antes, se transforma en un haz de luz y se acerca a gran velocidad hacia uno de mis sirvientes mientras lo sigo en mi forma de bruma.

Zariel vuelve a tomar su forma mortal y, justo antes de que tenga entre sus manos a mi sirviente, me interpongo entre ellos y uso a Bariks para contenerlo. Sonrío al ver que nos encontramos muy cerca de un pequeño grupo de tres humanos; mientras yo me encargo de mantener al guerrero de la Luz a raya, mi sirviente poseído se acerca a ellos, toma al primero a su alcance y hace fluir mi esencia de su cuerpo al de su víctima. Las dos acompañantes del sujeto intentan alejarse, pero son detenidas por mis dos sirvientes que las convierten también a ellas.

—Sabes lo que va a pasar, ¿no? —cuestiono con burla—. Verás cómo todos y cada uno de los mortales que habitan esta ciudad caen bajo mi poder y, cuando mi fuerza sea la suficiente, traeré a mis hermanos para realizar lo mismo en el resto del mundo mortal. Y no hay nada que puedas hacer para detenerme.

Zariel bloquea mi ataque y me empuja con fuerza; mientras trastabillo, el guerrero de la Luz se transporta a mi espalda y lanza un tajo con la Sykashner que esquivo por muy poco.

Luego de recomponerme y volver a ver en dirección a Zariel, noto que él ya se ha ido y persigue mis sirvientes; me muevo rápidamente hacia donde se encuentra, y lo alcanzo justo a tiempo para ver cómo atrapa a uno de mis poseídos y hace fluir su esencia hacia el cuerpo de mi sirviente. Sin embargo, en lugar de salvar al mortal, lo único que logra es hacer que este se deshaga en cenizas. Asombrado, descuida su guardia, dándome la oportunidad perfecta para atravesar su pecho con mi Bariks.

—¿Realmente creíste que serías capaz de salvarlo? —Con lentitud hago fluir mi esencia hacia el cuerpo de Zariel—. ¿Realmente pensaste que tu esencia sería capaz de derrotar a la mía? —El rostro del guerrero de la Luz se contorsiona en una mueca de dolor—. Debiste de saber que cuando la esencia de la Luz y la de la Oscuridad, en estado puro, se juntan dentro de cualquier criatura de la existencia, esta es incapaz de soportar ambas energías opuestas y termina por desaparecer —Zariel deja salir un grito de sufrimiento, extasiándome—. Ahora, es tu turno de perecer, de abandonar este mundo y dejarme devolverlo a los tiempos oscuros; a aquellos tiempos en los que los humanos conocieron el verdadero significado del miedo.

En sus últimos segundos de vida, Zariel susurra algo que soy incapaz de oír pero que, a final de cuentas, no me interesa en lo absoluto.

Liberado de la carga de tener a alguien que intente estropear mis planes, me dedico a disfrutar el espectáculo que mis sirvientes poseídos me ofrecen. Los veo atrapar mortales y forzarlos a ser atrapados por mi esencia; así mismo, veo cómo aquellos humanos con una esencia muy cercana a la de "él" y que, por ende, pueden resistirse a mi control son asesinados, descuartizados y su sangre es derramada por los alrededores.

Luego de aquel hermoso despliegue de sadismo, mis sirvientes usan la sangre para dibujar símbolos arcanos y runas antiguas en las paredes, piso y cualquier otra superficie. Complacido, dejó que mis poseídos continúen con su trabajo mientras yo busco el lugar perfecto para abrir el portal que me permita traer a mis hermanos. Lo encuentro, luego de algunos minutos de búsqueda, en medio de una vieja plaza.

Sin nada más que hacer, espero que mis sirvientes terminen su trabajo y conviertan o asesinen a cada uno de los habitantes de esta ciudad.

Cuando siento que el trabajo está hecho casi por completo, y que mi fuerza se acerca lentamente a estar en todo su esplendor, me dispongo a poner en marcha la apertura del portal. Soy consciente de que no es el momento, pero la apertura lleva tiempo y la "Luna de sangre" que se formará esta noche no durará más de quince minutos. Debo empezar a trabajar lo más rápido que pueda, antes de que la barrera que divide este mundo con el mío me lo impida y pueda perder la oportunidad de abrir el portal.

Elevo mi mano a mitad del aire y la cubro de mi esencia, acto seguido, la hago fluir al aire y empiezo a abrir el portal; siento cómo mi fuerza se va debilitando por lo que estoy haciendo. Sin embargo, de un segundo a otro, siento que mi fuerza baja de golpe, mucho más rápido de lo que la merma el abrir el portal.

"¿Qué acaba de ocurrir?", me pregunto sin detener mi obrar.

Aún haciéndolo, volteo la mirada a mis alrededores y, entonces, veo a algunos de mis sirvientes poseídos deshacerse en cenizas luego de que un haz de luz cruzara junto a ellos. Aquel mismo haz, se mueve en mi dirección y se detiene frente a mí; tan pronto lo hace, puedo sentir el frío del metal al acariciar mi cuello.

—Has cualquier movimiento y esto acabará más rápido de lo que me gustaría —comenta el sujeto que acaba de aparecer.

A juzgar por su ropa, las "Armas Brillantes" (un par de cuchillos kukris, menos gastados que la Sykashner) en sus manos y sus ojos de un dorado brillante, se trata de un guerrero de la Luz.

—Uno tras otro —murmuro—, debí esperarlo de los peones de "Él". Aún así... —me convierto en bruma y aparezco detrás de él, con Bariks en mis manos y apuntando a su espalda—, nada ni nadie me detendrá.

A diferencia de Zariel, quien siempre había creído que todo ser podría salvarse, este claramente es diferente; no dudó ni un segundo al asesinar a mis sirvientes que, para evitar una mayor disminución de mi fuerza, se mantienen alejados lo más posible de este guerrero de la Luz.

—Así que este es el poder de quien venció a Zariel, mi maestro —murmura el recién llegado—. Es hora de ver si he logrado superarlo.

Es rápido, demasiado, mucho más que yo; en menos de un segundo ya está a mi espalda lanzando dos tajos en cruz con sus kukris que no logro detener del todo. Mientras uso a Bariks para detener una de sus armas, la otra continúa su movimiento y me genera un largo corte en la espalda.

Trastabillo unos pasos hacia adelante y me doy vuelta con la guardia en alto para defenderme. El maldito observa la hoja del kukri que me ha cortado; un fluido negro y viscoso cubre la parte que ha entrado a mi cuerpo, mi "sangre".

—Hijo de perra —mascullo.

Desde que lo vi lo supe, la fuerza de este sujeto está a un nivel muy diferente del de Zariel, incluso me hace temer lo que me pueda pasar al luchar contra él. Pero no puedo retirarme, no ahora, no cuando estoy tan cerca de lograr mi cometido.

Él sonríe al verme avanzar en su dirección con Bariks en alto; lanzo un tajo rápido, pero él lo bloquea con facilidad con uno de sus kukris para, sin pensarlo demasiado, lanzar un tajo con el otro. Apenas si soy capaz de detener su ataque con mi brazo izquierdo, provocando así una herida en este, un poco más abajo del codo. Herido, concentro la esencia de la Oscuridad en la hoja de Bariks y genero una explosión que, si bien no es lo suficientemente fuerte para crear un daño en ninguno de los dos o a nuestras armas, crea una cortina de humo que me permite alejarme de él.

Cuando el humo se disipa, lo veo de pie justo donde estaba antes de que creara la explosión. Me mira con una sonrisa de arrogancia; se tiene confianza y sabe que, a este ritmo, terminaré perdiendo.

—¡No! —grito—. ¡Esto no puede terminar así!

La batalla con Zariel y la apertura del nuevo portal me agotaron lo suficiente para que este maldito guerrero obtuviera una ventaja sobre mí. Si no acabo esto ahora, todo terminará mal para mí.

Me preparo para un último ataque, una embestida directa y de fuerza bruta. Él hace lo mismo, reemplazando sus kukris por un espada larga que conozco demasiado bien.

—¿Sykashner? —Me toma unos segundos, pero lo comprendo—. Así que por eso estás aquí. Sus últimas palabras fueron un llamado, ¿no? Y, al mismo tiempo, te entregó esa maldita arma.

Bastardo. Incluso después de muerto, sigue dándome problemas.

Me lanzo en su dirección y él repite mi acción. Ambos estamos dispuestos a terminar esto con el siguiente ataque y, por ello, concentramos nuestra esencia en las hojas de nuestras armas.

Cruzamos caminos, lanzamos un tajo cada uno y nos detenemos unos pasos después, con nuestro oponente a nuestra espalda. Espero verlo caer al suelo, con una gran herida en su pecho y escupiendo sangre, pero quien hace eso soy yo.

—No hay nada que hacer ahora —comenta mientras se voltea a verme y camina en mi dirección. Al llegar a mi lado, toma a la Sykashner y la apunta a mi pecho—. Así fue como mi maestro abandonó este mundo, es tu turno de hacer lo mismo.

Una sonrisa se marca en mi rostro, al mismo tiempo que la oscuridad invade la visión de mi oponente. Buscando evitar que me escape, el guerrero de la Luz lanza una estocada a donde se encontraba mi pecho, pero la hoja no encuentra más que aire. Cuando su vista vuelve a la normalidad, se encuentra arrodillado en el suelo, con sus kukris atravesando sus tobillos y enterrándose en el piso, mientras mi Bariks hace lo mismo con sus manos.

—Sabes, hubieras podido vencerme —Eleva la vista al escucharme. Su expresión de terror al ver que mi trabajo está hecho, que el portal está terminado, no tiene comparación—. Pero jamás tuviste esa oportunidad.

—Pero... —No puede creer que esto realmente esté ocurriendo—, yo te derroté, no te di tiempo para terminar el portal.

Mi carcajada lo confunde aún más.

—Todo eso que creíste haber logrado —comento mientras observo al cielo, viendo cómo la luna empieza a tornarse de un rojo brillante—, no fue más que una ilusión que cree desde el momento en que estuviste a mi lado.

—¡NO! —grita con furia.

—Ahora —continúo, ignorando sus gritos de desesperación que se tornan en dolor cuando, luego de tomar el mango de Bariks y apretarla con fuerza hacia sus manos, siente mi esencia fluir desde mi arma hacia él—, bajo la luz fría de la luna —mientras hablo, la luna toma aquel brillante rojo en toda ella. Al fin se ha completado la Luna de Sangre—, se abrirá el portal entre dos dimensiones, el portal que conecta este mundo con el mío, y que permitirá a mis hermanos venir.

Me arrodillo frente al guerrero de la Luz y, mientras siento cómo mis hermanos empiezan a emerger del portal a mis espaldas, le digo las palabras que comenzarán una nueva guerra entre los guerreros de la Luz y los sirvientes de la Oscuridad.

—Dile a Él que su hijo a vuelto al mundo que, desde el principio de los tiempos, estuvo destinado a gobernar —Usando sus últimas fuerzas, me escupe en la cara. Lo ignoro, y continúo con mi declaración—. Y que venga con todos sus hombres, porque no hay forma de que me vaya de aquí sin luchar.

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