Los viejitos confiables
La vida da miles de vueltas, de subidas empinadas y bajadas revoltosas, suele ser emocionante, como una montaña rusa, aunque a veces el vórtice te puede llegar a dar náuseas y dolor de cabeza, como aquel día, precisamente el de mi graduación. No tenía trabajo en ese entonces y los únicos zapatos que tenía eran los "viejitos confiables" de siempre.
Recuerdo que ese día los lustré y me dispuse a usarlos para esa ocasión, todo iba marchando como debía ser. La ceremonia estaba a punto de comenzar y yo estaba sumergido en mis nervios, tan eufórico por la graduación, que no me percaté que la suela de uno de mis zapatos se había quedado en el piso del corredor.
Uno de los compañeros notó la suela de inmediato, y estalló en risotadas y comentarios burlescos, (que no lo dejó de pereza, para variar). Me fui de este mundo cuando me di cuenta del porqué de su risa y la de los demás compañeros, de inmediato sentí como mi rostro ardía en calor de la vergüenza.
Obviamente no confesé que yo era el dueño de aquella suela vieja, tirada a medio corredor de la elegante y pomposa universidad, pero incluso después de la ceremonia de graduación, los comentarios de ese bochorno me persiguieron hasta la fiesta, no podían olvidar aquello, ¡pero vamos, que era una emergencia! Y aunque las cosas resultaran de esa forma, lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces.
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