Gracias por esa implicancia, esa nostalgia que por mis nervios viaja. Siento que se me sale el alma, nace de mi esperanza, una breve conclusión.

Meditación coetánea, de dos piezas de distintos rompecabezas; dos circuitos galopantes: uno del aire y otro del carbón.

Qué vergüenza siento, pero no me da pena el apreciar esa careta tuya; quizá me hubiese gustado tener presente en mi memoria esa disciplina intelectual.

Busqué en otra persona esa luz y "brisho", pero nada me llenó; aunque cariño sentí por ella, bastó que me hables un poco para que se esfume de mi mente la admiración que le costó obtener de mi parte.

Apareces como un destello a lo lejos, en el horizonte de mis pulsaciones te muestras con esa mirada pícara, te posas y alborotas mis neuronas; eres dueña de mis artes molonas.

Pensé que seguro te perdía, y me dio melancolía; esos tiempos de narcóticos en mis venas y alucinaciones de dipsómano eran tormentosos para el ángel de mi guardia.

Viajemos a los "Buenos Aires", a la "Ciudad de los Reyes"; a las metrópolis virreinales de opulencia y sinfonía burguesa. Así que deja esos ojos cafés observando mi rostro mientras en ti se construye una sonrisa irónica y de respeto.

Te voy a seguir, así como "El Che y los Rolling Stones", estaré atrás, pero no pretendo acompañarte al "Nirvana", me quedaré allí para rescatarte como no lo hiciste tú conmigo.

Así que mírame, yo estoy hecho de acero en mi subconsciente, tú logra lo mismo para que el "Tango Porteño" se baile sin complicaciones; mujer que me devuelve al mundo.

Olvido —sin embarullarme— esas heridas, porque "la cal y la arena" daña y regenera. Oye, no importa la distancia, si hay confianza, ese vigor no cederá ante los años, se fortalecerá y fulminará la doctrina del caído.

Te espero en el muelle de los deseos con una copa de vino y jamón ibérico, si te dispones a acompañarme, podremos contemplar el superávit de los esfuerzos pasados; sonata de seda y corazón de cristal.