La obsolescencia de la moralidad, esa que se apoya en cimientos de hielo; cual péndulo sin guía, pero con direcciones abstractas; una realidad espectral de humanoides que intentan ser mortales en la casuística.

Sombras que imitan al Sulpay, en la fábrica de receptáculos, en la madriguera de elfos; son impenetrables montículos de blasfemia, son el desecho espiritual del hombre.

Los lineamientos de un sistema estratificado que reitera en su eje la disciplina del odio; seres que se arrastran entre sangre hirviendo, demonios que disfrutan del arte de la efimeridad.

Adeptos de tales aberraciones, de esas mágicas adoraciones; las frecuencias de una crónica mística, de una melodía sofística, de un juego en la metafísica, de la interiorización; del mensaje empírico de Dios.