La neblina y su fría verdad, yo colindo con mi vértice, con la mortandad. Un cíclope, que solía observar el horizonte, no tan diferente de mí, alejado de su soporte.

Necios, ostentando tan refinada indumentaria; rancios hombres, hijos de un inconcluso verso; sorpresas de un gitano de palmas negras, asqueado del libertinaje, de la intersección.

Cómodamente, en un recipiente de cenizas, en un ilustre código indescifrable; respetable era tu visión de la realidad, como una premonición de trazos, de bosquejos; del espejo y sus silencios, de su calamidad.

Tendencias suicidas y la conspiración de Júpiter, que discute con encono sobre mi porvenir; con el hábito de insistir, aflojando al tirano, al "coleccionista"; frases inherentes al "tipo del disfraz": con la faz mutilada, escaso de protección.

El gorrino se alejó de un conocimiento empírico, propio de los cuervos y su hambre carroñero; cual compañero de un vértice en el desierto, dejo mi latir abierto, presiono a Mefistófeles y a los feligreses que en su causa adolecen; con un coctel de sangre envejecen, con el amago de Heracles, con su ingenuidad.