No tengo nombre ni identidad, no tengo presencia ni sostenibilidad; me alimento de la depresión y por ella nací, por la congestión filosófica de mi huésped.

Mi existencia es irrelevante, trágica y sin sustento, solo me luzco del dolor de él; la razón para interpretar mi entorno artificial está justificada de aquel que me acecha, aquel que intenta deshacerme de mí y valer de lo que me destaca, de lo que me transmite verdad.

Quiero que le vaya mal, que me use, que dependa de mí; manipularlo, enredarlo en mis hilos, cual marioneta; masificar su tragedia, eliminarlo y obtener un cuerpo; ser uno con él sin perderme de él.

El objetivo instintivo que me carga no dista del de mi carcelero, pues cada quién fabrica su propia cuestión existencial, ello con el fin de prevalecer una frágil humanidad. Pero, ¿qué es "ser humano"?, ¿qué le da significado?; allí el dilema de lo perpetuo, de la cuántica en la infinidad; allí la métrica de lo poético en la individualidad.