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Parte 2

"No estoy confundida, tampoco odio a los hombres, es solo que amo a las mujeres, ¿qué malo hay con eso?"

Aplaudió, fuerte y lo más escandaloso que pudiera. Todos volvieron su atención a ella, pero le importó poco. Estaba sonriendo y casi riéndose de la cara de espanto que tenía su primo, pero eso era lo adecuado por hacer. Lo mínimo ante la situación.

—¡Felicitaciones! —gritó levantándose de la mesa para rodearla y luego abrazarlos.

Ignoró la palidez de ambos, el temblor que podía sentir mientras sostenía a su primo o como su pareja se aferraba a su mano dándole apoyo. Quien diría que sería el más correcto —por no decir puritano— de sus primos el que vendría a casa luego de tres años en el extranjero, no solo con un grado universitario, sino que con un prometido.

Un hombre.

Estaba feliz de haber sido obligada a ese almuerzo. Su madre podría haberle obligado a ir, dizque su única hija tenía que acompañarle en sus diligencias y ser su apoyo moral mientras iba a la casa de su perfecta hermana mayor.

Había valido la pena.

—¡Leticia, por favor! —gritó su madre escandalizada.

Rodó los ojos y le ignoró.

—¡Estoy feliz por ustedes, chicos! —Se separó del abrazo para mirar a su primo, su mirada perturbada buscando a sus padres, pero ella sabía que lo mejor era darles su espacio. —Sé lo difícil que puede ser hacer esto, también, lo mucho que esperamos de nuestros seres queridos... solo puedo decirles que tienen todo mi apoyo.

Marcos forzó una sonrisa temblorosa, mientras su prometido le sonreía amablemente.

—Gracias, Letty.

Se encogió de hombros.

—Es lo menos que puedo hacer —le guiñó un ojo—, creo que es lo menos que puedo hacer, después de todo, fuiste tú quien me cubrió muchas veces cuando salía de noche por la chica de paso.

Marcos bufó una risa, sus hombros relajándose ligeramente. Ese era un triunfo, pues ella podía ver a sus tíos saliendo del comedor hacía la cocina, discutiendo entre ellos, seguro buscando la forma de lidiar con el asunto cuando resultaba tenían visitas.

Los chicos no habían sido hábiles en decir su relación, pero no es como que necesitaran una apertura dramática. Se querían, su madre había sido la imprudente al preguntar que relación tenían y ellos habían aceptado la oportunidad para dar las buenas nuevas.

Que su género se interpusiera en el camino no era culpa de ellos, era culpa de la sociedad.

—Leticia, creo... creo que es mejor que nos vayamos. —Su madre habló desde su lugar, se giró para verla, ella tenía sus manos temblorosas estirando la servilleta, intentando inútilmente alisarla. —Este... no es un buen momento para tus tíos, no estás ayudando.

Bufó.

—Madre, madre... madre —medio cantó, medio se burló.

Dio un par de pasos alejándose del par para mirar alrededor de la mesa. Había dos de sus primos, quienes miraban a su hermano con sorpresa, pero no decían nada. ¿Estaban aún en shock? Posiblemente, pero también podía deberse a la maldición que había lanzado su tío cuando los chicos habían confesado estar comprometidos y se habían mudado juntos.

Miró a su madre con desconfianza ante su repentina timidez.

—Creo que por primera vez en mucho tiempo tienes razón, debemos sacarte de aquí, antes de que le llenes la cabeza a mis tíos con tus hermosas teorías conspiratorias.

—¡Leticia!

—¿Qué? —preguntó cruzándose de brazos—. Todavía puedo recordar la última, según tú, yo estoy pasando por una clase de manipulación por toda la música que transmito en la radio... las ondas o no sé que estupidez, crees, me ha lavado el cerebro y por eso es que te he salido "chueca".

Miró al par que no sabía que hacer en la mesa y rodó los ojos.

—Ustedes, par de cabezas huecas, puede que no tenga un título universitario como los que tendrán, pero sé que, si mi hermano me dice una buena noticia, lo mínimo es levantarse y felicitarlo.

Ambos se levantaron torpemente, acercándose y abrazando a su hermano. Ella los conocía y sabía que no eran malos, simplemente algo densos, las hermanas de Marcos estarían dando brincos, seguro. Ellas habían tenido una apuesta durante años y estarían felices de saberse ganadoras. Se burló de sí misma, quien dijera que el "radar" era aplicable para todos no la conocía.

—Leticia, cuantas veces tengo que decirte... ¡No te metas donde no te llaman! —Su madre finalmente había perdido la paciencia, lo que no era una novedad. Sus primos se volvieron con sorpresa al oírla gritar e incluso podía escuchar como los gritos de la cocina se detuvieron de golpe. —Que tú creas que está bien ese comportamiento depravado que tienes no significa que todos tengamos que aceptarlo, mucho menos que estés empujando a tus primos a aceptar esta... está...

Sus manos señalaban acusadoramente a Marcos y Gus, sus ojos furiosos y su rostro enrojecido. Finalmente estaba diciendo lo que deseaba decirle desde hace mucho, su madre no lograba entender por qué su única hija había salido "desviada", agregando a ello que Letty adoraba su trabajo en la radio y la música.

—Aberración, repulsión, algo en contra de la naturaleza —dijo haciendo comillas con los dedos, vio de reojo como sus tíos salían de la cocina y sus expresiones sorprendidas al ver el odio en el rostro normalmente piadoso de su madre. —¡Vamos, mamá! Si vas a lanzar el veneno creo que debes de ser clara sobre cual es tú objetivo —se burló—, después de todo no dijiste nada cuando mi primo Leo salió ante la familia.

Su madre resopló.

—Estoy segura que mi hermano va terminar mandándolo a un internado, así se le quitan esas ideas absurdas de la cabeza. —Su mirada maliciosa se giró hacía Marcos, cosa que Letty menos quería, ese momento no era para que su madre se comportase como una loca.

Al menos no cuando se trataba de otros que no eran sus hijos.

—¡Mamá, es suficiente!

Pero la mujer la ignoró, incluso tuvo la intensión de acercarse al par. Por suerte los hermanos de Marcos parecían estar saliendo de su estupor y no se movieron. Letty pudo sentirse complacida por ello, su primo se merecía el apoyo de su familia.

—Tú, también Marquito, estoy segura que pronto podrás darte cuenta de lo mal que estás. —Fulminó a Gus—. Este hombre debe haberte engañado, pero mi hermana y cuñado seguro van...

—Tía, está equivocada —interrumpió Marcos con voz fuerte y molesta. —Nadie me ha engañado, amo a Gus y vamos a casarnos pronto. De hecho, yo no vine aquí a pedir la aprobación de nadie, vine porque mi familia merece saber que soy feliz y conocer que es gracias al maravilloso hombre que tengo a mi lado.

Letty sonrió.

—Son unos depravados.

—¡Cállate, Lisbeth!

Entonces Letty vio a una madre leona defender a su cachorro. No es que ella no amase a su madre, tampoco que no sintiera los insultos, la realidad es que la quería pese a que conocía lo cerrada de mente que era. Su padre era una historia completamente diferente.

Desde siempre Letty había sido la princesa de papá, incluso cuando a la princesa le gustaba jugar futbol y practicar artes marciales además de ballet, era la única mujer entre sus hermanos y eso había hecho que su padre la consintiera. Cuando finalmente decidió ser sincera con sus padres sobre hacía donde iban sus intereses en buscar una pareja, sabía que no tenía que preocuparse por su padre, su madre fue otro asunto.

—¡Está mal! ¡El hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro, no para andar buscando a los de su mismo género! —El grito de su madre la hizo salir de sus pensamientos, la miró sintiéndose agotada al escucharla con sus mismos argumentos. —No sé que hice en la vida para que mi única hija —lágrimas corrían por sus mejillas, Letty se sintió un poco conmovida, pero al mismo tiempo estaba cansada de lo mismo—, mi niña... no haga nada más que llevar a chicas como su pareja, odiar a los hombres hasta humillarlos... No entiende su lugar en el mundo, ella no...

El silencio siguió a sus palabras. Era incomodo y se sentía fuera de lugar, su madre había luchado porque nadie se enterará de ello, pero la realidad es que no podía seguir ocultándolo. Odiaba que muchas veces la hiciera sentir culpable, pero estaba cansada de tener que ocultarse por que ella no podía aceptar que su hija era lesbiana. En cierto punto la entendía, lo difícil que tenía que ser para alguien con sus convicciones, pero no iba a dejar que sus tíos actuaran de la misma manera.

Aunque su tía había defendido a su hijo, igual, prefería aclarar las cosas.

—Mamá, mira... nunca se ha tratado de que odie a los hombres, tampoco que crea que son menos o algo por el estilo. —Se encogió de hombros y miró alrededor de la mesa, a sus tíos y primos. —Simplemente... ¡me encantan las mujeres! Me encuentro cautivada por su belleza y su cuerpo. ¡Las amo, mamá! No se trata de Dios o ideologías, se trata que veo a una mujer hermosa y me siento atraía por ella, ¿es eso algo malo? NO —contesta antes de verla empezar a discutir—. Te amo, realmente lo hago, pero vas a tener que entender que no puedes juzgar a los demás por sus intereses, no tiene nada que ver contigo el que se enamoren de su mismo género.

Vio a su madre dejarse caer en la silla y llorar entre sus manos, quería consolarla, pero no lo haría. Miró a sus tíos e hizo una mueca al ver las lágrimas de su tía, así como la expresión agría de su tío.

—Ver a nuestros padres luchar porque no quieren aceptarnos, es difícil. —Metió las manos en sus bolsillos—. Mi padre es un amor, incluso me hace citas con alguna de las hijas de sus amigos... es gracioso. —Se encogió de hombros—. Mi madre es difícil, pero la amo... eso es lo que tienen que entender, tía Alice y tío Artur, no es que no los queramos, es que no podemos dejar de ser quienes somos por mucho que los amemos.

Marcos apoyó una de sus manos sobre su hombro, su expresión era de agradecimiento y cariño.

—Eres la mejor, Letty. Gracias.

Sonrió y se apoyó en su primo, con una expresión suave con un tinte triste por el llanto de su madre.

—No te preocupes, primo. Amor es amor... estoy feliz por ustedes.

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