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Anna: una heroína sin poderes (@DeanChaguez)

Género: ficción general.


Los gritos retumbaban en mis oídos. Era lo único que podía escuchar siendo que, ver aquella escena me había dejado totalmente bloqueada. Juan Carlos me gritaba algo, pero no podía oír bien qué, solo sé que me llamó «insensata» y «cobarde». Sé que probablemente estoy siendo lo último, pero, vamos, es mi primer día y, a pesar de tanto que me planteé los escenarios, ninguno se parece al que ahora veo. 

El fuego se propaga, principalmente, por la esquina del hotel Posada. Las personas están corriendo por doquier para salvaguardar sus propias vidas. Esteban y Juan Carlos intentan encender la manguera para apagar el fuego mientras Tadeo y Lazaro sacan a más personas de las habitaciones. Sus rostros reflejan el temor, incluso algunos sufren al tener quemaduras de primer grado, y otros, alegan tener aun a sus familiares dentro. 

De pronto, mi shock desaparece cuando un agudo llanto inunda mis oídos. Ninguno de los demás compañeros bomberos padece darse cuenta. Avanzo entre la multitud, me es difícil, sin embargo, logro llegar a la entrada del Posada. 

—¡Anna! —Juan Carlos me grita, avanzando hacia mí—. ¿A dónde vas, Anna? 

—¡Escuché algo! 

—Ya sacamos a todos —Juan Carlos llega hasta mi posición y me toma del brazo. Intento zafarme, pero él no cede—. Anna, no quiero que nada te pase. 

—Y yo no quiero seguir siendo la burla del equipo, Juan —Halo de mi brazo, logrando que él me suelte debido a mi tono. Estoy muy frustrada y enojada—. Si te digo que escuché algo, es porque es lo que pasa. Quiero que valga la pena ser la primer mujer del equipo de bomberos en Miguel Alemán; quiero ayudar a alguien porque sé que puedo. 

Me alejo de él a pesar de sus gritos y entro al hotel. El lobby está repleto en llamas. Las puertas están destruidas, quemándose frente a las primeras habitaciones. Sigo escuchando el llanto agudo del que ahora reparo en que es un bebé. 

A lo lejos escucho a Juan Carlos decirle a Tadeo que ayude a Esteban a despedir el agua por todo el hotel y les dice que estoy en peligro. Lo detesto, detesto que no confíe en mí. Pero se lo demostraré si le muestro de lo que soy capaz. 

Camino entre el fuego que apenas crece el suelo, el llanto me avisa que está en el segundo piso y voy hacia las escaleras. Subo de dos en dos los escalones a pesar del peso del traje. Cubro mi boca y nariz con el interior de mis codos para no inhalar humo. 

Logro llegar hasta el segundo piso y noto que hay una niña inconsciente en el interior de la primera habitación que me encuentro. La reviso y siento alivio al sentir su pulso en su cuello. Debo salir si quiero que ese ritmo siga igual, sin embargo, sé que aún no termino, todavía escucho el llanto, pero esta vez más cercano. Paso dos habitaciones más y por fin lo encuentro, justo después de tirar la puerta con una patada. Su cuna está por encenderse cuando me acerco. 

Acomodo a la niña en mi hombro desde su estómago, entonces tomo al bebé a quien descubro que es un niño, porque está vestido de azul, y lo acomodo a modo de cubrir su pequeño rostro del humo. 

El fuego se sigue propagando, tanto así que, mientras salgo, el piso de madera comienza a repletarse. Siento todo caliente y también mi nariz. Ahora sé que he tragado el humo suficiente como para que una rasposa tos comience a arrancarme la garganta. Duele, terriblemente, pero tengo que seguir. 

—¡Juan! —grito y nadie viene a ayudar, de hecho, se me hace raro que él no venga. Decido ignorarlo cuando voy bajando las escaleras, llego hasta el final bien y pronto los escalones se pierden entre las llamas. El bebé sigue llorando en mi brazo—. Tranquilo, bebé, ya casi. 

Mis ojos se cruzan con los de Juan Carlos cuando me quedo parada en medio del lobby, él está en shock al verme con ambas criaturas. 

De pronto, la puerta principal hace un crujido y me aterro cuando esta cae por completo, dejándome sin salida. 

—¡Anna! —Escucho a Juan Carlos—. ¡Tadeo, trae el hacha, carajo! 

Pero no estoy dispuesta a esperar, no tengo tiempo para esperar. 

Miro hacia mis costados sin encontrar salida inmediata hasta que por fin lo veo: una salida de emergencia. Parece estar bloqueada. Aún así me aproximo a ella. 

Está bloqueada por un madero que cayó del techo. Teniendo a ambas criaturas en brazos no puedo moverlo, así que intento hacerlo con mis pies. La primer patada no hace absolutamente nada, la segunda tampoco ni la tercera. Sigo intentándolo hasta que me duele la pierna, pero logro derribar el madero que pronto cae al suelo y comienza a quemarse por completo. 

La puerta se abre al empujarla y puedo sentir al instante el aire fresco que por fin pasa por mi garganta y llega hasta mis pulmones. Escucho gritos de nuevo. Escucho a Juan gritar mi nombre. A una madre reclamar a su bebé y asegurar que solo había ido a la tienda. A una pareja decir que su pequeña Eliza estaba dentro y preguntar si la habían sacado. Doy por sentado que es la pequeña que llevo en mi hombro cuando le doy la vuelta a la esquina del edificio y la pareja tiembla y grita de gozo y preocupación combinados. 

—¡Eliza, mi pequeña! —dice la mujer. Luego otra más grita por el bebé en mis brazos que ahora sé que se llama Sebastián. 

Llego con ellas pero las esquivo para llegar hasta los paramédicos que ya han llegado al lugar y les entrego primero a Sebastián y luego a Eliza. Me siento mareada, pero siento que he logrado lo que tanto había soñado desde que le dije a Juan que quería ser bombero y me ofrecí como voluntaria: ayudé a alguien, salvé a alguien. 

Un paramédico me coloca oxígeno cuando la tos me atraviesa la garganta y siento que me ahogo. Respiro con normalidad de nuevo para cuando Juan llega hasta mí y me abraza. 

—Eres terca y testaruda —Me dice y no puedo evitar reírme, aunque pronto toso por el esfuerzo—. Pero hoy te respeto como heroína, cariño. Has actuado como toda una heroína. 

Él se separa de mí, le sonrío y me quito el oxígeno mientras escucho a los demás secundar sus palabras y luego aplaudir. Juan Carlos se me acerca de nuevo, besa mi boca unos segundos y al final vuelve a abrazarme. 

Recordaré este día como el mejor de mi vida; salvé dos vidas y pude hacer un buen trabajo. Ahora sé lo que se siente, ahora sé que no hacen falta poderes sobrehumanos para ser un héroe, sino valentía y corazón para lograr serlo. 

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