Estado Paraiso
Manteniendo sus ojos cerrados descansaba sobre la cama de una habitación grande y espectral. De vez en cuando, le gustaba tomarse un tiempo únicamente para él, aunque sabía que aún estando relajado no dejaba de hacer su trabajo. Las tareas de un ángel guardián eran más complejas que la simple compañía invisible; debía salvaguardar la existencia física, mental y espiritual.
Se encontraba en una de las habitaciones de la casa de su protegida, una muchacha con un carácter complicado y oscuro, pero que debajo de su blanca piel blindada era tan frágil como el cristal. Y es que, por más que los humanos quisiesen mostrarse como grandes luchadores, fuertes e inmortales, eran tan susceptibles como el resto de las cosas que plagaban el mundo. Nacían incompletos, dependientes y frágiles; sus vidas eran efímeras, llenas de preocupaciones innecesarias, depresiones y alegrías; y morían en un estado tan delicado como el que habían llegado a este mundo.
Como una gran onda expansiva, la música plagaba cada sitio de ese lugar, llegando a los oídos de Caleb quien después de tantos milenios aún no se acostumbraba a ella. Sumergiéndose en su propia mente comenzó a percibir una ligera sensación vertiginosa, produciéndole un cosquilleo en todo el cuerpo. Sin abrir los ojos o asustarse, siguió experimentando esa sensación humana de manera placentera. Ingresaba lentamente a su interior, donde su alma se transportaba a un lugar, a un estado de transición donde compartía con otros ángeles. La música había dejado de escucharse para ser reemplazada por dulces melodías provenientes de un arpa.
El arpa no era uno más y quien lo tocaba era la predilecta en él. Ya no sentía la necesidad de respirar pero por costumbre lo seguía haciendo. Su cuerpo humano le era extraño y siempre había algo nuevo para descubrir.
Una de las tantas características de los humanos era su capacidad para sentir de manera tan exaltada todo tipo de cosas. Muchas veces había oído y visto a muchos enamorarse. Hubo momentos en que se cuestionó como seria, o quizás, si en algún momento él también lo experimentó. Protegiendo a tantas personas y pasando tanto tiempo con ellos, tuvo momentos en que prefirió a algunos sobre otros. Y en la actualidad no sabía bien que era lo que le ocurría con su actual protegida; ella era enigmática en una forma desquiciante, y aunque pudiese saber sus pensamientos y sentimientos, ella siempre le sorprendía.
«Piensas demasiado, algún día vas a tener que dejarte llevar» una poderosa voz se dirigió hacia él.
Era relajante no tener que abrir la boca para hacerse entender ni abrir los ojos para saber de quién se trataba.
«Se ve que la quieres y la deseas. Me parece que ella también, aunque no lo diga, déjate llevar» otra vez aquella voz se dirigió a él proveniente de un ángel con aspecto de guerrero egipcio.
Caleb sonrió. El ángel de la sensibilidad, el amor y la pasión solía ser demasiado insistente.
«¿Puedes dejar de hacer eso?» una suave voz femenina se quejó abriendo las posibilidades de una discusión. «No le hagas caso Caleb, sabes cómo es él»
Sabía muy bien como era, y por eso era que no se dejaba llevar por él, aunque nunca faltaban quienes si le hacían caso. Las voces quedaron en silencio, probablemente manteniendo una pelea interna entre ellos; siempre hacían eso.
«¿Cómo esta ella?» llegó a su mente una segunda voz masculina de tono armonioso. Su amigo era uno de esos ángeles curiosos con los humanos, sobre todo con una de sus protegidas; su cuerpo humano era similar a quienes vivían en el oriente, impregnándole cierta inocencia y delicadeza a su ser.
«Ella está bien. Algún día tendrías que conocerla, ya me estoy cansando de que la mires a la lejanía» se quejó y sintió al ángel de la redención resoplar. Aunque en ese instante no fuese algo material, sentía a su cuerpo flotar en medio de la nada.
«¿Alguien puede explicarle los puntos en contra que tiene dejarse llevar en cada momento por el corazón y los sentimiento?» preguntó aquella voz suave de la pequeña ángel de la sabiduría.
Por lo visto, él tenía razón, ambos se habían quedado discutiendo algo que llevaban centenares de años haciendo y aún no tenía respuesta: ¿Mejor guiarse por el corazón o por la razón?
«Yo opino igual que él» murmuró campaneante el ángel de la venganza con la forma de una mujer hermosa y devastadora.
«Gracias hermosa» le susurró el ángel de la sensibilidad mostrando su preferencia hacia ella.
«Tendrías que dejar de meterte en los asuntos de los demás. Nadie necesita tus consejos» le gruño la venganza a la sabiduría. Ninguna de las dos se llevaba bien, aunque con el ángel de la venganza nadie lo hacía.
«No voy a responder a eso porque no seguiría mis convicciones» exclamó victoriosa.
«Tranquilidad, Ángeles» se impuso firme el ángel de la paz; serena y diplomática. Ella siempre tendía a calmar las aguas divididas, le gustaban las decisiones sabias pero siempre había momentos en que caía en los brazos del ángel de la pasión. Caleb sonrió pensando en su amigo, el ángel redentor; cuando solía ocurrir eso calmaba su mal de amores con el ángel de la esperanza, quien seguía tocando el arpa.
«¿Podrías dejar esa discusión para intentar terminar con la nuestra?» el ángel de la Guerra era firme y directa. Ambos ángeles discutían la razón de la guerra entre los humanos, era un tema que arrastraban de varios años en donde intervenían Paz, Esperanza y Redención, pero este último siempre era echado con rapidez por el Ángel Vengativo.
«Entonces, ¿tu qué opinas?» la Esperanza le preguntó a él.
«¿Opinar sobre qué?» Caleb abrió sus ojos, se encontraba en la misma habitación pero rodeada de una energía cálida y mística, y en una esquina el ángel de la Esperanza disfrutaba de sus pasatiempos; sus ojos plateados descansaban sobre él.
«Sobre guiarse por el corazón o el pensamiento» respondió. Caleb se encogió de hombros, no lo sabía pero respondió: «Sería bueno que mitad y mitad, pero es muy difícil».
Todos asintieron de acuerdo.
«Tu protegida parece alguien muy interesante» le dijo pensativa la Esperanza.
«A mí me cae bien» indicó la Sabiduría con noción de que su protegida pensaba todo de forma minuciosa.
«Es una mujer fuerte y con convicciones» agregó la Guerra.
«Al parecer no le tiene miedo a nada» dijo la Venganza con recelo.
«Se deja llevar por sus sentimientos pero podría ser mas impulsiva. Me sorprende que no se haya enamorado nunca» comentó la Sensibilidad desilusionado.
«No creo que nunca se haya enamorado, solo puede que no lo sepamos» inquirió la Paz.
«¿Es posible que haya algo que no sepamos?» preguntó atónita la Sabiduria mirando a cada uno.
«Yo creo que si, este mundo es infinito y nunca lograremos conocerlo por completo» la voz de la Esperanza retumbó en las mente de los ángeles presentes. Todos se miraron de acuerdo con ella y a la espera de que siguiera la música. Ella suspiro, como si fuese necesario, y siguió tocando su instrumento predilecto.
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