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Bajo tu sombra

Las tres de la mañana y la tormenta no cesaba. Truenos, relámpagos y furiosos vientos.

Las peores tormentas son las que se llevan por dentro cuando afuera parece haber calma.

De nuevo desperté en el suelo del baño aún con la navaja en la mano. El corte en el brazo ya no sangraba ni dolía. Mi mundo y mi alma seguían adormecidos.

-Creo que al fin ya no puedo sentir nada-. Pensé con cierto placer.

A mis dieciocho años mi meta era eliminar mis sentimientos. Así todo sería más fácil. Cada quien sobrellevaba la falta de mi hermana a su manera. Mamá dormía todo el día y papá trabajaba más que de costumbre.

Estaba muy preocupada por mi mamá. Parecía una sombra. En nada había cambiado desde el día que me mudé con ella después del funeral de Michel. Mamá solo se levantaba para  comer apenas algo y volver a tomar las pastillas para dormir.

Papá me decía que me extrañaba. Me preguntaba que cuando iba a regresar a vivir con él así como antes. Yo también lo extrañaba muchísimo. Nunca nos habíamos separado tanto tiempo. Ya eran casi dos años  viviendo con mamá. Pero cómo explicarle que también necesitaba a mi mamá...o más bien... que ella me necesitaba mucho más. No quería decirle la verdad. Temía que se llevara a mamá a algún hospital psiquiátrico y la abandonara ahí.

Desde los ocho años cuando mis papás se divorciaron, no había tenido a mi mamá conmigo. Michel se quedó con mamá y yo me fui con papá. Pero ahora por fin estábamos juntas mamá y yo. Hasta ese momento nunca pensé en dejarla. Tenía que estar allí para ella. Para cuidarla y ayudarla a que volviera a ser la de antes.

No quería salir ni a la escuela y dejarla sola. A veces me imaginaba que un día terminaría por volverse loca o que llegaría a casa y la encontraría muerta.

No era fácil hacer las tareas, ir al mercado, hacer los pagos, limpiar la casa, cuidar de mi mamá. Era yo prácticamente una ama de casa. Anhelaba tener la vida de cualquier chica de mi edad. Quería divertirme y salir con amigos. Pero en lugar de eso estaba sola. Tan sola.

Creí que todo sería temporal, que pronto mamá volvería a ser la mujer bella y elegante que todos respetaban. Pensé que con mi ayuda ella se recuperaría pronto y por primera vez tendría yo un lugar en su vida y en su corazón.

Aquella noche, mis esperanzas se acababan. Mamá seguía indiferente a mí y a la vida. Estaba claro que todos mis esfuerzos y sacrificios por ayudarla eran en vano. Me destrozaba verla consumirse de esa manera. Se estaba dejando morir sin importarle nada ni siquiera yo.

Estaba desesperada, enojada y tan triste. Tan cansada de ser fuerte y justificar la depresión de mamá con mil mentiras para guardar las apariencias. Tan harta de obligarme a sonreír y decir que todo estaba bien.

Quería a alguien a quien no tuviera que mentirle. Quería a alguien que pudiera decirle que estaba al borde de mis límites.
Necesitaba alguien que me escuchara. Que me abrazara. Pero no había nadie. Estaba sola y a nadie le importaba.

Aquella noche, fuí a la recámara de mamá. Eran como las tres de la madrugada y la habitación estaba toda oscura.

- mamá... mamá...- le hablé entre sollozos.

Le hablé de nuevo pero no me respondía. Vi en su buró el frasco de pastillas para dormir y supe no despertaría hasta otro día. Otro día largo y vacío como siempre. Me sentía tan sola. No tenía a nadie que me consolara o me comprendiera.

- hasta cuándo vas a estar así mamá?-. Le dije despacio con un nudo en la garganta.

En ese momento supe que no iba poder seguir viviendo de esa manera. Me derrumbé en el suelo y me recargué en la cama llorando en silencio.

- mamá...te necesito. Se que es duro para ti, pero también lo es para mí. Yo también la extraño. A mi también me duele mucho que Michel no esté con nosotros. Mamá...yo sigo aquí...escúchame...te necesito-.

Yo no podía dejar de llorar. Ella seguía dormida bajo el efecto de las pastillas y no me escuchaba. La miré y se veía tan tranquila.

- cuando duermes ya no te duele el alma, cierto? Yo tampoco quiero que me duela más. Me duele tanto que ya no lo soporto. Yo también quiero dormir-.

Agarré el frasco de pastillas del buró y el vaso de agua. Sin pensarlo vacíe las pastillas en mi mano. Respiré hondo y las tomé todas.

- Michel, eres tú?- Dijo mamá al despertar.

Yo creo que entre sueños mamá me escuchó y confundió mi voz con la de mi hermana. Yo alcance a esconderme bajo la cama y me quedé inmóvil deseando que no hubiera escuchado lo que dije.

Mamá tomó la fotografía de Michel que estaba en el buró y empezó a llorar con tanta tristeza.

- porqué qué te fuiste Michel?, Porqué me dejaste sola? Te extraño mi niña. Si estuvieras conmigo todo sería como antes. Tu eres todo lo que necesito para vivir. Solo por ti era que podía ser feliz-.

Mamá lloró mucho hasta quedarse dormida. Yo me quedé escondida hasta asegurarme que podía salir sin ser vista. Cuando salí, vi a mamá dormida y abrazando la foto de Michel.

Me di cuenta que había una posibilidad para mí. Había intentado todo para ayudar a mamá y lograr que me quisiera; pero me faltaba intentar una cosa que pudiera salvarnos a ambas.

Me metí al baño, que era como mi refugio. Me miré al espejo. Odiaba mi reflejo. Me odiaba. Odiaba cada cosa de mi aspecto y mi forma de ser. Entonces supe lo que tenía que hacer: Yo debía ser como Michel... O más bien... mejor que ella.

Antes había escupido las pastillas en mi mano, así que las arrojé contra al espejo con todas mis fuerzas.

- con que es ella la que necesitas para ser feliz?, Michel no está. Solo piensas en ella, pero yo sigo aquí. Yo seré mejor que ella. Haré que te olvides de Michel y me quieras solo a mí, que me mires solo a mí, que vivas solo por mí. Haré que seamos felices juntas-.

A partir de ese día, hize mi mejor esfuerzo por destruir la chica que yo era y ser aún mejor que Michel. Me corté el pelo y lo pinté de rojo como ella lo usaba. Me puse maquillaje, un vestido y zapatos altos como ella. Dejé de lado mi estilo cómodo y deportivo.

Tenía que hacer que mamá me necesitara y me valorara.
Me desvivía por cuidarla y complacerla. Poco a poco mejoró hasta recuperarse. Por nada del mundo permitiría que volviera a sufrir o estar triste como antes. Mi vida era cuidar de mamá. Yo sólo sabía que debía proteger su felicidad. Ella no debía volver a llorar jamás.

La gente me decía que me veía muy bien con mi nuevo aspecto, pero yo me sentía ridícula y tonta, como si estuviera disfrazada todo el tiempo.

Al principio, cuando mamá se recuperó, yo estuve muy contenta. Ella y yo compartíamos muchas cosas: íbamos al gimnasio,al salón de belleza, a restaurantes, a fiestas, de compras. Nunca habría conocido esos lujos viviendo la vida de carencias con papá. Yo también merecía las comodidades que Michel siempre tuvo.

Disfrutaba estar con mamá pero...a la vez me estaba haciendo mucho daño. Me estaba destruyendo lentamente.

Quería que al menos por una vez, poder sentir que mamá me quería a mí. A la Mariana real y no a la Mariana que fingía ser Michel.

Me miré al espejo y me pregunté:

- quién eres tú?-.

Ya no sabía ni quién era yo. No era ni Mariana ni Michel. Era tan sólo como una extensión de mamá.

Tenía claro que no volvería a ser la perdedora niña estúpida de antes que ningún chico miraría. Pero la verdad era que nunca podría ser tan graciosa, linda y exitosa al igual que mamá o Michel.

Mamá lo sabía. Ella estaba al tanto de mis debilidades y fracasos. No dejaba de repetirme lo que hacía mal y lo que debía mejorar. Nada de lo que hacía era suficiente para ella. Siempre estaba decepcionada de mí y exigiéndome más.

Aquella situación me estaba llevando al borde de mi cordura. Nunca era lo suficientemente perfecta ni para mí ni para mamá.

Mamá no quería que subiera más de peso, así que controlaba mi comida y me obligaba a probar todo tipo de cosas para adelgazar y a ejercitarme por horas.

En un intento desesperado por destruir lo que yo era, empezé a saltarme comidas, y a provocarme el vómito cuando comía demás para luego hacerme algunos cortes en el brazo con una navaja. Era la única forma de soportarlo.

Si íbamos de compras debía yo usar maquillaje, perfume y tacones. Mamá escogía mi ropa por supuesto. Y no podía negarme. Si la contradecía, se ponía triste y me decía que era mala y egoísta por no agradecer sus esfuerzos por ayudarme. Nada me dolía más que decepcionarla, así que siempre cedía a lo que pidiera.

Nunca entendí del todo porque mamá no podía aceptarme tal como era.

Algunas veces pensé en escapar. Pero no tenía amigos que me ayudaran, ni dinero para irme a otro lugar. Mamá se quedaba con el dinero que yo ganaba así que no había mucho que pudiera hacer.

Cuando estábamos en alguna fiesta, nunca me dejaba ni un momento sola. Siempre estaba presente si hablaba con alguien. De alguna manera siempre se enteraba de lo que hacía o decía.

No había manera de escapar de su sombra. Además ella me necesitaba. Siempre me decía que si no fuera por mí ella nunca se habría recuperado. Que lo que más temía era que un día la dejara sola. La verdad es que nunca me atreví a dejarla.

Por fuera era una joven hermosa y radiante. Por dentro era tan infeliz, y no dejaba de odiarme. Me sentía vacía y tan estúpida por permitir que mamá controlara mi vida. Me sentía tan avergonzada que creía que nadie sería capaz de amarme.

Veintitrés años después, mamá se fue igual que Michel. Así de repente. Un infarto y anorexia en ambos casos. Mamá había hecho con Michel lo mismo que conmigo.

Tomó nuestra identidad, vida y juventud. Manipuló y controló nuestras vidas a su manera hasta el final y sin arrepentimiento.

Aguanté tantos años viviendo bajo la sombra de mamá hasta hoy. Yo sólo quise quererla y hacerla feliz... pero ella me destruyó.

Es extraño estar sonriendo aquí. Viéndola dormir en su ataúd. No puedo llorar ni sentir pena por ella. Me siento libre, tranquila aunque un poco asustada. No sé cómo seguir. No sé qué hacer ni por dónde empezar a vivir.

Creo que estaré bien. De alguna manera  recuperaré mi vida y mi identidad... fuera de la sombra de mamá. *







*Historia completa disponible.
Publicada aquí en mi perfil.












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