Reto de Octubre 2019
~El alma culpable~
Alice yacía sobre una cama dormida. Ella no sabía porque se encontraba en ese lugar. Lo único que sabe es que ciertas personas se la llevaron en contra de su voluntad, mientras gritaba sin cesar: "No. No lo entienden. Él está ahí, él se encuentra ahí".
No importó cuánta resistencia había puesto Alice. Fue internada y sedada por personas completamente extrañas a ella, y confinada a permanecer dentro de cuatro paredes blancas la mayor parte del tiempo sola, sin ninguna otra compañía, o por lo menos, una compañía humana.
Era obligada a tomar una medicina especial recetada por la psiquiatra tratante, la cual ella repugnaba ya que, aseguraba con todas sus fuerzas que ella no la necesitaba, porque lo que ella había visto fue real, y no un invento de su mente como pensaba todas aquellas personas de ese lugar.
Alice al rato despertó gracias a las convulsiones que le producían su medicina especial. Sus pupilas se dilataron de golpe, mientras su pecho saltaba de un lado para el otro. Intento pedir ayuda pero, su palabras se perdían en el aire al no poder articular muy bien por culpa del ataque que estaba sufriendo. En un intento de pedir auxilio, su cuerpo cayó al suelo. Intentó ponerse de pie con las pocas fuerzas que le quedaban, pero no fueron suficientes, y volvió a caer al frío suelo. No podía gritar, no tenía control sobre su cuerpo, ¿Cómo se supone que informara a las enfermeras ahora? Las convulsiones cada vez eran más fuertes, y las cosas seguían yendo de mal en peor. Al frente de ella, apareció el causante de que ella estuviera en aquel psiquiátrico.
A unos metros de ella, se encontraba un extraño chico que la miraba con mucho resentimiento y odio. Vestía como cualquier otro chico normal de 1958, con sus típicos pantalones ligeros azul oscuro y una camisa manga corta color gris un poco desgastada. El aire de su peinado pompadour y sus ojos café oscuros le hacía ver escalofriante. Además, la marca de una bala en el lado izquierdo del pecho y uno de sus ojos ensangrentados, no ayudaba mucho a la situación tampoco.
Poco a poco, el chico se fue acercando a ella. Alice, no lo quería cerca, lo único que deseaba era que él la dejara en paz de una vez por todas. Como pudo, intentó alejarse de aquel ente, pero por culpa de la convulsión, su cuerpo no le permitió alejarse demasiado. Él, no tardó mucho en alcanzarla. Se arrodillo a un lado de ella. El verla así le era tan satisfactorio. Tan agonizante e... Indefensa. Una sonrisa irónica y macabra asoma por sus labios.
—¿Que te pasa Alice?, ¿Tu cuerpo rechaza los barbitúricos?—Vociferó él, pero Alice solo oía meros ecos cada vez que lo escuchaba hablar.
Ella quería huír lejos, muy lejos de él. Su mera presencia hacía que su piel se erizan, y los nervios le subieran a mil. Alice, solo quería que toda esta pesadilla terminara de una vez por todas.
Él estiró una de sus manos y acarició suavemente la mejilla de Alice, todos esto, mientras aún tenía su mirada cínica. Alice sintió como esa pequeña caricia, la desalmaba por completa, y hacía que por sus venas se sintiera el mismo terror.
—Pobre Alice, nadie puede venir a su auxilio—Manifestó él a la vez de que su mirada y su boca se ponía neutral.
A un metro de ella, se encontraba un pequeño bol de metal. Últimamente había llovido mucho, y las goteras se estaban filtrando en las habitación de los internados. Alice, aún teniendo la convulsión, como pudo, tomó el pequeño bol y lo arrojó a la ventana. Este hizo, que la ventana se rompiera en mil pedazos, y los pequeños cristales rodaran cerca de ellos. Él solo le enseño otra de su pequeñas sonrisas siniestras. A los pocos segundos llegó una enfermera. Al parecer el ruido la había alertado. Rápidamente dirigió su mirada a Alice, la vio convulsionando en el suelo. La enfermera volvió a salir del cuarto, y luego de un minuto volvió con otras dos enfermeras.
—Ponganla en la camilla—Manifestó una de ellas.
Las enfermeras sujetaron fuertemente de las extremidades a Alice, y la depositaron en la camilla sin soltarla aún. Alice como pudo, se deshizo del agarre de una de las enfermera y liberó su brazo derecho. Rápidamente se sujeto de otra enfermera.
—A..yu..yu...Ayu...da.
—Cálmate, todo se terminará pronto.
Pero la enfermera no entendía. No era consciente de que Alice no pedía ayuda por el ataque que estaba teniendo, ella pedía protección de aquel ente que se encontraba a unos metros de la camilla.
Alice con el reflejo de terror en sus ojos, intentó con todas sus fuerzas transmitir su mensaje a la enfermera, pero le fue imposible.
—No...n...no...all—Transmitió Alice la vez que su dedo índice apuntaba a cierta dirección.
Las enfermeras dirigieron su mirada a aquel lugar. Luego, todas se miraron entre sí, para después que una de ella dijera:
—Sujetenla con las correas.
La enfermera se quitó de encima el fuerte agarre de Alice, seguido de eso, salió de la habitación. Las otras dos enfermeras, sujetaron a la paciente fuertemente, para luego atarla con las correas que traía la camilla. Literalmente, Alice ya no se podía mover, solamente de vez en cuanto su cuerpo pegaba un brinco debido al ataque.
Cada segundo que pasaba, Alice se encontraba aún más asustada. Su mirada iba a todas direcciones intentando buscar una solución, pero la realidad era que no había alguna forma en que ella se pudiera desatar de las correas, más aún porque todavía seguía convulsionando. En un momento dado, la mirada de Alice cayó sobre aquel chico, que todavía seguía allí parada con su mirada penetrante y su siniestra sonrisa. En un tercer intento, Alice intentó pronunciar una palabra.
—Al..a..Al...li—Expresó ella mientras sus ojos estaban fijos en una dirección.
Las otras dos enfermeras, solo la miraron, y luego, observaron el punto que estaba mirando Alice. Ellas no podía distinguir nada fuera de lo común.
A los pocos segundos, volvió a entrar la tercera enfermera junto con una bandeja de metal. Luego, entró otra persona al cuarto: La doctora Akerman. La psiquiatra tratante de Alice. La enfermera colocó la bandeja en la mesa que había al lado de la camilla. Se puso unos guantes quirúrgicos, tomó una de las jeringas de la bandeja, preparó un extraño líquido amarillo contenido en un pequeño frasco y la jeringa extrajo ese extraño liquido. Después, la enfermera procedió a inyectar a Alice con el barbitúrico. Sujetó fuertemente el brazo izquierdo de la paciente e introdujo la jeringa a un costado del antebrazo.
Alice, no quería que le siguieran inyectando esas horribles medicinas, pero en este momento, era la única forma que había para controlar su convulsión. Luego de que el barbitúrico estuviera ya recorriendo sus venas, fue entonces que el brazo de Alice comenzó a arder. No era agradable experimentar la sensación de que tus venas se estuvieran quemando. Luegos de unos minutos, la respiración de Alice se fue regulando, sus músculos fueron perdiendo fuerza y su cuerpo ya no brincaba de un lado a otro. El ataque había terminado.
Lo único que pensaba Alice era en poder tener un momento para descansar en paz, pero no podía bajar la guardia, él todavía seguía presente en la habitación. En el momento en que Alice logró recobrar el control total de todo su cuerpo, fue entonces que se digno de valor y volvió a mirar aquella dirección, pero de seguro ese fue el peor error que ella pudo cometer. Él, no se encontraba para nada feliz. La sonrisa macabra e irónica que había mantenido la mayor parte del tiempo ya había desaparecido. Ahora, su mirada irradiaba más odio del que ya sentía, sin mencionar de que sus ojos, ahora se veía inyectados de sangre. Además la marca de la herida en el pecho, ahora se había tornado de color negra.
El pulso de Alice en menos de un segundo se aceleró. Sus pupilas se dilataron del miedo y sus manos comenzaron a temblar del horror. Una de las enfermeras comenzó a desatar las extremidades de Alice. Al cabo de terminar, Alice en un abrir y cerrar de ojos, se arrinconó en el espaldar de la camina, y en su rostro, se veía reflejado todo el miedo que estaba sintiendo. La doctora Akerman rápidamente se acercó a Alice y la sostuvo de los hombros.
—¡Alice!, ¿qué te sucede?—Interrogó ella, mientras intentaba hacerla reaccionar mientras la movía de los hombros.
La reacción fue rápida. Sin pensarlo dos veces, Alice se aferró a la doctora.
—¡Por favor ayudeme!
—Cálmate, dime que te sucede
—¡Por favor sálveme! ¡No permita que me haga daño!—Suplicó mientras la miraba con mucha desesperación.
—Ninguna de las enfermeras te piensa hacer daño.
—Usted no lo entiende. ¡No permita que él se me acerque! ¡No quiero que me haga daño!—Manifestó a la vez que apuntaba a un lado del cuarto.
La doctora Akerman dirigió su mirada a tal punto. Puso una expresión neutra y dirigió nuevamente su atención a Alice. Tardó un momento pero a la final dijo:
—Alice no te preocupes. Todo esto, es una mala jugada que quiere hacerte tu mente. Nada de lo que estás viendo es real.
La mirada de Alice seguía fija en él. No quería perder ningún movimiento de ese sujeto. Sin siquiera volver a mirar a la doctora le dijo.
—¡No es ninguna mala jugada de mi mente! ¡Él es real! ¡Siempre ha sido real!—Vociferó ella ya a punto de los gritos.
La doctora en medida desesperada tomó su rostro y la obligó mirarla.
—Escuchame Alice, nada de lo que ves es real, estas enferma, por esa razón es que estas aquí, para que nosotros podam...
—¡NO ESTOY LOCA!—Gritó Alice mientras su pecho subía y bajaba rápidamente.
Todo el lugar se quedó en silencio. Las enfermeras no supieron cómo reaccionar, tampoco la doctora Akerman. Ella solo se limitó a no alterar más a Alice.
—¿De verdad querida Alice?—Alice dejo de mirar a la doctora y dirigió su mirada a aquella voz—¿Segura de que no se te solto un tornillo?—Vociferó él de nuevo con su sonrisa macabra impregnada en sus labios.
Alice volvió a mirar a la doctora, está vez más horrorizada.
—Por favor sáqueme de aquí. Tiene que creerme, no estoy loca. Hay un ente que me persigue y me atormenta cada vez que tiene la oportunidad.
—Alice por favor cálmate. Tendré que tomar medidas si no te tranquilizas—Expresó la doctora Akerman mientras intentaba quitarse de encima las manos de ella.
Las enfermas rápidamente corrieron en el auxilio de la doctora, intentando alejarla de la paciente, pero Alice no iba permitir alejar a la única persona que puede sacarla de ese lugar.
—¡Doctora usted no entiende, yo no debería estar aquí, se lo he repetido incontables veces. Todo es culpa de él. Él es la razón por la que yo me encuentro en este lugar. Doctora tiene que ayudarme. Alejalo de mi.
Alice ya se encontraba al borde de la desesperación. Se aferraba con todas sus fuerzas a la doctora, si dejar que las enfermeras pudieran hacer que se vaya.
—Te equivocas querida Alice—Él extraño ente se fue acercando lentamente hacía la camilla, todavía con su aura de escalofríos reflejada en su presencia—Te mereces estar aquí y más, ¿y sabes por qué?—Preguntó estando a solo un metro de distancia y con su mirada clavada en la de ella—Porque eres una escoria más que habita este mundo que se atreve a daña a los inocentes—Comunicó antes de desaparecer.
De un momento a otro Alice soltó a la doctora Akerman, el tener que mirar esos ojos inyectados de sangre le resultaba aterrador. Las enfermeras aprovecharon y la sujetaron firmemente sin darle la oportunidad de ir tras la doctora. Alice sin rendirse, seguía dando resistencia. La doctora luego de recomponerse vociferó:
—Atenla—Manifestó—Y preparen los electroshocks.
—¡No!—Dijo Alice—Por favor doctora tiene que creerme, no estoy loca. Por favor ayudeme.
—Asegurense de que se calme. Apliquenle los electroshocks que sean necesarios.
—Sí doctora.
—¡Por favor suéltenme. No estoy loca, tienen que creerme!
Con un poco de tristeza, la doctora Akerman abandonó la habitación aun con todas las protestas de la paciente Alice. Con una fuerte presión en su pecho, se fue alejando de la habitación 93 lo más rápido que le fue posible. No soportaba ver como Alice se iba hundiendo poco a poco en su propia agonía y ansiedad. La doctora se detuvo tan pronto como dejó de escuchar los agonizantes gritos de su paciente. La presión de su pecho aún no desaparecía, así que se recostó por el momento en la pared del pasillo. Sus fuertes respiraciones era lo único que se podía escuchar del largo pasillo, la cual se encontraba desierto. Todos los auxiliares del psiquiátrico estaban ocupados con sus pacientes en ese momento.
La doctora Akerman cerró los ojos y se llevó la mano derecha al pecho, a la vez que respiraba de manera profunda y más calmada. Quería a toda costa olvidar todas las escenas ocurridas recientemente con la paciente. Luego de varios intentos, pudo regular su respiración, a la vez de que la gran presión de su pecho iba disminuyendo poco a poco. Tardó un tiempo en abrir los ojos nuevamente, pero en el momento en que lo hizo, no le sorprendió en lo absoluto haberlo encontrado a él frente a ella.
—Te dije que la dejaras en paz, y que te fueran de aquí de una vez por todas—Dijo ella a la vez que su rostro se ponía neutro.
El chico, solo soltó una pequeña risa, y luego dio un pequeño paso al frente.
—Es bueno que ver que aún te sigo importando hermanita. Debería saludar de mejor manera a tu pequeño hermano muerto.
—Ni siquiera debería estarlo saludando. Gracias a tus "asuntos pendientes", tu alma no puede pasar al otro mundo.
El chico, solo estiró un poco su comisura derecha, a la vez de que comenzó a pasearse de un lado al otro.
—Sabes, si no fuera por mis "asuntos pendientes", esa chica no estaría recibiendo el castigo que se merece.
—Gracias a tus asuntos, la estás llevando al borde de la locura—El sonido de los tacones de la doctora resonó por todo el pasillo cuando dio un paso al frente de él—¿Hasta que punto llevarás esta tonta venganza?
Él, lentamente se volteó a mirarla. Su pequeña sonrisa había desaparecido, y su rostro se puso serio.
—Hasta que ella experimente lo que sintió mamá.
La mirada de la doctora Akerman se oscureció de repente. No le gustaba para nada sacar el tema de su madre en ese momento.
—La policía la dejó libre cuando la interrogaron, ella no fue la culpable de su muerte, ¿por qué siguen con la idea de que ella si es la responsable?
—Porque lo es. La vi en ese instante que le enterró ese cuchillo en la cabeza. Mi madre fue una persona pura e inocente, y por culpa de ese monstruo, ahora se encuentra en lo más profundo de un ataúd—Manifestó él mientras apretaba sus dientes por la ira que sentía.
—Y ahora tú estás muerto, porque no pudiste superar ese ridícula venganza por esa chica. Te buscaste tu propio tumba al tratar de contactar con un mafioso.
—No me importa—Vociferó él—Gracias a que estoy muerto, puedo hacer que esa pague por lo que hizo.
A la doctora Akerman le daba asco su hermano, y a la vez también pena. Es increible que hasta en su no vida, él siga arruinando su mera existencia.
—Te lo suplico, dejala en paz de una vez—Suplicó ella en un último intento de hacerlo reaccionar.
Él, solo dijo lo siguiente mientras asomaba su tenebrosa sonrisa.
—Como lo siento hermanita, pero Alice White, no se va librar de esta.
Seguido de eso, desapareció en el aire.
Akerman no quería que Alice tuviera que pasar por esta tragedia, pero tampoco podía detener a su hermano, y el no poder hacer nada, le hacía sentir impotente. Sin poderlo evitar, apretó sus puños hasta enterrarse sus propias uñas en su palma, en serio quería hacer algo al respecto. Un poco resignada, se dirigió a ver su próximo paciente, no podía dejar tirado su trabajo solo por su hermano fantasmal. Sin perder más tiempo, retomó su camino por el largo pasillo.
(...)
Era otro día como cualquier otro en la vida de la doctora Akerman. Ella, se encontraba como de costumbre, verificando que todos los pacientes se encontrarán en perfectas condiciones, es decir, verificando que ninguno tuviera conflictos con las enfermeras.
Mientras la doctora Akerman se desplazaba por el largo pasillo, no pudo evitar parar en seco cuando se retumbó por todo el pasillo el grito agonizante de alguien. Y su vez, la sonrisa de satisfacción de alguien se desvanecía en el aire en algún lugar del centro psiquiátrico. Sin poderlo evitar, se llevó una mano al pecho, tenía un muy mal presentimiento sobre lo acontecido. Sin pensarlo dos veces, corrió hacía el lugar donde se produjo el ruido. El mal presentimiento cada vez era más fuerte, sobre todo cuando se dio cuenta que el grito vino de la habitación 93. Por impulso, abrió la puerto encontrándose con la escena. A unos metros de ella, se encontraba una enfermera llorando a mares mientras miraba la tragedia, y a unos metros de ella, se hallaba Alice con una jeringa enterrada en su ojo izquierdo. Muerta. La doctora Akerman no podía asimilar lo que estaba viendo. Alice White; su paciente, se hallaba muerta a unos metros de ella. Por un momento la doctora casi se desploma contra el suelo, pero logra mantener el equilibrio. Sin poderlo evitar sus manos comenzaron a temblar, una de sus pacientes estaba muerta, y ella no pudo hacer nada al respecto. Aún aturdida, le preguntó a la enfermera lo siguiente.
—¿Pero qué fue lo que pasó?—Interrogó con algunas lagrimas en sus ojos.
La enfermera, aunque estaba algo traumada, se dirigió a la doctora y dijo:
—Ella—traga saliva—Tomó una de las jeringas de la bandeja, y sin pensarlo se la enterró en el ojo—Manifestó la enfermera con la mirada perdida en el suelo, mientras por sus mejillas se resbalaban algunas lágrimas.
La doctora todavía no lo asimilaba del todo.
—¿Dijo algo antes de... eso?—Interrogó mientras se le formaba un nudo en la garganta.
—Si—Miro fijamente a la doctora—Dijo que ya no quería seguir con este tormento. Luego de eso fue que se mató—Dijo ella aun llorando.
La doctora no supo como responder a eso, se quedo muda.
—Pero—Dijo luego de un largo silencio la enfermera—Si note que cuando le iba aplicar el tratamiento, su mirada ya no tenía vida. Al parecer, realmente ya no quería seguir viviendo.
Aunque lo tuviera frente a sus ojos, el cerebro de la doctora Akerman no podía creer que Alice estuviera muerta. La mirada de la doctora volvió a caer sobre Alice White. No se movía, era evidente. Luego de tener por un buen rato la mirada perdida en el cuerpo muerto de Alice, la doctora volvió a dirigirse a la enfermera.
—Llama a alguien para que la saque de aquí—Seguido de eso abandonó el cuarto.
No se molestó en obtener una respuesta por parte de la enfermera, no podía tolerar seguir en esa habitación un segundo más. Al salir al pasillo, siguió por este a la vez de que tenía una mirada perdida impregnada en su rostro. Su paciente estaba muerta y todo era culpa suya. Era su culpa ya que ella era hermana del responsable que le causó la muerte, por ende, ella también era culpable, o por lo menos así se sentía en este momento la doctora Akerman.
La doctora siguió por el largo pasillo. Se quitó su bata médica, la dejo tirada por el suelo, se dirigió a la salida, y salió del centro psiquiátrico sin intenciones de volver a pisar ese lugar nuevamente.
Una psiquiatra como ella no merecía volver a ese lugar. Ni mucho menos, luego de ser culpable de una muerte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro