El recibo olvidado
Sebastián estaba tan absorto en sus pensamientos que apenas notó el recibo que le dio el cajero. Lo guardó en su bolsillo sin prestarle mucha atención. Más tarde, mientras revisaba y acomodaba sus compras en la pequeña alacena, su mirada se posó en una serie de números y letras extrañas escritas en la parte inferior del tique. Intrigado, Sebastián comenzó a investigar su significado.
Sebastián, empedernido curioso, decidió investigar aquella serie de números y letras impresos en el recibo. No se trataba del típico código de barras, sino de un código de números y símbolos extraños. Su curiosidad afloró de inmediato y, dejando la compra a medio acomodar, se dirigió a su ordenador para investigar el significado de ese código.
Lamentablemente, en internet no logró encontrar nada que diera luz a su curiosidad; había tratado con infinidades de lenguas modernas y antiguas sin ningún resultado, pero el joven, aún más intrigado, decidió ir en busca del cajero que le había entregado el recibo.
Llegó a la tienda, preguntó por el cajero, dio su descripción y señaló la caja donde lo habían atendido. Para su sorpresa, nadie pudo identificar a esa persona. Un poco nervioso y más curioso que al principio, salió del supermercado. Caminaba sin rumbo fijo por la avenida.
Fue a una biblioteca en busca de información en libros antiguos que le ayudara a desvelar el significado de ese código, pero para su sorpresa, cuando logró obtener un libro de historia de la escritura, el código del recibo había cambiado.
Sebastián se frotó los ojos creyendo que se le fallaba la vista, pero era real: el código había cambiado considerablemente. «¿Ahora qué hago?» se preguntó mentalmente. Miró a su alrededor y se percató de que un par de ojos lo miraban con intriga; el joven desvió la mirada de aquella figura y, al volverla a dirigir, la persona había desaparecido. Temeroso, devolvió el libro y se marchó a su casa con más preguntas que al principio.
De camino, Sebastián había recordado que en la universidad había un profesor de paleontología especializado en paleografía, así que se dirigió a la universidad en busca del profesor, y tuvo suerte, porque todavía impartía clases. Se dirigió a la oficina del citado profesor, llamó a la puerta con parsimonia y se escuchó un «Pase» a través de ella.
Sebastián se presentó y explicó el objeto de su visita. El profesor lo instó a tomar asiento y, posteriormente, le mostró el dichoso recibo; para sorpresa del joven, el código había cambiado de nuevo.
El profesor escaneó el código en su ordenador, pero para su sorpresa volvió a cambiar. El profesor Kapas analizó el papel y la tinta, y mostró admiración por lo que tenía en sus manos.
—Creo que esto no debería haber llegado a tus manos. —Estos códigos, el papel y la tinta los usa la inteligencia militar. ¿Te han estado siguiendo? —recordó Sebastián.
—En la biblioteca alguien me observaba; sin embargo, cuando me distraje, desapareció —explicó el joven.
—Te aconsejo que destruyas ese código. Ahora déjame continuar con mi trabajo», dijo Sebastián, y se marchó.
Caminando decepcionado, no se percató de que lo seguían. Al llegar a un callejón sin salida, se sorprendió al descubrir que estaba rodeado de personas que no conocía; no obstante, a una de ellas ya la había visto en la biblioteca.
—¿Qué quieren? —Con eso se desmayó.
Al despertar, Sebastián se encontraba en una habitación blanca y sin ventanas. Aún mareado, trató de mirar a su alrededor hasta que escuchó una voz.
—Tranquilo, el mareo ya pasará —dijo, y cerró los ojos, hizo respiraciones para calmar su corazón.
—¿Qué me harán? —preguntó asustado.
—Nada, solo queríamos recuperar el código. Te confundiste con otro.
—Lo sintió sonreír.
—¿Qué es ese código? —La curiosidad volvió a aflorar, queriendo saber en qué se había metido.
—Este código forma parte de una conspiración mundial y es el centro de una trama mucho más grande de lo que imaginas —dijo, lo que puso en alerta al joven.
—¿Voy a morir? Por lo que sé, negó el espía.
—No, porque te encontramos justo a tiempo, nuestros enemigos no usarían ese código para destruir el planeta. Así que eres un héroe. Ahora vamos a tu casa.
Sebastián nunca preguntó su nombre, pero estaba tranquilo porque, a pesar de todo, había logrado resolver el enigma de aquel código. Se despidió del extraño y continuó con su vida, satisfecho de haber ayudado a salvar a la humanidad.
Kattia Palacios Avilés
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20/12/2024
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