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EL DURO CAMINO AL PERDÓN

Soy Amanda Infante Zapata, tengo treinta años, soy huérfana de nacimiento y he sido criada por lo que sé, es la única familia que tengo. ¡Una familia de mierda!. Que lo único que han hecho es lastimarme, pese a compartir la misma sangre.

De niña, mi tía Lía Zapata, hermana de mi madre, en vez de verme como una hija me vio como una rival, alguien a quien odiar. Durante años, me contó de como odiaba a mi madre por ser la favorita de sus padres, la hija perfecta que estudio una carrera universitaria, era la hija que siempre anhelaron y cuando escogió a mi padre como esposo, un hombre recto con un buen trabajo que por culpa de un ebrio murió antes de conocerme y luego vino la muerte de mi madre el día de mi nacimiento. Con los años ellos vertieron su devoción hacia mí y no a la única hija que les quedaba, lo que condujo a que me odiara más.

Cuando mí tía conoció a su actual esposo, según cuenta ella sus padres se opusieron, según ella por no ser el indicado. A modo de llevarles la contraria se casó con el vil hombre, que hasta hoy a sido el objeto de su sufrimiento, aunque ella me diga que soy yo la que lo ocasionó.

Mis abuelos murieron cuando tenía unos pocos años de vida, quizás unos cuatro o cinco no estoy segura, pero fue ahí, cuando conocí el infierno; mi tía se enteró que nunca en la vida podría concebir, por lo que escogió al objeto mas cercano e indefenso para verter todo su odio ¡YO!, al morir mis abuelos y no tener más familia, me entregaron a ella. Cada vez que recordaba que no podría ser madre, me recordaba el odio a su difunta hermana y a sus padres con golpizas que me dejaban al borde de la inconciencia.

Pese a mis gritos de ayuda nadie vino a mi rescate, nunca recibí un abrazo, una caricia y mucho menos palabras amorosas, para ella era el objeto de saciar sus frustraciones. El tiempo pasó y pese a mi mala nutrición me desarrolle físicamente, llamando la atención del supuesto esposo de mi tía con ello llegaron más golpes, pero con la diferencia que ahora podía defenderme pero no con afán.

Muchas veces me he preguntado ¿Por qué no escapé de ese infame lugar?, la respuesta es sencilla ¡MIEDO!, miedo a lo que podía encontrar allá afuera, que lo que encontraría fuese millones de veces peor que este infierno.

Un día mientras dormía sentí mi entre pierna mojada, me levante asustada del suelo donde había dormido desde el primer día que llegue a esa casa, dirigiéndome al baño, el olor a sangre me preocupo de sobremanera; no sabía que estaba pasando, el olor a sangre llamó mi atención, no recordaba haberme herido.

La puerta del baño se abrió de repente, la imagen de ambos apareció en mi campo de visión.

-¡Lo que faltaba! Ha entrado en la etapa de quedar preñada- Dijo Lía, la llamo por su nombre ya que me niego a aceptar que compartimos un vinculo sanguíneo, se fue dejándome a solas con su esposo.

-Esto se pone interesante- Dijo el bastardo de Mario.

No sabía a lo que se refería con sus palabras, que iba ha saber yo si ni siquiera sabía leer a los doce años, he pasado todo este tiempo encerrada en esta casa que hay momentos en que pienso si seremos los únicos en este lugar.

Días después mientras dormía, una mano tapo mi boca, mientras la otra rasgaba mis ropas.

-No grites, no te opongas. Esto será bueno para mi y para ti no me importa- Dijo Mario, no sabía a que se refería, por más que luchara él tenía mas fuerza que yo; con sus rodillas abrió con fuerza mis piernas, con la mano que me arranco los harapos que usaba como ropa, abrió sus pantalones dejando ver su hombría.

-Esto será todo tuyo- Me dijo lamiéndose los labios y yo lo miré con terror, no sabía lo que me esperaba.

Entró en mi sin reparo causándome un dolor indescriptible, llore y llore negando, suplicándole con mis ojos que se detuviera ya que no podía gritar, al borde del desmallo y al no reaccionar me soltó; mis fuerzas se habían agotado, con sus manos recorría mi cuerpo, luego lo hizo su asquerosa lengua.

Un gemido de satisfacción salió de su boca y una sonrisa de orgullo se dibujó en su rostro, mientras salía de mí un líquido caliente escurría de mi entrepierna.

-Ya no vales nada, ningún hombre te querrá, tendrás que ser buena conmigo si quieres vivir, ¡Ah! y no le digas a Lía, será más perra contigo si se entera de lo que hicimos-

No siendo suficiente, me dio vuelta dejándome sobre mi estómago, haciendo lo mismo con mi trasero.

El tiempo pasó, siendo que todas tenían la misma rutina, para la mañana siguiente recibir los golpes de Lía, infinidades de veces rogué para que mi vida terminara, que los golpes que me propinaba Lía cada vez que su esposo me tomaba fueran tan fuertes que me ocasionaran la tan ansiada muerte, pero esta no llegaba.

֍֍֍

Los meses pasaron, mi vientre comenzó a crecer fue ahí cuando mi calvario se incrementó.

-¡Has preñado a la perra!- Dijo Lía con los ojos inyectados de ira.

-Por lo menos ha servido para lago. Cosa que tu nunca harás- Le dijo Mario con su risa de burla.

-Si tu crees que ese bastardo nacerá, ¡Te equivocas!-

-Si haces algo te arrepentirás, Lía-

No sabía de que hablaban yo solamente sabía que mi estómago crecía. Yo nunca hablaba no sabía como era mi voz porque el miedo a hablar me lo impedía, la única voz que me conocía era mi llanto.

El día que Mario salió de viaje, horas después llego una mujer que hablaba en susurros con Lía, desde el patio trasero donde tendía la ropa, escuché a la mujer llamarme.

-Ven chiquilla- Asentí con mi cabeza y caminé hacia ella.

-¡Bebe!- Me ordeno y así lo hice. Minutos después me sumergía en un sueño profundo sin saber que me deparaba el despertar.

- - - - -

Embarazos venían, abortos iban, esa fue mi vida durante los siguientes cuatro años, hasta que un día todo se salió de control, al parecer Mario se metió con quien no debía y unas personas con trajes extraños llegaron donde vivía, nos llevaron a los tres, con la diferencia a mi me llevaron a un lugar donde muchas personas vestían de blanco, tiempo después me enteré por uno de ellos que se llamaban médicos y enfermeras.

Me revisaron e hicieron preguntas tanto era el terror en mis ojos que me negué a hablar, luego llego una mujer con ojos amables, sonrisa alegre y palabras dulces.

-Tranquila se que estas asustada. Aquí nadie te hará daño- Era extraño porque el dolor era una constante en mi vida, no sabía como asimilar lo que me decía.

-Mi nombre es María y soy psicóloga- La miré sin comprender esa palabra ¿Qué era psicóloga?. Ni idea, solamente la miré.

-¿Puedes hablar?- Me encogí de hombros.

-Asiente con la cabeza si puedes- Y lo hice, su voz era tan baja que me constaba escucharla.

-Háblame, por favor- Negue con la cabeza, me aterraba hablar, cuando empecé a vivir con Lía, cada vez que hablaba ella me propinaba una golpiza, así fue como perdí mi voz.

María me hizo una infinidad de preguntas, en unas negué y en otras respondí afirmativamente con la cabeza. Lo médicos me extrajeron sangre, revisaron mi cuerpo, siempre bajo la atenta mirada de María.

El tiempo pasó y los resultados de lo que ellos llaman exámenes habían arrojado resultados nada alentadores, como menor de edad, invalidaron la custodia que tenía Lía sobre mi al ser una de las causantes de las enfermedades que me aquejaban, con relación a mis múltiples abortos, no se tenía que ser muy inteligente para saber quien había sido el padre de los bebes, así como la causante de los abortos.

-¿Quieres volver con tus tíos?- Preguntó María.

-¡NOO!- Esa palabra salió de mi garganta ronca, causándome dolor, no se que cara tenía ya que María corrió hacia mí con la preocupación plasmada en su mirada.

-Te duele la garganta, ¿Verdad?- Asentí con la cabeza.

-Eso es por no hablar, no usas mucho tu garganta; eso tiene que cambiar a partir de hoy mi niña, a partir de este momento, empezaras a usar tu voz, nada de gestos o asentimiento o negaciones con tu cabeza. ¿De acuerdo?-

-Si- Contesté rápidamente, no quería que me castigaran.

-Amanda, mientras te recuperas trabajaremos en recuperar tu voz y arreglar un poco tu mente. ¿De acuerdo?-

-Si- Respondí, cada vez dolía menos mi garganta al usar mi voz.

Durante días, trabaje en mi voz en alimentarme y en mi mente. Entre mas trabajaba con María mas me apegaba a ella, ella me recordaba a mi abuela, con ella me sentía segura.

Pero como era de esperarse el día de salir del hospital había llegado y con ello una nueva vida, una que me aterraba.

-Amanda, te vamos a llevar a un hogar de acogida, donde tendrás un techo, una cama, comida y sobre todo cariño. Ahí encontrarás chicas de tu edad-

-Quiero ir contigo María- Dije con miedo.

-Por ahora no, mi niña. Tengo que resolver cosas de mi vida antes de dar ese paso. Yo estaré pendiente de ti. Te visitaré cada vez que pueda-

Asentí con mi cabeza, las palabras nuevamente se habían ido, había vuelto ha hablar para complacerla. Ya no tenía deseos de hacerlo nuevamente.

La vida en el hogar era tranquila, poco a poco aprendí a escribir y a leer, no hice amistades, aprendí que todos se van en algún momento, no quería seguir sufriendo la perdida o el abandono. María cumplió su palabra de visitarme, me obligaba a hablar, ya que los encargados le informaban que yo no era de hablar, llegaba a visitarme haciéndome contarle de mis días en el hogar y de lo triste que me sentía porque nadie me quería adoptar. Y como hacerlo quien querría llevarse a un ser tan roto como yo.

Un día como todos llegó María, estaba feliz porque estaría con una persona importante para mi.

-Amanda. Traigo noticias para ti- Dijo muy alegre.

-¿Quiero saber?- Dije con emisión.

-Hoy es tu cumpleaños número dieciocho, por lo que ya no puedes estar aquí; pero hoy te irás a vivir a mi casa. ¿Te gusta esa idea, Amanda?-

-Si, si, !SIIIII! ¿Tendré mi propio cuarto?-

-Si, tu propio cuarto, tu ropa todo lo que necesitas-

En el hogar había aprendido a leer y escribir, asistí a la escuela de noche y los seis años de primaria los termine en tres, sorprendiendo a todos, luego inicie la secundaría, fue un poco más difícil pero también la termine en tiempo récord; el estudiar mantenía mi mente ocupada de los malos recuerdos de mi vida.

Como todo en la vida no es felicidad y en especial la mía, estudiaba en el computador portátil las opciones de universidades para estudiar, María habían insistido, pese a que yo deseaba ganarme la vida por mi cuenta, no había decidido que haría en el futuro ya que muchas veces creí que esto era un sueño del que algún día despertaría en el suelo de aquella fea casa donde me habían sumergido en la oscuridad.

El timbre de la puerta sonaba insistentemente lo que me extraño ya que María debía haber regresado hace varias horas del hospital, bajé de mi habitación ha abrir la puerta, no fue a María a quien encontré tocando el timbre si no a un policía, eso me daba a entender que algo malo le había sucedido a María.

-¿Amanda Infante?- Pregunto el hombre de tes oscura.

-Si, esa soy yo- Respondí con un nudo en la garganta.

Acompañé al policía, a un lugar era frío y lúgubre, ahí encontré el cuerpo de la única mujer que me había brindado amor, su cuerpo frio como hielo, la piel pálida, sin ningún color, en su cabeza tenía una marca.

-¿Qui... quién lo hizo?- Pregunté.

-Su, exesposo- Respondió el hombre.

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Con pesar recibí la última voluntad de María, solicitaba que continuara con mis estudios, que no me detuviera por nada ni por nadie; que ya había sufrido bastante en mi vida para que sufriera por la de ella.

Escuche sus palabras y con una promesa en mi corazón que sería juez y juzgaría a las personas que mas daño me habían infringido, no habría perdón ya que todos eran conscientes de sus actos.

Tras cinco años de estudiar derecho, logré caer en gracia a algunos de los profesores que tuve durante mis años universitarios, logrando un puesto en el poder judicial como fiscal; a un año de desempeñar como tal, ascendí a juez, lo que me llevo a casos como el mío personas sin sentimientos y valores, fríos, enajenados, no merecían perdón, la paciencia fue mi compañera diaria.

El asesino de María había huido y a los policías se les había hecho imposible encontrarlo. Pero la suerte un día no le sonrió y en una redada, en un prostíbulo lo encontraron, lo presentaron y expusieron los cargos que se le acusaban en mi interior sabía que él era culpable; María me había contado la vida que había tenido con este hombre despreciable. Las pruebas que el fiscal había presentado en contra de Ricardo Almenar eran circunstanciales, por lo que salió libre por duda razonable.

Pero el dolor que había crecido en mi por la partida de María, no había sido superada. Cuando el destino me lo puso en el camino no dude en disparar, por más que pidió perdón se lo negué; ¡Él no merecía ningún perdón!; tal vez la ira, el rencor y la tristeza pesarón en mi y actúe de esa manera. Volví a mi vida como si nada hubiese pasado cuando creí que todo era perfecto y ordenado, aparecieron en mi vida una vez más aquellas personas que habían hecho de mi vida un infierno.

Yo no las busqué, ellos si lo hicieron. Apelaron a que les debía estar viva, ¡Cínicos!, grite dentro de mi.

-Mario esta muriendo y quiere verte- Dijo una Lía llorosa.

-¿Qué quiere?- Dije con asco.

-Tu perdón- No sabía si reírme o gritarle a la mujer que tenía frente a mí, el orgullo y la altanería se le había ido a la mierda.

-Creo que has llegado a la persona equivocada, Lía-

-El necesita tu perdón para poder descansar en paz, Amanda-

-¡Mi perdón! Y olvidar todo lo que me hicieron vivir. Olvidar el infierno en el que me sumergieron. Tu siendo la hermana de mi madre biológica, en vez de amarme como la hija de tu única hermana; lo único que me brindaste fue odio y dolor-

-¡Perdónanos, Amanda! Necesitamos paz. La paz que nos puede brindar tu perdón-

-No entiendes, que no existe el perdón en mí, tú nunca me enseñaste eso; nada en realidad-

-¡Por favor!-

-¡LARGO!-

Como perdonar alguien, si no te perdonas a ti mismo. Si, eso es crucial. María una ves había hablado conmigo al respecto, tenía que perdonar para poder alcanzar la paz verdadera, pero para ello tenía que perdonarme a mi misma primero. Pero será casi que imposible. Muchas veces tuve la oportunidad de escapar de ese infierno, pero el miedo me gobernó siempre; por lo que nunca tuve fuerzas para huir.

Hasta que no me perdone a mi misma no podré perdonar a los que me han dañado.

Fin

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