8- Visitas amenas
Sobrevivió a ese día porque simplemente se negó a pensar. Arrojando un lienzo sobre la pared del estudio, salpicó pintura sobre su superficie. Él creaba mejor cuando estaba mal de ánimo.
-Podría venderse por bastante dinero
Se regaló un reconocimiento junto a una mueca que distaba de ser de orgullo o alegría.
El tiempo comenzó a ser muy fluido, nunca miró el reloj hasta que el teléfono sonó. Limpiando sus manos con un trapo que levantó del suelo, atendió.
-¿Hola?
-¿Shura? ¡He tratado de contactarte todo el día!
El tono agitado del otro lado de la línea demostraba que su hermano estaba preocupado.
-Cid, he estado aquí en la casa. ¿Qué sucede?
Tiró el trapo al piso y miró el reloj. Eran las nueve según los números enormes y brillantes.
-Nada realmente, me tenías preocupado. ¿Dónde está tu celular?
Su tono se mostraba exasperado
Tanteando los bolsillos de su pantalón y no encontrándolo, recordó.
-Lo debo haber dejado en el living, hermano y, probablemente el timbre esté muy bajo o en silencio.
-Está bien, hermanito...
El suspiro fue demasiado audible para el artista.
-¿Estás seguro que todo está bien, Cid?
La preocupación entre los hermanos estaba siempre presente
-Sí, pequeño... sólo trata de tener tu celular a mano, sí? Y nada de deambular por el bosque y perderte...
Shura rió alegre. Se había perdido en el bosque tan sólo una vez pero su hermano se lo recordaba siempre.
-Lo prometo, Cid, nada de viajes errantes por las praderas de Grecia.
-Está bien... buenas noches, pequeño... te amo...
Su hermano bostezó del otro lado de la línea
-También te amo, Cid
Shura dijo y colgó la comunicación, apoyando el teléfono en su sostén.
¿Buenas noches? ¿Cid había dicho buenas noches? Miró el reloj nuevamente. 9.03 PM. ¡¿Santo Dios, adónde se había ido el día?!
Miró el lienzo en la pared, que ya no era sólo un lienzo sino arte. Observando alrededor del cuarto, él vio otras tres pinturas colgando de las paredes. ¿Él había hecho todo eso ese día? No recordaba haber cambiado los lienzos sobre la pared.
'La senilidad me está afectando demasiado temprano'
Gruñó para sí mientras pasaba sus dedos coloreados de distintas pinturas por su cabello.
Después de varios bostezos y una ducha caliente, se encontró a sí mismo parado frente a la cama vacía una vez más.
Resignándose al hecho de que tendría que hacerlo tarde o temprano, se desnudó completamente y se acomodó bajo las cobijas.
Varios minutos de dar vueltas y vueltas no produjeron sueño. Tirando las mantas hacia atrás, caminó desnudo hasta el armario del pasillo, recuperó lo que necesitaba y se acomodó en la cama. El sueño fue casi instantáneo.
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Rodó hacia su lado derecho, una sonrisa gentil adornó su rostro en tanto su brazo se estiraba sobre el otro lado de la cama, sus dedos anticipando la calidez de otro cuerpo. Había estado teniendo el más maravilloso y sexy sueño y quería recrearlo con su adoración.
El mordisco de las frías sábanas le picó las yemas de los dedos y se despertó por completo, con los ojos abiertos por el miedo y la decepción.
No habría acto de amor hoy. O en ningún día cercano, Shura consideró.
La tristeza cubriendo su corazón otra vez, se levantó de la cama y se puso unos pantalones deportivos, que sacó del cajón de su mesa de noche. Levantó la campera del piso en donde, aparentemente, había caído durante la noche y la acomodó sobre la almohada de Aioria, acariciando el cuero una vez más antes que su estómago se contrajera y rugiera.
Realmente necesitaba recordar que debía comer. Su estómago estaba furioso con él esa mañana por descuidarlo todo el día de ayer.
Caminó con desgano a la cocina, dejó lista la cafetera y abrió la heladera. Un sentido de déjà vu lo invadió justo cuando el timbre de la puerta sonó.
'¡Maldición!' Masculló en voz alta, casi golpeando la nevera y se dirigió hacia la puerta del frente.
Su mal humor se evaporó cuando vio al pequeño niño sonriéndole desde su lugar en la entrada.
-Hola, señor Shura...
Lo saludó tímidamente, moviendo su mano derecha suavemente, mientras la otra jugaba con el doblez de su remera.
El español se arrodilló a su altura, felicidad genuina llenando su corazón por primera vez en días.
-Hola pequeño Kiki. ¿Cómo estás hoy?
-Estoy bien- susurró el niño, ambas manos metidas ahora en los bolsillos de su bermuda.
-¿Y dónde está tu tío?
Shura preguntó sin quitar los ojos del pequeño.
Como si fuera una señal, Mu apareció desde el lado del pasajero de la parte de atrás de su auto, llevando una enorme bolsa de comestibles.
-Kiki, te había dicho que aún no tocaras el timbre...
Gentil como siempre, el pelilila reprendió a su sobrino, que se sintió avergonzado y bajó su mirada hacia el piso, dejando ver sus ensortijados rizos anaranjados.
Era una mirada bien practicada por el pequeño revoltoso y derritió el corazón del español, quién miró a Camus, que bajaba del lado del conductor, y sonrió.
-Está todo bien, amigo, en verdad. Ha sido una gran sorpresa ver tan agradables visitas en mi puerta.
Dio un paso y le hizo cosquillas en la panza al niño, que se retorció de risa. Lo tomó en brazos y lo llevó adentro, dando bastante lugar a Camus para que entrara con la bolsa que traía.
Una vez que la bolsa estuvo acomodada en la mesada de la cocina, Camus se volteó, dándole a su amigo una mirada rápida.
-¿Te hemos despertado?
Shura negó con su cabeza, aún sonriendo al niño en sus brazos, haciéndole cosquillas de nuevo.
-No, para nada... hace un rato que estoy levantado...
-No lo parece...
Camus habló apenas fuerte para que Shura lo escuchara sobre el ruido de la bolsa con alimentos. Antes que el español pudiera responder, el de cabello peliagua continuó
-¿Te has dado cuenta que son casi las 11?
-No, no lo hice.
Bajó al niño y le susurró en el oído sobre un montón de juguetes en el cuarto del fondo, ansiosos de que alguien jugara con ellos.
-El tiempo tiene poca importancia para mí últimamente.
Camus dejó de sacar la mercadería de la bolsa y volteó para verlo de frente. El dolor era evidente en sus ojos cuando habló
-Yo comprendo eso perfectamente.
Shura se dio cuenta que no podía entrar en una pelea con todos para ver y demostrar quién estaba sufriendo más.
Suspiró profundo, pasando sus manos sobre su rostro y a través de su cabello como tomándose un tiempo para pensar.
-Realmente aprecio que hayan venido aquí, Camus, en verdad lo siento así.
Estaba determinado a ser gracioso y mostrarse bien para sus amigos, sin importar el costo. Sonrió, apuntó hacia la mesada y preguntó.
-¿Qué hay para almorzar?
Camus abrió su boca para responder pero un gruñido desde el estómago del español llenó el lugar.
El galo en lugar de hablar, soltó una carcajada sentida...
-Aparentemente debí haber traído ¡toda una media res para alimentarte!
Shura río con él y palmeó la espalda de su gran amigo, con el que todo era más sencillo.
-¿Qué te parece si me voy a poner una remera y empiezo a encender el fuego de la parrilla?
Sugirió risueño, un poco más tranquilo y gustoso de tener buena compañía.
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