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38- Almas gemelas

Durante el lapso de su ausencia al lado de Shura, Aioria había hablado con Argol, Camus y Kanon, contándoles todo lo que había sucedido.

Él y Camus habían salido a cenar cuando Aioria comentó que otro día de mirar las paredes de la casa vacía, lo llevaría a cometer atrocidades con pintura, que ni siquiera un decorador de interiores como Shaka podría arreglar.

Habían charlado amistosamente, volviendo a su antigua amistad sin reservas.

Ahora Aioria estaba de nuevo en casa, había pasado la mitad del día y estaba esperando a que "Capricornio regresara", para volver al hospital.

¿Shura se refería a tres días contando el último día que habían estado juntos, o tres días después de eso? ¿Debería irse ahora, arriesgarse a llegar temprano y no tener nada que hacer durante otro día entero, o esperar aquí y volverse loco haciéndose preguntas estúpidas?

Si alguna vez hubo algo en lo que Aioria fue bueno, fue en preocuparse por cosas que no podía controlar.

¿Y si Shura decidiera que ya no podían estar juntos? ¿Y si hacía que Leo se fuera y nunca regresara? ¿O si todavía no había llegado a ninguna conclusión y necesitaba más tiempo?

La última pregunta a la que Aioria podía enfrentarse, la idea de no volver a ver a Shura, lo llevó a un frenesí de pánico.

El timbre del teléfono lo distrajo de más divagaciones.

El alivio lo inundó cuando escuchó la voz del Dr. Odysseus, y un estremecimiento de emoción lo invadió cuando le dijeron que su presencia sería necesaria en el hospital esa tarde.

Shura ya había hablado con el monje y estaba en camino de regreso.

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Aioria se encontró con el Dr. Odysseus al salir de su oficina e intercambió un apretón de manos y una sonrisa.

Había una luz en los ojos del médico que intrigó al joven griego. Los nervios que habían estado de punta toda la mañana se calmaron con la mirada que le dieron.

-Sonríe como si tuviera buenas noticias, Dr. Odysseus. ¿Supongo que los viajes de Shura fueron un éxito?

-Tendría que decir que sí. Escuché de nuevo el audio de su visita al templo y su semblante mientras estaba allí era mucho más relajado.

Por supuesto, solo pude escuchar su lado de la conversación pero, sea lo que sea que él 'le dijo', lo ayudó.

El Dr. Odysseus se detuvo en el pasillo antes del ascensor.

-Puede que te sorprenda saber quién es 'El monje'.

Aioria arqueó las cejas mientras miraba expectante al médico.

-Estoy familiarizado con el universo Saint Seiya y sé que Dohko era el antiguo portador de Libra, el anciano maestro que vivía en los cinco picos de China.

Sorprendentemente, Shura o Capricornio, no lo encontró allí cuando llegó.

-¿A quién encontró?

-Shiryu.

El Dr. Odysseus pronunció la palabra en un susurro, sus ojos la transmitieron como si estuviera impartiendo sabiduría divina.

-¿Shiryu?

Aioria no podría haber estado más sorprendido.

Las puertas del ascensor se abrieron y cerraron de nuevo mientras hablaban.

Se sintió atrapado de nuevo en un momento.

-¿Por qué Shiryu? Y luego la respuesta lo golpeó. Shiryu, había sido quien los había reunido en primer lugar.

Era su compañero de secundaria, a quién Shura confió sus sentimientos por Aioria, para que lo ayudara a conquistarlo y él, había abordado con calma el tema de las relaciones con Aioria mientras comían pizza una noche.

Sonrió al pensar en ello, recordando cómo había pensado que Shiryu estaba tratando de decirle acerca de una posible relación con Shura.

Pero el pelinegro le había dicho, en términos inequívocos, que últimamente Shura se encontraba prefiriendo la compañía de otra clase de hombre... uno en particular.

Había saltado de alegría como perro con un hueso, y desde allí había sido fácil. Incluso les había concertado su primera cita.

Cuando Aioria le dijo esto al Dr. Odysseus, el médico sonrió y asintió.

Las cosas definitivamente estaban encajando.

Shura estaba aprendiendo a confiar de nuevo. Casi como si estuviera reviviendo su vida para volver al presente.

La mente era una creación intrincada y maravillosa. No tenía ninguna duda de que Shura encontraría el camino de regreso, si Shiryu tenía algo que ver con eso.

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Cuando llegaron a la habitación de Shura, el Dr. Odysseus consultó con el personal y descubrió que el español había dejado de cruzar los límites recientemente.

-Aioria, ¿quieres entrar ahora o esperar?

Tenía la sensación de que lo iban a poner en esta posición.

Su corazón gritó para apresurarse y reclamar su amor, pero la prudencia ganó.

-Debería esperar hasta que me llame. Si cree que estoy esperando en algún lugar cerca de donde me dejó, gritará para llamar mi atención. Los caballeros pueden oír ruidos a una milla de distancia.

Aioria le guiñó un ojo después de eso, y los que estaban a su alrededor se rieron suavemente.

No tuvieron que esperar mucho.

-¡Leo!

Shura gritó.

He vuelto con noticias del templo, Leo.

Bert estaba a punto de deslizar su tarjeta de acceso cuando Aioria lo detuvo.

-Dale un minuto. Capricornio no me esperaría de inmediato.

Unos minutos después, Aioria miró su reloj y le indicó al guardia que abriera la puerta.

Bert y el Dr. Odysseus intercambiaron miradas confusas cuando el griego se agachó un poco como si fuera a saltar a la habitación. No estaban muy lejos de la marca.

La puerta se abrió justo cuando Shura le dio la espalda y Aioria saltó, aterrizando agachado como si acabara de saltar de un árbol.

Cuando Shura se volvió, Aioria empezó a ponerse de pie.

-No necesitas gritar, Capricornio. He estado aquí todo el tiempo.

-¿Y sin embargo me hiciste llamarte en lugar de buscarme?

Había un indicio de burla detrás de los ojos del pelinegro.

-Necesitaba estar seguro de que estabas listo para hablar conmigo, y ahora lo estás. ¿Qué noticias de los cinco picos?

-Shiryu te envía su amor.

Aioria inclinó la cabeza en señal de aceptación.

-Ah, y esto...

Shura se acercó a él con poca determinación, como si no estuviera seguro de que debía hacer lo que estaba a punto de hacer.

Inclinándose cerca del leonino, Capricornio besó la mejilla de Leo.

El calor inundó a Aioria con esa breve intimidad e inhaló el aroma de Shura mientras el hombre se alejaba.

Después de tres días sin bañarse, el aroma era verdaderamente masculino y embriagador. Aioria no quería nada más que tomar a Shura en sus brazos y besarlo sin sentido.

Se necesitó cada gramo de moderación que pudo reunir para no hacer precisamente eso.

-¿Cómo has estado?. He echado de menos a Shiryu. ¿Cómo le va?

-Tan hermoso como siempre y sabio como su abuelo, aunque no tan intimidante.

Shura sonrió y el corazón de Aioria se derritió un poco más.

Siguieron momentos de tranquilidad mientras Aioria trataba de pensar en una manera de sacar a relucir el tema que le consumía el corazón y la mente.

-¿Confío en que tu viaje de ida y vuelta transcurrió sin incidentes?

Shura se volvió y se sentó junto a la pared del fondo, indicándole a Aioria que se uniera a él. Una vez que el rubio estuvo sentado a su lado, se volvió y miró al hermoso santo.

-Fue un viaje necesario, Leo. No hubo consuelo en el camino al templo, aunque el viaje de regreso fue mucho más fácil.

Shiryu me hizo ver las cosas como son y como deben ser. Los monjes están realmente encantados de haber calmado mis pensamientos para que pudiera contemplar nuestra amistad.

Aioria tragó saliva ante la palabra "amistad", sus pensamientos ligados al temor de que Shura hubiera llegado a la conclusión de que la amistad era todo lo que podía haber entre ellos.

-¿Y qué conocimiento te impartió, amigo?

-Escuchar la voz que me dice que confíe en mi corazón y ver lo que hay delante de mí; que tenga fe en el que amo y en quién creo que me ama a cambio.

La voz de Capricornio era más suave ahora, sus ojos sondearon el rostro de Aioria en busca de alguna pizca de esperanza.

-Perdona mi ignorancia, Capricornio... pero ¿a quién amas?

Aioria luchó por tragar el nudo en su garganta. Le dolía el pecho por la falta de oxígeno.

La dulce sonrisa de Shura elevó las esperanzas de Aioria.

-Debo ser más hábil para ocultar mis emociones de lo que pensaba si han evadido tan bien tu aguda visión.

Tomando las manos de Aioria entre las suyas, miró hacia las profundidades verdes ante él.

-Te amo, chico de fuego.

El único sonido dentro de la habitación era el latido del corazón de Aioria y la rápida bocanada de aire que aspiraba a sus pulmones.

¡Shura lo amaba! Las lágrimas cayeron sin trabas de sus ojos.

-¿Tengo tu amor, Leo?

Aioria asintió enérgicamente, sus palabras salieron en un sollozo mientras trataba de sonreír:

-Tienes mi amor, Capricornio. Siempre has tenido mi amor...

Manos conocidas acariciaron el rostro de Aioria, enjugándole las lágrimas sólo para ser reemplazadas por otras nuevas, sus ojos se cerraron por su propia voluntad mientras las emociones crecían dentro de él.

Sintió el aliento de Shura en sus labios un instante antes de que los besaran.

Tiernamente, los labios rozaron los suyos, acariciándolo de la misma manera que lo habían hecho sus dedos momentos antes.

Ahora esos dedos trazaban los contornos del cráneo de Aioria y se acurrucaban entre los rizos para atraerlo más profundamente.

Aioria se entregó a la dulce tortura. Puede que no tuviera a Shura como solía ser, pero este era un punto de partida.

Podía amarlo como Capricornio por la eternidad si eso era lo que hacía falta para mantenerlos juntos.

Dejando que su boca fuera devastada por la lengua penetrante de Shura, las manos de Aioria se deslizaron alrededor de su compañero, acercando sus cuerpos mientras el beso continuaba.

Sin aliento y jadeando ligeramente, Shura se apartó un poco y miró con amor a su chico.

Los ojos de Aioria se abrieron y compartieron un momento de verdadera conexión, sus almas se reunieron y entrelazaron brevemente.

La frente de Shura se arrugó, preocupación, confusión e incertidumbre cruzando su rostro antes de que sus ojos se abrieran un poco con asombro.

El corazón de Aioria se detuvo.

-¿Qué pasa?

No obtuvo una respuesta inmediata. En cambio, las yemas de los dedos de Shura trazaron una vez más las líneas del rostro de Aioria, mapeándolas en la memoria, sus ojos estudiando su camino.

Si hubiera habido algún otro sonido en la habitación, Aioria nunca habría escuchado las palabras de Shura, ya que sus labios nunca se movieron.

-¿Eres tú?

Las palabras no se formarían en sus labios. No podría soportarlo si juzgaba mal la pregunta de Shura y respondía incorrectamente, pero su corazón escuchó lo que su mente no escuchó y asintió casi imperceptiblemente.

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Tenía a Leo. Leo lo amaba a cambio.

Agradeciendo a los dioses, extendió la mano para apartar las lágrimas del hermoso rostro del leonino y fue atraído por una fuerza interior a encontrarse con sus labios.

El amor lo consumió, su alma se convirtió en un infierno por las emociones que, ardiendo durante mucho tiempo, finalmente se habían encendido.

Sintiendo que la pasión regresaba, metió la lengua más profundamente en la boca del leonino hasta que ambos quedaron sin aliento.

Sintió los brazos del chico rodeándolo mientras se echaba hacia atrás, dos pares de ojos cruzados en amor y celebración.

Hubo un clic audible, y la mente de Shura se aceleró cuando el velo comenzó a caer, revelando la verdadera naturaleza del santo de Athena, ¿no, hombre? justo delante suyo.

No podía respirar, pero podía sentir que su pulso se aceleraba cuando los ojos verdes claros se volvían esmeraldas, el cabello castaño sujeto con la hermosa tiara daba paso a rizos rubios y la armadura dorada se volvía ropa mundana, de colores vivos.

¿Qué estaba pasando? Era que...?

Sus pensamientos lucharon consigo mismo, sabiendo que era imposible, pero incapaz de negar lo que tenía delante.

Esa era la visión que obsesionó su alma. La misma visión que le hizo sufrir y gritar su angustia en la noche.

Era Aioria.

No sabía que había hablado hasta que captó el gesto vacilante del hombre en respuesta.

-¿Aioria?

Lágrimas cayendo en cascada una vez más de sus ojos que brillaban con amor... y esperanza.

Esta vez el asentimiento fue más comprometido y seguido de palabras suaves.

-¿Shura? ¿Me ves? ¿Realmente me ves?

El rostro de Shura se iluminó con una gran sonrisa y tiró a Aioria de nuevo a sus brazos, besando el rostro de su amor entre palabras.

-Eres tú. Realmente eres tú. Mi corazón... mi vida entera... mi Aioria...

El Dr. Odysseus observaba desde la sala de control de video, gotas claras caían de sus ojos.

Los sonidos de lloriqueos se podían escuchar a su alrededor por parte de los enfermeros, que se habían encariñado con la pareja durante la duración del encierro de Shura y habían sido invitados a compartir el potencial avance.

Se levantó de la silla y le dio unas palmaditas en la espalda a una de las enfermeras que se secaba los ojos mientras salía de la habitación.

Las almas gemelas se habían reunido por fin.

Su trabajo estaba casi terminado.

Había cabos sueltos que debían atarse, pero en este momento todo lo que quería hacer, era llamar a su esposa y decirle cuánto la amaba.

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