33- Fantasía o realidad
-¿Cómo has estado, Capricornio? Es bueno saber que pronto tendremos una misión fuera del santuario y es posible que seamos tú y yo los encargados de cumplirla.
Capricornio miró sorprendido desde su posición sentado en el Coliseo, su sonrisa genuina al ver a su amigo tan pronto.
-Buenas tardes, chico de fuego! Será un placer ir contigo si somos los elegidos.
Has regresado mucho más rápido de lo que esperaba. ¿Todo está bien con el patriarca?
-Lo está, confirmó Leo. ¿Cómo te fue esta mañana?
Permaneciendo en las sombras, Leo miraba al guardián del décimo templo por cualquier signo de angustia.
-Estando aquí sentado y viendo el paisaje que se erige a lo lejos, siento que es de lo más reconfortante.
Bajo la luz del sol y aún más, de la luna, encuentro que puedo dejar que mi mente descanse. Pero eso no dura por siempre, chico de fuego...
-¿Puedo preguntarte algo? ¿Por qué me llamas así?
-¿No te gusta que te diga así? Lo siento, es que me encanta verte en el fragor de la batalla, eres todo fuerza y tu cabello bajo el sol me recuerda al fuego que no se extingue, el fuego griego... pero si te molesta, ya no lo haré más...
-No, es todo lo contrario, me siento halagado por tus palabras...
Shura pasó a la sombra del árbol donde todavía estaba su amigo.
-Ven. Siéntate a mi lado y disfruta de la noche.
Leo vio la mano familiar extenderse, palmeando un lugar en el tronco al lado de su compañero de armas.
Vacilante, salió de la oscuridad y se sentó junto a él, una vez que los ojos del pelinegro volvieron a mirar el horizonte.
La voz que al leonino le encantaba escuchar, habló suavemente en el aire quieto.
-Entonces, cuéntame de tu viaje. ¿Dónde te envió el patriarca? ¿Luchaste contra espectros y titanes?
-Luchamos contra varios, pero nuestro grupo de guerreros los despachó rápidamente.
Los penetrantes ojos verdes se volvieron expectantes hacia el más joven.
-¿Y tú? ¿Qué ha mantenido tu interés durante mi ausencia?
-Patrullando. No he tenido tiempo para otras actividades. La maldad de Hades oscurece el cielo de forma antinatural. Ensucia el aire. Los espectros deambulan libremente, pero como tú dices, los despachamos con facilidad. No tienen estilo de lucha como bien sabes.
Suspiró y Leo vio el peso sobre él.
-Algo te preocupa.
Una sonrisa melancólica pasó brevemente por el rostro del Capricornio.
-Tus ojos de fuego lo ven todo, amigo mío.
Jugando con los cordones de su túnica, las palabras del caprino fluyeron nuevamente sólo después de una larga pausa.
-El patriarca desea que siga mi destino como el caballero más leal a Athena, pero no tengo ningún deseo de seguir ese camino... ni ahora, ni nunca.
-Tu camino está oculto aún para ti.
Capricornio se volvió ante esas palabras, los ojos verde oscuros parpadearon con un recuerdo mientras se fijaban en los verde claros.
Lo que ves ante ti es sólo una opción. Hay muchos caminos. El tuyo te encontrará cuando sea el momento. Los dioses lo saben, y tú también deberías.
El leonino sonrió y la suave risa hizo que el pelinegro se riera entre dientes.
-Muy bien, querido amigo. Eres un griego,con una cultura milenaria y por lo tanto eres más sabio que yo. Me rindo ante tus cortos años.
-Como debería ser...
Bromeó Leo, esquivando un golpe amistoso en el hombro del otro hombre. Levantándose, preguntó si Capricornio tenía hambre.
-Nix se levanta pronto. Deberías comer mientras haya tiempo. No se puede cazar espectros con el estómago vacío.
El pelinegro inclinó la cabeza en silencio y el leonino salió corriendo para buscar el desayuno.
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Cuando Leo regresó poco tiempo después, no llevaba presas salvajes como esperaba Capricornio; en cambio, sus brazos estaban cargados de frutas de los árboles cercanos.
-¿Comida ligera?
Preguntó el caprino, tomando la manzana ofrecida por el joven.
-Podemos cazar cuando estemos más lejos del santuario. Los animales no se reúnen aquí.
Leo regresó a su lugar al lado del pelinegro, comiendo tranquilamente unas ciruelas. Comieron en un familiar silencio amistoso, palabras innecesarias para todos los años que se conocían.
Cuando el caprino terminó la manzana, arrojó el corazón al piso y se pasó una mano cansada por la cara.
-Quizás deberíamos descansar aquí un poco más. Estoy cansado y no me siento con ganas de un viaje largo.
Leo inclinó la cabeza, aceptando la solicitud de su compañero sin más pensamientos. Colocó una mano tentativa en el hombro del hombre.
-Descansa ahora, amigo mío. Podemos cazar los espectros otro día.
Cuando los ojos del pelinegro se cerraron perdidos en su somnolencia, el leonino se levantó y recogió la manzana de donde había caído.
Sus pasos lo alejaron del hombre, su amigo, y lo llevaron a explorar el bosque que rodeaba el santuario en busca de señales de peligro.
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Aioria salió de la habitación, su corazón latía rápido y luchaba contra una mezcla de emociones.
Ahora tenía algunas respuestas, al menos. Por un lado, era bueno que Shura sólo lo viera como Leo.
Había estado extremadamente ansioso cuando 'Capricornio' le había pedido que se sentara a su lado. Pero rápidamente se hizo obvio que el disfraz no sería necesario para más 'aventuras' entre ellos.
Aioria estaba vestido con su ropa de calle y Shura no había notado la falta de su armadura.
De alguna manera, ese pensamiento entristeció a Aioria tanto como lo alivió.
Las dudas continuaron atormentándolo sobre si podría lograr esto y devolver a Shura a la realidad. Hasta ahora, no se veía bien.
Shura estaba más que feliz de jugar en la tierra de la imaginación.
A Aioria lo comería vivo tener que hacer esto por el resto de los días de vida que les quedaran juntos, pero su amor por el español no permitiría menos.
El Dr. Odysseus dobló la esquina con una cálida sonrisa mientras extendía su mano a modo de saludo.
-¡Esto es progreso!
Declaró, apretando la mano de Aioria con entusiasmo.
El griego le devolvió una leve sonrisa, sus pensamientos aún estaban plagados de preocupaciones. Esto le dijo al Dr. Odysseus mientras caminaban hacia los ascensores.
-Entiendo, y estoy de acuerdo - hasta cierto punto. El hecho es, Aioria, no había hablado en absoluto hasta que te convertiste en el caballero de Leo.
Bueno, excepto por el incidente de tu primera visita, pero lo descarto por ahora. Si puede entregarse a este mundo de fantasía, esta irrealidad, entonces creo que hay esperanza para su regreso ... eventualmente.
Aioria suspiró, todavía inseguro.
-¿Así que no cree que esto sea una mala idea? ¿Que él cayera tan ansiosamente en la personalidad del caballero de Capricornio?
-Al contrario. El hecho de que quiera volver a ser parte de la vida, incluso una fantástica como la de un caballero de Athena, me deja muchas esperanzas de que se recupere. Si esto no hubiera dado ningún resultado, me preocuparía.
Habían llegado a la entrada principal del hospital y el Dr. Odysseus colocó un brazo reconfortante sobre el hombro del joven.
-No te desesperes todavía. Este es el primer paso en lo que podría ser un largo camino. Tu fe y esperanza ahora es lo que los mantendrá a ambos.
Aioria asintió y sonrió. Debía adaptarse a las puertas automáticas del hospital como su nueva realidad.
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Al entrar a la casa fue asaltado con el olor picante de la cocina española. Siguiendo el delicioso aroma, pronto descubrió a su 'madre' en la cocina, moviendo afanosamente una olla de arroz.
Mirando hacia arriba cuando sintió su presencia detrás suyo, le dio una cálida sonrisa.
-¡Estás en casa! Bien, puedo usar una de tus manos para juntar todo esto. Aioros debería estar de regreso en breve. ¡Me olvidé de los camarones! ¿Te imaginas, venir tan lejos para hacer paella y olvidar los camarones?
Su madre estaba divagando, lo que significaba que estaba nervioso o preocupado.
-Mamá...
Comenzó, dejando la olla a un lado y colocando sus manos sobre sus hombros.
-¿Qué pasa?
-Nada... ¿Qué te dio esa idea? Sólo porque vine a prepararte una cena saludable, quiero decir, no has comido bien desde que estuviste en esa isla. Eres piel y huesos, te lo digo, y no puedo permitir que le pase nada a mi bebé.
-¡Ah! Allí estaba. Tirando de él en un abrazo, trató de tranquilizarlo.
-Mamá, estoy bien, de verdad. Estoy comiendo, lo prometo. Y el médico de Shura parece pensar que eventualmente saldrá de esto, así que estoy aún mejor después de enterarme de eso.
Besando la parte superior de su cabeza, le apartó de él y sonrió.
Esperaba que fuera convincente, porque en ese momento sabía que se veía bastante mal. No había dormido demasiado bien en el sillón reclinable y, aunque no había soñado, había sido un sueño intermitente.
Sísifo le dio una mirada muy conocida por las madres. Era la mirada que decía que casi le creía (o quería) pero lo había visto crecer y conocía todos sus escondites emocionales secretos.
Aceptaría su palabra por ahora, hasta que determinara cuán autodestructivo era ese comportamiento antes de ponerle freno.
A pesar de que Aioria era un adulto, seguía siendo su hijo, su bebé y su bienestar era lo primero.
-Está bien...
Dijo, dándole un rápido beso en la mejilla.
-Revuelve esto y vierte el arroz.
Escucho a Aioros entrar por la puerta en ese momento.
Con un gemido juguetón, Aioria asumió el deber mientras su madre se prestaba a ayudar a su hijo mayor. Su padre Ilias venía desde el patio con una cesta de flores para el jarrón de la sala.
Sus pensamientos seguían siendo un lío confuso, pero tal vez al menos por esta noche, podría simplemente dejarse llevar y disfrutar de su familia.
Sólo por un instante pasó por su mente que Shura también era parte de su familia, y que no estaría allí para compartir la comida.
No podía seguir así, o terminaría sin comer nada. ¡Y su madre no lo permitiría, no señor!
***
La cena había sido ligera y divertida, pero Sísifo había visto cómo la fatiga desgastaba a su hijo y lo había enviado a la otra habitación a descansar.
Ahora que habían terminado con los platos, él lo vería dormir un momento, asegurándose que estaba bien y luego se irían.
Sabía que él no se relajaría mientras aún tuviera compañía, incluso si esa compañía era su familia.
Al salir de la cocina, vio a Aioros gesticulando salvajemente para que se acercara.
Cuando Sísifo llegó al lado de su hijo, fue llevado atrás en el tiempo, a la infancia de Aioria, cuando su hijo menor se quedaba dormido en el sofá viendo la televisión, su brazo agarrando protectoramente a Michi, su feroz leoncito de peluche.
El miedo a despertarlo impidió que su mano se extendiera para acariciar su cabello. En cambio, hizo que Aioros recogiera un acolchado del armario del pasillo y lo cubriera.
El amor maternal brotó dentro de Sísifo, mientras Aioria se acurrucaba en la manta y el pliegue a lo largo de su frente se suavizaba.
Decidido a hacer una salida silenciosa, Sísifo echó a su hijo y su esposo por la puerta. Aioria nunca supo que se habían ido.
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Él estaba soñando. Porque sólo en un sueño puedes escuchar un teléfono sonar y nunca ser capaz de encontrarlo.
Buscando en lo alto y en lo bajo, la conciencia finalmente se dignó a despertar y se sentó rápidamente en el sofá, buscando el auricular a su alrededor.
-Hola...
Murmuró, cerrando los ojos para protegerse del sol de la tarde y maldiciendo el dolor de cabeza que le había provocado su rápido levantamiento del letargo.
-Aioria, es el Dr. Odysseus.
Los ojos del joven griego se abrieron de golpe cuando el miedo se apoderó de él, sus dedos fríos se clavaron en su corazón.
-Sí, Dr. Odysseus ¿está todo bien?
-Me temo que no. ¿Podrías venir aquí ahora mismo? Tenemos una pequeña situación.
Tan pronto como el buen doctor terminó su oración, la línea se cortó.
Aioria cogió su chaqueta de cuero del armario del vestíbulo y salió por la puerta.
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