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32- Poniendo el plan en marcha

Después de pronunciar algunas oraciones más que tenían poco que ver con el diálogo real del animé pero que todavía estaban en el personaje, Aioria se excusó por tener que partir, afirmando que el patriarca requería su presencia en el templo de Athena, pero que regresaría tan pronto como pudiera.

-Hasta luego, Leo.

-Hasta pronto, Capricornio.

Aioria hizo una pequeña reverencia en lugar de un abrazo, algo que normalmente haría con su pareja.

Eso fue un progreso, pero no se atrevió a tocar a su amor.

El Dr. Odysseus lo recibió afuera de la puerta.

-Increíble. De verdad.

Aioria sonrió. Había ido mucho mejor de lo que había creído posible.

Ahora sólo tenía que hacer esto a intervalos regulares y tal vez, solo tal vez, pudieran hacer volver a Shura del otro lado.

La conversación continuó mientras caminaban de regreso a la oficina del Dr. Odysseus.

-¿Qué le dijiste a él?

-Lo primero que le dije fue un saludo entre caballeros, los Santos de Athena.

Ante la mirada de sorpresa del Dr. Odysseus, Aioria sonrió.

-Probablemente no fue lo mejor para empezar, lo sé. Pero fue lo primero que me vino a la mente.

Si lo miras desde su perspectiva, él ya se siente muerto, pero se ve en el personaje de animé que representa su signo zodiacal y actúa en consecuencia.

Cuando lo invité a participar de este juego de rol hace tiempo, se negó rotundamente, es demasiado serio para estas cosas.

Sin embargo, un día me observó con mis amigos y al volver a casa, me dijo que realmente yo era el león del santuario, que mi carácter precedía mis acciones y que él, como buen Capricornio, podía ser mi cable a tierra cuando mis arrebatos me gobernaban.

Poco a poco fui actuando más para él que para el juego y con cada rabieta, cada grito que mi personaje daba, Shura actuaba como un muro de contención, siempre listo, siempre filoso como una espada.

Lo llamé Excalibur, por así decirle y le gustó. Yo era su chico de fuego.

El Dr. Odysseus asintió. Tenía sentido que Shura se viera a sí mismo muerto sin Aioria alrededor.

Un mundo de fantasía podría atraerlo nuevamente junto a ellos. O podría hundirlo tan profundamente en él que nunca podría liberarse.

Le dijo a Aioria eso cuando llegaron a su oficina.

-Lo sé. Pero ahora mismo no tengo nada que perder. Ya lo he perdido siendo Aioria. Si puedo encontrarlo como el Santo de Leo, hay esperanza de que pueda hallar el camino de regreso a la realidad.

Si elige quedarse en ese universo alternativo, entonces al menos tendré alguna forma de hablar con él en el futuro. Shura nunca estará solo. La conexión es todo lo que busco.

-Has pensado mucho en esto, ¿verdad?.

El Dr. Odysseus lo miró con aprecio.

-Tuve algo de tiempo para darle vueltas a esto en mi cabeza. En el mejor de los casos, lo devolvemos a la realidad. En el peor, tendrá en sus manos a Excalibur, santo de Athena, por el resto de sus días.

El Dr. Odysseus extendió su mano y apretó la de Aioria con firmeza.

-Vuelve el lunes por la mañana. Intentaremos tener una sesión un poco más larga con él entonces.

-No puede llegar lo suficientemente pronto...

Respondió Aioria, con el corazón en alto por primera vez desde que dejó la isla.

Ahora tenía que hacer algunas llamadas telefónicas. Esta noticia aliviaría un poco los temores de Camus, y Kanon también estaría agradecido por hacer de su escrito una buena actuación.

Pero alguien más merecía ser su primera llamada.

Cuando la persona del otro lado finalmente respondió, la sonrisa de Aioria llenó su voz.

-Te debo una botella de whisky, Argol.

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Cuando las luces se atenuaron, el hábito le había enseñado a pensar que era hora de dormir.

Estaba a punto de acostarse cuando un grillo chirrió. Escuchó lo mejor que pudo a través de las voces. Era el mundo exterior.

Por todo lo que sus ojos podían ver, Shura estaba ciego para el mundo real. Y así había aprendido a escuchar.

Una sombra cayó sobre su mente; incluso en la habitación tenuemente iluminada podía sentir una presencia.¿Otro enemigo, quizás un espectro, que venía a reclamar lo que quedaba de él? No quedaba mucho por tomar. Pero esperaría a ver su verdadera forma antes de moverse.

Le hablaba. Con respeto y en forma amigable.

Era esa voz, la que alguna vez eludió su llamado. Los tonos melodiosos que lo calmaban.

~¡Es un truco! ~

~¡No! Y si lo fuera, ¿qué daño podría sufrir? ~

~¡No lo escuches! ~

~¿Tienes miedo de que pueda encontrar consuelo lejos de ti?~

Se preguntaban sus pensamientos entre sí.

Esa voz se quedó en silencio cuando la voz suave habló de nuevo.

-Te ves terrible, Capricornio...

Mientras la luz se asomaba a través de una pequeña ventana, se le apareció el nombre de la voz. Leo. Amigo y compañero de armas.

Se desarrolló un recuerdo de las palabras dichas y vio al caballero de Leo en su mente.

~¡Un ser bienvenido en todo este caos! Respóndele!~

Susurró de nuevo la voz desconocida.

-No peor que tú, chico de fuego.

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El fin de semana pasaba demasiado lento para el gusto de Aioria. Había hablado con Manigoldo sólo una vez, lo que había sido bueno, de hecho.

Él estaba ansioso por preguntarle si todavía tenía un trabajo, y Aioria le hizo saber que estaba agradecido por todo lo que había estado haciendo y que debería 'seguir con el buen trabajo'.

Se había asegurado de enfatizar eso último, para que la inferencia de su empleo continuo fuera inconfundible.

Con el status quo mantenido, le sugirió que se tomara unos días libres y luego cerró su teléfono celular.

Había llamado a Kanon el viernes por la noche, dándole la primicia completa de la última semana y el griego mayor estaba encantado con el pequeño logro.

No recordaba que Kanon fuera tan entusiasta, pero se alegró por oir una voz amistosa en la línea después de que su energía nerviosa había hecho de todo, menos dejarlo sentarse quieto, por no mencionar dormir.

El siguiente había sido Camus, pero aprovechó que estaba en el fin de semana y fue a la casa del francés el sábado.

La tensión inicial de la llegada de Aioria se había desvanecido rápidamente, terminando con ellos pasando un día entero viendo fútbol y bebiendo cerveza.

Aioria no sabía cómo acercar a Shura a la conversación con Camus, pero el bueno del peliagua le había ahorrado la molestia.

-¿Crees que saldrá de esto, Aio?

Camus lo miró intensamente durante un comercial.

-No lo sé. Tengo que creer que lo hará, de lo contrario todo lo que estoy haciendo es bastante inútil, ¿no?

Le dio a Camus una sonrisa torcida que fue rápidamente devuelta.

-Si alguien puede traerlo de vuelta, serás tú.

Camus afirmó.

-Eso es lo que todo el mundo me sigue diciendo...

Suspiró Aioria, hundiéndose aún más en el acogedor sofá.

-¡Entonces debemos tener razón!

Camus se levantó para traer más cerveza, alborotando el cabello corto de Aioria al pasar.

-Siempre te gustó ese peinado.

Comentó cuando regresó y le entregó al griego la nueva botella.

Una pregunta había estado molestando en Aioria desde poco después de su éxito con Shura.

-¿Cam?

El francés se volvió hacia la voz vacilante, sus cejas arqueadas en interrogación.

-¿Qué tienes en mente, Aio?

-¿Cómo... qué tan lejos debo llevar esto?

-No estoy seguro de saber exactamente a qué te refieres.

-Si logro salir de las sombras de la habitación y acercarme físicamente a él, ¿hasta dónde debo llegar? Quiero decir, si me mira y me ve a mí, a Aioria ¿volverá a enloquecer?

O por el contrario, ¿Sus ojos estarán cegados por las palabras pronunciadas y sólo verá al santo de Leo? Y si da esa señal, ¿debo facilitar lo que ve, vistiéndome con el cosplay y todo, así sucesivamente?

Camus acomodó su posición en el sofá y tomó un sorbo de cerveza.

-Caray, Aio, no podrías hacer una pregunta fácil, ¿verdad?

Cuando Aioria sólo se encogió de hombros, fue el turno de Camus de suspirar.

-Aio, esa es una pregunta para el médico de Shura. No tengo experiencia con enfermedades mentales...

-No, pero tienes experiencia con Shura.

El francés se estremeció ante las palabras y Aioria se pateó mentalmente.

-No quise decir eso de esa manera. Lo lamento... Quise decir que eres su amigo y has estado con él recientemente más que cualquiera... lo que tengo que saber es cómo funciona su mente, hasta cierto punto.

¿Crees que tomar el disfraz es ir demasiado lejos o podría ayudar?

-Si conociera a Shura tan bien como crees, no estaría donde está ahora. No quiero parecer pesimista, pero tendrás que preguntarle a su médico.

El francés se rascó la mejilla, sus siguientes palabras bien pensadas.

-Personalmente, digo que hagas lo que creas que es mejor, porque él te conoce. En un nivel básico y fundamental, te verá tanto si estás disfrazado como si no. Eso es lo que lo sacará de donde sea que esté.

Con un firme asentimiento, Camus se levantó y se dirigió al baño.

Habían terminado de ver el partido y Aioria le había dado un abrazo a Camus antes de partir.

-No aceptes ningún proyecto nuevo, Camus. Puede que necesite tu ayuda...

El peliagua se rió entre dientes.

-Acuario regresando del inframundo es lo último que Shura necesita en este momento.

Aioria sonrió y salió de la casa. Se volvió cuando Camus lo llamó por su nombre.

-Estoy aquí para ti, Aio. Lo que necesites, solo pídelo.

-Gracias, Cam.

¤~¤~¤~¤~¤~¤~¤~

Ya el domingo, Aioria sonrió ante el recuerdo mientras comía su sándwich para el almuerzo.

Había practicado sus líneas toda la mañana como preparación para ver a Shura al día siguiente.

Esquivando los pensamientos persistentes de un posible fracaso, Aioria se centró en los resultados positivos hasta el momento. Por supuesto que eran pocos, pero al menos la última vez no le había gritado.

No podría manejar otro arrebato como ése, por lo que fortaleció su determinación de tomar esto al ritmo de Shura. El español determinaría cuándo y cómo progresaban las cosas. No había otra forma de proceder.

Al tomarse unos minutos para lavar a mano su plato y su vaso, se sorprendió cuando escuchó golpes en la puerta principal.

Se secó las manos con la toalla mientras se dirigía a la puerta de entrada.

Al abrirla, se quedó estupefacto al ver a Izo parado allí.

-¿Izo? ¡Dios mío, cómo has crecido! Entra...

Agregó Aioria, retrocediendo para que el muchacho pudiera entrar.

Izo asintió y sonrió mientras pasaba por delante del griego; tenía tanto de su hermano en sus gestos que Aioria hizo todo lo posible para contener las lágrimas.

Se dirigió a la sala de estar y se quedó de pie con las manos entrelazadas frente a él.

-Siento molestarte, pero...

Aioria no pudo soportarlo. Puede que el chico no se pareciera a su hermano, pero la presencia de Shura estaba allí con tanta seguridad como si estuviera de pie junto a él.

Se tambaleó hacia Izo y abrazó al joven en un abrazo de oso.

-Es bueno verte, pequeño. Realmente bueno.

Después de que el breve impacto de haber sido derribado desapareció, los brazos de Izo rodearon a Aioria y lo apretó con igual fuerza.

-A tí también, Aio. Me alegro mucho de que estés vivo. Cid te envía sus saludos y todo lo mejor.

Aioria se apartó y miró al joven alto.

-¿Cómo está él?

Los brazos de Izo cayeron mientras caminaba hacia el sofá.

-Bueno, como se puede esperar, supongo. Está preocupado por Shura.

Cuando Aioria asintió con la cabeza, continuó,

-¿Cómo está Aio? Lo has visto, ¿no es así?

Aioria vio la expectativa en los ojos de su cuñado menor y odió tener que darle tan malas noticias.

-Izo- comenzó mientras se sentaba en el sofá con él, -tu hermano no está bien.

Cuando la cara de Izo decayó, Aioria no recordaba alguna vez que se hubiera sentido de ese modo o peor.

-¿Puedo verlo?

Sabía que vendría esa pregunta. Era inevitable.

-No ahora.

Cuando la expresión de Izo se volvió amarga, Aioria rápidamente agregó:

-Ni siquiera me conoce, pequeño. La primera vez que me vio, gritó como si lo hubieran prendido fuego. Me asustó casi hasta la muerte. No estaba seguro de volver a verlo de nuevo.

-¿Pero lo hiciste?

Volvió a surgir la chispa de la esperanza.

-Sí, y gracias a un amigo mío, hemos avanzado un poco.

Izo enarcó las cejas, pero Aioria se apresuró a evitar grandes ilusiones.

-Aún queda un largo camino por recorrer. No me ve como 'yo'.

Escurrió el paño de cocina que aún tenía en las manos.

-Él cree que soy el santo de Leo del santuario de Athena.

-¿Qué?

Aioria le contó la historia desde el principio y, al final, Izo se quedó sin habla.

Su única respuesta a todo esto fue: -¡Cid se va a morir!.

A lo que el griego no pudo contener la risa.

-¡Él podría, de hecho!

Se rió entre dientes. Invitó a Izo a quedarse por un tiempo, pero como el adolescente casi adulto en el que se había convertido, se negó y vio sus otras actividades para la noche.

Aioria estaba triste de verlo irse. Era como si le hubieran quitado otra parte de Shura, a pesar de que sabía que ese no era el caso en absoluto.

Izo era su propia persona. No podía evitar ser similar a su hermano, o que gran parte de Shura estuviera tan arraigado en la persona que se había convertido.

Aioria prometió notificar a Izo y Cid primeros de cualquier cambio o si había algo que ellos pudieran hacer para ayudar.

Sabía por experiencia, lo difícil que era estar separado de sus seres queridos. Cid tenía su esposa postrada y no podría viajar.

Fue con el corazón apesadumbrado, que se dirigió a la habitación trasera después de que Izo se fue, encendió la televisión sólo para quedarse dormido frente a ella.

El agotamiento, la preocupación y el miedo se habían apoderado de él y, por primera vez en mucho tiempo, Aioria durmió sin sueños.

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