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29- Reencuentro y responsabilidades

La desorientación fue lo primero que saludó a Aioria a la mañana siguiente cuando rodó sobre su espalda con el sonido de martillazos, que parecían provenir de la planta baja.

Fue una inquietante sensación de déjà vu que lo invadió, cuando se dio cuenta de que era alguien golpeando la puerta de entrada lo que lo sacó rápidamente de la cama.

Agradecido de haber vuelto a dormir con sus pantalones de chándal, Aioria corrió hacia la puerta principal lo más rápido que pudo sin tropezar con sus propios pies.

-¡Ya voy!

Debería haberlo sabido.

Al abrir la puerta fue agredido de una manera muy similar a lo que él le había dado a Camus ayer, solo que esto fue verbal, y con una mirada que podría haber marchitado las flores.

Su cerebro gritó 'uh-oh', pero su boca logró formar palabras reales.

-Hola mamá. Hola papá.

-¡No me digas 'hola mamá', Aioria Alexander Leoni!

Declaró, metiendo un dedo en su pecho con cada palabra, mientras su delgada forma lo empujaba de regreso a la casa.

Aioros e Ilias lo siguieron, luciendo comprensivos y disculpándose al mismo tiempo.

-¿Cómo te atreves a llamar a tu hermano y no a mí? ¿Qué, crees que soy un anciano frágil que no puede soportar la tensión? Te enterré... te enterramos...

Dijo intencionadamente, su voz disminuyó en tono y volumen, mirando a su esposo.

Y si eso no nos mató, ¡entonces el que tú regresaras de entre los muertos seguro que no lo hará tampoco!

Con cara de vergüenza, Aioria caminó penosamente hacia la sala de estar para absorber el resto de la ira de su madre.

Aioros se sentó en el asiento de la ventana fuera del campo de visión de Sísifo, esperando a que terminara el descargo.

Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando su madre corrió hacia Aioria, con los brazos abiertos, rodeándolo en un abrazo desesperado.

Ilias negó con la cabeza, esperaba su turno para abrazar a su pequeño león.

Aioria tampoco estaba preparado, si el sonido de 'oomph' que hizo fue una indicación.

-No me vuelvas a hacer eso, ¿entendido?

Aioria sintió sus lágrimas mojar su hombro desnudo mientras sostenía a su madre.

-Lo siento mamá. De verdad, lo siento...

Dijo con seriedad. Mirando a su hermano, el menor articuló la palabra 'café' y Aioros obedientemente fue a la cocina a prepararlo.

-Aioros va a hacer un poco de café y luego traeré sus maletas y los instalaré en la habitación de invitados, ¿sí?

Miró a su hijo y asintió con la cabeza, una felicidad como si no hubiera sentido en meses, el sol iluminando sus ojos.

Sísifo lo abrazó con fuerza una vez más, antes de dejarlo acercarse a su padre, que lo cobijó entre sus brazos, sollozando su felicidad.

Luego lo vio ir a vestirse, el alivio de tener a su hijo en sus brazos lo calmó más que cualquier sedante.

Le había advertido a Aioros que no mencionara el uso que hacía de ellos; no estaba dispuesto a asustar a su hijo con sus propias historias traumáticas. Ya tenía suficiente en su plato con Shura.

Sísifo había visto el amor de su hijo por el joven español mucho antes de que él se lo admitiera a sí mismo o a Shura.

Ellos no eran tan de la vieja escuela como para no poder apreciar el amor genuino compartido por los dos muchachos.

No les había llevado tanto tiempo reconciliar sus sentimientos sobre la situación como le había tomado a Aioria.

Le preocupaba decepcionarlos; temía que ellos no aceptaran su sexualidad, a pesar de ser fruto de un hombre fertilizable.

Le había causado un gran impacto cuando ellos le informaron que sabían que era gay y que debería ir tras la persona que amaba.

Ya con su amor declarado, aunque sólo fuera en privado, los dos eran prácticamente inseparables.

Aioria había elegido bien.

En aquel momento, no habían pensado en lo que la ausencia de Aioria le estaba haciendo a Shura. Demasiado perdidos en su propio dolor, habían ignorado a todos los demás, incluso que el 'viudo de su hijo' tenía apenas veinticuatro años...

Sísifo se sentía en parte culpable por solicitar el servicio conmemorativo que finalmente condujo a la caída del joven español.

Intentaría encontrar alguna forma de compensar a su hijo y su pareja. Él sólo esperaba que Aioria aún fuera el habitual chico que perdonaba todo, cuando se enterara.

Cuando Aioria regresó a la sala, escuchó a su familia en la cocina y salió a buscar las maletas.

En su camino de regreso, Aioros lo recibió en la puerta con una taza de café humeante.

-Deja eso y bebe tu café antes de que se enfríe.

Cuando el menor obedeció y le quitó la taza, él lo agarró del codo y lo condujo al patio trasero.

Preguntó dónde estaban sus padres, pero se quedó callado cuando su hermano susurró

-"Shhhh"

Mientras él cerraba la puerta corrediza detrás de ellos. Tomando un lado de la mecedora del cobertizo, Aioros le dio una palmada al otro para que Aioria se sentara.

-Aioros, ¿qué está pasando? ¿A dónde fue mamá?

-Fue a la habitación de invitados para acostarse. Fue un vuelo largo, especialmente para mí. Tener que escuchar su despotricar conmigo durante ocho horas, como lo hizo después de ver una de esas revistas de chismes...

No es algo que me gustaría repetirlo pronto. Esa es una de las razones por las que te traje aquí: para que no pueda escuchar nuestra conversación.

Aioria sintió la leve agitación de los nervios cada vez más. Bebió un sorbo de café y observó cómo sus ojos se desplazaban por el patio trasero; su paciencia siempre había durado más con su hermano que con cualquier otra persona que conocía, con la excepción de Shura.

Podía esperar a que él ordenara sus pensamientos. Cuando volvió a hablar, su voz era baja, como si no confiara en que Sísifo no escucharía a escondidas.

-Él ha estado tomando sedantes para dormir por las noches, Aio...

Mirándolo ahora, vio la confusión y la sorpresa cruzar su rostro antes de que se quedara en blanco.

Tu muerte me asustó. Casi lo mata. Estuvo catatónico durante mucho tiempo, sin comer, sólo mirando la televisión y esperando más información sobre tu paradero.

En serio pensé que estaba echando raíces en ese maldito sillón reclinable... sabes a cuál me refiero.

No era una pregunta, pero Aioria asintió con la cabeza mientras pensaba en el mullido sillón reclinable en mal estado que Sísifo se negó a tirar, incluso cuando él había comprado muebles nuevos para su casa.

Había sido de su abuelo y él se negó rotundamente a deshacerse del mueble.

-Un día habló como si nada: quería un servicio conmemorativo. Una vez que quedó claro que suspendieron la búsqueda, creyó al fin que te habías ido para siempre... Por favor, no te enojes con nosotros... conmigo... pero hice que Shura lo organizara.

Aioros se apresuró antes de que su hermano menor pudiera atacarlo.

-No pensé en nada cuando llamé. Hablé con Camus porque temía que Shura se enfureciera al pensar que habíamos perdido la esperanza. Al menos en esa parte tenía razón.

Pero no significaba renunciar a ti... para nada... en absoluto, Aio. Mamá y papá necesitaban un cierre, y yo tenía que dárselos. Nunca pensé que te habías ido. Tú me conoces, el eterno optimista.

Entonces Aioros le sonrió, esperando que aligerara sus palabras. Aioria simplemente asintió.

Ahora era el turno del mayor de parecer perplejo.

-Lo sé.

Mirándolo a los ojos, explicó más:

Kanon me lo dijo. Sin darse cuenta, supongo; trató de evitar mi sondeo, pero se lo saqué a rastras.

Tomando la mano libre de Aioros en la suya y dándole un tierno apretón, se inclinó y lo besó en la mejilla.

-Sé que sólo estabas cuidando a nuestros padres. Admito que estaba furioso al principio, pero entiendo por qué lo hiciste. Probablemente yo habría hecho lo mismo... Lo que realmente me preocupa son las pastillas para dormir...

Agregó, esperando continuar esa línea de conversación.

-Él me hizo jurar que guardaría el secreto, pero honestamente creo que sabía que te lo diría.

Sabe que no nos guardamos secretos en lo que a ellos respecta. Esa es probablemente la razón por la que me dijo hace un rato en la cocina que pensaba que ya no los necesitaría más.

Aioros hurgó en el bolsillo de sus jeans, sacó un frasco de prescripción y se lo entregó a su hermano.

Aioria leyó la etiqueta antes de dejar el frasco en su regazo y mirar al otro lado del patio con los ojos desenfocados.

Al ver que el estrés se apoderaba de sus hermosos rasgos, el mayor se inclinó hacia su hermano e imitó su anterior demostración de afecto.

-Te dije que verte sería lo mejor para ellos.

Se sintió mejor cuando él le sonrió con cansancio. Iban a estar bien.

Los dos hermanos se quedaron ahí fuera un poco más, disfrutando de la compañía del otro y poniéndose al día con los detalles mundanos de la vida de Aioros, antes de que Aioria decidiera que necesitaba ducharse y seguir adelante con sus planes para el día.

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El mediodía no era la mejor hora para ingresar a un hospital, ya que la mayoría del personal se iría a la hora del almuerzo, pero Aioria esperaba poder obtener la información que necesitaba y partir de ahí.

Fue a la admisión de pacientes hospitalizados y pronto le dijeron que tendría que ir a las oficinas de administración para declarar el archivo del paciente.

Un corto viaje por el ascensor y Aioria salió para encontrarse frente a una pared de vidrio; el único otro objeto en la habitación era un timbre en un pedestal de madera. Lo encontró extraño, pero considerando dónde estaba, presionó el botón y esperó.

Estaba a punto de empujarlo de nuevo cuando una mujer mayor de rostro demacrado, nariz puntiaguda y cabello recogido, se acercó al cristal.

-¿Puedo ayudarlo?

Preguntó con el comportamiento altivo de la aristocracia. El traje de gabardina gris oscuro que vestía no hacía más que aumentar el efecto.

-Me gustaría ver a alguien en la administración, por favor. Necesito actualizar uno de los registros de un paciente.

La mujer evaluó a Aioria de la cabeza a los pies antes de preguntar en sílabas perfectamente recortadas:

-¿Tiene una cita?

Aioria comenzó a sentirse algo ansioso bajo el intenso escrutinio y casi tartamudeó.

-No señora, no la tengo. No me di cuenta de que se requería una cita.

-No es obligatorio

Respondió ella, sacando lo que parecía un control remoto del bolsillo de su chaqueta, y el rubio tuvo la clara impresión de que había entrado en una especie de película de ciencia ficción y estaba a punto de desaparecer.

-Por allí

Ordenó ella, señalando a su izquierda, y él vio con asombro cómo se abría una puerta en lo que había sido una pared de paneles planos sólo unos segundos antes. De repente, no estaba seguro de estar en el lugar correcto.

Tragándose el miedo (después de todo, era un buen actor en las comedias de la escuela y podía actuar), atravesó la puerta y dobló una curva a través de un pasillo para salir frente a la mujer.

Sus cejas se levantaron con fingida sorpresa de que él realmente se hubiera movido antes de que ella se volviera y le hablara bruscamente para que la siguiera.

Miró a su alrededor mientras caminaban, con sorpresa abrió mucho sus ojos cuando vio los escritorios y oficinas a lo largo del pasillo, que no eran visibles desde fuera, del otro lado del vidrio.

Era un engaño elaborado, y Aioria se sintió un poco como Alicia en el país de las maravillas.

Miró de reojo a la mujer a tiempo para ver una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro antes de que protegiera sus rasgos una vez más.

Con la cabeza vuelta hacia los lados, Aioria vio que era su cabello oscuro recogido en un moño tan apretado lo que estiraba sus rasgos de manera tan dramática.

Deteniéndose frente a una puerta cerca de la parte trasera del pasillo, la mujer la abrió y le indicó que entrara.

-Espere aquí

Le ordenó, su tono implicaba que le arrancaría las uñas de los pies con unas pinzas si él no obedecía.

Cuando entró, ella cerró la puerta con firmeza detrás de él. No se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración a la espera de escuchar el clic de la cerradura, hasta que lo soltó con el sonido de sus tacones haciendo ruido en el pasillo.

Se dio cuenta del uso eficiente del pequeño espacio en el que se encontraba. Había una mesa de conferencias con sillas para seis personas y una pequeña estantería. Sobre la mesa había una jarra y tazas de café, un proyector y una computadora portátil.

Aioria tomó el asiento más cercano a él, cruzó las manos en su regazo y esperó.

Pasaron diez minutos y la paciencia del griego se estaba agotando.

En el momento en que estuvo listo para encontrar a la mujer dominante y exigir atención, la puerta se abrió y entró un hombre alto, corpulento y calvo, que llevaba una carpeta delgada de manila que reconoció como un historial médico.

Aioria se puso de pie, tal como lo dictaba la cortesía común, y esperó a tenerlo enfrente para presentarse.

-Ah, señor Leoni, ¿verdad?

El hombre afable sonrió, extendiendo su mano.

Perplejo de que lo conociera antes incluso de dar su nombre, Aioria asintió y tomó la mano del hombre.

-Mi nombre es Sanders. David Sanders. Soy el administrador de esta instalación.

Haciendo un gesto hacia la silla de Aioria, lo invitó a sentarse una vez más.

-¿Tengo entendido que tiene algún papeleo para la historia clínica del Señor Valladares?

Preguntó, tomando asiento en la esquina frente al griego, mientras empujaba sus gafas redondas con montura de alambre más arriba de su nariz.

Aioria miró los papeles olvidados que tenía en las manos. Papeles que ahora se habían entubado y arrugado un poco por su agitación anterior.

-Sí... Sí lo tengo.

Se sonrojó levemente mientras trataba de enderezar los papeles antes de dejarlos en la mesa frente a él.

Se sirvió una taza de café y le preguntó al joven si le apetecía uno.

-¿Confío en que Angélica te cuidó bien hasta que llegué?

¿Esa mujer engreída se llamaba Angélica?

Forzando una sonrisa, Aioria comentó:

-Sí, era encantadora, gracias.

A esto, el Señor Sanders se rió abiertamente.

-Angélica nunca es encantadora. Como ex maestra de escuela, a veces es francamente cascarrabias. La mantengo porque es muy eficiente y nunca abandona sus deberes. Me atrevería a decir que algún día me sucederá.

-Ciertamente espero que no...

Murmuró Aioria, y se asombró cuando el otro hombre volvió a reír.

-Quizás tengas razón; sería mejor para la moral del personal si no lo hiciera.

Levantando la tapa de la computadora portátil, el señor Sanders la encendió y le preguntó en qué podría ser de ayuda para él .

-He traído papeles de poder notarial para Shura... el señor Valladares...

Aclaró, señalando los papeles sobre la mesa.

-Oh, sí, los papeles...

Dijo, recogiéndolos y examinándolos con indiferencia. Cuando pareció haberlos encontrado en orden, volvió a mirar a Aioria.

-Es bueno que tenga estos, de lo contrario no podríamos revelarle ninguna información. Siendo las regulaciones gubernamentales actuales, estamos obligados a mantener una estricta confidencialidad, muy por encima de lo que solíamos hacer.

Aioria lo sabía. El seguro médico en España era algo de lo que Shura siempre hablaba, y la legislación de la que hablaba Sanders tenía sus puntos buenos y malos.

Pero cuando su relación pasó a ser formal, tanto él como Shura se habían nombrado apoderado mutuamente de inmediato.

El Sr. Sanders lo miraba expectante, haciendo que el griego se retorciera internamente.

-Me gustaría conocer su condición y consultar con sus médicos sobre su tratamiento y opciones.

Frunciendo los labios, el hombre calvo asintió como si hubiera esperado tal petición. Con unos pocos toques en el teclado hizo que aparecieran los registros de Shura.

-La historia no es grata, me temo...

Comenzó.

Aioria esperó a que continuara, dando un murmullo de reconocimiento a sus palabras mientras se enderezaba en la silla.

Con algunos toques más, Sanders pareció concentrarse en una parte del disco.

-Catatonia aguda en el momento de la admisión. Casi no respondía por lo que se muestra aquí. Incluso consideraron colocar un tubo PEG en un momento.

Aioria respiró hondo ante esta información y el Sr. Sanders levantó una mano para calmarlo.

-Parece que lo único que los detuvo fue un último esfuerzo de una enfermera en la sala para que comiera, con una advertencia de lo que sucedería si no lo hacía.

La enfermera se quedó sola con él y después de un breve tiempo, abrió la boca y tomó varios bocados de comida.

Cuando comprendieron que su mente funcionaba en algún nivel más allá de lo esperado, ya no continuaron con el pedido de la sonda PEG y desde entonces ha estado comiendo, aunque sólo sean pequeñas porciones, sus ansias de comida son poco frecuentes.

Todavía no responde verbalmente y no reacciona a la luz o al sonido como lo haría una persona normal.

Aioria se estremeció ante el término "normal". Le molestaba en muchos niveles, porque Shura era, siempre había sido, el hombre más normal que había conocido.

-Me gustaría verlo, si es posible.

Pensó que era una posibilidad remota en el mejor de los casos, pero siempre había una pequeña posibilidad de que lo permitieran, y nunca estaba de más preguntar.

-Quiero mostrarle algo, señor Leoni. Si después de verlo, todavía quiere ir con él, hablaré con su médico y me pondré en contacto con usted.

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