18- Ya sé quién soy
Cuatro largas semanas.
Trató de no insistir en eso, realmente lo había hecho, pero era inútil.
Aunque había llegado a amar a los aldeanos y sus formas únicas, extrañaba la vida que había olvidado.
No estaba realmente seguro de cómo era posible, extrañar algo que no podía recordar, pero los sentimientos persistentes estaban ahí de todos modos.
La siempre presente "picazón" en su cerebro era increíblemente irritante.
Ahora, mientras trabajaba con Nori en sus habilidades lingüísticas, su mente tendía a divagar con frecuencia. Su concentración en las tareas diarias era prácticamente inexistente.
Nori estaba frustrada con él, podía verlo en sus ojos y en su lenguaje corporal, pero no podía hacer nada para solucionar el problema.
Era sólo cuestión de tiempo antes de que su padre descubriera su disgusto y luego recibiría otro sermón.
Aunque, afortunadamente para el joven, no entendería ni la mitad de ese monólogo.
Se sentaron en la arena trabajando en sus habilidades de conversación, el joven se frotó los ojos con la palma de sus manos con cansancio, mientras apoyaba los codos en las rodillas.
Se las había arreglado para hacer una cantidad suficiente de trabajo en el jardín bien temprano, a pesar de sus pensamientos agitados, y estaba hecho pedazos.
Sus jeans no se veían demasiado bien debido al desgaste que estaban recibiendo. No hacía mucho, se los había cortado por las rodillas con el cuchillo de hueso que le había proporcionado el padre de Nori.
No pasaría mucho más tiempo antes de que se convirtieran en pantalones cortos de longitud normal.
Después de eso, supuso que estaría preparado para uno de los taparrabos que llevaban los nativos.
Hundió los dedos en sus globos oculares ante la idea. Le dio un nuevo significado hilarante al término "Going Native", que Nori le decía aunque ella usaba un modismo: "Tiyot".
-¿Tiyot?
Nori preguntó. Cuando no obtuvo respuesta de él, la reacción en su dirección se volvió firme.
-¡Tiyot!
-¿Qué?
Preguntó, levantando la cabeza de sus manos, con una mirada de sorpresa y confusión en el rostro.
-Pay attention! Presta atención.
Ella había aprendido esa frase muy bien, reflexionó el joven, sus ojos sonrieron mientras se perdía una vez más en sus pensamientos sobre lo que había más allá de la costa.
La estaba ignorando de nuevo. Bueno, no exactamente ignorándola, simplemente se perdió en su mente y ella ya había tenido suficiente.
Recogiendo un puñado de arena mientras él miraba hacia otro lado, ella levantó el brazo por encima de su cabeza y cuidadosamente dejó que los granos se deslizaran de su mano hacia su ahora más rubio y largo rizado cabello.
-¡Oye!
Gritó, sintiendo que la arena comenzaba a hacer cosquillas en un camino por su espalda.
-¡Nori! ¿Qué estás haciendo?
Se dio la vuelta para mirarla, con un rastro de ira en sus ojos.
-¡Tiyot dreamer, tiyot fool!
Canturreó, levantándose de la arena y sacudiéndose las manos como para deshacerse de la suciedad antes de alejarse.
Él también se levantó de la arena, su ira burbujeó mientras ella continuaba llamándolo soñador y tonto.
Quería perseguirla, levantarla y arrojarla al océano, pero sabía que a ella le gustaría eso.
Se había dado la vuelta para burlarse de él aún más, colocando sus manos debajo de su mejilla y fingiendo dormir, luego moviendo sus pestañas hacia él tímidamente, todo el tiempo gritando sus burlas.
Finalmente su ira llegó a su límite y le gritó:
-¡Maldita sea Nori, deja de llamarme 'chico'! ¡Mi nombre es Aioria!
Cayó a la arena de rodillas, agarrando puñados y lanzándolos en ninguna dirección específica.
-Mi nombre es Aioria...
Murmuró, sintiéndose como un niño acosado en el patio de recreo, cuando las lágrimas brotaron de sus ojos.
Los cánticos de Nori se detuvieron después de que él le gritó.
Ella se quedó paralizada en su lugar, esperando a ver si él se daba cuenta del significado de sus palabras.
Reconoció el instante en que la consciencia lo golpeó.
Su cabeza se movió lentamente, girando en su dirección, la sonrisa más grande que ella le había visto, iluminaba su rostro como la luz del sol.
Una sonrisa igualmente hermosa y sincera, cubrió el rostro de Nori mientras se apresuraba a regresar a su lado.
Para cuando ella lo alcanzó, él estaba de pie y la envolvió en un abrazo de oso mientras saltaban, ambos coreando su nombre en voz alta para que el cielo lo escuchara.
Su estado de ánimo era considerablemente más ligero esa noche mientras cenaban, independientemente del hecho de que no había tenido más revelaciones sobre su identidad.
La tribu tuvo una pequeña celebración cuando se enteraron de su avance, y el padre de Nori le dio unas palmaditas en la espalda cuando su nombre retumbó en su pecho.
Aioria estaba feliz por decir lo menos. Solo deseaba que el resto cayera en su lugar.
"Lo harás Aioria, solo ten paciencia", razonó la voz en su cabeza. "Sí, parece que tengo mucho tiempo", suspiró con nostalgia.
Esa noche, antes de acostarse, se sentó en su lugar habitual en la playa, mirando cómo la luna seguía el rastro del sol.
Una estrella fugaz cruzó el cielo y Aioria deseó sus recuerdos de vuelta.
Alguien lo escuchó.
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Estaba sentado en un asiento que era muy incómodo. Sintió un temblor, una turbulencia y miró a la asistente de vuelo con preocupación, mientras ella se apresuraba hacia la cabina.
La angustia en sus rasgos cuando se volvió para mirar a los pasajeros fue tan evidente, que sintió que su corazón se aceleraba.
De repente, el avión se quedó en silencio, salvo por el murmullo de voces a su alrededor.
El pánico se apoderó de él cuando se dio cuenta de que los motores se habían apagado.
¡Iba a morir!
La azafata regresó y dio las instrucciones para los dispositivos de flotación y ayudó a algunos de los pasajeros a asumir la posición de choque.
Sintió que el avión comenzaba a descender. El pensamiento incoherente se hizo cargo.
"Dios mío, me voy a morir y he perdido mi chaqueta de cuero. Espero que quién me la robó la disfrute. ¡No quiero morir! Quiero irme a casa ... oh, por favor, haz de todo esto un sueño para poder ir a casa con..."
-¡SHURAAAA!
Aioria gritó, incorporándose de golpe, su pesadilla lo sacudió hasta la médula.
Las lágrimas cayeron en cascada por su rostro como ríos en miniatura mientras todos sus recuerdos se estrellaban en el frente de su mente.
-Oh, Dios mío, Shura... mi Shura... mi querido Shura...
Su voz se quebró cuando los escalofríos se apoderaron de su cuerpo y sollozó, su alma se partió en dos.
Las gotas caían libremente a la arena debajo de él, saturando el lugar en la playa cerca del fuego donde sin saberlo se había quedado dormido.
Se sobresaltó cuando una mano cálida le tocó el hombro.
-¿Aioria? ¿Estás bien?
Los ojos que la miraron pertenecían a un alma despojada de vida, rota.
Ella se arrodilló a su lado, apretándolo contra su pecho mientras le alisaba el cabello y él se aferraba desesperadamente a ella.
Al escuchar sus reconfortantes palabras dichas en su lengua materna, al igual que lo hizo cuando se despertó por primera vez ese día hace muchas semanas, se perdió en sus brazos y volvió a sumirse en un sueño intermitente.
Nori lo abrazó el resto de la noche, sin estar segura de lo que le sucedía, pero temiendo que el día que tanto había temido hubiera llegado al fin:
Aioria lo recordaba todo.
Y ella empezaba a perderlo.
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