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14- Sin identidad

Las voces entraban y salían de su conciencia.

Una voz masculina dominante en particular sonaba muy disgustada.

Abriendo un ojo y mirando subrepticiamente a su alrededor, vio a un hombre corpulento y fornido que estaba regañando a la chica que había llegado a considerar su nueva amiga.

Inclinando la cabeza en conformidad, ella salió arrastrando los pies después de mirar brevemente hacia el catre. El hombre también miró hacia el catre, soltó un gruñido de satisfacción y abandonó la cabaña.

Sintiéndose muy incómodo con toda la situación, decidió que necesitaba respuestas.

Echó hacia atrás la manta y se puso de pie. Luego miró hacia abajo.

-¡Maldita sea!

Maldijo en voz baja.

-¿Dónde está mi ropa?

Aceptando su situación, se sentó en el catre y se cubrió el regazo con la manta, esperando que la niña regresara.

No tomó mucho tiempo.

Llegó con un gran cubo de madera lleno de agua y se sentó en el rincón más alejado de la habitación junto a una mesa pequeña.

No queriendo asustarla, permaneció callado y esperó que ella pronto mirara en su dirección. No lo decepcionó. Levantó una mano a modo de saludo y sonrió.

La sorpresa y la felicidad colorearon su rostro mientras se acercaba a él.

Ella comenzó a balbucear palabras y, por más que intentara interrumpirla, no pudo pronunciar una sola palabra.

Como último recurso, agarró sus manos animadas para llamar su atención.

Ella se calmó de inmediato y él suspiró agradecido.

-¿Dónde está mi ropa?

Al ver su confusión, señaló su cuerpo y tiró de la manta que llevaba.

-¿Ropa? ¿Mi ropa?

El entendimiento iluminó su rostro y se acercó a una caja tipo mimbre, recogió algunas telas y las depositó en su regazo.

-Clothes

Dijo felizmente, señalando las telas en su regazo y luego las mantas.

Él le repitió la palabra y ella asintió con entusiasmo.

Al mirar la ropa, vio que la camisa estaba prácticamente inutilizable. Las mangas con botones de algodón blanco habían desaparecido y sólo quedaban dos botones. La mitad inferior estaba fruncida y hecha jirones.

Los jeans estaban en mucho mejor estado, aunque llenos de agujeros, al menos lo cubrirían por completo.

Esperó a que ella se diera la vuelta para poder vestirse, pero ella no se movió.

Al darse cuenta de que la modestia probablemente no era un problema para esas personas, y que ella lo había visto desnudo de todos modos, movió la manta de su regazo y se puso de pie para vestirse.

La atrofia por falta de uso de sus extremidades, había devorado parte de su tono muscular y tropezó al dar sus primeros pasos.

Siempre fiel, la niña estaba a su lado ayudándolo a sostenerse mientras caminaba. Él le dio las gracias, sonriendo apreciativamente mientras ella lo conducía afuera.

Miró a su alrededor con asombro. Sintiendo el sol, volvió su rostro hacia el cielo para disfrutar de su calor.

La niña tiró suavemente de su mano, llevándolo hacia una mesa baja en la arena.

Ella le indicó con un gesto que se sentara y, cuando lo hizo, desapareció en otra cabaña.

Regresó rápidamente, llevando una fuente con varias frutas y un vaso y colocándolo ante él en la mesa.

Cogió el vaso y olfateó con cautela su contenido. Al ver su reacción, se rió.

-Water

Tomó un sorbo y sonrió

-Agua

Le contestó sonriente. Ella continuó hablando mientras señalaba el plato y él discernió que ella quería que él comiera.

Como en respuesta, su estómago dio un fuerte gruñido. Riendo de nuevo, giró y volvió a entrar en la segunda cabaña.

Estaba hambriento. No recordaba la última vez que había comido y después de vaciar su plato se sintió muy satisfecho.

Siempre curioso, decidió que una caminata era lo ideal para inspeccionar el hermoso paisaje y recuperar algo de fuerza en sus piernas.

Al salir de la cabaña y descubrir que su paciente se había ido, la pobre chica entró en pánico.

Corrió a la orilla del agua y miró hacia la costa. Él estaba parado no muy lejos, enterrando los dedos de los pies en la arena.

Fue hacia él, maldiciéndolo mentalmente en su lengua materna.

Su padre ciertamente la mataría si perdía a quién tenía a su cargo. No era una tarea fácil que le confiaran una vida humana, y ella no estaba dispuesta a ceñirse a un tecnicismo como las barreras del idioma.

Miró la figura que se acercaba, cuando sus movimientos llamaron su atención. Ella no parecía complacida.

Con mirada avergonzada, apoyó la barbilla en el pecho y murmuró una disculpa cuando ella lo alcanzó, dirigiendo sus ojos suplicantes hacia los de ella.

Suspirando mientras se sentía sometida a sus encantos, la joven supuso que debían hacerse las presentaciones básicas. Después de todo, necesitaba saber cómo llamarlo si necesitaba su atención.

Colocando una mano sobre su pecho, dijo cálidamente.

-Nori...

Luego extendió su otra mano hacia él esperando una contestación de su parte.

Él no respondió de inmediato, así que ella repitió la pregunta.

Él frunció el ceño en concentración.

Su rostro abatido, asustado, habló en voz baja

-No lo sé... ¡Nori, no sé mi nombre!

************************************

Pasaron dos semanas durante las cuales el joven recuperó sus fuerzas y asumió algunos deberes dentro de la tribu.

En ese momento estaba cuidando el jardín en el centro de la isla, su piel tenía un bronceado pronunciado y lo teñía un intenso brillo debido al sudor.

Sacando algunas malas hierbas, las arrojó sobre su hombro en la dirección general del montón.

Un chillido de sorpresa hizo que su cabeza girara rápidamente para encontrar a Nika mirándolo, con terrones de tierra en su largo cabello negro.

Tratando de no reírse, sonrió disculpándose y ayudó a limpiarla.

La niña tenía sólo cuatro años, pero era muy inteligente y dulce, a menos que la provocaran.

Ella le entregó el vaso de agua y él le dio las gracias con un ligero beso en las mejillas.

Cuando ella no cedió a sus encantos, él se arrodilló y bebió el vaso lleno de agua (incluidos algunos pequeños trozos de tierra que habían caído en él) y se lo devolvió, pidiendo disculpas sinceras en su idioma.

Con una sonrisa que mostraba sus dientes, enredó sus bracitos alrededor del cuello y le devolvió el beso en la mejilla, luego se escapó para hacer lo que sea que hacían las niñas de cuatro años.

Volviendo a su trabajo, la imagen de un hombre con corto cabello verdinegro pasó por su mente, aunque no era nadie de la isla... era de tez blanca como él mismo.

Este hombre tenía intensos ojos de un verde profundo y una sonrisa amistosa. 'Apuesto', pensó divertido, y como si esa palabra fuera un detonante, la palabra BEBÉ apareció en su cabeza.

¿Qué significaba eso?

Había descubierto en el transcurso de su tiempo allí, que era mejor dejar que su mente actuara como quisiera.

Hacer hincapié en los detalles sólo le provocaba dolores de cabeza y malestar estomacal.

Terminó de desmalezar justo cuando el sol se preparaba para su letargo diario.

Al regresar a la aldea, recogió algunas flores a lo largo del camino, dos para Nori, una para Nika (quien le haría un puchero si la excluía).

Quería mucho a las dos chicas.

Nika lo mantenía alerta, era bastante bromista y él siempre era su blanco. Para ella, él era suyo, lo había encontrado y jamás había visto otro ser humano con su color de piel y ojos tan claros, su tesoro era único.

Nori le estaba enseñando su idioma así como él le enseñaba griego a cambio.

Su padre parecía darse cuenta de que era inofensivo e incluso animó a las niñas a aprender el nuevo idioma.

Mientras continuaran con sus quehaceres y el joven contribuyera al bienestar de la tribu, no había problema.

El olor a pescado y otras criaturas marinas que se estaban cocinando sobre el pozo, hizo que su estómago gruñiera con anticipación.

Vio a Nori colocando los platos sobre la mesa cuando entró en la villa y saludó con la mano.

Nika la seguía con vasos de agua y leche de coco, pero estaba concentrada totalmente en su tarea y no miró hacia arriba.

Dejó las flores en un tronco al pasar, sabiendo que las chicas las encontrarían.

Uno de los ancianos le llamó a su presencia y él tomó su posición en la costa listo para nadar.

Por lo que había deducido, era un ritual de larga data, y en realidad tenía sentido: estar limpio para la cena después de un duro día de trabajo.

Esto se había convertido rápidamente en su parte favorita del día; parecía naturalmente inclinado al llamado de la natación.

El sonido del cuerno de concha envió a todos los miembros de la tribu al agua donde nadaron durante varios minutos antes de regresar a la orilla donde las mujeres esperaban con paños secos.

La cena comenzó tan pronto como los hombres se secaron y llevaron en una fuente, en un estilo buffet, lo que habían cazado en el día.

Horas más tarde se sentó junto al fuego sin pensar en nada en particular, escuchando las olas deslizarse como la caricia de un amante sobre la orilla, el suave siseo de un beso de bienvenida.

Miró el cielo, imaginándose a sí mismo flotando entre las estrellas, de vez en cuando sintiendo un sentimiento de remordimiento o nostalgia por algo -o alguien- que no podía ubicar.

La brisa oscura alborotaba sus rizos rubios, que ahora casi tocaban sus hombros. Había intentado sujetar su cabello hacia atrás pero seguía soltándose de las ataduras, por lo que se había resignado a dejarlo suelto.

Había momentos en que cerraba los ojos y veía rostros fugaces.

Quería desesperadamente recordar quién era y de dónde venía.

Sin embargo, parecía que cuanto más luchaba por descubrirlo, más se le escapaba.

Sus noches siempre terminaban así, esta no era diferente; suspiró profundamente y entró en la cabaña para dormir.

Ahora que se había curado, el catre había sido retirado y tomó su lugar en la alfombra en el piso.

Girándose sobre el costado derecho para mirar hacia la pared, cerró los ojos y soñó con un santuario, magnífico, una figura alta e imponente, parada en la entrada de algo parecido a un templo, sólo podía verlo de espaldas, una hoja afilada en la mano.

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