12- Acabar con el dolor
Se quedó inmóvil en el centro de su dormitorio vestido solo con pantalones deportivos, su mente incapaz de apagarse.
La mañana había llegado, espontáneamente, sin consuelo para su pesadilla.
Su rostro tenía una mezcla de expresiones: se sentía desamparado, perdido y cansado.
No se podía definir la profundidad de su cansancio. El peso emocional que habían puesto sobre sus hombros familiares y amigos - esos mismos amigos que pensaban que lo estaban ayudando al estar allí - se había convertido en una cruz para cargar.
Sabía que lo estaban intentando. Sabía que no entendían que todo lo sucedido al conmemorar a su amado amigo, su amante, su todo, había atado su corazón a una corriente devastadora. Una corriente que lo estaba arrastrando rápidamente hacia lo profundo, sin importar cuán desesperadamente luchara.
Olas de culpa con la fuerza de un huracán se comían lo que quedaba de su alma. Estaba tan cansado de luchar contra ellas.
Sus ojos, perpetuamente enrojecidos por las lágrimas derramadas y las que aún guardaba, sólo veían la oscuridad del día sin importar cuán brillante brillara el sol. Su calidez y energía no podían penetrar el escudo que había forjado alrededor de su corazón.
El mismo corazón que se apretaba con fuerza cuando pensaba en todos ellos parados alrededor de la lápida, con lágrimas en los ojos, incapaces de mirarlo.
Bueno, eso no era exactamente cierto.
Los ojos de Angelo se encontraron con los suyos, las lágrimas fluían continuamente de sus orbes azules como si pudieran ver dentro de su alma y sentir su angustia.
Su labio inferior se había estremecido cuando las gotas cayeron rápidamente de su barbilla y aterrizaron en su abrigo, marcando un rastro sobre su pecho.
La melancolía teñida de ira se apretujaba contra su columna al pensar en lo que él aun poseía. Aún poseía a su amante.
Era irracional. Simplemente estaba mal. Pero una parte de él, quería verlo herido tan profundamente como él lo estaba.
No podía ignorar los pensamientos oscuros que albergaba dentro de él en ese momento. Se habían convertido en su consuelo. Le hablaban a su alma en susurros que sólo ella podía entender: miedo, odio y tormento. Y Shura escuchaba.
Cuando le hablaron de una manera de aliviar permanentemente su dolor, Shura lloró y reconoció su solemne decisión: no sentiría más.
No más dolor, no más vacío, no más soledad. No lo extrañarían. Ahora era un extraño. No tenía a nadie, nada.
Las voces le decían que estaba mejor sin ellos. Lo habían olvidado con bastante facilidad. No se darían cuenta si se escabullía.
'Por favor, perdónenme... pero no volveré a estar en casa...'
Después de todo, un último adiós era el destino que todos tenían.
Sus rodillas se doblaron y se derrumbó en el suelo, su mente dando vueltas.
Mientras yacía allí, con la mente aparentemente separada de su cuerpo, miró hacia otro lugar del piso, miró de lado y contó los bollitos de polvo debajo de la cómoda.
Cuando se dirigiera al diablo en la puerta del infierno, estaba seguro que la cantidad de polvillo sería mucho más grande.
Se sentó, recogió la navaja que se le había escapado de los dedos cuando cayó y se internó completamente en el baño.
No tenía sentido hacer un desastre más grande de lo necesario, trató de razonar su mente irracional. Pero era tan cliché...
Se llevó el cuchillo a la muñeca y respiró hondo. No debería haber sido difícil dar ese paso final, para cruzar el puente entre la vida y la muerte.
Y sin embargo, tenía miedo.
Miedo al dolor físico. El dolor mental lo había adormecido hacía mucho tiempo.
Castigándose a sí mismo por actuar como un niño, exhaló y cruzó el filo de la navaja a través de la vena palpitante.
No habría más saludos inútiles para él.
Su primera sensación fue el frío del suelo que se filtraba a través de sus pantalones deportivos.
La mancha carmesí se extendió rápidamente a su alrededor, envolviéndolo en una rica manta de terciopelo.
Las manecillas del tiempo se apiadaron de él y se detuvieron cuando imágenes inconexas de su vida rozaron la superficie de su conciencia.
Personas que había olvidado, los lugares en los que había estado y los recuerdos que había atesorado durante mucho tiempo volvieron a saludarlo, bailando ante su mente.
Sin embargo, el único rostro que anhelaba ver, el alma que todavía buscaba, lo eludió.
Su mente gritó de rabia al ser negado una vez más su verdadero deseo.
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Camus golpeó ruidosamente la puerta principal. El auto de Shura estaba ahí, así que ¿por qué diablos no respondía?
'Porque llegas varias horas antes, tonto', se contestó a sí mismo.
Pero vamos, esta era la casa de Shura, no el hogar de una persona común.
Probablemente estaba sumergido en pinturas hasta los codos y ni siquiera podía abrir la puerta.
Camus sonrió para sí mismo. Probó el pomo de la puerta y se abrió con un suave empujón.
El correo sin abrir cubría el suelo del pasillo.
La frente de Camus se frunció y gritó de nuevo por Shura. No hubo respuesta.
Comenzando en el nivel inferior, buscó en todas las habitaciones.
Una sensación de abrumadora desesperación se apoderó de él cuando llegó al pie de las escaleras. Sin conocer la motivación, subió los escalones, de a dos a la vez.
-¡Shura!
Gritó. La intuición lo llevó hacia el dormitorio de Shura y abrió la puerta. La habitación estaba vacía.
Suspirando profundamente y tratando de recuperar el aliento, estaba a punto de salir de la habitación cuando sus ojos vieron un pie descalzo tirado justo afuera de la puerta del baño. En dos segundos estaba parado frente a él.
No estaba preparado para soportar la visión que lo recibió.
-¡Maldición! ¡Shura!
Murmurando más maldiciones mientras lágrimas que ni siquiera recordaría haber llorado después, corrieron furiosamente por su rostro.
Sacó una funda de almohada del armario y la ató alrededor de la muñeca cortada de Shura.
Sólo entonces se le ocurrió comprobar el pulso. Sin pensar en la sangre que iba a dejar en todas partes, se arrodilló junto a su amigo y le tocó la carótida.
El pulso era extremadamente débil, pero estaba allí.
Sin perder más tiempo, tomó el teléfono de la base junto a la cama y marcó el 911.
'¡Aguanta, español ignorante!'
Camus frunció el ceño observándolo, su mente corría tan rápido como su corazón.
'No sé por qué pensaste que ésta era la mejor solución'
Murmuró. Hablando más para calmarse a sí mismo que nada, pasando una mano por el cabello negro de Shura, rezando lo mejor que podía recordar, ya que no lo hacía desde su infancia.
La ambulancia llegó en un tiempo récord y Camus se quedó solo para lidiar con la policía y limpiar el desorden.
Y llamar a sus amigos. Dios santo, ¿qué les diría?
Los vio sacar a su mejor amigo y bajar las escaleras, luego empujar la camilla hacia la ambulancia que esperaba.
Su pecho palpitaba y necesitó de todo su control para evitar vomitar en ese mismo momento.
Concentrándose en tomar una cosa a la vez, respondió las preguntas del oficial de policía mientras trataba de controlar su temperamento. ¡Oh, pero podían ser tan jodidamente densos e indiferentes a veces!
Con el interrogatorio terminado y la policía que se fue, comenzó por quitarse los zapatos y la ropa manchados de sangre.
Los oficiales habían dicho que Shura sería confinado a una sala de aislamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos, por lo que no tenía sentido apresurarse para estar allí.
Habían tomado fotografías de la escena, pero Camus no las necesitaría.
La imagen de su amigo tirado en un charco de su propia sangre lo perseguiría por el resto de su vida.
Llevó su ropa abajo, al lavadero y la tiró a la lavadora antes de dirigirse a la cocina a buscar una bolsa de basura y toallas de papel.
Desviándose, de regreso al lavadero para buscar el blanqueador antes de subir las escaleras nuevamente con sólo su ropa interior, contempló la idea de llamar a Kanon, luego lo pensó mejor.
No tenía sentido traumatizar al resto del grupo con la imagen de lo sucedido.
Él se haría cargo de esa parte por su cuenta.
Sabía que si alguien venía, sería un espectáculo extraño para la vista, pero por el momento, no podía importarle menos.
Le tomó más tiempo de lo que pensaba limpiar esa cantidad tan abundante de sangre.
Parecía que incluso después de haber usado la botella completa para limpiar, tanto en el baño como en el piso de madera del dormitorio, aún podían verse las manchas rosadas.
Supuso que las seguiría viendo durante mucho tiempo.
Pasando una mano cansada por sus largos mechones, se sentó en la cama de Shura y lloró.
Ya era bastante malo que ni siquiera hubiera pasado una semana desde que habían tenido el funeral de Aioria.
¿Por qué no se había dado cuenta de la agonía de su amigo? ¿Había estado tan atrapado en su propio mundo que no había visto los signos de angustia? ¿Las súplicas silenciosas por ayuda?
Pensó en el último tiempo que pasó con el español y se dio cuenta de algo tan impactante que su corazón se detuvo por un instante.
Shura no había llorado en el servicio de Aioria. Ni una lágrima. Ni siquiera se le humedecieron los ojos.
Simplemente se había parado al lado de la tumba, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, mirando a los que lo rodeaban con una extraña sonrisa arqueando los labios.
Se le puso la piel de gallina en los brazos, cuando finalmente descubrió la verdad.
Shura había estado planeando esto todo el tiempo.
Habiendo lidiado solo con eso durante bastante tiempo, tomó el teléfono y llamó a Kanon.
NOTA DEL AUTOR: El video que encabeza este capítulo es el sentir exacto de Shura tras perder a Aioria y darse cuenta que está solo con su dolor. Espero escuchen la canción, su letra y les guste. ❤
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