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11- Intentando aprender a vivir solo

Camus lo había visto a salvo en casa ese día, y después de asegurarle a su amigo que estaba bien, el primer pensamiento de Shura al entrar fue en comenzar a limpiar un poco.

Cargó el lavavajillas, puso a lavar la ropa e incluso limpió el baño. Tiró las botellas de licor que cubrían la cocina y las mesas de café a la basura y sacó la bolsa a la acera.

Era como si un viento fresco hubiera levantado sus velas y estuviera comenzando de nuevo. Algo dentro de él había hecho un clic.

El dolor seguía allí, pero lo hizo a un lado mientras recogía sus pinturas del suelo del estudio.

Fue una sensación de logro a la mañana siguiente que decidió que su próxima aventura sería una excursión.

Todavía era lo suficientemente temprano en el día y no había ido a la playa en meses. El aire fresco del mar le animaría y tal vez incluso inspiraría su creatividad.

Su sueño había sido tranquilo por primera vez en varias semanas, sin pesadillas ni sudores fríos que lo molestaran. La vida continuaba.

El tráfico había sido ligero, por lo que llegó a la playa mucho más rápido de lo que había previsto.

Al aparcar el coche, se quitó los zapatos y se subió las bota mangas de los jeans. La arena aún estaba fría bajo sus pies y se deleitó al sentir su roce entre los dedos y las plantas.

¿Por qué había esperado tanto para hacerlo? Era una sensación liberadora tener la arena aplastada bajo sus pies mientras las olas lamían sus tobillos. No se había sentido tan joven y despreocupado en años.

Se sentó allí durante horas, escuchando el oleaje, los niños, las gaviotas llamando por encima de su cabeza y reviviendo momentos agradables de su vida.

Los recuerdos que había creído olvidados, o demasiado desvanecidos para recordarlos por completo, rebotaron en su cabeza con un vigor y una vitalidad como si hubieran sucedido hacía sólo cinco minutos.

Mientras observaba la puesta de sol en el inmenso mar, su único deseo era tener a alguien con quién poder compartirlo.

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El día anterior en la playa lo había rejuvenecido tanto que decidió ir de compras. Sus armarios estaban tan vacíos que incluso él mismo estaba impresionado.

Después de debatir si llamar o no a alguien para que lo acompañara, determinó que también sería una excursión en solitario. Después de todo, el día anterior le había ido tan bien, que otro día así probablemente aumentaría los beneficios.

El simple hecho de salir de la casa fue en sí mismo un efecto milagroso en su psique.

El sol brillaba sobre él mientras recorría con su carro de aquí para allá, recogiendo artículos de primera necesidad y reabasteciendo sus gabinetes.

Fue mientras conducía a casa cuando se dio cuenta de que realmente le gustaría tener compañía. Una vez que había descargado el auto, tomó el teléfono y marcó a Camus.

-Bueno, esperaba tener noticias tuyas pronto ...- vino la voz jovial desde el receptor.

Shura sonrió. Había extrañado a su amigo.

-Oye Cam, ¿ya no dices 'hola'?

-¡El beneficio del identificador de llamadas, amigo! ¡No más saludos desperdiciados!

Él rió.

-¿Qué puedo hacer por ti?

-En primer lugar, nunca podrías hacerme a mí- replicó Shura con una risita.

-En segundo lugar, planeo hacer una cena bastante grande más tarde esta semana, probablemente alrededor del jueves, y necesitaba a alguien que me ayudara a comerla. ¿Crees que estarías a la altura de la tarea?

-¿Va a cocinar el Master chef Valladares? ¡Será mejor que tengas por seguro que estaré allí! ¿Alguien más viene?

Camus esperó lo que pareció una eternidad de tiempo por la respuesta de Shura.

-¿Amigo?

-Oh, lo siento, Cam. Solo estaba catalogando cosas para la cena... -respondió con una risita. -Nah, seremos sólo nosotros dos.

-Entonces, nos vemos el jueves por la noche. Traeré una botella de vino.

-Suena bien. Hasta entonces.

Shura volvió a colocar el teléfono en el cargador y comenzó el proceso de rellenar sus alacenas.

Dos días no estaban tan lejos, pero Shura quería que esta comida fuera muy especial, así que sacó el libro de cocina de su madre y encontró su receta secreta de asado al estilo español.

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El miércoles por la mañana trajo la inspiración, y Shura pasó la mayor parte del día en el estudio volviendo a abarrotar el piso con pinturas y todo lo demás.

Estaba teniendo problemas para que el sombreado de su pintura actual se ajustara a su idea, y fue entonces cuando miró por la ventana y descubrió que la luz del día se desvanecía.

La incomprensión transfiguró su rostro en una tonta mirada de sorpresa.

No había pintado un día entero en bastante tiempo.

Dejando su estudio tal como estaba, se preparó una cena modesta, comprobó que todo estaba listo para comenzar a primera hora de la mañana para la cena del día siguiente y se quedó estupefacto al sentarse frente al televisor.

Tenía la intención de ver algo en el canal Classics. El término 'clásico' obviamente se había modernizado y ahora The Fisher King se consideraba como tal, algo vintage.

Aunque después de sentarse allí y ver la película completa, tuvo que admitir que realmente era un buen film.

Una oleada de somnolencia lo golpeó con toda su fuerza y ​​se dirigió a la cama. Su ataque de limpieza anterior había terminado incluso con un cambio de ropa de cama.

Las frescas sábanas de satén habían sido reemplazadas por una cómoda franela de algodón; Shura se relajó en el reconfortante calor de la cama y pronto dormía plácidamente.

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-¡¡¡NO!!!

El aire, que sólo unas horas antes había sido tan cálido, ahora se sentía como un escalofrío que le recorrió la piel en un abrazo fantasmal mientras se enderezaba.

Con los ojos muy abiertos y mirando sin ver delante de él, su corazón se aceleró y su respiración se convirtió en jadeos.

Pasaron unos momentos más antes de que el sueño se desvaneciera y recuperara la orientación.

Se secó el sudor de la cara, se apartó los cortos mechones de cabello de la frente y se sentó en el borde de la cama.

Los números del reloj digital junto a la cama avanzaban lentamente mientras el sueño se repetía en su mente. Eran las 2 de la madrugada. Luego 2.15. Después de perder casi veinte minutos de análisis, Shura decidió que necesitaba una ducha.

El sudor seco le había dejado con frío. El calor de una ducha caliente le sentaría bien.

Trató de arrojar el sueño por el desagüe con el agua, pero no pudo.

Si tan solo hubiera podido atraparlo ... el grial ... había estado corriendo desnudo por un bosque persiguiendo un grial, que siempre estaba fuera de su alcance...

Seguía teniendo frío, mucho frío, y toda el agua caliente del tanque no iba a descongelar la médula, ni sus doloridos huesos así como tampoco los contracturados músculos.

Apoyando la cabeza contra los azulejos, mientras permanecía de pie bajo las corrientes de agua, soltó los sollozos que le desgarraban el corazón.

-¡Maldita sea, Aioria!

Gritó, el sonido absorbido por la proximidad de las paredes.

-¿Por qué tuviste que dejarme? ¿Por qué? ¿Por qué ahora?

Pura agonía lo abrumó y cayó de rodillas en el suelo de la bañera.

-No es justo ... no está bien ...

Murmuró, sus puños golpeando distraídamente el interior de la bañera.

-Te necesito...

Dios, cómo lo quería de vuelta.

Aunque sólo sea por una noche.

Sólo para decir 'Adiós'.

Pasaron varios minutos más antes de que el agua se enfriara y los escalofríos sacudieran el cuerpo de Shura.

Demasiado tiempo para entrar en calor, pensó con amargura. Se secó tan bien como quería -se estaba acostumbrando al frío- y volvió a sentarse en la cama.

Se tapó con las mantas y alcanzó la chaqueta que nunca había salido de la almohada de Aioria.

Aunque el sueño lo eludió, se sumergió en la cálida neblina de los recuerdos, mientras acurrucaba la chaqueta contra su pecho e inhalaba el reconfortante aroma que había dentro.

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