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Mayo 2

[...]

98 días antes de la picadura.

Sólo ha pasado una noche en vela pensando en qué debería hacer, y vamos, no sabe si sentirse un genio por descifrarlo en una noche o increíblemente estúpido por haber tardado tanto.

¿Acaso París entero era estúpido?, ¿unos buenos para nada?

Ja, es obvio que sí. ¿Sonaría muy arrogante si dice que, ahora con justificación fidedigna, todos eran imbéciles menos él?

No es la gran cosa, solo le hizo falta usar ese estúpido método socrático; una simple mayéutica.

Para los idiotas que no saben que es aunque se los explique con manzana, es básicamente cuestionar todo una y otra vez hasta que encuentres tú mismo la respuesta.

Sócrates le llamaba "dar a luz ideas", y no puede evitarlo, su mente divaga en tonterías cada vez que lo recuerda; llámenlo infantil si quieren, pero le parecía hasta gracioso.

Los niños pequeños suenen usarlo mucho, ¿no es así?

Cualquier cosa que les digas o expliques, no importa si has dicho la cosa más evidente del mundo, lo mucho que te hayas esforzado en ser conciso para no causar más dudas, no importa un carajo nada en absoluto, ellos preguntarán una y otra vez sin descanso una sola cosa; ¿por qué?

Así que a media noche, y durante la madrugada, fue lo que Colín hizo. Se preguntó miles de veces el porqué de las cosas.

¿Por qué su madre había sufrido?, por culpa de una serie de decisiones egoístas que hizo Lordbug, evidentemente, por su creciente y cada vez más innegable falta de capacidad de ser un héroe.

Entonces, ¿por qué Lordbug era héroe en primer lugar?, fácil, porque había una loca atacando París.

¿Por qué diablos en París había una loca?, ella había mencionado en aquel primer discurso que quería los prodigios de los héroes, pero nunca mencionó la razón en específico. Claro que no, hasta ella era más precavida que el azabache.

Sus porqués parecía haber acabado respecto a eso, pero no podría defraudar al filósofo muerto; claro que no. En cambio, pensó, ¿por qué se necesitaba a Lordbug?

Porque él purifica, evidentemente. Incluso un tonto lo sabe. Lordbug se encarga de purificar y liberar a las mariposas que antes estaban malditas.

Ahí había ocurrido su epifanía.

Las libera, pero... ¿y después?

¿Qué ocurre después?

Nunca nadie se preguntó por eso.

Nadie antes de él, por supuesto.

Se había encargado de ver videos en la red, de los momentos en los que esas mariposas blancas salían del yo-yo de Lordbug y se iban volando en direcciones dispersas.

Aquella que liberó cerca del musée du Louvre había volado en dirección al Rio Sena. Y aquella que liberó en le Tour Eiffel, voló en dirección al, si no se equivocaba, Hôtel des Invalides.

Colín siente que está perdiéndose de algo, algo que tiene justo en frente.

Se había puesto de pie, pues hasta ahora estaba en su cama investigando en su celular vagamente.

Si planeaba hacer algo, lo mejor era que se pusiera serio. ¿No debería hacerlo?, si quería que le tomaran en cuenta debía demostrar que era digno de.

¿De qué con exactitud?

¿Cariño, admiración o respeto?

No. Él quería... No, él merecía más.

Imprime un mapa, pero le parece poco. Necesita más. Decide imprimir entonces el mapa de la ciudad entera en secciones, hasta tener un mapa completo del tamaño de su mesa. Pega las hojas para evitar que se muevan y señala con un marcador rojo los lugares en los qué las mariposas fueron purificadas, con líneas azules hacia donde aparentemente ellas volaban después de hacerlo.

Lo repite con unos diez videos, como mínimo, y nota algo que le deja perplejo.

No puede evitar contener su risa burlona.

—Tan ridículo. — dice.

Todas, sin importar desde que parte de París estaban, iban en dirección al Jardin du Luxembourg, aparentemente y por darle una ubicación aproximada.

¿Regresaban a Papillon?, porque de ser así, Colín estaba a nada de descubrir la ubicación de la guarida del más grande villano de la ciudad... bueno, no del mejor realmente.

Villano, ¿Papillon lo era?, ¿más que Lordbug?, lo dudaba.

¿Tal vez debería robar ese título?

Se deja caer en el sillón pensándolo seriamente.

¿Él era un villano?, muchas personas podrían encasillarlo en esa categoría, pero siendo sinceros, no le quedaba para nada. No era malo.

¿Tal vez era un poco raro?, eso lo admitía.

No era un villano, ese era un titulo bastante denigrante para su persona; de serlo, que no quería, debería calificarse como un supervillano, ¿no? Y aún así lo sentía insignificante para su capacidad.

Si se lo proponía, ni siquiera una alianza entre Lordbug y Papillon lo detendría.

Oh, ¿estaba siendo muy egocéntrico al respecto?

Villano... héroe... no estaba interesado en ninguno sinceramente. Ya no.

¿Qué se supone que haría?, descubrir lo siguiente no era problema alguno, en absoluto. Tenía tiempo y la verdad es que le intrigaba bastante, una curiosidad genuina como la que no sentía hace mucho, pero más allá, ¿para qué? Logra descubrir el secreto y luego... ¿Qué?

¿Decirles a los héroes para que le derroten?, ¿ir a ella y burlarse de que la encontró en menos de un día?, ¿enfrentarla directamente?

Tal vez...

No, era absurdo. Puede que incluso esas mariposas solo vayan al jardín y ya, ¿no era de ahí de donde probablemente habían salido?

De nuevo, una idea cruza su mente.

¿De dónde carajo salían tantas mariposas?, no era un experto, pero ese tipo de insectos no eran comunes en esa zona en específico. Aquel día en que París se vió envuelto en una lucha de mariposas rojas, ¿no eran esas unas cantidades exageras de insectos?, ¿de dónde habían salido tantas?, ¿acaso Papillon se dedicaba a criarlas o simplemente las creaba?

No, de ser una creación, ¿no deberían desaparecer al instante de purificarse?

La que había pisado esa vez en que resistió la akumatizacion definitivamente era real.

¿Por qué?

No quiere darle importancia, pero ahí estaba. La mañana siguiente había ido en cuanto su alarma sonó al parque y como si fuera obra divina un akuma decidió atacar temprano en la mañana.

Las noticias pronto se llenan de actualizaciones sobre la batalla, todas las personas se dirigen a los refugios en cuanto la alarma akuma suena y él aprovecha las desoladas calles para caminar en paz unos momentos.

Entra a un hotel cercano y sube a la azotea sin muchos problemas debido a la falta de personal repentino y a que él mismo conocía donde la mayoría guarda las llaves maestras de todo. El ascensor no tarda demasiado en llegar al piso más alto y la llave, que por alguna razón estúpida, tiene una cinta con la palabra "azotea" abre la puerta que da el acceso supuestamente restringido.

Incluso esto era tonto, ¿dejar todos los lugares habitados solos no era peligroso?, así como él eligió quedarse arriba, ¿no otros harían lo mismo con malas intenciones?, tiene curiosidad por revisar los reportes policiacos para corroborar las miles de denuncias sobre robos que debe haber.

Con cada segundo que pasa, mientras ve el horizonte y escucha el retumbar de la batalla, recapacita en la increíblemente estúpida confianza que tienen en los héroes.

Los akumas no eran una gran noticia si lo comparaban con los demás delitos de los parisinos, porque claro, después de todo aún existía la policía. Lordbug no era la gran cosa al final del día, ¿por qué había estado tan cegado con él?

Mira las calles fijamente después de que las miles de catarinas devolvieran todo a la normalidad y se da cuenta de que parece ser un pueblo fantasma.

Mira después de unos minutos a lo lejos a la mariposa blanca. Toma su celular y utiliza el zoom de su cámara. Su pulso no es el mejor, pero logra seguirla durante un tramo. No va al jardín, de hecho, va mas allá.

¿Qué hay en esa dirección además del musée du Louvre?, porque evidentemente no llegará hasta allá.

Un punto que pueda ubicar entre el jardín y el museo...

Lo piensa por un segundo, pero se ve obligado a usar el mapa en su celular, después de todo no estaba muy interesado en los puntos turísticos porque siempre estaban a reventar de gente. No hay nada relevante realmente. ¿El Pont des Arts?, mal lugar para una guarida de villano.

Un lugar le llama la atención en especial, una iglesia. La conoce, recuerda el nombre; Église Saint-Sulpice. ¿Por qué?, ¿de dónde?, él no es creyente.

Pero el señor Emil lo era.

¿No lo había llevado él miles de veces a misa de pequeño junto a Adrianne?, ¿qué religión era?, ¿católica?

Esa iglesia quedaba cerca de la mansión Agreste.

¿Las mariposas iban por ahí?, ¿había algún jardín o algo?, no recuerda.

Ya pensará en eso después, por ahora, hay una cosa que no puede sacarse de la mente. ¿De dónde salen tantas mariposas?

Aprovecha el tiempo en el que el ascensor baja para buscar en algún lugar que las venda; se siente tonto por buscarlo para ser sincero, pero cuando realmente salen anuncios de ventas de mariposas vivas no sabe que pensar de los parisinos.

Hay una tienda en específico cerca de ahí; poco conocida y casi oculta. Es una floristería en realidad. Se sienta en un sofá en la recepción en lo que el trabajador vuelve.

Entra a su pagina web y revisa sus horarios. Cierran cerca de las 19:30, así que si quisiera podría ir y darle un vistazo.

Trata de hacerse el interesante, pero en realidad no es como si tuviera algo mejor que hacer. Su madre descansaba en una casa fuera de la ciudad que había comprado solo para ella. Una tranquila como la que sonó de pequeño, se preguntaba si su madre estaba cómoda ahí o si se sentiría sola.

Llega un señor y se pone detrás del aparador y comienza a conversar con un compañero, Colín se acerca el.

—Gracias por su cooperación. —le dice, extendiendo la llave al señor. Éste la toma sin entender muy bien que ocurre.

—¿Qué?, ¿cómo? — pregunta confundido.

—Deberían cambiar su lugar secreto, o al menos, tener una seguridad extra en él. —aconseja rápidamente, pero no se queda al probable sermón o acusación que se viene.

Sale tranquilo a la calle que, de nuevo, esta habitada y parece viva por fin. Camina con calma hasta el estacionamiento en donde había dejado su auto y, antes de encenderlo e ir a su próximo destino, un mensaje de su contador y asesor le llega. Solo se encarga de decirle cómo se están llevando a cabo las finanzas del hotel y todos los gastos realizados; obviamente le responde un simple "haga lo que sea necesario". Solo se había encargado de darle una orden; que el negocio funcione decentemente hasta que terminara su carrera de administración.

Llevaría a cabo el negocio, lo haría solo obviamente. No decepcionaría a su madre, no dejaría que algo que ella se había esforzado en crear se viera perdido por su ineptitud, de nuevo.

No le quedaba mucho, un año y medio aproximadamente de estudios; se encargaba de lo que podía. Manejos sencillos y movimientos bancarios entre sus cuentas.

Claro que había aprendido uno que otro consejo no legal del todo, pero trataba de no recurrir a ellos al punto de la avaricia.

Solo como prevención, una cuenta a un nombre falso tal vez.

Después de todo, ¿quién le regañaría?, ¿su madre?

Enciende el auto y pone el GPS, conduce con cuidado, siguiendo las indicaciones de la voz femenina. No tarda mucho en hacerlo. Le sorprende la fachada, muchas mariposas azules adornan la decoración. Irónico, bastante obvio, ya no sabe cómo describir las cosas, desde que se quitó las vendas de idolatría de los ojos todo le parece de lo más absurdo.

Entra prestando atención a todas las flores que le rodean. El suave aroma perfumado que le envuelve lo marea por un segundo.

—Bienvenido, ¿puedo ayudarle en algo? — un chico castaño le recibe con una sonrisa tímida, lleva un mandil café lleno de tijeras, listones y varias herramientas de decoración.

—Vi en su sitio de internet que venden mariposas, ¿es así?

—Depende... — responde riendo nervioso, deja a un lado unas pinzas, con las que cortaba tallos largos de las flores.

— ¿De? —indaga.

—Necesitas hacer una reserva con bastante antelación, debido a Papillon su venta es algo difícil...

Oh, al parecer no eran tan idiotas después de todo. Sus más sinceras felicitaciones a los oficiales.

— ¿Con cuánto tiempo? — se acerca al mostrador y se recarga en él, con un puchero en sus labios. —Las quería para liberarlas en una boda...

—¿Boda?, ¿la suya? — pregunta, casi sin querer, Colín lo nota en sus ojos y expresiones.

El chico frente a él maneja un comportamiento sospechoso, pero, aún así, lo reconoce al instante.

No era extraño para nadie que Colín era un chico agraciado, pese a su asquerosa personalidad su apariencia física siempre robaba miradas y suspiros a donde quiera que fuera. Una que otra chica pidiendo su número de teléfono y, como ahora, uno que otro chico cautivado ante su falsa sonrisa.

—Oh, no... no la mía. Mi hermana se casa en unos meses y vio en internet videos de bodas liberándolos y creyó que eran lindas. — le sonríe.

—Se ven preciosas, ciertamente.

—No creo que se vean más lindas que el joven que las vende. —usa un tono burlón.

Las mejillas del chico se colorean levemente, comienza a recoger las flores en el mostrador y las coloca nervioso en un florero cercano, tratando de esconder su sonrisa tonta y nerviosa.

—¿Cree que por darme halagos le daré cupo para encargarlas? —dice.

—Creí que le pondría nervioso y que su lindura incrementaría, y mire, no me equivoqué.

—Los chicos guapos dan miedo. — le responde, haciendo puchero. —Pero bien, buscaré la agenda...

Colín le sonríe. Ve como el joven saca un libro tipo agenda y va hasta casi el final.

—¿Muchas personas hacen este encargo?

—No muchas, además de usted solo otros tres clientes vienen...

— ¿Otros tres? —acerca su rostro al del chico frente a él, tratando de ver el libro, pero, sobre todo, para hacer desvariar al encargado.

Lo ve removerse inquieto.

—Si, no son muy populares...

— ¿Y eso?

—Los parisinos las empezaron a asociar con cosas malas, así que sus ventas bajaron...

—Oh, entonces no es que sea difícil por la policía, sino por su poca demanda...

Colín retira sus felicitaciones. Todos son imbéciles.

—Se podría decir. Las tendría disponibles hasta dentro de mes y medio... oh no, espere, ese cargamento ya está para el Señor Maurié Petit...

—¿Maurié? — pregunta curioso.

—Es una organizadora de bodas... oh, ¿no quiere que le dé su contacto?

—Sería perfecto, lindo. A mi hermana no le caería mal una ayuda. —saca su celular y se lo ofrece para que el dependiente anote el contacto.

—La otra persona que las encarga seguido es Rendre Souhaiter, es florista...— dice, como si lo estuviera promocionando.

—Agrégalo también...— ríe, al ver que no encontró manera de preguntarle directamente. — ¿Ustedes los comerciantes se ayudan los unos a los otros para obtener clientes?

El chico ríe.

—No precisamente, solo creí que le podría servir.

—Me serviría si agregas también tu número. —propone coqueto.

—Eh, oh, si, yo...— divaga con la cara sonrojada.

Colín lo encuentra curioso.

Tan tonto. ¿No eran hasta cierto punto iguales?

Unas palabras bonitas, atención mínima y mírenlos; hablando de más y haciendo cosas innecesarias para agradar más.

Asqueroso.

—Gracias. — le dice cuando le regresa el celular con los tres nuevos números de teléfono.

—Lucien... —lee el nombre del chico en voz alta. —Luz....

— ¿Disculpa?

—Tu nombre significa luz, ¿no?— comemta. —Lucien; aquel que ilumina.

—Si... —ríe.—¿Es raro?

—Creo que te queda.

Después de todo, ¿no esta este chico alumbrándole el camino?

—¿Puedo saber tu nombre? — se anima a preguntar también.

—Cole... mi nombre es Cole.

—No sé qué significa... — dice después de unos segundos en silencio. —Quería parecer inteligente y genial como tú, pero no he podido.

Colín ríe.

—Significa literalmente "el que es negro como el carbón".

— ¿Es así? — lleva una mano a su mentón pensativo. —No creo que encaje contigo.

—Lo hace, puedo jurarlo...— carraspea su garganta. —Por cierto, Lucien, ya me dijiste quienes eran dos de esas tres personas que son clientes frecuentes... ¿Qué hay de esa tercera?

—Oh... ¿debería decirte? — dice en tono burlón.

— ¿Puedes? — pide, como suplica incluso.

Al parecer el castaño es débil a los berrinches y pucheros.

—Se trata de la señora Leia Bernand...— dice, encantado con el jugueteo que han empezado. — Hasta donde me contó, libera las mariposas en la tumba de su esposo cada ocho del mes, en honor a su amado.

— ¿Cada mes?

—La señora ya es bastante mayor, dice que siempre olvida el mes pero que, en definitiva, su esposo se fue un día ocho.

—Así no va a fallar nunca, ¿verdad?

—Si, pero, en realidad es bastante triste...

— ¿Su esposo muerto?

—El olvidar.

Colín siente un escalofrío al instante.

—¿Qué?

—Bueno, cuando alguien muere, ¿los recuerdos no es lo único que nos queda de nuestros seres amados?, ¿no es desolador no poder recordarlos?, ¿y si algún día olvidas como son?, ¿no es eso como perderlos una segunda vez?

—Vaya, tienes pensamientos bastante particulares.

—¿No querrás decir raro?

—No quise sonar grosero.

Una llamada interrumpe, oportunamente, la charla. Colín la responde después de excusarse; era de nuevo el asesor, pidiéndole que revisara unos documentos. Sabe que ésta es su única oportunidad de salir sin tener que involucrarse más con este sujeto. Le pide en señas que le pase una pluma y hoja. El chico apurado se las acerca.

No consideró hacer nada mas allá de sacarle información, pero tiene el presentimiento de que puede serle de utilidad en el futuro así que solo por si acaso, mejor dejar una buena imagen.

Escribe un corto mensaje; "un gusto conocerle, Lucien; el que es más precioso que una mariposa".

Lo deja y comienza a caminar sin ver atrás. Es cuando está afuera que ve al chico dando brincos de alegría y emoción.

No entiende que tiene de especial.

—¿Puedes hacerme un favor? — pregunta al asesor, que seguía dándole informes.

—Seguro, señor, ¿qué necesita?

—Te mandaré detalles, necesito que investigue la ubicación de una tumba.

"Uno no muere cuando deja de vivir, sino cuando los que te aman te olvidan." ¿Dónde había leído eso?

Él en definitiva no la va a dejar morir nunca; al contrario, mataría con tal de no olvidar jamás que ella solo fue víctima de un sinfín de personas sin corazón.

¿Quién sería el primer olvidado?

[...]

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