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Mayo 16

84 días antes de la picadura.



No imaginó nunca que sería capaz de tal acto. En lo personal, Colín siempre se consideró una abeja reina. Por ello, solía usar el amarillo como su color característico.

Eso era lo que él era. Una abeja, pero no de esas abeja reina, o una abeja obrera, no. Era más bien como una abeja nomadinae; un tipo de parasito.

No odiaba a las abajes, al contrario; le gustaban bastante, hasta el punto en el que hubo un tiempo en el que se obsesionó con ellas.

Su dato favorito era que, al parecer y pese a que son naturalmente herbívoras ya que se alimentan básicamente de polen y néctar, en casos de estrés extremo pueden llegar a canibalizar a sus compañeras.

Oh, bella naturaleza.

Aun así, eran los insectos mas trabajadores e importantes del ecosistema; por ello a veces siente incorrecto identificarse con ellas. No era digno.

Buscaría otro insecto mas adecuado.

- ¿Querías hablar conmigo, Colín?

-Si, señora Agreste.

La mujer entrega Tablet que hasta hace poco revisaba a Nathaniel, su fiel asistente.

La cita la había pedido desde hace tiempo, pero por horarios de la mujer no se había concretado. De hecho, aun se podía notar que ella no quería estar aquí.

No era raro, Colín había notado ese patrón en todos a su alrededor; todos parecían preferir estar en donde sea menos a su lado.

- ¿Qué quieres? - habla sin ganas. No es secreto para nadie que no tiene intención de siquiera invitarle a pasar a su oficina o parecido. ¿Le iba a recibir ahí?, ¿en el pasillo de la entrada?

Ridículo.

-Hablar sobre el desfile caritativo que se va a llevar a cabo a fin de mes, le recuerdo que los Bourgeois son inversionistas activos en su marca y como no he recibido informe alguno del proceso desde hace un tiempo llamó mi atención...

La mujer le mira incrédula, sorprendida incluso.

-Creí que no acudirían.

- ¿Por qué asumió cosas por si sola sin consultármelo?

-Me enteré de que Andrea murió, asumí que la asociación lo había hecho con ella.

Colín muerde el interior de su mejilla para evitar decir algo imprudente.

-Es correcto que Andrea murió, gracias por las condolencias. - ironiza. -Aun así, los Bourgeois aun existimos, por si no lo sabía. El divorcio de mis padres se llevo a cabo de manera rápida y eficiente antes de que mi madre muriera y, por tanto, todo el apellido Bourgeois recayó en mí. Así que la asociación solo cambio de integrantes.

- ¿Y puedes hacer todo tu solo?

-Lo estoy haciendo. – le corrige. -No se en que concepto me tenía usted, y todos en realidad, pero le garantizo que soy un hombre de negocios competente.

-Eso veo. – toma de vuelta la Tablet que le ofrece el asistente insistente. -Te mandaré un informe después.

-Puede mandárselo directamente a mi abogado.

- ¿Abogado?

-Él me ayuda en algunas cosas por el momento, creo que lo entiende ya que usted también requiere de los servicios del señor Nathaniel.

-Él es un asistente personal, no un abogado. ¿No crees que es grosero usar a un abogado para cuestiones así?

-No mientras se le pague o se queje. Mi abogado es feliz con el sueldo que recibe.

-No todo se trata de dinero en esta vida, joven.

-Lo tengo muy presente; ni todo el dinero del mundo pueden devolver a alguien de la muerte, ¿no es así?

Ve como la mujer hace una mueca.

-Es correcto.

-Oh, pero no nos desanimemos, tal vez la magia pueda.

Gabriela puede sentir esa mirada acusadora atravesarle, siente como incluso le hiela la sangre un segundo.

- ¿Qué insinúas?

- ¿No cree que la magia pueda otorgarnos un deseo como ese?, después de todo la magia existe; los prodigios, los héroes y toda esa cuestión mística.

-Eres un joven curioso, Bourgeois. -se acerca a él amenazadora. - ¿Crees que la magia puede devolver a los muertos?, ¿por qué?, ¿sabes algo más?

Colín suelta una risa mientras niega.

-No se nada, son meras especulaciones tontas. Cuentos de hadas, en realidad. ¿Qué imbécil podría creer que alguien puede revivir gracias a la magia?

Gabriela ríe sin gracia.

-Mandare el informe a tu abogado.

-Claro. - le entrega una tarjeta con los datos del hombre al asistente. -Aquí esta su contacto, señor Nathaniel.

El hombre lo toma, pese a que tiene una expresión serena y hasta estoica, se ve en sus ojos ese leve brillo de desconfianza. ¿Tal vez había hablado de más?

-Bien, supongo que te lo vere en el evento entonces señor Bourgeois.

-Somos socios, pero es extremadamente raro que me llame así; después de todo soy solo un niño aun, ¿no?

-Colín será entonces.

-Colín hasta que Dios me llame a su lado. – dice. -Hablando de Dios, tengo mucho que no voy a la iglesia. – menciona, dándose media vuelta para alejarse. -El señor Emil estaría molesto conmigo, ¿no cree?

Ahí está. Colín lo ve; esos ojos rábicos ante la frustración y nostalgia. Esos ojos que la máscara de perfección y serenidad no pueden cubrir, esos que son la única cosa real que hay en la mansión entera.

-Emil no lo estaría. – le finge un sonrisa.

-Me gustaría poder visitarlo algún día, si puede enviarme la ubicación de su tumba se lo agradecería.

Sale de la casa sin siquiera ver la reacción.

No lo necesita, sabe perfectamente la cara que debe haber puesto. Por supuesto que también sabe a la perfección que le ha ordenado a su esclavo (asistente, supuestamente), que lo mantuviera bajo vigilancia.

Colín siente que puede alegrarse por la notica incluso; por fin alguien estaría al pendiente de él.

Sale de la mansión y le ordena al chofer, mientras se quita el saco del traje y los zapatos elegantes y se los cambia por una sudadera y tenis más casuales, que se vaya sin él, que diera un paseo largo por la ciudad. El señor obedece al instante sin preguntar, no sin antes pasarle la mochila que le había pedido. Colín se dirige entonces a la acera de enfrente, saca la gorra y los lentes de lectura que usaba de vez en cuando solo para poder despistar un poco más.

Quiere un cigarro.

Ve salir casi al instante al hombre y a la señora Agreste, ella sube a un auto y él a otro; el de la mujer probablemente se dirige a una reunión o temas de trabajo, pero él, esta seguro de que se va a encargar de seguir al auto que supuestamente debería estar manejando en este momento.

Tan predecible, como siempre.

Los autos se dirigen en línea recta hasta la calle principal, en donde se separan a lados completamente distintos.

Según sabe, nadie debe estar en casa a estas horas.

Camina hacia el punto ciego de la casa y revisa de nuevo su celular; tiene un mal presentimiento.

No hay ninguna notificación importante.

Salta y cae directamente detrás de uno de los árboles. Todo está como hace años.

El árbol lo cubre de la cámara de dentro, por lo que técnicamente, él no esta dentro. Después le sigue un camino en cuclillas de arbustos florales; ese que lo llevan hasta otro pequeño pasillo ciego que le da acceso a una ventana que va directo a un cuarto abandonado.

Esa habitación siempre le pareció de lo más tétrico; la última vez que estuvo ahí tenia aproximadamente doce años; estaba solo y lleno de pinturas y muebles llenos de telarañas y polvo. Era enorme, y al menos para Colín, inservible. ¿De que serviría una habitación con esa distribución tan extraña?

La gran parte de abajo y unas escaleras que daban a un pequeño balcón interno sin sentido.

Al entrar nota que, esa puede ser probablemente lo único que ha cambiado. No más muebles y arañas, solo flores y luces envolventes y preciosas. Estaba impecable, reluciente incluso. Había un aroma intenso de incienso.

Como un santuario, tal vez.

Se queda embobado mirando los alrededores; no es como lo recuerda. Parece mas espacioso e iluminado; como un rincón mágico del mundo.

Hay un camino delante de él, bordeado de flores en floreros. Conforme avanza, las flores dejan de estar en esos jarrones y pasan a estar directamente plantadas en el suelo.

La habitación de pesadilla de sus recuerdos deja de parecer una, por un segundo. Parece un bello jardín interior, con un lindo camino que lo lleva directamente a...

Mierda.

Cubre su boca al verlo; Emil Agreste esta justo frente a él en una especie de capsula maniaca. Tiene un ramo de flores frescas en las manos. Tiene su traje blanco usual puesto, el cabello perfectamente peinado y, por supuesto, esa expresión serena de siempre.

Tiene al jodido cadáver de Emil Agreste enfrente.

Ríe por fin, sin poder contenerlo más. Su risa es fuerte y burlona, incrédula también si así lo desean; pero es sincera. La primera en mucho. No pude acallar sus carcajadas, y cuando siente que por fin se esta calmando, da un vistazo al hombre y su risa incrementa de nuevo.

Tan estúpido, inútil, ridículo; si empezara a hacer una lista de sinónimos no terminaría nunca.

Gabriela era definitivamente la mujer mas ilusa que ha conocido.

Da un recorrido por el lugar, revisa la tumba en la que descansa y nota que, a sus pies, en una caja, están unas dagas con forma de alas de mariposas.

Porque las mariposas matarían a la muerte, evidentemente.

¿Por qué Papillon era tan poético?, primero el nombre falso y ahora estos simbolismos que no dejaban de hacerle gracia.

¿Un deseo devuelve una vida humana?

Tonto, porque la esperanza de vida de una variaba entre una o dos semanas, dependiendo de la especie.

Las mariposas eran tal vez el símbolo mas tonto de la habitación.

¿Necesidad de hacerse el interesante?, no lo entiende. ¿Qué sentido tiene sonar genial si sus resultado eran tan ineficientes?

Dato curioso, las mariposas no pueden volar si su temperatura corporal esta sobre los 29.4 grados centígrados. ¿Gabriela se habrá dado cuenta de su fiebre?

Nota que se ha hecho tarde cuando escucha un sonido, como de elevador, sonar y retumbar con eco. Se esconde cerca de un gran arbusto en cuanto escucha los pasos de tacón sonar con prisa.

Papillon se acerca al hombre con expresión afligida. Ella habla unos segundos, mientras toma con fuerza el broche que tiene en el abrigo.

Colín lo ve entonces; el prodigio de la mariposa estuvo siempre ahí.

- ¿Va a akumatizar a alguien de nuevo? - habla.

Gabriela da un pequeño salto ante su voz; sus ojos lo ven entonces con molestia al reconocerlo.

- ¿Qué haces aquí, Bourgeois? - escupe a la defensiva.

-Oh, ¿Nathaniel no le informo que yo no iba en la limusina?, yo que usted le disminuiría la propina. - ríe.

-Déjate de juegos, ¡lárgate de aquí!

-Me parece grosero que, a pesar de que se lo pedí, no me dijera que el señor Emil estaba aquí. Tenía ganas de visitarlo.

-Estas acercándote a una línea que no quieres cruzar, niño.

-Se equivoca ahí, señora. – se acerca a ella, caminando despreocupado sin siquiera sacar sus manos del bolsillo de la sudadera. -Yo cruce esa línea hace mucho.

- ¿Me amenazas?

-Al contrario...- dice, jovial y hasta emocionado-Creo que podríamos hacer equipo.

-Estás loco.

-No mas que usted, es obvio. ¿No cree que sea hasta enfermo todo esto?, ¿quiere que le consiga cita con un psiquiatra?

Molesta, ella corre a querer golpearle. Colín se limita a esquivar con facilidad. Después de todo era injusto, él era atlético y sabia de defensa personal y ella... no era nada sin el prodigio aparentemente.

Que decepción, seguro que con los héroes ocurría lo mismo.

-No quieres hacer esto, Gabriela. – recomienda, sacando por fin una mano para tomar el brazo de la mujer con fuerza. -No me hagas enojar, ¿qué crees que pasaría si Adrianne o la policía se enteran de este lugar o de las miles de fotos que tomé?

-No metas a mi hija en esto.

- ¿Ahora si es su hija?, ¿hoy si recuerda que tiene una?, porque hasta donde sé, usted nunca se interesó por ella. – le suelta bruscamente, empujándole unos pasos hacia atrás. - ¿Sabe las veces que ella lloró porque siente que no hay nadie en el mundo entero que la quiera?

- ¡Yo la amo! - le grita. - ¡Hago todo por ella!

- ¿Quiere revivir a Emil por ella? - ríe de nuevo, más fuerte y burlesco. - ¡No sea hipócrita!, ¡usted no quiere devolverle a Adrianne nada!, quiere dejar de culparse, ¿no es así?

- ¿¡Cómo te atreves!?- de nuevo, intenta golpearlo sin éxito. Esta furiosa y sus ataques son sin sentido.

Colín se cansa, pues mas que una super villana parece ser solo una niña pequeña haciendo berrinche dando manotazos a todo lo que se le pone en frente.

- ¿Dije algo incorrecto?, porque, al contrario, creo que acerté... ¿Emil murió a causa suya? - de nuevo la toma de la muñeca con fuerza, jalándola levemente hacia él.

Es un poco mas baja que él. Colín la puede ver perfectamente desde arriba.

- ¡Cállate!

- ¡Usted mató al padre de Adrianne! - se burla, buscándole el rostro pues ella ha empezado evitarlo en pánico. - ¡Con justa razón ella la odia entonces!

- ¡Cállate!

-Con razón Adrianne pidió miles de veces que ojalá la muerta fuera usted y no él.

-Ella no pidió eso... - parece consternada ante las palabras, herida. - ¡Ella no sería capaz de pedir eso!

- ¿Y usted como sabría eso?, usted no la conoce en absoluto.

-La conozco, ella no...

- ¿Sabe de las veces en que intento morir?, ¿de todos esos deseos de querer saltar al vacío que le invadían a media noche?

Gabriela deja de forcejear entonces.

- ¿Adrianne... muerta? - sus ojos por fin conectan con los del hombre, inundados en lágrimas.

-Hagamos equipo, Gabriela, yo también quiero un deseo...

La mujer reacciona, empieza a tratar de empujarlo lejos, de nuevo da manotazos presa del pánico y ansiedad de imaginar a su única familia muerta. Grita, golpea y hace el ridículo como lo llevaba haciendo desde que llegó.

Colín siente que la última pizca de paciencia se le agota.

Clava la daga que había tomado de la tumba y que había tenido escondida todo este tiempo en la bolsa de la sudadera en el estómago de la mujer.

Ella grita, desgarrador y dolido.

Le lastima el oído.

Gira la daga y la remueve en su interior, esperando que ese agónico grito se transforme en una respuesta.

Pero por más que espera, no la hay.

-Una lástima entonces.

Saca el objeto ensangrentado, y en cuanto este le abandona, la mujer cae al suelo aun soltando gemidos. El color rojo pronto mancha su ropa y la tos que empieza a tener sale con el líquido sin cuidado.

Grotesco y desagradable. Colín no encuentra otra forma de describirlo.

Guarda la daga con cuidado en la mochila que tiene en su espalda y con la mano envuelta en su propia manga toma el prodigio.

Una decepción que no se le haya ocurrido a la villana transformarse; ¿de verdad esta mujer era la mayor amenaza de parís?

Que tonto.

No habían durado ni quince minutos charlando, y ya la había derrotado... ¿matado?

No, aun no lo estaba muerta. La Escucha sollozar, viva.

Todavía.

Se lo coloca y se transforma, ignorando la expresión horrorizada del pequeño kwami frente a él.

Es igual que cuando usó el prodigio de la abeja; ese subidón de energía y fuerza, esa emoción de ser invencible. No era un traje ajustado y amarillo de héroe, sino un lindo y casual traje negro con una camisa floja roja; el prodigio está bien colocado en el saco. No puede verse, pero sabe que su cabello debe estar despeinado y que un antifaz negro, probablemente, debe cubrir su rostro. Usa unos guantes delgados y cortos negros y tiene en mano un bastón tosco, con una mariposa Saturnia Josephine en el mango.

Toma entonces a una de las mariposas que está cerca y se encarga de darle la habilidad de desaparecer, esa emoción que brotaba de la moribunda mujer frente a él. No se la da, obviamente, la coloca en el bastón que el traje de héroe tiene incluido.

Papillon había cambiado de identidad.

-Nathaniel sabe de esto, ¿no?, ¿no crees que es grosero usar a un asistente para cuestiones así? – dice, agachándose a la altura de la mujer. -Me pregunto si vas a sobrevivir, seria inconveniente para mí, ¿no crees? - se levanta y encaja la punta del bastón en la herida.

De nuevo grita, con la poca fuerza que le queda.

La mujer toma como puede el bastón, tratando fallidamente de quitárselo de encima.

Colín ríe al verla, y en respuesta, lo encaja aún más profundo. No hay grito, solo lágrimas rodando con más fuerza.

Paz y silencio por fin.

-No me hagas hacerle algo a Adrianne también, ¿si, Gabi? - pide.

La ve desmayarse... espera que, mejor para todos, morirse. Ya Nathaniel se encargaría del resto cuando la encontrara, técnicamente su trabajo estaba acabado, ¿no es así?

Ve que, su bastón chorrea gotas rojas carmesí, y se ve perdido unos segundos en ellas. Cae una, y luego otra hasta formar un pequeño charco a sus pies.

Él no era una abeja, después de todo; ellas eran sociales, trabajadoras y, sobre todo, una presa.

Colín se había cansado de ser una.

Ese insecto no era más que algo que intentó imitar fatídicamente durante años; el ser productivo y amable para con otros, intentar ser necesario.

Dibuja con la sangre junto al cuerpo inerte de la mujer una pequeña araña.

Si, en definitiva, una araña era más conveniente para alguien como él.


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