Mayo 15
[...]
85 días antes de la picadura.
Solo necesita una cosa.
Confirmar lo que ya sabe.
Se apresura a uno de los barrios bajos de la ciudad, en busca de alguna víctima nueva... no, decir víctima lo hacía sonar como el malo de la historia.
Él no era malo, ¿no es así?
Va a lo mas bajo de la ciudad, las casas son descuidadas, hay basura en las calles y, sobre todo, personas de dudosa higiene y educación.
No lo pueden juzgar, no está acostumbrado a tales sitios. Aún así, trata de hacer hasta lo imposible por no cubrir su nariz y actuar normal.
Hay mujeres en grupitos cubriendo su boca, pero mirándole directamente; como juzgándole.
Le parece absurdo, ¿juzgándole a él?, ¿ellos?
Ridículo. La gente es totalmente ridícula.
Solo está ahí en busca de alguien con el temperamento del demonio para hacerlo enojar y provocar que le akumaticen. Había esperado unos días pacientemente, pero, como siempre, nada salía como quería y casualmente no había ocurrido ningún ataque.
Bien decían los proletariados; si quieres que las cosas salgan bien, hazlas tú mismo. Él hasta hace poco pensaba que lo decían porque el sueldo mínimo no les alcanzaba para contratar a profesionales. Vaya, que equivocado.
Hay tanto de donde elegir, pero, por primera vez en su vida, no quiere hacer sentir mal a nadie. ¿Qué sentido tenía después de todo?
Lo hacía antes porque solo así se aseguraba de que no sería el único sintiéndose miserable. Y ahora, después de todo lo que había pasado, sabía que no importaba cuánto sufriera alguien más, eso no le quitaría el sentimiento de querer morir del pecho.
Siendo sincero, no quiere, pero sabe que, de renunciar aquí, todo lo que había logrado descubrir iría a la basura.
—Hey. —llama a un joven que estaba cerca con su grupo de amigos.
Se ven personas perdidas, el ceño fruncido, a la defensiva y con el cigarro en labios, aunque no este encendido.
—¿Qué? —le responde sonriendo, mientras se acerca con sus acompañantes para rodearle. —Oh, ese es un reloj muy bonito...
Que nervios, era la primera vez que intentaban asaltar a Colín.
—Puedo dártelo si lo quieres. Mm ofrece, comenzando a quitárselo.
—Ja. — se burla irónico. —¿Un samaritano?
—¿Desde cuándo París es tan religioso? — se sorprende genuinamente.
—¿Qué es lo que buscas aquí, mocoso?
—Hacer negocios. —dice con obviedad. —Noté que todos aquí parecen temerles, ¿acaso hacen cosas malas?
—No preguntes cosas que no quieres saber.
—Estoy genuinamente interesado en saberlas, de hecho. —le lanza el reloj. El otro lo atrapa sin problema.
—Los burgueses nunca están por estos lados, no pareces tener cámaras o algo para poder publicar que ayudas, ¿qué quieres?
—Ya te lo dije.
— ¿Qué clase de negocios?, éste barrio es pobre y será lo que quieras, pero delincuentes no.
—Muchísimo mejor, no me gustan los villanos de las historias.
— ¿Eres un héroe? —se burla, pero en sus ojos se ven una chispa de rabia.
—Oh, por supuesto que no, querido. — le regresa la mirada. —Odio a los héroes más que nadie.
— ¿Un antihéroe? — se burla.
—Es una linda manera de decirlo. —le sonríe. —Tengo dinero de sobra, estoy solo y puedo ayudarles.
—¿A cambio de qué?, no has respondido a mis preguntas.
—Una sola vez, haz algo malo por mí. Después, solo encárgate de obedecerme.
—No.
Colín ríe, por supuesto que no le creía. Saca su celular, en la aplicación del banco abierta. Le muestra la pantalla al chico.
Éste deja caer el reloj al suelo y se acerca lo más que puede al celular para poder ver con claridad. ¿Cuántos números eran esos?, nunca había visto una cifra así, estaba seguro de que ninguno de los chicos que le rodean puede siquiera leerla correctamente.
—¿Quién mierda eres? —le dice, temiendo por el cómo consigue esos fondos.
—Tú lo dijiste, un vil antihéroe solamente.
—¿Y planeas darnos todo ese dinero?
—No, claro que no. —guarda su celular de nuevo. —Planeaba presumir de una cuenta más grande, pero esa es la que estaba vinculada en el celular...
Mierda.
—¿Y qué le hace creer que no lo robaremos y que dejaremos su cuerpo tirado por ahí?
—¿Estas amenazando con matarme?
— ¿Le asusta si es así?
—Más que asustar, creo que en este punto es solo una promesa que ilusiona. — se inclina a él, invadiendo su espacio personal. —¿Vas a matarme?
—Está loco. —se aleja de él, asustado.
—Tal vez. — levanta ambos hombros, restando importancia. — ¿Harás un trato conmigo?
—¿Y que si digo que no?
—Iré a otro barrio que sea mas inteligente que este. — se da la vuelta, dispuesto a irse.
Le detiene.
—Mi familia necesita eso.
— ¿Familia?
—Este barrio, este lugar, aunque no lo parezca es un hogar para todos nosotros. Somos familia.
Siente una punzada en el pecho. Colín no entiende cómo esas casas de basura y barrio de mala muerte podía hacerse llamar hogar y cómo es que ese montón de desconocidos se hacían llamar familia.
No entiende.
—Puedo darles una vida decente; darles trabajo a los jóvenes, educación a los pequeños y una muerte tranquila a tus ancianos. Mis condiciones están ahí, solo hace falta que preguntes una cosa y ya...
— ¿Qué cosa mala tengo que hacer?
Tal vez el chico ha pensado que pediría por un robo, por una golpiza e incluso un homicidio.
—Haz que alguien sea akumatizado lo más pronto que puedas. — pide.
Sus ojos le ven con confusión.
Le cree loco, lo sabe, ya se lo ha dicho después de todo.
—Si, señor.
Colín regresa a su coche, esperando que aquel hombre sea capaz de cumplir lo pedido porque, si no, ha perdido un reloj en vano. Y justo uno de los mejores que tenía.
Conduce hasta estar cerca de casa de Adrianne, y en cuanto aparca en auto cerca de un parque es cuando la primera explosión suena.
La alarma akuma no tarda en sonar.
Sonríe ante la eficacia.
Se queda en la parte trasera de la mansión, justo en ese punto ciego que sabía tenía porque es por donde él entró miles de veces de más joven solo para llevarle a Adrianne un pastel de cumpleaños.
Tan imbécil.
Es una barda un tanto más baja que las demás, le era fácil brincarla, aunque tenía un largo tiempo sin hacerlo. Daba directo al jardín trasero.
Espera tranquilo. Uno de los jóvenes que estaban junto a Henri, el jefe del sector y con quien había hecho una asociación aparentemente exitosa, le había regalado un cigarro mentado y un encendedor a punto de vaciarse.
Lo prende y da una calada profunda.
Siente que el humo entra a sus pulmones, raspándole incluso un poco.
Es asqueroso, pero a su vez, siente que es lo mas refrescante que ha probado en su vida.
No sabe si le ha gustado o si lo odia.
Revisa las noticas en internet, ve la transmisión en vivo de ese akuma, débil por lo que puede notar. Tal vez le habían molestado, golpeado o menos. Solo parece un mocoso desquitando su frustración en la ciudad.
Fuma una vez más, al notar la ironía.
El akuma es derrotado pronto, en cuanto el cigarro se termina. Pronto las mariquitas inundan los cielos y ve en el celular como Lordbug libera a la mariposa.
Guarda todo y prestar atención a sus alrededores.
Si no se equivoca, que espera en verdad hacerlo, la mariposa pronto debe aparecer por detrás de los edificios de la derecha.
No quiere que Adrianne este involucrada.
La odia, puede decir que al menos, resentimiento si le guarda en su corazón. Si es que aún quedaba un poco de él.
No sabría que hacer si de pronto tiene que enfrentarla.
Mierda.
La mariposa sale de entre unas casas y vuela justo hacia él.
La ve de frente, con el corazón ahogado en ansia.
Su mano se mueve casi por si sola. Atrapa al insecto y la toma de las alas blancas cuál lienzo nuevo.
La mariposa iba a entrar en la mansión.
No sabe identificar el sentimiento que se instala en su pecho. No lo reconoce, pero es horrendo.
No le gusta, no le gusta, no le gusta, no le gusta...
—Oh... la rompí...— dice para sí, al ver a la mariposa en una de sus manos y en la otra, una de sus alas.
La arrancó, pero lo único que le produce una mala sensación en el estomago es el tabaco que se impregno a sus dedos.
[...]
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