Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Marzo 20

[...]

141 días antes de la picadura.

Era valiente.

Su madre le decía siempre que era curioso y hasta extraño porque desde pequeño nunca mostró mucho temor por las cosas; por ejemplo, la oscuridad no era problema para él, cuando la luz se iba de hecho era él quien, aún con cinco años, buscaba en la habitación alguna linterna mientras su madre se quedaba en cama asustada.

Los insectos no le producían fobia. Siempre que mamá veía una cucaracha, gusano, ciempiés o araña era él quien los tomaba entre sus manos y los sacaba con cuidado hacia afuera. De hecho, a Colín le gustaban particularmente las arañas, de hecho, cuando se enteró de que las tarántulas podían tenerse de mascota rogó a su madre por una, pero nunca se la compró.

Se podría decir que esa fue la única cosa que Andrea le negó a su hijo en toda su vida.

Fantasmas, tormentas, o cosas que normalmente aterran a otros a Colín no le generaban nada. Curiosidad tal vez, pero no más.

Era valiente, según ella. Aunque Colín en realidad si temía de algo, nunca le dijo a mamá porque no quería parecer débil frente a ella.

Colín estaba aterrado de los ruidos fuertes.

No los toleraba.

Cada vez que escuchaba a alguien gritar, recordaba los gritos de su padre y madre cada vez que él llegaba a casa después de un viaje.

Cada vez que escuchaba cosas golpeándose o cosas romperse recordaba los millones de retratos que su madre lanzaba contra la pared gritando y llorando como loca.

También le aterraba que lo tomaran del brazo, para ser precisos. Recuerda todas las veces en que su padre lo tomaba de ahí y lo jaloneaba mientras le gritaba millones de cosas que no es capaz de recordar, por supuesto, su madre también lo tomaba de ahí y lo jaloneaba hacia ella. Y entonces ambos lo jalan, hay gritos, cosas cayéndose y de pronto, el corazón de Colín no puede resistir el miedo.

Tan ridículo.

Así que, si alguien prestara la mínima atención a él, a sus ojos cubiertos por esa delgada capa de agua a punto de desbordar, en sus pupilas dilatadas y mirada atenta, tal vez serían capaces de notar que algo no estaba bien con él en estos momentos. ¿Cómo lo estaría?, si Andrew no paraba de gritar por más que mamá se lo pidiera. Los pocos retratos que tenían en casa, en el muble de la chimenea, estaban ahora en el suelo rotos, perdidos, destrozados y sin posibilidad alguna de recuperarse... los vidrios, claro, no hablaba de su familia.

Esa ya se había perdido hace mucho.

No soporta la idea de ver a su madre llorar, le carcome el corazón escucharla. Quiere cubrir sus oídos, quedarse sordo a la discusión a la que, a pesar de presenciar continuamente todos estos años, no lograba acostumbrarse. ¿Era acaso posible hacer eso?, ¿había alguien en el mundo capaz de pasar por alto los desgarradores ruegos y súplicas de la persona que más amas porque alguien que no lo merece no la escoge?

Probablemente si, pero como no era él de poco le servía.

—¿Por qué no, Andrew? — volvía a preguntar, de rodillas sin fuerza alguna. —Si me esfuerzo un poco más, ¿podemos ser felices de nuevo?

—No puede haber un de nuevo Andrea. — le responde exasperado. —No hay posibilidad de un "de nuevo" en algo que para empezar nunca hubo. Nunca fuimos felices.

—No, no es así, lo fuimos, éramos muy felices ¿no recuerdas?

—No.

Colín siente el pecho arder. ¿Por qué ese hombre tenía que ser tan cruel?, era una simple silaba, ¿por qué lograba doler tanto como un puñal?

—No, no, no... —se niega a aceptar. —Vamos, dile, Colín, dile lo felices que éramos los tres, dile para que me crea.

El rubio muerde sus labios para evitar romperse en llanto.

En momentos como esos, odiaba a su madre, aunque nunca más que a su padre obviamente, la detesta por dejarse caer tan bajo por un hombre. ¿Acaso ella no era consciente de la gran mujer que era?, ¿no lograba ver que era preciosa en todo sentido? Inteligente, amable, ingenua hasta dar ternura, comprensiva y amorosa; ¿cómo le puede hacer entender que si papá se iba el único que iba a salir perdiendo era él?

Quería decirle tantas cosas, millones, pero ¿servirían de algo?, ¿acaso el amor infinito que él sentía hacía ella no era suficiente?

¿Por qué, de nuevo, no podía ser lo suficientemente bueno en algo?

—Ay, por favor, Andrea. ¿Crees que lo que me diga tu hijo va a cambiar algo?

—También es tu hijo.

—No lo es, no es digno de serlo. Mm sentencia, sin duda alguna. — ¿Acaso es talentoso para confeccionar como yo o como Mario Dupain-Cheng?, ¿acaso es un músico excepcional como Adrianne Agreste?, ¿acaso es un deportista de talla nacional como Akane Tsurugi? —Colín se siente encoger con cada comparación, porque sabe a la perfección que no lo es. —¿Acaso es un héroe tan maravilloso como mi hijo Zoel?, ¡ja!, lo dudo mucho...— escupe con hastío.

Siente ganas de vomitar.

Baja la mirada al suelo, muerde su labio inferior y aprieta el puño frustrado.

No lo era, no lo era, no lo era...

—Puede serlo, ¿verdad, Colín? —la mujer se arrastra desde donde estaba juntando una foto de ella y su hijo hasta los pies del rubio. Lo toma de los tobillos, lo abraza con desespero. —Dile Colín, dile que te vas a esforzar por ser un buen hijo, un buen hombre, dile que vas a cambiar para que se quede, ¿sí?

Ya lo había hecho, ¿acaso lo olvidaba?

Colín había muerto tantas veces para poder ser lo que su padre deseaba que ya ni siquiera sentía ese nombre como suyo. ¿Acaso él era alguien a estas alturas?, ¿le gustaba lo que decía o eso era solo lo que debía aparentar?, no lo sabe.

No sabe absolutamente nada.

¿Quién era?, no lo sabe.

Lo único que logra pensar con claridad es el que detesta la sensación de su madre a sus pies, rogando por algo que llevaba haciendo toda su vida.

¿No había sido suficiente todavía?

—Andrea, basta de hacer ridiculeces. Tu hijo no va a hacerme cambiar de opinión así sea la única persona viva en este continente. —decreta. —Te pedí todo este tiempo por las buenas que firmaras, pero si así lo quieres, mandaré a mis abogados. Yo ya no quiero verlos.

—No, no, no...—repite. —Yo sé que me amas, Andrew, sé que lo haces, solo estás confundido porque esa mujer te cegó y mintió, pero en realidad sé que quieres estar conmigo, sientes aún muchas cosas por mi... —devuelve su vista a Colín. — ¿Puedes decírselo?, ¿puedes recordárselo?, ¿por favor?

No puede. No sabe cómo hacerlo. No sabe cómo decirle a su madre que no es así, que esa extraña fantasía solo estaba en su mente porque para él, siempre que el hombre estaba en casa era estar aterrado porque las discusiones nunca acababan, porque siempre que él estaba dejaba a su madre llorando justo como ahora, porque siempre que él llegaba a casa significaba que no habría noche en la que no llorara de miedo, de impotencia, no habría un maldito momento en el que no se sintiera menos, no habría momento alguno en su miserable día en el que no deseara no estar ahí, no ser él.

Niega con la cabeza, por primera vez en la vida.

—Mamá, no...— logra decir, aunque no sabe cómo, porque su garganta se siente tan cerrada a causa del nudo en ella. — Ya no, basta... — pide.

Más por ella que por él.

Andrew aprovecha el shock de la mujer para acercarle una última vez los documentos.

—Firma y deja que pueda irme por fin con mi familia, la de verdad.

Andrea los toma, aún pareciendo estar fuera de sí.

Toma la hoja y la pluma y firma.

Colín cree profundamente que, en lugar de un divorcio, ese día su madre había firmado más bien su sentencia de muerte.

Los días siguientes Colín cuestionó fuertemente si había hecho lo correcto al haber hablado, porque su madre no salió de su habitación desde entonces.

No comía, la escuchaba llorar y, por sobre todo, las veces que lograba coincidir con ella terminaban en reclamos.

— ¡Es culpa tuya! — gritaba, golpeándolo con fuerza en el pecho. —¡Por tu culpa se fue y me dejo!, ¿por qué no puedes ser un buen hijo, eh? — reclama. — ¡Un buen estudiante al menos!, ¡¿por qué no fuiste un héroe como Zoel!?, ¡¿por qué!?

Ella desagarra su voz al gritar, y a él se le desgarra el corazón.

Si es que aún queda algo de él.

—Mamá, yo...

—¡No me llames así!, ¡si yo fuera tu madre no hubieras hecho que el amor de mi vida se fuera!, ¡si fueras un buen hijo él no hubiera preferido a Zoel!, ¡si tan solo no hubieras nacido yo podría ser feliz!

No la culpa.

Por supuesto que no. Él mejor que nadie sabe que no miente.

Aún así, ¿ella piensa en realidad que él esta vivo por gusto?, porque comienza a creerlo.

—Perdón. — le susurra, justo después de que cae, de nuevo, desmayada en sus brazos.

Por falta de sueño, de nutrientes o simplemente para huir de la terrible realidad en la que él, por imbécil, la había metido.

Colín no sabe cómo redimirse.

[...]

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro