
Julio 23
[...]
16 días antes de la picadura.
Su madre llevaba poco más de un mes en estado de coma. Había perdido bastante sangre y había caído en un shock hipovolémico del que milagrosamente había salido. Nathaniel la había encontrado, no muy tarde como para hacerlo muerta, pero no demasiado pronto como para salvarla del todo.
La había encontrado, y eso fue suficiente por el momento.
Adrianne siente su corazón romperse cada vez que entra a la habitación de hospital y ve a su madre con ese tubo en la boca, ese que le permite seguir respirando porque ya no podía hacerlo por si misma.
Los doctores habían dicho que el corte era raro, demasiado profundo como para haber sido accidente como habían dicho; en palabras más sencillas, no había sido un fierro encajado, sino más bien una apuñalada. Y no limpia, pues tenía rasgado y destrozado internamente, como si hubieran movido el arma una vez dentro.
¿Quién se atrevería a tanto?, ¿por qué dañar alguien intencionalmente hasta ese punto?
La herida estaba infectada, por si fuera poco.
Verlo era deprimente; ese ventilador artificial, las muchas bombas de infusión con el suero de rol, el esquema de antibióticos, con su alimentación parenteral y mil y un cosas que debía tener para vivir.
¿No es más correcto usar el termino sobrevivir?
Había intentado ser fuerte, pero ¿cómo seguir soportándolo?, estaba aterrada ante la posibilidad de perder a su madre. Ya había perdido a su padre hace años, ¿también su mamá moriría?
Estaba sola.
Nathaniel estaba demasiado ocupado encargándose de la agenda, de mantener en secreto que su madre estaba en el hospital, sobre todo. Nadie podía enterarse, claro. Un viaje de negocios, ¡vaya mentira!, ¿no dirían que está en el hospital para qué?, ¿evitar que su reputación cayera?, ¿para no causar lastimas?
Estaba agotada.
Ni siquiera le habían querido explicar porqué o dónde siquiera había ocurrido el accidente. Nathaniel insistía que había sido en esa bodega que habían comprado para abrir una nueva boutique y que la mala estructura había caído y por consiguiente, lastimando a su mamá.
No lo creía.
¿O tal vez los comentarios de los médicos y enfermeras le habían puesto paranóica?, los había escuchado murmurar sobre la herida. Ellos cuchicheaban diciendo que parecía ser una apuñalada.
Y en lo personal, creía que lo era.
La araña lo había dicho, ¿no es así? Él dijo que había mordido a mamá.
¿Esto era su mordida?, ¿una apuñalada a sangre fría con intenciones de matarla era lo que ese hombre catalogaba como mordida?, ¿por qué había decidido atacar a su madre?, ¿con qué fin?
Más importante, ¿por qué Nathaniel había inventado esa historia?, ¿qué fue lo que realmente había pasado?
¿Cuál era esa verdad que nadie le contaba?, ¿cuál era la relación de su mamá con ese villano tan despreciable?
Eran muchas cosas con las que lidiar... Su madre, el problema que tenían con Papillon, con las arañas, con Lordbug, con parís entero...
Sentía que estaba a punto de volverse loca.
Sentía que estaba sola...
El sonido del monitor retumba de pronto en la habitación. Un sonido estático y largo, ese que indicaba una sola cosa.
Su madre moría de nuevo frente a ella.
Se levanta y sale al pasillo, gritando por el médico para que acudiera a salvarla. A obligarla a que no se fuera.
El equipo médico entero se apresura a la habitación, una enfermera empuja un gran carro de color rojo para poder hacer el protocolo de reanimación.
Otra se encarga de detenerla cuando quiere entrar detrás de ellos.
—No puede entrar.
—Pero mi mamá...
—No puede señorita, entienda.
—¡No!— eleva sin querer la voz, en pánico. —¡Ella esta...!
Siente que unas manos, contrarias a las pequeñas de la enfermera le toman del brazo y cintura. Son grandes y frías.
—Yo me encargo. — dice él, dándole una sonrisa a la enfermera que solo atina a asentir y entrar con apuro a la habitación para ayudar.
Adrianne queda congelada al verlo, al sentir sus manos abrazarle y sostenerle con cuidado desde atrás.
Entonces, se siente aún más frágil, débil. Se siente tan pequeña entre sus brazos. Se gira con desespero, para poder abrazarle correctamente.
—Mi mamá...—intenta explicar entre sollozos que no es capaz de reprimir.
—Lo sé...— intenta tranquilizarle, acariciando su espalda con cuidado. Reconfortando y abrazando con fuerza para no dejarla romperse.
Él la cubre con ambos brazos, escondiéndola en su pecho para que no fuera capaz de ver ni oír lo que ocurría dentro, a unos pasos de ellos.
La reanimación que recibía, esa que le hundía el pecho a la mujer inhumanamente para obligar a su corazón a trabajar por sí mismo, a los médicos cambiando de turno y dar indicaciones sin mirar a sus compañeros, sin despegar la vista de la agonizante mujer y el monitor frente a ellos.
Recuerdos le golpean a él, dolorosos y fuertes como las visiones que tenía en pesadillas, pero, para su sorpresa incluso, ya no le lastima como solían hacer.
Mira indiferente la escena mientras escucha a la rubia llorar.
Unos segundos después, que podía jurar fueron eternos para ambos, un doctor joven y regordete sale de la habitación. Adrianne se aleja del abrazo rápidamente para ir a atenderle, él se queda atrás escuchando sin querer invadir mucho, no más de lo que ya había hecho.
—Logramos estabilizarla. —informa. —Subimos la presión del ventilador y ...— explica por unos minutos.
Adrianne está atenta, tratando de recordar todo lo mejor que puede, preguntando cuando no entiende un término y por supuesto, agradece al médico cuando éste acaba el reporte.
Regresa a su lado, aún con los ojos hinchados y respiración entrecortada por el llanto.
—¿Qué haces aquí? —pregunta ella por fin, un poco más relajada pero incrédula.
—Hola, también te extrañe. —ironiza entonces él, rodando los ojos.
— No me malinterpretes, ¿sí? — pide, al darse cuenta de que ha sonado bastante grosera. —¿Por qué estás aquí, Colín? — su voz se suaviza un poco.
Él le hace unas señas para invitarla a sentarse en unas bancas que están cerca. Ella lo hace y lo mira con atención hasta que lo tiene sentado a su lado.
—Me pareció raro que dejaras de asistir a la escuela. — explica. —Los profesores dijeron que eran por viajes de negocios de tu madre, pero, aún así, me pareció raro que ninguno de tus amigos supiera a dónde fuiste o cuándo volverías. Me preocupé bastante por ti.
—Lo siento. Nathaniel me dijo que lo mantuviera en secreto.
—Oh... — exclama, como si esa excusa fuera suficiente. —Creo que puedo entender por qué.
—¿En serio?, porque yo no lo hago ni un poco.— tarta de reír, para no frustrase de nuevo con sus pensamientos.
—Tal vez para no llamar la atención de los medios, allá afuera hay personas a las que no les importa nada más que si mismos. Tal vez él no quería que pasaras por eso.
—Pero tú te enteraste. — se burla, girando a verlo.
—Obviamente. — responde con orgullo. —Soy un Bourgeois, nada se me escapa.
— ¿Qué haces aquí, Colín?
—¿Por qué sigues preguntando eso? — le responde riendo, con ternura. —Vine porque sé que estarías sola. No podía dejarte pasar por este infierno a ti sola, no podía permitirlo.
Ella le mira expectante, confundida. Él le regresa la mirada, sin vergüenza, la ve a los ojos por primera vez después de todos estos años.
— ¿Hablas en serio?
—Claro, ¿no somos amigos?
Adrianne puede notar un tono represivo, es leve, pero alcanza a percibirlo. Sus ojos se abren un poco por la sorpresa.
— ¿Amigos?
—De infancia, ¿no? — él le tiende la mano, espera unos segundos hasta que ella la toma. — ¿No es lo que hacen los amigos?, estar para el otro cuando las cosas van mal, se apoyan y cuidan porque no toleran ver al otro estando triste...
—Colín, pero... yo no...
—Lo sé. —le corta, aprieta un poco su agarre. —Tu no estuviste conmigo. —acusa. —Me dejaste solo, ¿no?
—Colín...
—No hace falta una disculpa vacía. — le interrumpe de nuevo. —A diferencia tuya, yo si soy un buen amigo, ¿no lo crees?
Ella baja la mirada, incapaz de sostener el contacto visual mas tiempo.
Era cierto.
En todo este tiempo, ¿Nina le había llamado?, ¿Mario le había mandado mensajes de texto?, todos esos amigos que supuestamente tenía, ¿dónde estaban ahora?
Si bien es cierto que no le dijo a nadie, ¿cómo es que Colín había descubierto todo?, ¿había preguntado?, lo imaginaba capaz incluso de sobornar a quién fuera con tal de obtener información. Con tal de saber si estaba bien.
¿Colín siempre fue tan dedicado hacía con ella?
De todos, ¿él era el único al que le importaba?
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Vengo aquí seguido, por mi madre. — explica. — También le propuse a los directivos varios proyectos sociales y viene a darle seguimiento, te vi una vez de casualidad y pregunté por ti con la enfermera que está en la recepción.
—¿Y ella te dijo?
—Solo bastó guiñarle y darle un café coquetamente.
—Todo un galán. — se burla riendo.
—No es mi culpa ser guapo. —levanta ambos hombros restando importancia, presumiendo incluso,
Ella ríe. Por primera vez en mucho tiempo.
—Espera... — dice después de un segundo. — ¿Proyectos sociales?
—Oh, si... — lo ve removerse nervioso. —Propuse un par de ideas para poder llevar atención medica a un barrio marginado de la ciudad.
— ¿En serio?
—Si, después de lo que pasó... —empieza a decir. Adrianne siente una opresión en el pecho al recordarlo. —Después de que me di cuenta de que en realidad yo no tengo a nadie, de lo difícil que fue todo ese proceso sin que nadie volteara a verme... o a recordar mi existencia.
La rubia de nuevo baja la vista al suelo, incapaz de verlo. Podía ser solo idea suya, pero sentía que los ojos de Colín la juzgaban y reprimían por lo sucedido. Esos ojos azul el gritaban una y otra vez la verdad de manera indirecta; con comentarios que si bien, podían sonar agresivos, no llevaban mentiras.
A ella no le importó, ¿o si?
Asumió que él estaría bien, que estaría mejor solo y que probablemente no quería ver a nadie.
Que equivocada estaba.
— ... noté que si bien, estuve solo...—Colín sigue hablando. — ...El dinero nunca fue problema y pude hacer todo rápidamente, pero ¿y aquellos que además de estar solos no tienen con qué pagar absolutamente nada?, ¿no era eso algo terriblemente injusto? No me gustó imaginarlo, y dinero es algo que tengo de más, así que quiero ayudar. No quiero dejar a nadie solo en situaciones así, no soy un monstruo.
"Un monstruo." Repite ella en su mente.
¿Eso es lo que ella era?, ¿Colín creía que ella lo era? Tendría sentido, ¿no?
— ¿Soy un monstruo, Colín? —se atreve a preguntar.
—Lo eres. —le dice sin más.
Ella siente un escalofrío recorrerle el cuerpo entero.
¿Colín creía eso?, ¿por qué le dolía tanto el comentario?, él nunca había hablado así de ella. No quería que él pensara así de ella, no ahora.
—Lo soy... —repite ella.
—Pero, si no soy yo, ¿quién más estaría aquí para consolarte?
Ella se queda en silencio, sintiendo las palabras como dagas en su corazón.
—¿Quién, Adrianne? — repite la pregunta, con un tono de voz grave.
—Nadie.
—Nadie estaría contigo, porque no le importas a nadie. — le recuerda. —Soy tu único amigo, ¿no es así?
—Si, lo eres...
—Desde niños, ¿recuerdas? — se levanta de la silla y se arrodilla frente a ella, sin soltarle la mano. —Cuando tu papá estaba todo el día afuera en rodajes y tu madre se iba a trabajar, todos esos días ¿quién estuvo ahí para que no estuvieras sola?
—Tu. —dice, sintiendo sus ojos ahogarse en lágrimas, su voz suena débil y sabe que solo falta un poco para romperse.
—Yo. Solo yo, Adrianne. Yo nunca te dejé sola. A diferencia tuya, soy un buen amigo, ¿no es así?
Ella asiente repetidamente, soltando pequeñas lágrimas.
—Eres mi único amigo, Colín...
— ¿Y tú que eres?
—Un monstruo...— responde. —Te abandoné, soy una horrible persona.
MmNo tengo motivos para estar aquí, ¿estás de acuerdo?
De nuevo asiente llorando, pero su agarre se incrementa. Ella aprieta las grandes y frías manos de Colín.
Como de cadáver.
—No me dejes. — le pide. —No te vayas. Haré lo que sea para mejorar ¿sí?
—Eso espero, mi niña. — le suelta las manos, solo para ver en la expresión de Adrianne esa desesperación. Se levanta, ante la mirada expectante de la chica y cuando esta de pie, abre los brazos, dándole permiso de hundirse en ellos de nuevo.
Ella se levanta con rapidez a abrazarlo de nuevo.
Los brazos de Colín son grandes, fuertes y la sostienen de la cintura, Adrianne los siente protectores de algún modo. Amables, porque sabía que solo ellos abrazarían con tanto cuidado a alguien como ella.
—Perdóname por todo, ¿sí? — le pide.
—El perdón no tiene sentido. —responde. —Solo no vuelvas a decepcionarme y todo estará bien ¿sí?
—Te lo juro.
—Te quiero, Adrianne, y solo busco lo mejor para ti. — la toma una ultima vez de la mano, comienza a jugar con sus dedo y con el anillo plata que usa.
—Lo sé, Colín, ahora lo entiendo.
Ella no logra notar nada raro. Siente, al contrario, que por fin ha vuelto a casa.
[...]
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