
6
—El karma es verdaderamente algo maravilloso. —Sonrió Eros abriendo la puerta con su ropa cómoda y seca un poco desarreglada.
—Cierra la boca —gruñí entre dientes mientras pasaba por su lado y era golpeado por el fuerte cambio de aire causado por la calefacción del departamento—. Solo quiero dormir y olvidar que este día ocurrió.
—¿Podrías entonces mantener tus malas vibras en la habitación? —preguntó en un susurro, colocando el pestillo—. Marcus y Lía están en la cocina preparando unas pizzas, creo que hoy es el día.
Mi hermano tenía maneras muy particulares de cumplir con su trabajo, ellos eran su pareja del trimestre. No estaba realmente atado a ellos, todo el mundo sabía que no podían mantenerlo en una relación exclusiva o terminaría ahogándose, pero disfrutaba experimentar con más de un proyecto a la vez. Por lo general, encontraba a dos personas que fueran compatibles, y se las arreglaba para salir con ellas durante un par de meses, cuando notaba que ellos se comenzaban a gustar más entre sí, los dejaba para que pudieran explorar su relación sin ayuda. Marcus y Lía habían sido una de sus combinaciones más alocadas de la vida, él era un matléta y ella la hija de un entrenador de tenis, sus horarios casi nunca coincidían, las probabilidades de que se hubieran conocido por su cuenta eran muy pequeñas.
—Por fin, sus videollamadas nocturnas hacen que me duela la cabeza.
Suspiró.
—¡Zach! ¿Quieres que le pongamos espinacas a la tuya? —La chillona voz de la muchacha nos llegó desde detrás de la ventana que separaba la sala de la cocina— ¡Oh! Hola, Phoenix, creí que eran los del supermercado, nos quedamos sin harina para el postre. —Reparó en mi existencia por un breve instante y luego escuché como su novio la nalgueaba con el repasador, causando que soltara una risita como las de las niñas de las series adolescentes mal actuadas, y perdiera por completo la concentración.
—Bueno, al menos ahora tienes una excusa para apresurar las cosas. —Palmeé su hombro, parte de mí esperaba que esto no fuera algo sencillo para él, aunque se veía poco conmovido—. No te recomiendo que aceptes las verduras, ocuparé el baño al menos hasta las doce, tengo que lavar ropa.
Me encogí de hombros y me dispuse a adentrarme en las oscuras profundidades del cuarto, que para mi sorpresa estaba bañado por el brillo rojo de las luces led. Solté una catarata de insultos al aire. No había peor forma de malinterpretar a mi hermano. Quería coger con ellos, no abandonarlos a su suerte, y ni siquiera había pensado en mandarme un mensaje antes de que llegara a casa. Cada vez que lograba generar la más mínima pizca de empatía por él, algo sucedía que me demostraba que no valía la pena gastar energía en eso.
Había dejado la caja de preservativos sobre su cama, me vi tentado a pincharlos en venganza. Pero me detuve al pensar que el universo no necesitaba veinte semidioses nuevos que podrían delatar nuestro secreto, mucho menos unos que fueran las copias de Eros. En su lugar escurrí toda el agua de lluvia que aún conservaba en mis prendas sobre su almohada y le di la vuelta, con suerte agarraría olor a humedad mientras me duchaba.
—Estaba pensando en que debemos organizar tus horarios de nuevo, creo que puedes meter una práctica extra entr… ¿Me estás escuchando? —Chasquee los dedos delante de Parker que estaba a punto de darse la frente contra una columna por no levantar los ojos del celular—. No puedes distraerte en un momento así.
—Relájate, Nix, aún queda mucho tiempo. —Palmeó la parte trasera de mis hombros, pero ni siquiera hizo un esfuerzo por guardar el teléfono. Una sonrisa estúpida se pintó en su rostro.
—Te recuerdo que solo tienes la palabra de los directivos, tu beca aún depende de que resaltes en los finales. —La falta de seriedad con la que a veces se tomaba todo lo que respectaba a su carrera universitaria me daba ganas de golpearlo. Había invertido demasiado tiempo en él para dejar que algo saliera mal en el último segundo.
—Y lo haré. Tú sabes que sí.
—Nunca está de más asegurarse.
—Pero sí tocarme los cojones, y ya tengo suficiente con mi padre para eso.
Mi amigo definitivamente no era el fanático número uno del señor que había aportado la semilla de su vida, un negociante que pasaba desde el primer minuto en el que salía el sol encerrado en su despacho sin hablar con nadie. Yo no había tenido la oportunidad de conocerlo en todos esos años, sin embargo estaba seguro de que nuestro objetivo era el mismo, por lo que lo tenía en una estima bastante alta. A veces los jóvenes no llegan a comprender lo que sacrifican otros por ellos y por eso los resienten, me había costado más de una vida a mí mismo entenderlo, a pesar de que la situación con mis padres era, por lo menos, particular.
Ares y Afrodita habían tenido varios hijos durante sus amoríos, los dos primeros, Fobos y Deimos, siempre fueron los protegidos de papá, eran ellos quienes lo acompañaban en las guerras, las luces de sus ojos, quienes nunca podrían hacer algo mal. Lo mismo le pasaba a mamá con Eros y Harmonía, seguidores perfectos de sus consejos eternos y aduladores de vocación. Podrás notar, querido lector, que mi nombre no aparece entre sus favoritos, pero no tengo de qué quejarme, la libertad de opinión me permitió ser dueño de mis propios caminos.
—¡Vive un poco, hombre!— Exclamó Parker, recostándose sobre una fila de casilleros que distaba bastante de ser la nuestra y refregándome la pantalla de su teléfono en el medio de los ojos—. Mira este video de perritos que me envió Caz, ¿no te parecen lo más tierno del mundo?
—No, la verdad que no. —Lo empujé, decidiendo que era momento de prender un cigarrillo antes de estrangularlo. Detestaba cuando se obsesionaba con una nueva muchacha con la que posiblemente no pasaría más de una noche. Implicaba que tenía que fingir que me interesaba apoyarlo mientras “preparaba el terreno” cuando prefería que no gastara su energías en estupideces.
Cassandra Melifluit era la autodesignada “hippie activista” de nuestro colegio, vivía en un mundo de colores, drogas y espirales de luces muy alejado de la realidad en la que necesitaba mantener enfocado a Parker. Habían pasado una tarde maravillosa luego del incidente del batido y descubierto que a ambos, a Cassandra, les interesaba la astrología y que sus signos eran aparentemente muy compatibles. Mientras yo me mojaba en el frío, ella había tomado la lluvia como una señal divina del destino para aceptarle una cita al deportista, que jamás habría tenido esa oportunidad un día normal de clases.
Pero el destino no funcionaba así. No les regalaba pistas a los mortales ni reparaba en situaciones burdas como una tarde en la playa. Era algo tan serio y tan frágil a la vez que una mínima distracción podía destruirlo, dejando a miles sin otra opción que bajar la cabeza y asentir por el resto de sus vidas. La gente como ella que hablaba de él tan a la ligera alimentaba mi fuego interno, era como si subestimaran el trabajo del Olimpo, el mío.
—Caz dijo que quería verme antes de su siguiente clase, es por aquí cerca. —Bajó el aparatejo hasta sus pantalones y comenzó a mirar hacia sus costados.
Di media vuelta y le hice una señal juntando mis dedos índice y mayor como cuando se llama a un animalito.
—Y la nuestra está al otro lado de la escuela, así que muévete o muérete, Romeo, porque no pienso llegar tarde por tu culpa.
Levanté la cabeza confiado en que me seguiría, pero tras avanzar casi hasta el final del pasillo y no escuchar sus pasos a mis espaldas giré sobre mis tobillos para insistirle que se apresurara, exhalando una pequeña nube de humo por la nariz. Parker tenía la vista perdida en el otro lado, por donde apareció una Cassandra muy risueña, apenas separándose de su grupo de amigas para acercarse a él algo ruborizada. Detrás de ella, conversando como si nada entre el grupito de chicas, estaba la persona que menos quería ver en mi inmortal existencia. Zachary.
La colilla del cigarrillo, casi consumida, se calentó alrededor de mis dedos haciéndome soltarlo en un esfuerzo involuntario por no quemarme. La aplasté con el pie, apretando los dientes, imaginándome que eso mismo le haría a la cabeza de mi hermano si confirmaba las sospechas que me invadieron en ese momento. Caminé directamente hacia la parejita, que parecía encerrada en su propia burbuja rosa, recostada sobre el frío metal de los lockers y jugando con sus manos.
—¿No vas a presentarnos, Parker? —Hablé con fuerza para sacar a mi amigo de su trance, causando que pegara un respingo y me mirara como si le hubiera echado encima un balde de agua fría.
No esperé a que respondiera, y planté un rápido beso en la mejilla de la muchacha, aspirando su esencia. Caramelo. Con una sonrisa y una ligera inclinación de cabeza, me excusé para ir a hablar con mi hermano. No era como si les importara mucho, querían continuar con su intenso concurso de miradas vidriosas y suspiros robados, yo solamente les estorbaba.
—Zach, ¿serías tan amable de acompañarme por esa puerta? —Inspiré una gran bocanada de aire, frunciendo los labios y señalé el pequeño closet de mantenimiento que había junto al baño de mujeres que se hallaba enfrente de nosotros—. Tengo que hablar contigo sobre un problema que encontré en la factura de la luz.
Las muchachas a su alrededor me miraron extrañadas, como si les sorprendiera que pudiera hacer algo más que contestarle a los profesores o gritarle a la gente que se apartara de mi camino en gimnasia, y cerraron ligeramente el círculo en el que estaban a modo de barrera protectora. Los ojos celestes de mi hermano destellaron con una mezcla de diversión y desafío, estaba intentando contener la risa, podía notarlo por la forma en la que sus mejillas tomaron un poco de color mientras se encogía de hombros para disimularlo. Le devolvió un morral lleno de parches artesanales a una de ellas, comentando que más tarde le gustaría saber en dónde lo había conseguido, y se apartó del montón.
En cuanto pude poner mis manos encima de él, lo empujé dentro del cubículo y cerré la puerta, apoyándome sobre ella para que no pudiera salir con facilidad. No podía golpearlo en el colegio sin arriesgarme a causar una escena que derivara en mi expulsión, sofocarlo con un trapo sucio era mi única opción. Sin embargo, Eros distaba mucho de ser el debilucho querubín que pintan los renacentistas, por lo que no conseguí más que revolver su cabello y arañarlo en el hombro. Sólo había unos pocos centímetros entre nosotros, tan tensos que podrían haber saltado chispas entre nuestras miradas e incendiarlo todo a nuestro alrededor.
—Veo que no estás muy feliz de que nuestros proyectos se entiendan, pero no es mi culpa, el corazón no escucha de razones. —Resopló mientras negaba con la cabeza de forma poética.
—Cassandra no puede ser tu nuevo proyecto —sentencié, considerando volver a lanzarme sobre él. Había cruzado una línea.
—Oh, pero lo es. —Sonrió enrollando uno de sus bucles entre sus dedos—. Lástima que resultara tener mal gusto, pensaba que haría una pareja preciosa con esta chica Zoé de mi clase de química, a las dos les apasionan las plantas de sobremanera.
—A mí no me engañas, hiciste esto a propósito. —Lo empujé en el pecho, causando que volcara una lata de aerosol que había en los estantes que tenía detrás—. Siempre tuviste un problema con haber perdido tu chance de llegar a él primero, estabas buscando la oportunidad perfecta para robármelo.
—El mundo no gira a tu alrededor, Eneas, tengo demasiados proyectos entre manos como para preocuparme por perder uno —contestó respondiendo a mi golpe anterior, logrando que me clavara el picaporte de la puerta en la cintura. Su pacifismo de cartón no podía evitar desmoronarse cuando pasábamos mucho tiempo solos y las cosas se ponían serias—. Quizás deberías empezar a hacer lo mismo, expandir tus horizontes. A mayores riesgos, se obtienen mayores ganancias.
—No tienes derecho a decirme cómo hacer mi trabajo, al menos yo no desperdicio mis alfileres en errores fácilmente evitables.
—Eso es porque ni siquiera te atreves a usarlos. —Dio un cabezazo de superioridad al aire— ¿Cuándo fue la última vez que pinchaste a Parker? ¿O a alguien, para variar?
Él no tenía por qué saber de mi fracaso con el pelirrojo del otro día, pero de alguna forma era consciente de que hacía tiempo que mis números estaban estancados mientras que los suyos subían como locos en pos de las fiestas. Esta etapa de la vida solía favorecerlo, pero no duraría para siempre. Sin embargo, aunque odiaba admitirlo, tenía un punto, hacía ya más de medio año desde que había usado mi magia con Parker, justo antes de su primera junta con los comités directivos de la Universidad Maxlle. Estaba dependiendo únicamente de mi guía y eso me quitaba tiempo para trabajar con otros humanos.
La magia del Olimpo es algo maravilloso, pero, como todo en el universo, tiene un ciclo que cumplir. Nuestros alfileres tienen un funcionamiento similar al de las vacunas, en algunos casos una sola dosis es suficiente para tomar una decisión desesperada, pero si se busca un éxito mayor, es necesario aplicar más. La sangre se limpia con regularidad, luego de cuatro meses lo que puede quedar en ella es casi imperceptible por el organismo. Por eso, cuando marcábamos a alguien debíamos vigilarlo muy bien, cuando se producía una descarga total de magia era el único momento en el que el otro podía intervenir sin causar grandes complicaciones en la psiquis de la persona.
—No voy a permitir que arruines el futuro de ese pobre chico con tus estúpidos juegos del amor.
—Se los ve muy contentos juntos, ¿acaso no quieres que tu amigo sea feliz?
—A esta altura deberías saber que la culpa no funciona conmigo, hermano. —Me di la vuelta y presioné mi mano sobre la manija de la puerta, la campana había comenzado a sonar y yo no había quedado contento con el resultado de esa conversación, pero no me podía permitir un retraso—. Voy a hacer que su primera cita sea la última, como debe ser a esta edad.
—¿Y cómo exactamente planeas hacer eso? —Alcancé a oír que preguntaba mientras trataba de detener la tabla de madera para que esta no lo golpeara en la nariz.
No tenía ni la menor idea, pero evitar que esa relación escalara se había vuelto mi prioridad, así que encontraría la forma. Incluso si eso me costaba mi amistad con Parker. El trabajo siempre iba primero.
Necesitaba pensar. Alejarme de todo. Desconectarme.
Parker no había hablado de otra cosa que no fuera Cassandra en todo el día, para cuando lo dejé en las prácticas de básquetbol ya estaba enfermo de escuchar su nombre. La peor parte era que su cita no era hasta el sábado, por lo que me quedaban dos largos días de tortura aún. Eso, claro, si lograba apegarme a mi palabra y conseguir que todo terminara pronto.
Si algo tenía que concederle a mi amigo, era que sabía ser encantador. No tenía idea de cómo lo hacía sin la ayuda de la magia, su labia podía competir con la de más de un Olímpico si se lo proponía, y con su apariencia atlética de golden retriever era el paquete completo. Un peligro en potencia, por eso Eros lo necesitaba.
Pero él era mío.
Conduje hasta la playa, debía existir alguna manera de rescatar mi mural y aún quedaban un par de horas de sol. Su luz pondría las cosas en perspectiva, como el dios que lo regía siempre lograba hacer con mi cabeza. Apolo era el único que odiaba a mi hermano lo suficiente para entenderme, él me hubiera sido de gran ayuda en ese momento. Siempre tenía buenas ideas para arruinar su trabajo.
—Me estas jodi… —mascullé al ver a la muchacha del día anterior reflejada en el espejo retrovisor mientras estacionaba.
¿Acaso no entendía que esto no era un museo de arte al que podía venir cuando se le diera la gana?
Nota de autora:
¡Buenas, buenas! Pasaba a preguntarles cómo van viviendo esta historia que hoy ya cumple su primer mes de vida.
Estoy muy agradecida por el recibimiento que tuvo, es mi primera vez escribiendo algo "tranqui" y a la vez con capis tan largos, por eso y también temitas de la vida fue que tuve que retrasar esta actualización.
¿Tienen preguntas? ¡Déjenlas en los comentarios!
Los quiero🥰
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