
4
Cuando Eros y yo nacimos, a cada uno le fue otorgado un don especial que le ayudaría a realizar su trabajo de la forma más sencilla posible. Según él, el suyo consistía en ver manchas de colores alrededor de los humanos que le indicaban qué era lo que estaban sintiendo en ese instante, un buen regalo, pero no mejor que el mío. Cuando mis ojos conectaban con los de la otra persona tenía un pantallazo de los caminos por lo que podría dirigirse su vida. Estos por lo general traían consigo reflejos del pasado, lo que me aseguraba que mis proyectos serían exitosos y que no estaba desperdiciando mis alfileres. Esto era lo único en lo que siempre opiné que el Olimpo me había favorecido.
En Filux no es muy complicado para un menor de edad pasar a un bar, por eso cuando vi que mi hermano solo se había preparado la cena para sí mismo decidí que era una buena idea visitar mi antro favorito, comer una hamburguesa y quizás tomar una cerveza. The Splat se hallaba al final de una de las calles del centro y entrar en él se asemejaba a lo que se siente un buen viaje ácido. Todo el lugar estaba bañado en luz ultravioleta, que servía para resaltar las manchas de pintura fluorescente que hay en las paredes y los muebles. Además los empleados fueron instruidos para utilizar un tono de voz que pueda confundirse con las vibraciones de los parlantes, así que debes prestarles mucha atención si quieres entenderles.
Era un buen ambiente para trabajar. La gente que lo frecuentaba era, por lo general, de clase alta e iba allí para descansar la mente en un espacio que le permitiera desinhibirse y ser ella misma. Muchos de ellos solían tomar decisiones que en el mundo exterior les costarían su reputación, como tener una aventura de una sola noche con alguien cualquiera en un baño público o en un reservado, porque sabían que la oscuridad escondería sus identidades y se tragaría sus pecados. La buena música y el sexo sin sentimientos me daban la oportunidad perfecta para pinchar a varios mortales antes del amanecer, no podía pedir nada mejor.
-Me estabas contando que estás aquí de vacaciones, y que tu barco zarpa mañana al mediodía ¿No es así?
Le entregué un vaso con gaseosa al muchacho pelirrojo con el que había estado hablando desde que llegué y lo dirigí hacia una de las mesas que se encontraban en el fondo. Él había intentado que ordenara unas margaritas, pero terminé convenciéndolo de que era muy temprano para comenzar a tomar y que así no llegaría ni a las dos de la mañana. No iba a coquetear con un borracho.
-Sí, es un crucero, en realidad, no íbamos a pasar por aquí, pero hubo un imprevisto y nos regalaron la noche. -Se encogió de hombros, era obvio que quería parecer como si no le importara nada, pero la tensión en sus músculos delataba sus nervios- ¿Y tú vives aquí todo el año?
-Por desgracia -Mojé mis labios en la bebida y luego los lamí sutilmente con la lengua consiguiendo que me mirara. Posible abogado o policía forense, tendría que tomar la decisión en cuanto llegara a casa, un poco de ayuda no le iría mal-. Los días son todos iguales a como lo viviste hoy, nunca pasa nada emocionante. -Suspiré, acercándome un poco más a él-. Por eso deberíamos aprovechar esta oportunidad.
Coloqué mi mano en el bolsillo izquierdo del jean donde siempre llevaba escondidas las pequeñísimas barras de metal y las acaricié con mis dedos hasta lograr posicionar una de ellas entre el mayor y el anular mientras me acercaba a besarlo. El plan era clavárselo en la nuca cuando quisiera empujar su cabeza hacia mí para poder profundizar la acción, pero no contaba con que él preferiría que me sentara sobre su regazo antes de eso. Si cuando lo conocí tenía la idea de que no estaba acostumbrado a estar con otros hombres, sus movimientos me confirmaron que esta era su primera vez. No dejaba de intentar meter las manos debajo de mi camiseta como suele hacerse para desabrochar el corpiño de una muchacha, causando que yo tuviera que volver a posicionar las mías constantemente sin poder apoyarlas del todo en su piel. Se notaba que era de los que necesitaban tomar el control, y yo también.
Iba a rendirme e intentar clavar el alfiler en otro lado cuando los gritos histéricos de una mujer lo llevaron a ponerse tieso, y no específicamente en la zona adecuada. Volví la cabeza hacia atrás al tiempo que me limpiaba la combinación de nuestras salivas de la boca, la muchacha era rubia y llevaba el pelo tan corto que era posible confundirla con un chico desde cierta distancia. Efectivamente alguien acababa de salir de un closet bastante abierto.
-¡¿A dónde crees que vas?! -bramó golpeteando el suelo con sus tacones mientras me separaba de su novio dispuesto a marcharme sin prestarle atención a lo que tenía para decirme. Su problema no era conmigo, yo no le debía ninguna lealtad.
-Ya cené y comí postre, no hay nada más que quiera hacer aquí. -Acomodé la parte trasera de mi cabello que el muchacho había revuelto cuando intentaba encontrar una manera de alejarme de él, su rostro había tomado el color rojo de las frutillas.
-¡Estábamos a punto de casarnos! -sollozó, su maquillaje se había corrido y gruesas gotas negras resbalaban por su mentón hasta manchar el escote de la camisa amarilla que llevaba puesta.
-¿Tú crees? -Reí con sarcasmo-. De todas formas no me interesa. -Levanté la mano para callarla cuando amagó a seguir descargando su furia en mí-. Pero yo que tú, lo pensaría un poco más antes de comprar el vestido, ni siquiera se fijó que estuvieras fuera del bar, no cruzaste su mente en ningún momento desde que me vio.
Por un segundo antes de marcharme pensé en que quizás podría cambiar de blanco y pincharla a ella en su lugar. Por sí misma tenía demasiado potencial, terminar esa relación la llevaría camino al estrellato si jugaba bien sus cartas. Sin embargo, presentí que no necesitaba de la magia para hacerlo.
Recordaba haber vuelto al departamento luego del fiasco de The Splat, así que seguramente estaba soñando. Lo extraño era que parecía no haberme ido, lo único que me confirmaba que eso que estaba experimentando no sucedía en el plano real, era que traía puesto un collar de cuero con una gran arandela de metal alrededor de mi cuello y alguien a quien no podía ver estaba tirando de ella. Tenía los ojos cerrados, pero cuando mis labios tocaron los de esta persona misteriosa supe que era un hombre y que cargaba mucha hambre. Secuelas esperables de no haber conseguido que la situación con el pelirrojo escalara hasta el punto en el que mi cuerpo lo necesitaba.
En algún momento de nuestra danza, él me mordió tan fuerte que me forzó a abrir los ojos y cuando vi quién era desee no haberlo hecho. Parker, con una sonrisa genuina que anticipaba mucho más que besos a continuación y sus ojos de cachorrito llenos de ese tipo de deseo que solo sienten aquellos que se enamoran. Los mismos que terminaban suicidándose cuando no podía corresponderles. No deseaba un final así para él, tenía tanto por vivir.
-¡Nix! ¡Nix! ¡Nix! -Una sacudida me despertó de forma violenta. El español, que no sabía cómo había llegado, tenía sus piernas alrededor de mi cuerpo y las manos firmes en mis hombros.
-¿Qué mierda fue eso, Parker? -pregunté, aún confundido, no sabiendo si le hablaba a su versión real o a la que habían creado mis hormonas. La posición en la que estábamos tampoco me ayudaba mucho a calmar mi líbido- ¿Y qué te dije de entrar a mi habitación? -Quité las lagañas de mis ojos-. Tenemos un acuerdo, yo te llevo a la escuela en mi auto, y tú no ensucias mi alfombra, ¿recuerdas?
-Zach me invitó a pasar, dijo que no conseguía despertarte y vamos a llegar tarde al torneo.
-¿Eh? -Me acaricié el cabello con los dedos, quitando los dos mechones rubios de mi rostro, y le lancé una mirada asesina a mi hermano que sonreía desde el otro lado del cuarto con una taza de té entre sus manos mientras Parker se levantaba. Él era la razón por la que no quería que viniera a la casa.
Eros tenía la reputación de robarme a mis proyectos cuando estaba dormido. En cuanto los endulzaba un poco con su amabilidad de cartón, caían rendidos, sin excepción. Hacía ya un par de vidas que había aprendido a no confiar en que los humanos pudieran resistírsele, y jamás solía darle nuestra dirección a la gente, pero hoy en día con la tecnología tan desarrollada nadie podía ocultarse por mucho tiempo.
-No me digas que olvidaste que hoy tenemos un partido de bádminton contra los ricachones de Rothsfield en el polideportivo del norte, vinieron desde Noxtal exclusivamente para esto -dijo mientras alisaba su ropa-. Tenemos que llegar dos horas antes para entrar en calor y ya vamos tarde. -Para mi suerte, mi amigo parecía tan entusiasmado con los deportes como de costumbre. Iba a matarlo. El reloj marcaba las siete nada más.
Él era parte de absolutamente todos los equipos de la escuela, hasta del de ajedrez, que había dejado de existir porque nadie más se interesó en unirse, y se los tomaba muy en serio. Recuerdo que mi hermano me contó que lo vio llorar en los vestidores el día que perdió por un voto el título de capitán del equipo de vóley masculino en primer año, su contrincante era un chico popular de último que había sido parte de él desde el inicio de su colegiatura. Esa pasión era la que llevó a que me fijara en él en un principio, tenía un futuro sudorosamente brillante enfrente, y yo necesitaba el crédito de haberlo guiado hacia él. Era lo único que podría conservar cuando ya no estuviera.
Sacudí la cabeza tras hacerla atravesar el cuello de la camiseta con el logo del colegio. Cuando pasas mucho tiempo trabajando en alguien le tomas un aprecio especial, que viene de escucharlos con sus problemas y verlos vivir sus peores momentos antes de triunfar. Esa era la única parte mala de que los humanos fueran seres mortales. Tendría millones de otros "Parkers" en el futuro, al igual que había tenido miles antes de él, algunos de los cuales no podía ya recordarlos. Eran manchas borrosas en mi memoria, como lo sería este en un futuro, por lo que no tenía sentido lamentarse.
-Tengo que alimentar a la serpiente antes de irnos -dije echando la cabeza hacia atrás, maldiciendo a mi memoria, cuando ya tenía el picaporte de la puerta principal entre mis dedos y el pesado bolso ejerciendo presión sobre mi hombro izquierdo.
-¿Puedo verla? -Sus ojos se iluminaron como los de un niño en una dulcería.
-No vas a sacar a esa cosa de su terrario, ¿verdad? -La expresión de puro terror de Eros, que se había hecho bolita en una de las esquinas del sofá que teníamos en nuestra sala, fue la única razón por la que accedí. Molestarlo jamás era una pérdida de tiempo.
-Fiorella no es una cosa, es un bebé.
Un bebé escamoso y blanco de tres metros. Hermes la había traído de uno de sus viajes como regalo de papá para nosotros, pero mi mellizo casi se mea encima cuando la vio deslizar su pequeña lengua bífida por su boquita. Fue amor a primera vista para mí, y era una de las pocas cosas en la casa que no tenía que compartir, por lo que su supervivencia estaba en mis manos.
Le di su comida, una lauchita de la tienda, y esperé pacientemente hasta que terminara de tragársela para colgarla en mis hombros. No tardó ni cinco segundos en enroscar su cola alrededor de mi brazo izquierdo como si estuviera abrazándome, la realidad era que estos animales no eran fanáticos de las alturas y la pobrecita estaba algo confundida. A propósito, caminé por delante de Zachary, que intentó cubrirse con un almohadón como si este fuera un escudo, y no pude evitar que se me escapara una sonrisa.
-Solo en la cabeza. -Le advertí a mi amigo que estaba preparado para acariciarla.
-¡¿Pueden irse de una vez?! -chilló nervioso mi hermano al ver que el español mostraba toda la intención de hacerse amigo de la pitón. Tenía las manos enredadas entre sus rizos, apretándolos con fuerza. Desesperarlo me llenaba de un enorme placer porque me hacía sentir más poderoso de lo que ya sabía que era-¡Phoenix! -Parecía que en cualquier momento se iba a poner a llorar
-¡Puff! -Suspiré yendo a encerrar nuevamente a Fiorella. Pero por mucho que adorara hacerlo quedar mal, teníamos que salir si queríamos llegar antes que nuestros rivales-. Alguien no está teniendo una muy buena mañana. -canturreé.
-¿Puedo venir otro día a jugar con ella? -Pidió Parker. No sabía que le gustaran tanto los animales- Creo que le agrado.
-Ja, ja, ja. No. -respondí con expresión seria y abrí la puerta, indicándole el camino, sin darle lugar a que insistiera de nuevo.
El lugar del encuentro se caía a pedazos por la humedad, no tenía calefacción y apestaba a una combinación de todo tipo de fluidos humanos. La cancha estaba desnivelada, la red destruida y las líneas del suelo despintadas. Parecía más el set abandonado de una película de terror que un centro para jóvenes deportistas, no me extrañaría que un asesino serial se estuviera ocultando detrás de las gradas del fondo.
Como pude me las arreglé para ganar en la tanda de individuales, mentiría si no dijera que debí utilizar mi condición de dios para conseguir ciertas ventajas durante el partido, lo había hecho solamente para tener la oportunidad de empatar antes de la categoría de parejas. No confiaba en que Parker tuviera la habilidad o la concentración suficientes para anotar un punto, el bádminton era su área débil, y a pesar de eso era mejor que los otros tarados que se habían inscripto solo por los créditos extra que necesitaban para pasar educación física.
-Están jugando a matar. -Jadeó mi compañero sentándose junto a mí en la banca cuando terminó. Teníamos veinte minutos de descanso antes del partido final.
-Y compraron al árbitro -añadí tras tomar un buen trago de agua sabor cereza, mi favorita. Era una de mis cábalas abrir una botella si presentía que íbamos a perder-. Conté por lo menos cinco faltas desde aquí, no mencionó ninguna.
Nos quedamos en silencio después de eso. Ambos nos recostamos con la espalda recta en la sucia madera y las piernas balanceándose en el aire a observar el techo tratando de nivelar nuestras respiraciones. Después de un rato las luces artificiales comenzaron a causarme un fuerte dolor en los ojos, así que los cerré. Mis oídos se agudizaron y podía escuchar con total claridad la conversación que estaban manteniendo los muchachos del otro equipo. Uno de ellos comentaba que tenía una chica esperándolo en la playa con un premio especial por la victoria, y el otro se burlaba de él porque solo la conocía de haberla visto en la estación de servicio aquella mañana cuando se detuvieron a cargar gasolina, ni siquiera le había dado una ubicación exacta. Muy probablemente se tratara de alguien que se dedicaba a engañar a los turistas, como yo, pero en lugar de ayudarlo se terminaría llevando su billetera.
-Levántate -Me senté y golpeé a mi amigo en el estómago con la parte de atrás de mi mano cuando cambiaron de tema a uno que me parecía demasiado aburrido-. No podemos dejar que ese par de tarados sientan que ya nos vencieron. -mascullé frotándome los ojos.
-Todavía nos quedan cinco minutos. -Se quejó reincorporándose y dejando caer la cabeza sobre mi hombro, su cabello enrulado me hacía cosquillas en la parte de abajo de la barbilla.
-Los que necesitamos para encontrar al menos tres de sus falencias, ahora muévete y dime qué viste mientras estabas en la cancha que nos sirva para ganar ventaja. -Le pegué un zape en la frente, que le entregó el mensaje de que no estaba de humor para ser su niñera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro